Paz, pan y trabajo
- Moléculas Malucas
- 22 ago 2022
- 18 Min. de lectura
Actualizado: 23 ago 2022
Memorias travestis para pensar y hacer la calle
En este artículo escrito para Moléculas Malucas, Marce Butierrez aborda desde una perspectiva travesti la cuestión del comercio sexual, intentando superar el extenso debate entre trabajo sexual y prostitución instalado en la agenda feminista. De igual forma, la autora piensa la experiencia de la oferta de sexo como el espacio de encuentro, debate, organización y significación de las vivencias travestis, rescatando aquellas voces que participaron en los primeros años de organización y lucha, a partir de la conformación del Frente de Travestis.
Por Marce Butierrez*
A las primeras treinta travestis que se manifestaron el 21 de diciembre de 1986 frente a la Casa Rosada no les daba vergüenza ser putas. Cuando se organizaron para protestar tenían en claro que lo que más les importaba era que las dejen trabajar tranquilas y que dejen de matarlas. Aquella primera protesta estuvo animada por la bronca de haber perdido a quince compañeras en pocos meses y la certeza de que la policía iba a seguir persiguiéndolas cada noche. Para llevar adelante su demanda escogieron los lenguajes y estrategias políticas característicos de su época. Mónica Ramos, por ejemplo, organizó junto a las chicas de los barrios aledaños a la Panamericana el Frente de Travestis. Se trató de la primera experiencia de organización travesti de la cual tenemos prueba documental y que fue responsable de las manifestaciones del 21 y 28 de diciembre de 1986 frente a la Casa Rosada. Luego, las dirigentas e integrantes del frente fueron el centro de atención de los medios de comunicación que dejaron constancia del programa político de este espacio de lucha.

En una entrevista otorgada a la revista Libre el 27 de Agosto de 1987 Mónica Ramos detalla cuales son las principales preocupaciones de las travestis que trabajan en Panamericana:
Estoy cansada de que todas nosotras tengamos siempre que vivir escondiéndonos en la oscuridad, porque no podemos trabajar libremente. Hemos sido golpeadas, amenazadas y eso a nadie le importa. ¿A alguien le interesa que ya hayan muerto quince de nosotras en la Panamericana? Claro, se olvidan de que las que murieron son seres humanos, más allá de que trabajen de travestis. Mire, yo hace diecisiete años que trabajo en la calle y siempre lo hice con libertad; pero ahora no sé por qué razón a nosotras nos están persiguiendo. Por eso yo lucho junto a mis compañeras, y si ellas me han elegido para que las defienda, lo voy a hacer aunque me cueste la vida.
Mónica y sus compañeras entendían a la oferta de sexo como un trabajo, quizás como el único trabajo al que les era posible acceder debido a la discriminación sufrida en la sociedad. De ningún modo las travestis nombraban su forma de vida en clave de explotación sexual. Por ello, la demanda del Frente de Travestis buscó articularse con las luchas obreras ya que entendían que desarrollaban un trabajo legítimo y que debían ser alcanzadas por las protecciones legales para el conjunto de los trabajadores.

En la misma entrevista Mónica menciona las protestas desarrolladas en Plaza de Mayo en diciembre de 1986, cuando llevaron una carta dirigida al presidente Raúl Alfonsín. Nunca obtuvieron respuesta a aquella carta. Mónica relata por lo tanto cuáles fueron las determinaciones a posteriori para impulsar su lucha:
A causa de la persecución que hay sobre nosotras, tienen miedo de ir a trabajar a la Panamericana; pero si no lo hacemos nadie sabe que nos morimos de hambre, porque cada una de las chicas alquila, come y debe vestirse. Por todos nuestros sufrimientos es que estamos mandando cartas al interior y al exterior del país para que todos los travestis (sic) nos agrupemos en un sindicato, ya que nosotras no tenemos quien nos proteja. Pensamos ir a ver a Ubaldini a la CGT para que nos diga si ellos van a defendernos ante cualquier problema que tengamos cuando seamos una entidad gremial. Y vamos a luchar para lograrlo.
El Frente de Travestis tuvo sin dudas más aspiraciones que posibilidades reales de materialización. Las urgencias padecidas por las chicas por llenar sus estómagos y resolver lo cotidiano se anteponían a cualquier posibilidad de proyectar una organización a futuro. También los aprietes de la policía y las permanentes y masivas detenciones fueron socavando la lucha política llevada adelante por las travestis, aunque sin apagarla. En un pequeño recorte periodístico del Diario Crónica del mismo año (1987), cuentan cómo ante un operativo en el que se detuvieron a “veinticuatro tigresas con puntillas y garras” algunas travestis que lograban fugarse en colectivo, gritaban desde las ventanillas con el puño en alto ¡Alfonsín queremos la libertad! y No a la represión. Sin embargo, las constantes amenazas y detenciones amedrentaron a las travestis e incluso Mónica Ramos debió refugiarse en Montevideo, Uruguay, por una larga temporada. Cuando regresó a la Argentina en 1990 pasó apenas cuatro meses visitando amigas e intentando reorganizar el Frente cuando fue brutalmente asesinada en la Panamericana.

Dis-putas en torno a la memoria
En este artículo se abordará desde una perspectiva travesti la cuestión del comercio sexual, intentando superar el extenso debate entre trabajo sexual y prostitución instalado en la agenda feminista. Nos interesa poder pensar en la experiencia de la oferta de sexo como el espacio de encuentro, debate, organización y significación de las vivencias travestis, más allá de las controversias políticas que impregnan este campo de discusiones en la actualidad. Para ello, apelaremos a un trabajo documental centrado en rescatar aquellas voces de travestis que participaron en los primeros años de organización y lucha. Intentaremos poner en alto aquellas trayectorias de vida que, aunque cuentan con una importancia central para la historia colectiva de las travestis, aún no son difundidas ampliamente. La explicación a esta falta de visibilidad de las historias y memorias de las travestis en relación a la experiencia del comercio sexual merece un profundo análisis del modo en que se trazaron las agendas políticas de los movimientos trans* durante las primeras décadas del siglo XXI en alianza con los feminismos, los organismos de Derechos Humanos y las organizaciones LGBT.
La memoria del movimiento trans* es un tema de permanente agitación y un campo de reiteradas disputas. En la última década, y en especial tras la sanción de la Ley de Identidad de Género, han existido distintos esfuerzos narrativos por construir una genealogía de la lucha de las personas trans* y no binarias. Entender de qué manera se han ido constituyendo diferentes campos de acción política, la centralidad de determinados eventos y el impacto de algunas conquistas elementales, permite redefinir estrategias y modos de intervención y articulación entre organizaciones de la sociedad civil y el estado. Narrar una historia del colectivo trans* que se acomode a las agendas políticas de la sociedad permite en definitiva la intervención política para alcanzar metas futuras.
Ante este escenario el archivo se convierte en un terreno atractivo donde dirimir disputas y expresar tensiones. Construir una memoria para determinados movimientos sociales, exige producir recortes que echen luz sobre ciertos eventos y personajes, a la vez que se ensombrecen otras trayectorias. Es por esto que indagar en torno a la memoria de una comunidad no sólo nos permite conocer los procesos históricos que la constituyen, sino también acceder a los discursos actuales que politizan esas narrativas. Entendemos por lo tanto que rememorar no está desaprendido de los procesos políticos, sociales y culturales actuales; sino que pasado y presente se entraman en la producción de las memorias.
Es por ello que en este artículo nos proponemos indagar sobre el modo en que las disputas actuales entre los posicionamientos a favor y en contra del comercio sexual han tensionado el modo en que la comunidad travesti/trans* produce sus memorias. La calle, la oferta de sexo y la violencia asociada a ella puede ser leída desde distintas ópticas, pero se privilegian e institucionalizan aquellos modos que se vuelven socialmente necesarios para producir lenguajes de demanda al interior de las organizaciones y ante las agencias gubernamentales un diagnóstico de las vulneraciones hacia las travestis.
Repertorios políticos para pensar y hacer la calle
Como veíamos en el relato precedente sobre la experiencia de organización del Frente de Travestis, el lenguaje político de la demanda obrera resultaba útil en un periodo histórico de intensa agitación gremial. El retorno a la vida democrática estuvo acompañado del regreso de la actividad militante de los sindicatos, expresada en numerosas marchas y paros generales contra las decisiones en materia económica del gobierno de Alfonsín. Aunque los periodistas lo destacan en un tono cuasi jocoso, comparando a Mónica con Ubaldini, esa clave de acción política tenía sentido para el canon de la democracia de los ochenta. Una anécdota similar marcó el nacimiento de la Asociación de Travestis Argentinas (ATA) en 1993. María Belén Correa cuenta respecto a ese momento fundacional:
Teníamos que tener un nombre. La primera palabra fue sindicato: Sindicato de Travestis. Pero como había chicas que no eran trabajadoras sexuales dijeron que no, porque las iban a relacionar con el trabajo sexual, por ejemplo, Wendy, que era maestra, pero trabajaba en una discoteca en el guardarropa; Cinthya, a modo de enfermera; y había dos o tres más que no querían el tema del sindicato. También había algunas que no podían ser visibles por equis situación familiar, porque las podían echar de donde alquilaban. No me acuerdo si fue Pía o Alejandra que dijeron: "¿Por qué no le ponemos el nombre que nos dijo el policía?” Hacía diez días, cuando estábamos queriendo entrar al departamento con Alejandra y Pía, nos había venido un policía a querer arrestar. Entonces empezamos que no, que “yo vivo acá, estoy entrando al departamento, acá está la llave, estoy de pantalones”. Empezamos a discutir y el policía nos dijo: “¿Pero y ustedes quiénes son?, ¿de la asociación de travestis argentinas?”, y nos llevaron… [1]

La idea de sindicato para este nuevo periodo resultaba problemática porque implicaba atar la acción política a la cuestión del trabajo sexual exclusivamente. Como señala María Belén, no todas las chicas se dedicaban al comercio sexual o no podían admitirlo formalmente, pero entendían la necesidad de una organización. A pesar de que discursivamente se intentó sesgar la cuestión del trabajo sexual, los primeros años de lucha de las travestis en los noventa estuvieron signados por esta preocupación. Los edictos contravencionales estaban en plena vigencia y la persecución policial contra las travestis en Palermo, Flores, Chacarita, Constitución y Villa Crespo era tanto o más intensa que en los tiempos de Panamericana.
Durante estos años las travestis empezaron a articular sus demandas con los movimientos de gays y lesbianas. Ambos tenían en común la preocupación por la persecución policial, ya que reiteradamente gays y lesbianas eran detenidos durante razias policiales en boliches o mientras circulaban por lugares considerados “de yire”. Esta problemática en común por el derecho a circular en el espacio público sirvió para unificar discursos de demanda entre gays, lesbianas y travestis. Bajo el paradigma del asociativismo y las organizaciones no gubernamentales; gays, lesbianas y travestis configuraron un nuevo lenguaje de demanda centrado en la lucha contra los códigos contravencionales. Parcialmente el foco se corrió de la cuestión del comercio sexual, para centrarse en la libre circulación por el espacio público.
Un momento de Taller de ATA realizado durante el Primer Encuentro Nacional Lésbico, Gay, Travesti, Transexual, Transgénero en 1996 en la ciudad de Rosario. Fuente: Fondo Marcelo Ernesto Ferreyra. Programa de Memorias Políticas Feministas y Sexogenéricas, CeDInCI.
Vale mencionar, sin embargo, que los activistas gays de esa época tenían la vocación y estrategia de centralizar y reunir a distintos sujetos afectados por la problemática de la persecución sexual en Argentina, más allá de cualquier debate ideológico y/o moral. Los integrantes de Gays por los Derechos Civiles (Gays DC) estaban permanentemente alertas a la emergencia de iniciativas activistas que pudieran sintonizarse con sus luchas, fue así que tomaron la iniciativa de integrar a las travestis. Primero tomaron contacto con Travestis Unidas, un pequeño espacio de organización fundado por Kenny de Michelis, Sandy Gonzalez y Gabriela Carrizo. Gays DC patrocinaba sus presentaciones públicas y las hacía parte de reuniones y actividades. Travestis Unidas acompañó la realización de la II Marcha del Orgullo en el año 1993. Ese año Gays DC tomó contacto con ATA, a quienes invitaron a participar de las reuniones en calle Paraná. En ese acercamiento, las chicas de ATA se pusieron en contacto con Angela Vanni, abogada de la organización quien trabajó denodadamente junto a las chicas cada vez que caían detenidas [2]. Fue la defensora de las travestis en muchas de las causas que arbitrariamente y con prueba plantada la policía llevaba adelante como forma de amedrentar y “desactivar” a las activistas de más alto perfil.
En esos espacios de reunión con Angela Vanni se fue gestando el núcleo de activistas travestis preocupadas por las incesantes detenciones. Todas ellas o la mayoría estaban vinculadas al comercio sexual, aunque con diferentes opiniones al respecto. En 1994 Nadia Echazú quién había tomado contacto a través de Kenny de Michelis con Angela Vanni relata lo siguiente:
Ángela me citó un día para entrevistarme con las de Travestis Unidas [TU], pero no me gustaban sus formas y yo veía que lo que hacían no se traducía en el resto de las compañeras. La policía no las molestaba a ellas, pero tampoco hacían nada para que no se lleven a la chica que tenían al lado. Ángela notó esto y me invitó a una reunión con Belén [Correa] de ATA. Empezamos a trabajar.

Tiempo después Lohana Berkins se integró también a aquellas reuniones con Ángela a través de su vínculo con Carlos Jaúregui. Lohana dice:
Yo me había ido de la CHA [Comunidad Homosexual Argentina], había sido Secretaria ahí y conocí a ATA en esa marcha donde ellas participaron por primera vez. Yo fui ahí, pero como AMAR [Asociación de Meretrices de Argentina], porque fui fundadora de AMAR. (...) Carlos Jáuregui nos invitó, a las de AMAR, a la marcha. Y fue ahí donde nos conocimos y yo me dije que tenía que meterme más con las travas así que un día llamé a Ángela y ella me llevó a una reunión de ATA y me quedé.
Este espacio concentró entre 1994 y 1996 a las principales activistas travestis de la época: Lohana Berkins, Nadia Echazú, Claudia Pía Baudracco y Maria Belen Correa. Las mesas de debate y trabajo entre estas activistas, nucleadas en ATA, no estaban exentas de tensiones. Muchas veces ese conflicto tenía que ver con la cuestión del comercio sexual, que emergía constantemente como un factor clave. En una entrevista realizada por Ana Álvarez y Josefina Fernández en 2001, retrospectivamente Lohana plantea las diferencias existentes en ese espacio en diálogo con Nadia Echazú:
Insisto que esto lo tenés que recordar, porque tenías una postura muy interesante. Cuando discutíamos sobre el tema de la prostitución y nos peleábamos en las reuniones. Vos sostenías la prostitución así, en bruto. Y yo sostenía la prostitución, pero ponía la pregunta “por qué”. Había un interrogante… ¿por qué somos prostitutas? Y Belén decía que había que hablar del tema del Sida. Pero aún con diferencias, había una coherencia entre nosotras. Vos sostenías la prostitución, yo decía algo más. Y Belén también argumentaba. [3]
En esta misma entrevista Lohana plantea que la exposición televisiva alcanzada durante ese momento obligó a discutir estrategias respecto a cómo enunciar la demanda frente al público. Según Berkins las compañeras de ATA rehuían a la idea de presentarse públicamente como prostitutas, prefiriendo declarar algún oficio “honesto”. Nadia sostenía la posición de presentarse como prostitutas, ya que ella y el grueso de las compañeras que la seguían ejercían la profesión. Lohana, tenía una posición más crítica que buscaba problematizar la cuestión de la prostitución como fin último. Las fundadoras de ATA, María Belén Correa y Claudia Pía Baudracco no tomaban sobre la cuestión una posición unívoca y preferían dejar el debate por fuera de su organización. Tenían el entendimiento de que existían otros asuntos prioritarios y que cada una de las integrantes del espacio podía tener opiniones distintas sin que esto las enfrente políticamente.
Estas diferencias fueron socavando las alianzas dentro del espacio, lo que desencadenaría en 1997 el surgimiento de la Organización de Travestis y Transexuales de Argentina (OTTRA) fundada por Nadia Echazú y la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti Transexual (ALITT) fundada por Lohana Berkins. Así el nuevo escenario de organizaciones travestis quedó conformada por tres espacios con diferentes posicionamientos frente a la cuestión del trabajo sexual.

Tras los episodios críticos del 2001, los lenguajes de la demanda política se articularán bajo nuevos paradigmas. La cuestión de los derechos humanos y la lucha por memoria, verdad y justicia serán sitios privilegiados en torno a los cuales construir demandas políticas. Los organismos de derechos humanos llevarán adelante, ante las significativas políticas habilitadas con el reinicio de los juicios de lesa humanidad, una serie de acciones que permitirán y habilitarán el ejercicio de la memoria, la reflexión sobre los hechos ocurridos en dictadura y la investigación sobre los delitos cometidos contra aquellos activistas y militantes que trazaron sus vidas a contrapelo de los valores conservadores del sistema eclesiástico-militar.
Si bien los feminismos y las organizaciones de disidencias sexuales no eran interpeladas directamente por dichas acciones y discursos sobre la memoria, fue constituyéndose dentro de estos espacios una reflexión al respecto, orientada a pensar en los muchos aspectos que a pesar de la democracia no habían logrado ser puestos en la agenda pública. La noción de “deuda de la democracia” aparece como una alocución dentro de la cual múltiples demandas parecen ser aceptadas y sirve para señalar la continuidad de la violencia y segregación sufrida por las travestis aún en democracia. Lohana Berkins se refiere a esta cuestión cuando dice sobre los eventos del levantamiento popular de diciembre de 2001: Y fuimos muchas las compañeras travestis que nos encontramos en la Plaza de Mayo, con valor y decisión salimos a defender una democracia de la que poca parte nos toca [4].
El aborto voluntario, la salud sexual y reproductiva, la educación sexual integral, el matrimonio igualitario, la ley contra la violencia hacia las mujeres, la ley de identidad de género (LIG), etc. se configuraron como una urgencia enunciadas desde el lugar de “deuda” de los gobiernos democráticos. El derecho a la identidad, para el caso de las travestis y personas trans, emerge bajo el fortalecimiento de un paradigma sobre los derechos humanos y en sintonía con las demandas que pugnaban por la restitución e identificación de nietos e hijos apropiados por la dictadura. ¿Cómo es posible contar las propias biografías sin una identidad desde la cual enunciarse como parte de la ciudadanía?
El reconocimiento alcanzado por las organizaciones que nuclean a las travestis, personas trans y no binarias por parte del estado durante las primeras décadas del siglo XXI tiene una parte de conquista y otra de resignaciones. Para alcanzar el estado actual de reconocimiento el movimiento trans* debió articular sus demandas con la de los organismos de derechos humanos, feminismos, agrupaciones LGBT, partidos políticos, etc. En ese devenir de las agendas políticas ¿dónde quedó la cuestión del trabajo sexual de las travestis?

Lucha política
En 2004 Pelusa Liendro y Rosario Sansone, dos travestis y trabajadoras sexuales organizaron la I Marcha del Orgullo Gay en la provincia de Salta. Esa primera manifestación reunió a un centenar de travestis que hacían la calle y eran perseguidas por la policía local. Durante la marcha un periodista entrevistó a Martha Cesar, dirigente de la Multisectorial de Mujeres y destacada periodista feminista. Ella declaró sobre aquella marcha: No hay acá una dirigente como Lohana Berkins, que es un fenómeno. Fijate que cuando llegan a un grado de conciencia sobre su situación dentro de la sociedad abandonan la prostitución y se vuelcan a la lucha política [5].
Este testimonio hace evidente que para las concepciones de algunos sectores de los feminismos, el trabajo sexual y la acción política constituyen dos ámbitos escindidos, incluso irreconciliables al grado tal que se debe abandonar uno para ingresar en el otro. Esta declaración presenta ambos órdenes de acción en un plano de jerarquías, según el cual la “prostitución” sería inferior, indeseable, cuasi primitivo y el de la “lucha política” que constituye el universo de lo deseable, de lo aspiracional, de lo civilizado. Si bien no existe una sistematización de declaraciones públicas en este sentido, sí existen testimonios sobre las percepciones que las feministas tenían respecto de las mujeres trans y travestis y de sus demandas cuando estas se acercaron a los feminismos. A excepción de Lohana Berkins, y algunas pocas activistas trans, que tempranamente logran vincularse con las principales referentes de los feminismos porteños y con espacios partidarios de izquierdas, las demás travestis serán tenidas en cuenta sólo como objeto de la demanda política y no como sujetos con voces y experiencias propias.
Y es que para llegar al estado actual de conquistas del movimiento travesti/trans hubo que sostener también una lucha política en el interior de las alianzas construidas entre el movimiento LGBT, los organismos de DD.HH, los feminismos y sectores de las izquierdas independientes, como el Frente por la Democracia Avanzada (FDA). En esa conjugación de intereses la cuestión del comercio sexual ha quedado postergada en las agendas de las militancias actuales. Y esta obturación de la temática no obedece a que las travestis hayan abandonado la actividad o que las condiciones estructurales de la sociedad argentina actual promuevan una reducción del mercado sexual. La prostitución o el trabajo sexual o cómo quieran llamarlo sigue siendo un tema de conversación entre las travestis, especialmente entre las migrantes más pobres, al margen de los espacios de organización política. El sesgo introducido en el abordaje del comercio sexual y la memoria que hacemos de ello tiene que ver con la necesidad de construir, de cara a la sociedad civil y el estado, un lenguaje de demanda que no controvierta los delicados acuerdos establecidos entre los feminismos y las disidencias sexuales. Es por eso que los proyectos de ley e iniciativas políticas están orientadas a conducir a las travestis hacia una vida más acorde a los cánones capitalistas del desarrollo humano. Y esto en principio no es malo, siempre y cuando no obture aquellas otras opciones que, bien o mal, han servido de espacio de articulación de la experiencias travestis. En definitiva, la reproducción material de la vida puede -y aún más en el actual paradigma de flexibilización laboral- estar sostenida entre actividades reconocidas formalmente como trabajo y otras consideradas complementarias.

Déborah Singer fue una travesti de gran popularidad en los años ochenta. Ella se definía a sí misma como artista y de hecho era una de las pocas reconocidas por el Sindicato de Artistas de Variedades. Aunque el espectáculo era su mundo, trabajaba en agencias de acompañantes, departamentos privados y en la oferta callejera de sexo. Nunca dejó de tener presente en su vida a sus compañeras travestis que la acompañaban en la calle, aún cuando los flashes de los fotógrafos y las intensas luminarias de la televisión la amaban. Deborah siempre recordó su origen callejero, su comunidad afectiva de travestis. Supo utilizar su plataforma mediática para visibilizar en los tiempos más duros de la represión policial los crímenes contras las travestis de Panamericana. Y aunque se reivindicaba como prostituta y exhibía sin pudores su cuerpo impregnado de erotismo, era capaz de una reflexión política sobre la cuestión del trabajo, la discriminación hacia las travestis y la necesidad de transformaciones profundas en las pautas morales de la sociedad argentina.
En una entrevista en la revista FLASH del 29 de Junio de 1990, Deborah declaró con su característica verborragia:
No hay nada que hacerle, las personas como nosotros (sic) debemos irnos a trabajar al exterior. Aquí nos tratan como animales. Somos habitantes de tercera. Con los milicos estuvimos jorobados y con Raúl Alfonsín se nos marginó increíblemente. Y ahora, con la continuidad de la democracia, todo está igual. Porque sea travesti no es justo que nadie quiera darme trabajo. Luché por la libertad y por la dignidad humana. Todos esos sacrificios no me importaban porque tenía la esperanza de que con la democracia vendrían tiempos mejores. Fíjate como me equivoqué. Ahora la policía no nos da tantos palos, pero el castigo viene por el lado del trabajo. Parece que los de arriba se propusieron que personas como nosotros deben morir de hambre. El nuestro es un país de retrasados, tanto sea en leyes como en mentalidad. El tema de la prostitución y la homosexualidad es todavía tabú. Las emisoras se preocupan por los homosexuales y por la prostitución y dejan de lado temas más importantes como el hambre en los chicos, la miseria, la delincuencia. ¿Cuándo vamos a entender que en los países desarrollados los temas referidos al sexo ya están totalmente superados? Soy una luchadora empedernida. Quiero tener un trabajo normal, ya que cuando eso ocurra podré ser la persona que quiero. Por ahora la misma sociedad me está marginando. Espero que algún día todo el país se de cuenta de que los travestis no somos delincuentes ni mucho menos. Somos, simplemente, seres humanos que buscamos paz, pan y trabajo.
El desarrollo de los activismos de travestis y trans, arribó a la escena política argentina para controvertir las concepciones más rígidas sobre el sistema sexo-género, rediscutir las fronteras de la democracia sexual y proponer nuevos modelos de ciudadanía, más heterogéneos y abiertos al deseo personal. Entre sus múltiples demandas la del cese de la violencia policial contra las travestis dedicadas al comercio sexual fue una de especial importancia, no sólo porque fue el estandarte de su aparición pública, sino porque la problemática en sí misma brindaba los mecanismos para el encuentro, el diálogo, la producción de demandas y planificación de acciones. Paradójicamente, la calle fue a la vez escenario de una situación de extrema vulneración y trinchera para la lucha y organización.
Es por esto que el presente artículo llama la atención sobre la constitución de las nociones sobre prostitución y trabajo sexual como dos esferas escindidas e irreconciliables y sobre los modos que esta disputa surgida en las entrañas de los feminismos se trasladó hacia los espacios de organización travesti configurando la producción de memorias que obliteran, silencian y obturan algunos discursos que aportarían enorme riqueza a los debates actuales. La producción actual de una memoria trans* logra recuperar del pasado experiencias, trayectorias, vínculos y anécdotas de travestis cuyo principal medio de vida fue el comercio sexual, pero la revisión de esa memoria no consigue reconciliar la experiencia de la calle con los procesos de organización ocurridos posteriormente. Los conflictos por la memoria suelen expresar tensiones y apostar a construir víctimas y victimarios, sin tener en cuenta que los eventos traumáticos objeto de la rememoración están impregnados de matices.

En este sentido, recuperar las luchas de aquellas travestis que dieron un puntapié inicial posicionándose como orgullosamente putas no atenta contra las demandas actuales [6]. Revisar estas memorias travestis evidencia la profundidad de los procesos de organización, la complejidad de la experiencia social y política de las travestis y la riqueza que se puede obtener de una escucha detenida, desprejuiciada y liberada de los binarismos a los que incluso los feminismos están sujetos. Poder ver las trayectorias de las travestis que han sido injustamente dejadas al margen de la historia, nos permite apreciar la riqueza originalmente contenida en sus lenguajes de demanda y desentrañar posibles acciones y discusiones imprescindibles para superar la aparentemente estricta frontera entre abolicionismo y regulacionismo.
Porque en definitiva las travestis estamos hermanadas por experiencias más profundas, que superan las discusiones conceptuales del plano de lo discursivo. Los espacios compartidos, las trayectorias en común, las picardías y humoradas travas pueden más que las diferencias ideológicas y políticas. Como Nadia Echazú decía en aquella entrevista de 2001: Lo importante a rescatar y a recalcar es que, a diferencia de todos los demás géneros, nosotras nos hemos dividido como organización, pero hemos trabajado siempre en grupo.
*Marce Joan Butierrez es antropóloga, travesti e investigadora feminista queer. Se desempeña profesionalmente como redactora, investigadora y docente dentro del campo de los estudios trans, la geografía de las sexualidades y los estudios sobre movilidad y migración. Es colaboradora permanente de las publicaciones digitales Moléculas Malucas y Latfem y columnista del suplemento SOY del diario Página/12. Actualmente integra el Archivo de la Memoria Trans.
Notas al pie
[1] Aversa & Máximo (2022) Si te viera tu madre. Activismos y andanzas de Claudia Pía Baudracco. Ed. Archivo de la Memoria Trans.
[2] Para más información sobre Angela Vanni consultar Ángela Vanni. La Guardiana de las travestis.
[3] Álvarez & Fernández. Nadia y sus amigas. Un diálogo entre Nadia Echazú, Lohana Berkins y Marlene Wayar. Moléculas Malucas
[4] Berkins, L. (2003). Un itinerario político del travestismo. En Sexualidades Migrantes. Género y Transgénero. (pp. 127–137). Feminaria Editora.
[5] Brizuela, Miguel. (22/10/2004). Primera Marcha del Orgullo Gay en Salta. Digital, 5. Archivos y Colecciones Particulares / CeDInCI. Fondo Marcelo Ernesto Ferreyra.
[6] Butierrez, Marce (2022) Pelusa, Vanesa y Marcela: Una memoria travesti a contrapelo de los debates sobre el comercio sexual. El lugar sin limites. Vol. 4. Núm. 6.
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Cómo citar este trabajo
Butierrez, Marce. Paz, pan y trabajo: Memorias travestis para pensar y hacer la calle.
Moléculas Malucas, agosto de 2022.
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