Un diálogo entre Nadia Echazú, Lohana Berkins y Marlene Wayar
Por Ana Álvarez y Josefina Fernández
A mediados del año 2001 surgió la idea de comenzar a registrar la trayectoria del activismo travesti en la Argentina. El diálogo que ese año mantuvieron Nadia Echazú, Lohana Berkins y Marlene Wayar, constituye apenas una expresión de aquella voluntad política por dar cuenta de un proceso sobre el que, por lo novedoso de la politización identitaria y por la extrema marginación a la que estaban condenadas las travestis, existen escasos archivos. Las protagonistas de este encuentro realizado en la casa de Nadia, fueron, sin duda, junto a María Belén Correa y a Claudia Pía Baudracco, quienes dieron forma y contenido a un movimiento que surgió a mediados de los ’90 y se convirtió en una de las voces más críticas del escenario político. Por medio de la publicación de este diálogo, reproducido aquí completo por primera vez, queremos también recuperar la palabra de Nadia Echazú, de quien quizás por su muerte tan temprana es poco lo que se conoce respecto del importante rol que jugó por dar visibilidad a las travestis. Como ella misma solía definirse, fue una de las “cabecillas” que reunió a sus compañeras durante el largo combate que condujo finalmente a la derogación de los edictos policiales en la ciudad de Buenos Aires y, en definitiva, al derecho de habitar el espacio público. Nadia fue un motor principal en la “gran rebelión” de las travestis en la zona de Palermo, donde trabajaba como prostituta. Falleció en 2004 dejando una huella imborrable en el colectivo. Las fotografías inéditas de las participantes de este diálogo, capturadas en dos encuentros por la lente de Viviana D’ Amelia, lograron crear un archivo visual íntimo de estas tres activistas históricas.
Nadia: ¿Cómo vamos a llamar al libro? Yo digo que se llame “Nadia y sus amigas”. A mí me gustaría no olvidarme de todo lo que ha costado trabajar con el grupo. Pero entrar en el tema de cómo nacieron las organizaciones cuando en realidad nacieron por peleas internas… Los conflictos nuestros hablan mal de nosotras.
Marlene: Todo el mundo tiene conflictos.
Nadia: Los conflictos que he tenido con las organizaciones de travestis han sido económicos. De hecho, yo me abrí de ATA [Asociación de Travestis de Argentina] por este tema. Pelear por dinero en las organizaciones es hablar mal del movimiento.
Lohana: Pero además de eso, Nadia, acordate, había diferencias ideológicas también.
Nadia: Yo empecé a notar esas diferencias después, cuando fui madurando políticamente. Voy a contar cómo empecé yo. Un día, en el 94 ó 93, estaba por entrar en la Feria de la Moda y vino la policía, no nos dejaron entrar y nos llevaron presas. En esa época no se discutía con la policía y a mí me daba mucha vergüenza estar discutiendo en medio de la gente. Yo me subo al patrullero y nos fuimos, nos llevaron. Y nos encerraron, ni siquiera con causa, nada. Y eso que andábamos hasta de pantalón, con todo el teje. La que andaba en la movida era Kenny de Michelis y yo tenía su teléfono y entonces la llamé desde la comisaría 23. La Kenny llamo a Ángela Vanni y me la mandó y ella arregló con la policía y nos fuimos en libertad. Yo no tenía ni idea en esa época, nada de nada. Venía de muchísima, pero muchísima, persecución de la policía. De estar presa noventa días, salir, estar una semana libre y entrar otra vez por sesenta y volver a salir. Nunca podía cumplir una semana y volvía a caer presa. Me pasaba en el calabozo, me cortaban el pelo y todas las cosas. Y por todo eso yo me había cerrado un montón, me costaba un montón comunicarme con la gente. No tenía diálogo con la gente, y las únicas con las que conversaba, y poco, eran las travestis. Yo siempre digo que el movimiento mío empezó en la comisaría. Una cosa que se le volvió en contra a la policía fue meterme en la celda con todas las chicas porque yo las empecé a organizar ahí y ellas me empezaron a escuchar más. Yo planteaba mis ideas, lo que pensaba y daba la casualidad que ellas se sentían identificadas, porque a todas nos pasaba lo mismo. Y las chicas empezaron a seguirme un poco más. Y convivíamos todo el tiempo, en el hotel o en el calabozo. Igual el punto fue el Encuentro, el primer Encuentro, el de Rosario. ¡Para mí fue increíble! Fue la primera vez que pude conversar, después de mucho tiempo, con otras personas que no fueran travestis.
Lohana: Y que no estábamos en la cárcel.
Nadia: No tenía idea siquiera de cómo mantener un diálogo con un gay. Aparecía en las reuniones y pensaba que si yo no decía que era activa y pasiva no iba a encajar en los grupos. Y Ángela me citó un día para entrevistarme con las de Travestis Unidas [TU], pero no me gustaban sus formas y yo veía que lo que hacían no se traducía en el resto de las compañeras. La policía no las molestaba a ellas, pero tampoco hacían nada para que no se lleven a la chica que tenían al lado. Ángela notó esto y me invitó a una reunión con Belén [Correa] de ATA. Empezamos a trabajar. Por entonces, yo no sabía lo que significaba la palabra edictos policiales, Código de Convivencia, no sabía para qué estaba un legislador, no sabía absolutamente nada. Era re ignorante. Hacía unos meses que me había venido a Buenos Aires. Mi vida cambió muchísimo desde que yo me vine a Buenos Aires. Me vinculé con otra gente, me vinculé bien. Aprendí mucho y de muchas personas. Y aprendí también de los gays, de las lesbianas, de todos fui como agarrando un poquito. Me empecé a interesar por cosas, a comprenderlas. Volviendo a esa reunión, Ángela me llevó y me sentí más en un ambiente travesti. Entendí que tenía que formar un grupo. Convoqué a las chicas, y de dos o tres que éramos al principio, en el segundo encuentro ya fuimos como cincuenta. Las de ATA no podían creer que éramos tantas y empezamos a ser más y más. Nos juntábamos y hablábamos, nos afianzábamos más, queríamos que las chicas se sintieran más seguras. Conversábamos de nuestras experiencias, de las malas experiencias con la policía, porque era una época de mucha persecución. Ángela colaboró muchísimo con nosotras. Ella estaba cuando yo la necesitaba, iba a vernos a la comisaría, casi todas las noches que me llevaban presa. Y entonces el grupo se fue consolidando más. En esa época la Marcha del Orgullo juntaba unos cuantos gays y unas cuantas lesbianas, con máscaras. Y no éramos ni siquiera bien vistas en el grupo de las otras organizaciones. Nos veían como enfermas, nunca habían tenido un acercamiento con las travestis. Y cuando caímos en la primera marcha del orgullo, fuimos con unos bucitos fucsia que nos identificaban. A partir de ahí la marcha se empezó a masificar. Ahora las marchas llegan a tener hasta cinco cuadras, es larguísima, pero antes no era así. Empecé a darme cuenta digamos, que la única forma de cambiar las cosas era si nos juntábamos. Uno de los primeros trabajos que hicimos fue recaudar firmas para la derogación de los edictos policiales y sembrar conciencia entre las travestis de denunciar todos los abusos que sufríamos. Mi proceso fue muy difícil. A mí me pasaba que, como yo tenía convocatoria entre las travestis, me nombraban representante. Y yo era mala representante, porque no tenía a veces conocimiento para hablar de algunas cosas, o por ahí las sufría y no me daba cuenta de cómo decirlas. Me acuerdo que un día fuimos a la universidad, vos estabas Marlene. Nunca me voy a olvidar de ese día, no me voy a olvidar nunca, ¡en la vida me voy a olvidar! Entramos en la universidad, la de Ciencias Sociales. Me sentaron al frente y me empezaron a hacer preguntas. Yo no solo no sabía qué responder, sino que ni siquiera entendía las preguntas que me hacían. Estaba Marcelo [Ernesto Ferreyra], que era de Gays [Gays por los Derechos Civiles], había también una lesbiana feminista y yo en el medio de ellos. Y, como pasa generalmente, la atracción era la travesti. Todos querían preguntar a la travesti y cuando me tocaba hablar a mí, me callaba la boca, no sabía qué hacer, quería que me tragara la tierra. ¡Pasé tanta vergüenza ese día! Parecía que el tiempo no pasaba nunca. Y me pasaban cosas así. Incluso cuando estaba en la Estatuyente, no entendía de qué hablaban, pero yo sentía, adentro mío, que tenía que estar ahí, que tenía que hacer el esfuerzo de quedarme, aunque no entendiera nada, tenía que permanecer ahí. Y si yo estaba ahí, había otra travesti que se quedaba, y capaz que ella podía entender mejor, había más posibilidades de entender entre las dos. Yo me di cuenta que la presencia era muy importante y entonces me obligaba a estar y tomaba nota de todo. Y después pasaba que me olvidaba qué había puesto una denuncia así que empecé a anotar todo. Con el tiempo, era yo la que acompañaba a las compañeras a poner las denuncias. Así fui aprendiendo y después yo me convertí en la Ángela y llevaba a las compañeras a Tribunales. Ese fue mi momento más pleno porque veía que el trabajo rendía. Yo misma preparaba los habeas corpus, me iba hasta Tribunales, donde hay una puertita que está abierta toda la noche. Era tétrico entrar ahí a la madrugada, entrás por un pasillo todo oscuro, ¡terrible! Después éramos tres o cuatro las que aprendimos y que constantemente preparábamos los habeas corpus. En ese tiempo yo estaba en ATA, pero seguimos después incluso cuando me fui de esa organización. Después todo se fue como perfeccionando siempre un poquito más. Cuando yo estaba en ATA era re ignorante, lo único que tenía era buena voluntad. El problema era que yo no veía que las cosas se llevaran a la práctica, no podía decirle a una compañera ”la policía no te puede llevar presa” si después, cuando se nos cruzaba un patrullero, nos hacía recagar a las dos y nos llevaba. Un día veníamos de una manifestación, se bajó la policía y nos puso la pistola en la cabeza y nos cargaron atrás sin decirnos nada. Después me fui de ATA, en el 96. A la próxima marcha del orgullo ya fuimos con las cosas de charol, todas de OTTRA [Organización de Travestis y Transexuales de Argentina].
Marlene: Yo me vine a Buenos Aires porque Nadia me llamó.
Nadia: La Marlene y yo ya éramos amigas. Tenemos muchas cosas en común. La conocí en Córdoba y tuvimos muy buena onda. Y yo la llamaba porque estaba tan aislada que empecé a crear mi mundo de dos personas, Marlene y Sisí. Yo me pasaba el día encerrada, en mi habitación, pero hablaba con ellas. Yo le pedía a Marlene que se viniera y le decía “acá la policía cuando te insulta te dice forro, te dice puto y te mete en la celda, pero no es tan terrible como en Córdoba".
Lohana: Pero Nadia, Nadia Echazú, te voy a echar una memoria, a ver si por ahí te recordás. Cuando nosotras nos separamos no era por el tema de la plata solamente. Lo que empezó a separarnos fue cuando empezamos a aparecer en la televisión y las de ATA querían que dijéramos que éramos secretarias, peluqueras y qué se yo. Fue un debate fuerte.
Nadia: Si vos me preguntás ahora, mi discurso dice claramente que debería existir el derecho a la elección, que las travestis tendrían que tener la oportunidad de tener un trabajo, no voy a usar el término trabajo digno, aunque yo creo que la prostitución también es digna, pero que también la prostitución es un derecho. Yo aceptaba que trabajaba en la prostitución, pero no defendía absolutamente para nada la prostitución. Y habíamos aceptado cosas, que hoy no aceptaríamos, como la de usar pantalón para que la policía no nos llevara. O sea, nosotras cedimos a un montón de cosas que, en realidad, nunca sirvieron para nada. Con pantalón y todo nos llevaban presas igual. Nosotras pensábamos que si llevábamos pantalón, como no es una prenda muy femenina, podíamos frenar a la policía, porque el artículo 2F hablaba de escándalo en la vía pública de toda aquella persona que se exhibiera con prendas contrarias al sexo en la vía pública.
Lohana: El debate fue así: cuando nosotras empezamos a aparecer en los medios, nosotras discutíamos qué teníamos que hacer y cómo decirlo, qué era lo que íbamos a defender. Y un grupo, todavía estaba la Wendy [Leguizamón], la comadre, decía que a la hora de decir una profesión teníamos que decir costurera, peluquera, lo que sea, pero no podíamos decir que éramos prostitutas. Nadia sostenía que sí teníamos que decirlo y yo también, pero la variante era que yo sostenía que teníamos que decir por qué éramos prostitutas.
Nadia: La intención era mostrarnos como desocupadas, perjudicadas, decir que estábamos en prostitución porque nos obligaban. Yo creo que hemos sobrevivido por el hecho de aparecer en los medios, porque frente a los medios la policía no podía hacer mucho, así te garantizabas que pudieras hacer una protesta sin represión. Pero pasaba que no se discutía, todo estaba como preestablecido. Después la cosa quedó tripartita, Lohana, Belén y yo, pero éramos muchas presidentas para una organización chica. Y yo entendí que si éramos tres, teníamos que asumir entre las tres las responsabilidades. Si hacíamos un trabajo para el grupo que costaba sesenta pesos, habiendo tres dirigentes, cada una tenía que poner veinte pesos, pero eso no pasaba y todo recaía sobre mí. Por ejemplo, yo encargaba los buzos, encargaba las banderas, pagaba todo y después … nada. Era necesario empezar a cambiar el tipo de organización, pero no se daba y no se daba. Y las chicas que yo había llevado me cuestionaban, porque yo ya les había abierto la cabeza, les hablaba de los abusos, de la necesidad de compartir todo, de ser responsables. Entonces decidí armar OTTRA, las chicas ya me lo venían pidiendo. Ellas me decían «vos sos la organización, Nadia, vos sos el movimiento, vos podés hacer esto sola». Llegué a mi casa y la llamé a Belén y le dije “mirá Belén, disculpame por lo de hoy, tenés razón, ustedes son las fundadoras de ATA y yo no me quiero quedar con tu organización”.
Lohana: Es que lo tuyo fue un golpe de estado.
Nadia: Claro.
Lohana: Yo me había ido de la CHA [Comunidad Homosexual Argentina], había sido Secretaria ahí y conocí a ATA en esa marcha donde ellas participaron por primera vez. Yo fui ahí, pero como AMAR [Asociación de Meretrices de Argentina], porque fui fundadora de AMAR.
Nadia: Cierto, ¿vos no fuiste con el bucito fucsia?
Lohana: No. Yo fui como fundadora de AMAR.
Nadia: Pero con Lohana ya nos conocíamos, de Salta.
Lohana: Como personas ya nos conocíamos, pero no como organización. Como organización, Carlos Jáuregui nos invitó, a las de AMAR, a la marcha. Y fue ahí donde nos conocimos y yo me dije que tenía que meterme más con las travas así que un día llamé a Ángela y ella me llevó a una reunión de ATA y me quedé.
Nadia: ¿Sabés la imagen que tengo de Angela y mía? Yo la veía a Angela como una maestra que llevaba a los chicos de jardín. ¡Porque éramos tan imbéciles! Ella nos acompañaba a hacer las cosas.
Lohana: Sí, pero al principio las hacía solo ella, desde escribir la carta, dar la palabra en las reuniones. después ya empezamos a meternos nosotras. Crecimos nosotras también. Insisto que esto lo tenés que recordar, porque tenías una postura muy interesante. Cuando discutíamos sobre el tema de la prostitución y nos peléabamos en las reuniones. Vos sostenías la prostitución así, en bruto. Y yo sostenía la prostitución, pero ponía la pregunta “por qué”. Había un interrogante… ¿por qué somos prostitutas? Y Belén decía que había que hablar del tema del Sida. Pero aún con diferencias, había una coherencia entre nosotras. Vos sostenías la prostitución, yo decía algo más. Y Belén también argumentaba.
Nadia: Lo importante a rescatar y a recalcar es que, a diferencia de todos los demás géneros, nosotras nos hemos dividido como organización, pero hemos trabajado siempre en grupo.
Lohana: Que no ha sucedido en ningún grupo, porque en nosotras, la división no fue de fondo.
Nadia: Y hemos peleado por el consenso. Y el consenso es un legado de las organizaciones. Y a veces hemos peleado por cosas frívolas como la elección de la reina travesti, peleando hasta la madrugada, pero siempre tratando de llegar a un consenso.
Lohana: Y eso fue como concreto, siempre lo hacíamos juntas las tres. Nosotras podemos diferir, podemos tener ideas que nunca la van a convencer a la otra, pero nosotras nos basamos en que a todas nos sucede lo mismo. Digamos lo que digamos no podemos negar que las realidades son las mismas y que lo que le pasa a una hoy, tarde o temprano, me va a pasar a también a mí. Por ejemplo Kenny o Yanina [Moreno], o las que sostenían una cosa distinta. Ellas vivían una realidad diferente de nosotras y ahora, después que pasó todo este ruido de la televisión, pasaron a ser una gente más del montón, vuelven a vivir la realidad que tenemos nosotras, perseguidas por la policía y discriminadas como todas nosotras. Nos une el amor y el espanto.
Nadia: y… nos une el horror de la vida. ¡Estás muy calladita Marlene!
Marlene: Yo vine en realidad a ayudarte, Nadia. Pero me parece que el problema que vos decís que era económico, en realidad no lo era tanto. Las chicas tenían plata, ellas ponían plata, lo que no querían era poner tiempo y esfuerzo. Cuando no estaban en la cárcel, presas, se la pasaban mirando televisión y durmiendo. La única que le ponía pilas era vos Nadia. En Córdoba, yo estaba en otro proceso, tenía problemas con la droga, con mi adicción. Yo pensaba que acá ninguna tomaba droga, que fumaban todas marihuana, pero ninguna estaba metida en la cocaína. En Córdoba todas mis amigas tomaban cocaína y, quisiera o no, yo terminaba teniendo la cocaína delante mío y la tomaba. Entonces me vine, pero con un proyecto diferente del que pretendías vos.
Nadia: Pero vos eras diferente, Marlene. Veías una pelota de futbol como una ikebana. ¡Eras tan maricón, Marlene! Yo ya de niñito me pintaba y me hacían bailar, mi papá y mi mamá me daban monedas para que baile. Me ponían un pañuelo en la cabeza y me pintaban con la sombra Victoria, las uñas todo. A mi hermano le ponían una bombacha de gaucho y nos hacían bailar. Y yo chocha y feliz, yo me dejaba pintar las uñas, todo. Me hacían bailar y me daban monedas. Llegaba un tío, llegaba una tía, una prima, todo esos tejes. Y estaba bien mientras yo era un niñito. Pero cuando opté por el género femenino, no nos invitaban más a las reuniones de la familia. Los parientes dejaron de venir a casa, los amigos de mi familia se cortaron muchísimo, yo ya no era invitada a los cumpleaños, ya no iba más a las navidades de la familia. Y la cosa era media rara, los amigos que llegaban a casa no sabían si darme la mano o darme un beso. Y había sido el hijo de Don Echazú, pero después cuando empecé a ser el puto Mario.
Marlene: Yo había escuchado bastante de Kenny. No la había visto, pero había escuchado que había estado con Mirtha Legrand y llego acá y Nadia ya metida en la organización. ¡Nadia cabecilla de eso! No podía creerlo. Y yo te decía, Nadia, que hiciera lo que hiciera iba a ser por convicción propia, por no traicionarme a mí misma y que me parecía lógico sostener y defender la prostitución y el trabajo en prostitución. Las chicas en ese entonces, querían defender el derecho a ser mujer y después venía lo otro, pero nosotras decíamos que éramos mujeres prostitutas.
Nadia: No sé cómo hacia, pero la Marlene se le zarpaba a la policía, hija de puta.
Marlene: Claro, en un descuido, me rajaba. O los chamuyaba, les decía que solamente tenía diez pesos y cuando se me acababa, les decía que me dejaran de hinchar las pelotas.
Lohana: Nosotras te hemos enseñado todos esos vicios, has aprendido el jugo de la vida. Nosotras venimos de abajo, de las cenizas, marica.
Marlene: Lo primordial para la policía, lo que yo siempre he observado en ellos, es que necesitaban adiestrarnos.
Nadia: Someterte. Era diferente que vos te pares y les digas “¡no! ¿Qué plata? No te voy a dar un peso, mi amor”. Y el tipo se rechiflaba. Lo que pensaban ellos era cómo puede ser que este puto de mierda se quiera venir a rebelar.
Marlene: Y había chicas otras con problemas psiquiátricos. Por ahí un cliente las maltrataba y los terminaban matando a ladrillazos. Era gente buenísima, pero eran psiquiátricas.
Nadia: A mí me hería terriblemente lo que pasaba con la policía. Yo me decía, cómo es posible que me hagan recagar a mí y con otras pasen de largo. Yo pagaba arreglo y mucho. Yo, a diferencia de vos, cuando corté el arreglo, hablé directamente con los inspectores. Les dije que no iba a pagar más, que iba a defender mis derechos y me contestaron que estaba loca, que no sabía lo que estaba diciendo. Y no les pagué más.
Lohana: Que te quede claro.
Nadia: Fui terminante. Nosotras sabíamos quiénes estaban de guardia, cuándo entraban y cuándo salían, cuándo había quinto móvil. Era una costumbre de toda la vida, conocer los botones, los horarios y las comisarías en que estaban. Conocer las reglas de que tal patrullero no puede pasar para acá. Eramos hijas de la policía.
Lohana: Para mí hubo esa etapa en la que llegamos a un grupo que era absolutamente extraño, donde estábamos con las organizaciones. Viene una marcha donde de entrada nos invitan y en ese período es que Kenny se va. Vino a una reunión, porque había ido de viaje con Marcelo [Ferreyra] y César [Cigliutti], a Nueva York, no se a qué, vino con la palabra transgénero. Quería que pongamos gays, lesbianas y transgénero. Entonces nosotras, que recién empezábamos, queríamos que siga la palabra travesti y le dijimos “mirá, Kenny, vos querés que esté la palabra transgénero, que esté, pero que no se saque la palabra travesti.” Entonces Kenny, después de esa reunión, no vino más. En ese tiempo las organizaciones eran 46. Estaba Lesbianas a la Vista, un grupo de jóvenes, NX, Carlos Jáuregui, Gays por los Derechos Civiles, yo que venía por la CHA. La CHA participó en ese período en el que estaba yo en el grupo, cuando yo participaba. Iba SIGLA [Sociedad de Integración Gay Lésbica Argentina] también, y la Iglesia, pero sin el pastor Roberto [González] todavía. También iba uno de las Otras Ovejas.
Nadia: Ilse [Fuskova] y Claudina [Marek]. La preparación de la marcha fue la primera actividad que hicimos con las otras organizaciones.
Lohana: Sí, ya había habido una marcha anterior con la participación de ATA, pero en esta segunda ya éramos muchas voces y discutíamos las consignas. Yo iba como ATA, a la segunda fui como ATA. Era un clima muy hostil. A la hora del debate, nosotras quedábamos siempre con las lesbianas, siempre que debatíamos algo quedábamos las travestis y las lesbianas.
Marlene: ¿Pero era hostil para ustedes o era hostil en serio?
Lohana: Hostil para nosotras. La hostilidad mayúscula era con las travestis. Nos decían “ay, ustedes otra vez, la policía”, pero no les decían a las lesbianas “ay, ustedes otra vez con el lesbianismo”, por ejemplo. El lenguaje era absolutamente gay-lésbico. En cambio, hacia nosotras eran descalificaciones contundentes como «ay, ustedes otra vez con el llanto” Así, textuales palabras.
Nadia: Yo notaba otra cosa, Lohana.
Lohana: Bueno, pará, yo hago mi análisis y después vos el tuyo. Otra cosa que fue bastante interesante, que dio otro rumbo a la cosa, fueron las jornadas en Tasmania. Yo no era de ATA, iba ahí como CHA, era los lunes e íbamos todas, con gays, lesbianas, las transexuales, operadas y ahí exponíamos. Era en un bar y hasta iba gente que no era de organizaciones. Ahí se moldeó el Primer Encuentro Nacional, con el que se dio el cambio radical, directo. Ahí nosotras presentamos la obrita “Una noche en la comisaría” y todos, incluso quienes nos habían agredido, en la plenaria nos pedían disculpas. Ese fue el antes y después de las travestis. Después, empezamos a tener como aliadas a las organizaciones lesbianas y gays y la historia fue otra. Me acuerdo que teníamos que subir a un micro, en la Plaza de los dos Congresos y se empezó a discutir cómo nos íbamos a sentar. Para mí fue muy curioso porque siempre había sido gays y lesbianas juntos y nosotras aparte, pero en el micro ya no fue así, nos mezclamos todos. Yo, por ejemplo, fui con Flavio [Rapisardi], la Rodriguez [Paula] iba con Marcos [Luczkow] y las otras con el grupo de jóvenes, que eran los que no cuestionaban.
Nadia: Eran jóvenes gays y lesbianas que desde el principio se encontraron con nosotras, no nos juzgaban.
Lohana: También tenía que ver con la edad. La convivencia en el encuentro también fue otra cosa, nosotras compartimos el pabellón con las lesbianas sin que se quejaran. Y compartíamos lo cotidiano, comer, tomar mate, drogarse, porque se drogaban. La piecita más concurrida era la de nosotras, todos se venían a drogar ahí, a charlar.
Nadia: Estaba naciendo la travesti en los grupos y se sentían bien con nosotras. Venían y nos decían que iban a bailar, pero no se iban y empezaba la conversación y se quedaban; nos enganchábamos y nos quedábamos horas y horas. A mí me re emociona acordarme del encuentro porque nunca me habían hecho sentir así, tan acompañada en ese mundo. Inclusive nos sacaban a bailar, íbamos para todos lados juntos. Y lo que decías recién, Lohana, de cuando nosotras llegamos a las reuniones, yo me acuerdo que si bien es cierto que eran más lesbianas las que nos apoyaban, había gente como César o Carlos Jáuregui que, desde el principio, mostraron su solidaridad con nosotras. Me acuerdo que un día César dijo que no iba a permitir que alguien se sintiera discriminada en su casa, y, que si su casa se estaba utilizando para hacer reuniones y alguien se sentía así, entonces, él no la prestaba más. Porque es cierto que cuando alguien agredía, los otros se callaban. Pero cuando pasó lo del Encuentro hubo como un quiebre.
Lohana: Ahora, con el paso del tiempo, tenemos que decir que las agresiones eran por el desconocimiento. Nunca nadie, nadie, había visto una travesti, no había convivido con una travesti. Esa era la mera realidad.
Moléculas Malucas agradece a Marlene Wayar, Ana Alvarez, Josefina Fernández y Viviana D’ Amelia.
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Cómo citar este trabajo:
"Nadia y sus amigas. Una diálogo entre Nadia Echazú, Lohana Berkins y Marlene Wayar"
Por Ana Alvarez y Josefina Fernández. Fotos de Viviana D’ Amelia.
Moléculas Malucas. Febrero de 2021.