El surgimiento del Movimiento Guey para la Liberación y la Coordinadora de Grupos Gays
Este artículo aborda las formas de resistencia del movimiento gay en Buenos Aires a comienzos de la década del 80, en los años previos al surgimiento de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA). El trabajo se detiene especialmente en la figura de Gladys Croxatto, principal impulsora en 1983 junto a un grupo de gays y lesbianas del armado del Movimiento Guey para la Liberación (MGL), luego Coordinadora de Grupos Gays (CGG), una agrupación surgida durante la dictadura cívico militar que fue prácticamente ignorada en los relatos de la historia oficial de las militancias sexodisidentes.
Por Mabel Bellucci y Juan Queiroz

A la memoria de nuestro querido Marcelo Benítez
La rendición argentina en la guerra de las Islas Malvinas en junio de 1982, y el consecuente debilitamiento del régimen cívico militar, abrieron camino a una intensa actividad social y política impulsada por el anhelo de la población de recuperar la democracia y las libertades perdidas. En esos años, personas que vivieron el exilio interno comenzaban a reincorporarse lentamente a la vida político-intelectual al tiempo que contingentes de exiliad*s regresaban al país con el aporte de sus experiencias políticas recogidas en urbes de democracias internacionales. En esta coyuntura, las demandas del movimiento de Derechos Humanos comenzaron a tener un lugar protagónico, lo que permitió que se abriese –aunque más no fuera de modo precario– un terreno de contención a los conflictos de las minorías sexuales que confrontaban con el estado por el uso de la violencia como factor de intimación mediante razias policiales, allanamientos y detenciones arbitrarias.
El año 1982 fue también un momento bisagra para la militancia homosexual local. Hacia fines de enero, personal policial encontró muerto en su departamento de Barrio Norte al comerciante José Emilio Scatena, de 52 años de edad, cuyo cuerpo con heridas profundas yacía ensangrentado en el piso. Este asesinato marcó el inicio de un período de dos años que dejó como saldo 18 crímenes homofóbicos jamás esclarecidos y mantuvo en vilo a la población gay porteña. En este contexto, y a pesar del persistente accionar persecutorio de la policía contra las entonces llamadas minorías sexuales, la resistencia homosexual se organizaba en grupos minúsculos de manera clandestina e independiente en distintos barrios de la Capital Federal y zonas del Gran Buenos Aires. Un documento de archivo nos permite pensar que, hacia agosto de 1982, alguno de estos grupos distribuyó en teteras de Buenos Aires un volante anónimo con viejas consignas tomadas del Frente de Liberación Homosexual (FLH). En él exigían el cese de la represión homosexual y alertaban a su comunidad sobre la presencia de policías de civil en baños públicos “haciendo levantes” para capturar gays. Había transcurrido ya un año desde la fractura de la Comisión por los Derechos de la Gente Gay, un grupo de breve accionar surgido como intento de resistencia durante el Terrorismo de Estado [1].

El 15 de noviembre de 1982 apareció el primer número de la revista Perfil, que incluía un extenso informe firmado por Álvaro Torres de Tolosa y Luis Fontana titulado “El mundo gay” [2]. En su apertura, los autores escribían: “Dos hombres que caminan tomados de la mano por Greenwich Village o por Barrio Norte y dos gaviotas que cruzan el cielo son -a veces- parte de una misma realidad que desentraña esta investigación”. También anticipaban que su trabajo era el resultado de dos meses de búsqueda, diálogos, grabaciones, confidencias, seguimientos, lecturas de informes médicos y buceo en zonas clave. Sin duda, ante la ausencia de un movimiento gay visible, y en medio de aquel contexto abrumador, este informe significaba todo un riesgo, no solo por abordar una temática desconcertante para la época sino porque sacaba a la luz la incipiente salida al ruedo de la movida homosexual y lésbica en una Buenos Aires que, en términos de libertad, poco o nada se parecía al Greenwich Village de Nueva York. El artículo incluía parte de una entrevista que los autores le realizaron al comisario Carlos Alberto Golemme, jefe de la División de Moralidad de la Policía Federal, cuya función consistía en hacer cumplir los edictos policiales que perseguían a homosexuales, lesbianas, travestis y prostitutas. Golemme contaba que él, desde su jefatura, cumplía con la misión de hacer vigilar el ejercicio de la prostitución y de aplicar el edicto 2ºH a sus transgresores, como a los homosexuales “que cumplen la función de pasivos y pagan a un taxi boy”. Según la lógica del comisario, “esto ocurría porque el que en las relaciones con su mismo sexo desempeña el rol activo no es homosexual”.

Pasado un mes de publicada esta investigación se realizó en Capital Federal la “Marcha del Pueblo por la Democracia y la Reconstrucción Nacional”, una gran movilización que es recordada hasta el día de hoy por la violenta represión policial y por el asesinato del obrero metalúrgico salteño Dalmiro Flores por parte de agentes de civil. La concentración, que partió desde el Palacio del Congreso hasta la Plaza de Mayo, tuvo lugar el 16 de diciembre de 1982 y fue convocada por la Multipartidaria Nacional, un espacio de acción política que exigía la apertura democrática y el compromiso de un cronograma para la realización de elecciones nacionales. Entre la multitud que durante la tarde entera permaneció junto a los gremios de la CGT, la Juventud Peronista y organismos de Derechos Humanos, se encontraban dispersos una significativa cantidad de homosexuales que acudieron de manera independiente. Ya entrada la noche, permanecían grupos que resistían en un espacio dominado por el caos generado por las corridas, los estruendos y los gases lacrimógenos.
Marcelo Benítez, histórico militante del Grupo Eros del FLH, quien acudió a la movilización, recordaba: […] Mi grupito era de unos 4 ó 5 y ya nos veníamos reuniendo desde unos meses atrás. Las maricas que después fueron el GAG también estaban funcionando por su parte, según supimos ese día. Yo estaba en una punta con la Turca [Fuad Zahra], ahí por el lado del Ministerio de Economía ponele, y desde lejos reconocimos a Zelmar [Acevedo], que estaba con la Popi [Alejandro Jockl]. Y viste que como entre maricas siempre nos detectamos a la legua, en medio de la multitud nos fuimos acercando a los otros grupitos dispersos que reconocimos por la plaza entre las corridas y el miedo a las balaceras. [...] Nos encontramos con algunas locas que eran amigos de miembros del FLH y nos fuimos pasando papelitos con los teléfonos de fulana y de mengana. A los pocos días nos reunimos unos cuantos en la casa de Fuad porque estábamos preocupados y asustados con la ola de asesinatos a homosexuales que semana a semana salían en los diarios; ya iban por el décimo crimen o por ahí. Es que en esa marcha se despertó en nosotros una sensación de urgencia, teníamos que agruparnos otra vez en un movimiento [3].

La reunión que menciona Benítez se realizó a la semana siguiente en la casa de Fuad Zahra, en Caseros, Partido de Tres de Febrero. Allí se discutieron líneas de acción para organizar en un movimiento más amplio y hubo consenso en redactar un informe anónimo sobre la represión anti-homosexual. A los pocos días, este documento dirigido “A la comunidad gay argentina”, comenzó a ser distribuido entre homosexuales conocidos del grupo. En su primera página advertían: “Mantenete en contacto con el gay que te dio este documento. Pasalo solo a tus amigos de mayor confianza. Nunca lo pases a alguien que recién conocés, por macanudo que parezca”. A lo largo de sus cuatro páginas, denunciaban la persecución sistemática en su contra y comunicaban que estaban confeccionado un archivo para demostrar que en Argentina “nosotros hemos sido víctimas de una feroz opresión que nos ha convertido en ciudadanos de segunda, contra toda ley y razón. No está lejano el tiempo en que esta documentación constituya un valioso elemento para ganar nuestra causa”. Con el correr de los meses comenzaron a emerger en el país otros grupos reducidos: ocho en Capital Federal, uno en la ciudad de La Plata, otro en Rosario, y dos en la provincia de Córdoba [4].
El 20 de agosto de 1983 los principales diarios del país informaban que la policía había hallado desnudo y apuñalado en su departamento del barrio de Palermo al psicólogo Marino Suarez, de 32 años, destacado miembro fundador del Grupo Eros del FLH. Se trataba del número 15 de la ola de asesinatos iniciada el año anterior. A los pocos días, Elena Napolitano, una joven lesbiana de 23 años que había comenzado a participar de las reuniones del grupo de Benítez, se aventuró a redactar un documento de denuncia sobre la represión policial titulado “Carta de Persona a Persona”. Con un coraje notable, Elena repartía por las noches en las avenidas céntricas de Buenos Aires este escrito dirigido a las mujeres en el que comunicaba: [...] Un grupo de personas gay, cansados de la suerte que arbitrariamente nos echaron encima, estamos tratando de organizar un movimiento de liberación. La organización consiste en empezar otra vez a juntarnos, concientizarnos; empezar otra vez a comprometernos con lo que somos y a reclamar lo que nos pertenece: el derecho a vivir como hemos elegido sin persecuciones de ningún tipo [5].

Gladys Croxatto y el Movimiento Guey para la Liberación
La carta de Napolitano se hacía eco del movimiento que se venía gestando en las sombras desde 1982, y que encontró en la abogada heterosexual Gladys Croxatto (1944-2020) a una figura clave. Fue en gran parte gracias a su visión estratégica, y a su capacidad para unir a los distintos grupos dispersos, que el movimiento se consolidó rápidamente como el Movimiento Guey para la Liberación. Nacida en el barrio de Flores, Gladys militó en el peronismo de izquierda mientras cursaba la carrera de derecho en la Universidad de Buenos Aires. Entre 1967 y 1974 trabajó como secretaria del pensador y escritor Arturo Jauretche. Si bien en el álgido contexto de los setenta le resultó complicado encontrar un lugar en la militancia política partidaria, Gladys fue siempre una mujer expeditiva y de accionar vertiginoso movida por el profundo deseo de que las minorías sexuales tuviesen igualdad ante la ley como ciudadan*s sujet*s de derecho.
En los meses previos a las elecciones presidenciales de 1983, Gladys se encontró con Gerardo Yomal, colaborador del semanario judío y de izquierda dirigido por Herman Schiller Nueva Presencia, y le propuso que entrevistara en su casa a un grupo de amigos gays para que pudieran testimoniar, entre otros temas, sobre la represión anti-homosexual de la época; porque pese a que la sociedad en general ya empezaba sentir un cambio en el terreno de las libertades democráticas, las minorías sexuales permanecían aun en la mira de las fuerzas policiales.
A los pocos días, en su departamento de la avenida Paseo Colón, en el barrio de San Telmo, Croxatto y sus amigos recibieron a Yomal. Entre ell*s se encontraban Alejo P., que figuró como Esteban; Juan Carlos T.; Julio E. (José); Roberto C. (Rolando), maestro que había participado de reuniones del FLH; Gladys, quien decidió usar el nombre Claudia; y Juan Manuel Russell, escritor amigo de Sebreli que había ejercido el periodismo en el suplemento cultural del diario El Cronista Comercial con anterioridad a la dictadura del 76.
El reportaje fue publicado en Nueva Presencia en agosto de 1983 bajo el título “Aproximación a un tema tabú”. Gladys recordaba que su aparición produjo un gran interés entre miembros de la comunidad homosexual local y que partir de ese encuentro ella y Juan Manuel Russell decidieron volcarse de lleno a la tarea de reunir a los grupos gays autónomos que funcionaban dispersos desde 1982 y a convocar a personas de la comunidad que deseaban incorporarse a la militancia para acelerar, ahora sí, la creación de un movimiento más sólido. De esta forma, se proponían exigir frente a la nueva democracia que se perfilaba la derogación de los edictos policiales y el esclarecimiento de los asesinatos a homosexuales que continuaban ocupando los titulares de los diarios.

En esa instancia hubo ingresos clave para esta convergencia: el primero fue el del escenógrafo Jorge Ferrari, amigo de Gladys, que desde muy joven había participado en charlas del Grupo Profesionales del FLH. También lo hicieron el grupo que mencionaba Marcelo Benítez; Carlos Luis, lingüista, de cuño trotskista, que realizaba encuentros con algunos compañeros homosexuales desde un año antes; y una larga lista de militantes en la que cabe destacar los nombres de Elena Napolitano, Marta Paz, Felicitas Jaime, Zelmar Acevedo, Rafael Freda, Jorge Gumier Maier, Marcelo Benítez, Alejandro Jockl, Remi Nigro, Rodolfo Córdoba, Daniel Vega, Jorge Brailard, Joel Soria y Oscar Gómez. A medida que pasaban las semanas la cantidad de concurrentes nuev*s a las reuniones aumentaba y cada grupo comenzaba a contar con nombre propio. Gladys recordaba así ese momento:
Entre estos grupos, había distintas tendencias, distintas maneras de enfocar esa energía militante mezclada con la joda y la creatividad. Uno decía, por ejemplo, “hay un grupito que se está juntando en Olivos, convoquémoslo”. Al mismo tiempo, los chicos en los boliches invitaban a más y más gente y se pasaban la data. Venía todo tipo de gente, de cualquier color político, ideológico o clase social. Mucha gente no era conocida nuestra. Carlos Luis, un muchacho del grupo de Oscar Gómez, iba a las reuniones de los distintos grupos dispersos para convocarlos y sumarlos al movimiento. Al principio algunos se resistieron, como los del grupo Jean Jaures, que dijeron que no querían ser colonia de nadie pero finalmente se unieron. Y muchos otros se comunicaban con la redacción de las revistas Super Humor o El Porteño y de ahí los contactaban conmigo. Las locas entraban y salían en las reuniones y fiestas que también hacíamos en casa, son muchos los nombres que sentaron las bases del activismo que vino después y que jamás leí en las publicaciones sobre la historia del movimiento. En nuestras reuniones también se cocinaba, se bailaba, se respiraba ese espíritu de comuna que ya desapareció, y eso es tristísimo. Charlábamos seriamente sentados en el living sobre la redacción de comunicados y volantes y por supuesto sobre estrategias de militancia... [6].



En pocos días esta coalición de grupos comenzó a presentarse bajo el nombre de Comunidad Gay, aunque enseguida decidieron cambiarlo por Movimiento Guey para la Liberación (MGL). Con la mira puesta en el proceso electoral de octubre, pese a las diferencias políticas y de clase que existían entre unos y otros, los grupos se unificaron dentro del MGL inspirados en la práctica horizontal del FLH y comenzaron a realizar reuniones entre delegad*s de cada uno de ellos. Varios de estos grupos adoptaron el nombre de las calles o barrios de las casas donde se reunían, como el Grupo San Telmo, el Venezuela y el Jean Jaures. Algunos contaban con una dinámica estrictamente política, otros, más intelectualizados, desarrollaban seminarios de poesía y lectura. También estaban los que brindaban charlas de autoayuda y concientización para quienes deseaban integrarse pero aún no contaban con el coraje suficiente. Los bares Plaza Dorrego, en San Telmo, y Los Pinos, en Corrientes y Rodríguez Peña, fueron también lugares clave de encuentro. Aunque como recuerda Gladys “las lesbianas en esa época estaban muy pero muy ocultas”, el grupo Jean Jaures, surgido en octubre de 1983, lo componían seis chicas, entre ellas Felicitas Jaime, Marta Paz y Leticia, y sólo dos varones, Daniel Vega y Jorge Brailard [8].
Hacia fines de agosto y principios de septiembre de 1983 estos grupos comenzaron a presentarse bajo el nombre de Comunidad Gay, aunque enseguida decidieron cambiarlo por Movimiento Guey para la Liberación. Con la mira puesta en el proceso electoral de octubre, pese a las diferencias políticas y de clase que existían entre unos y otros, los grupos se unificaron con rapidez dentro del MGL siguiendo la práctica horizontal del FLH y realizando reuniones semanales con delegad*s de cada uno de ellos. Varios de estos grupos adoptaban el nombre de las calles o barrios de las casas donde se reunían, como el Grupo San Telmo, el Venezuela y el Jean Jaures. Algunos contaban con una dinámica estrictamente política, otros, más intelectualizados, desarrollaban seminarios de lectura, también estaban los que brindaban charlas de autoayuda y de concientización para quienes deseaban integrarse pero aún no contaban con el coraje suficiente. Los bares Plaza Dorrego, en San Telmo, y Los Pinos, en Corrientes y Rodríguez Peña, fueron también lugares clave de reunión. Aunque como recuerda Gladys “las lesbianas estaban en esa época muy pero muy ocultas”, el grupo Jean Jaures [7], surgido en octubre de 1983, lo componían seis chicas, entre ellas Felicitas Jaime, Marta Paz y Leticia, y sólo dos varones, Daniel Vega y Jorge Brailard.
De eso no se habla
Al poco tiempo de haberse formado el MGL comenzó a desarrollar una importante actividad militante. Como primera medida, la agrupación decidió presentarse mediante correspondencia frente a organismos de Derechos Humanos, medios de prensa y candidat*s polític*s. Pero este acercamiento tuvo una tibia recepción: “salvo la excepción de [el candidato a diputado] Augusto Conte, que se plantó frente a los medios para brindarnos apoyo, esa indiferencia general fue una sorpresa amarga, una gran bofetada”, recuerda Marcelo Benítez [8]. A pesar de este desinterés, el MGL elaboró a los pocos días un cuestionario con el fin de ser enviado a los partidos políticos que se presentarían en las elecciones generales para que expresaran sus posturas frente a la discriminación, la ola de asesinatos a gays y la vigencia de los edictos policiales, entre otras. Con las respuestas en sus manos, Benítez y Zelmar Acevedo redactaron una circular interna titulada "Informe sobre la posición de los partidos políticos respecto al documento presentado por el MGL". Allí, destacaban que la mayoría de ellos admitía no haber tratado jamás el tema de la homosexualidad y resumían las devoluciones de los siguientes partidos: Frente de Izquierda Popular, Movimiento al Socialismo, Partido Intransigente, Partido Justicialista, Partido Comunista, Partido Socialista Popular, Unión Cívica Radical, Alianza Federal, Alianza Demócrata Socialista, Movimiento de Integración y Desarrollo, Partido Demócrata Cristiano (Línea Humanismo y Liberación) y, por último, el Partido Obrero. Más allá del repudio unánime que estos manifestaron sobre los asesinatos a homosexuales, los resultados del cuestionario significaron para el MGL una prueba más de que estas cuestiones no despertaban interés en espacios políticos donde primaba una visión heteronormativa. Es decir, puertas adentro, l*s candidat*s se solidarizaban frente a las problemáticas que se les planteaban, pero ante los medios y en sus promesas de campaña, de eso no se hablaba.

No a la represión: el MGL ante la democracia reconquistada
El 10 de septiembre de 1983, faltando tres meses para el retorno de un presidente democrático, los dueños del boliche gay Balvanera al Sur convocaron a un festejo multitudinario sin precedentes en el país debido a la cantidad de homosexuales, travestis y lesbianas que asistieron. El evento se conoció como “La fiesta del sombrero” y tuvo lugar en La Casona de Ricardo, ubicada en la avenida Libertador 5559, del barrio de Belgrano. No obstante, este arrojo de alegría por la supuesta libertad que se avecinaba, no demoró en ser arrasado por un monumental operativo policial. A la una y media de la mañana, decenas de agentes irrumpieron en el lugar y arrestaron por averiguación de antecedentes a más de 250 concurrentes que fueron trasladad*s a la comisaría 51ª en colectivos y celulares. Al respecto, el diario Crónica señalaba que dada la ola de asesinatos a homosexuales, el procedimiento policial había resultado positivo porque había permitido “fichar a muchos homosexuales que la policía no tenía registrados”. Luego de esta razia, uno de los grupos más activos del MGL desde su fundación pasó a llamarse "10 de Septiembre". Lo componían entre otr*s Elena Napolitano, Jorge Gumier Maier, Carlos Luis, Zelmar Acevedo, Oscar Gómez y Marcelo Benítez.

La intensa actividad militante del MGL continuó luego del triunfo electoral de Raúl Alfonsín. El 4 noviembre de 1983 la agrupación organizó en la librería Del Humanista una mesa redonda sobre “Homosexualidad y Derechos Humanos” coordinada por Gladys Croxatto. Entre sus disertantes estaban Juan José Sebreli, Oscar Hermes Villordo, María Elena Oddone y Pacho O’Donnell. La librería, muy ligada a las izquierdas, había sido inaugurada un año antes en la calle Rodríguez Peña 466 por Horacio Tarcus junto a Laura Klein, Silvia Álvarez y Ricardo Ruiz. A partir de este encuentro, el MGL dio inicio a una serie de actividades en el mismo lugar, entre ellas la primera conferencia sobre hiv-sida realizada en el país que fue un evento fundacional por cuanto abordaba un tema del que recién se empezaba a hablar. La charla fue presentada por Jorge Ferrari seguido por la doctora María Elena Estévez. Según recuerda Jorge “la librería rebosaba de gente. Fue importantísimo, completamente disruptivo del silencio sobre el tema. Al mismo tiempo fue muy doloroso porque existía un clima de temor y desconocimiento, con chicos enfermos que ese día se acercaron desesperados por ser oídos en una época donde sufrían violencia médica y familiar. Juan Russell y yo fuimos los promotores de ese acto y fuimos a ver a la doctora Estévez para invitarla. Ella había tratado los primeros casos aparecidos en el país” [9].

Una militancia plural: surge la Coordinadora de Grupos Gays
En un clima general de efervescencia democrática, durante los últimos días de noviembre de 1983, el MGL convocó a través de la revista El Porteño a celebrar en la Plaza de Mayo la asunción de Alfonsín: “el MGL podrá ser reconocido debido a que portará pancartas alusivas", comunicaban. Sin embargo, para ese día la agrupación ya había cambiado su nombre por Coordinadora de Grupos Gays (CGG). En paralelo formaron la Comisión Pro Defensa de las Libertades Cotidianas, con la que dieron inicio a una ambiciosa campaña de firmas para poner fin a los edictos policiales y la Ley de Averiguación de Antecedentes. Por esos días, la CGG distribuyó en medios de prensa un informe elaborado por Marcelo Benítez titulado “Asesinan a personas homosexuales”, en el que detallaba cada uno de los crímenes que venían sucediendo desde enero de 1982 [10].
La mañana del 10 de diciembre de 1983, una multitud acompañó a Raúl Alfonsín desde el Congreso hasta la Casa Rosada. El grupo de la CGG partió desde el departamento de Croxatto hacia la esquina de Defensa y Humberto Primo para encontrarse con más compañer*s. Eran un total de veinticuatro gays y lesbianas que se dirigieron hasta Plaza de Mayo mientras entonaban consignas de liberación sexual y repartían volantes redactados para ese día coloreados con acuarelas. En una pequeña crónica escrita por Perlongher, aunque sin firmar, aparecida en la revista Alfonsina bajo el título “La plaza también fue de los gays”, podía leerse su experiencia ese día: Acompañé la marcha de la columna gay el día que asumió Alfonsín. Salieron unos 20 de la Plaza Dorrego, pero no se animaban a desplegar el cartel que decía, escueto: “Basta de Represión - Grupos Gays” Hasta que tres chicos se cansaron de tanto parlamento, se cortaron y lo abrieron por su cuenta (¡junto a la Catedral!) [11].

Esa misma noche el grupo de Croxatto concurrió a la inauguración del boliche gay “Old Bricks”, en la avenida Las Heras 2311. Gladys recuerda que “fue una noche inolvidable, emocionante, bailábamos y festejábamos pensado que todo iba a cambiar, que toda esa libertad que había ganado el resto de la población argentina incluiría también a la comunidad gay. Pero al poquísimo tiempo se comprobó que la cacería de la cana no solo no había cesado, sino que se había intensificado con saña” [12].
Coordinar la(s) resistencia(s): desafíos de la militancia gay
Frente a un considerable número de gays sin experiencia en la militancia, el viernes 16 de diciembre se realizó una nueva actividad en la trastienda de la librería Del Humanista [13], esta vez para presentar en público a la Coordinadora de Grupos Gays. Sobre el cierre, se convocó para el 14 de enero de 1984 en el mismo lugar al primer plenario organizado por la militancia homosexual en el país [14], que contó con la presencia de los integrantes de todos los grupos de Capital. Con el espacio colmado por el público, el plenario comenzó a las seis de la tarde con la creación formal de la CGG. Luego de ser elegida presidenta de la asamblea, Gladys Croxatto tomó el micrófono para presentar a todos los grupos y dio inicio al debate en el que se discutieron las funciones y lineamientos internos de la agrupación. La masividad del acto fue aprovechada para juntar firmas contra los edictos anti-homosexuales mientras algunos militantes denunciaban a viva voz la continuidad de la persecución policial. En la entrada de la librería se expuso un documento titulado “¡La libertad se hace en la calle!”, que fue redactado por Perlongher y Croxatto y leído ante el público.
El grupo 10 de Septiembre se fraccionó ese día en dos partes, el Grupo de Acción Gay (GAG) y el Grupo Federativo Gay (GFG). El Jean Jaures pasó a llamarse Grupo Oscar Wilde. Los Grupos Venezuela y San Telmo [15], que integraba Gladys, conservaron sus nombres. El militante Joel Soria, Alberto Retamar y el poeta Miguel Angel Lens se agruparon bajo el nombre “La hermandad de los paraísos”. También asistieron Felicitas Jaime, Marta Paz, Jorge Gumier Maier, Carlos Luis, Marcelo Benítez, Zelmar Acevedo, Elena Napolitano, Jorge Ferrari, Juan Russell, Alejandro Jockl, Remi Nigro, Rodolfo Córdoba y Rafael Freda, entre much*s otr*s.

Aparte de brindar la posibilidad del conocimiento personal entre sus integrantes, el plenario también sirvió para la conformación de cuatro comisiones intergrupales: Prensa, Propaganda, Finanzas y Cultura. Cada uno de los grupos presentó un informe con su historia, actividades y objetivos, y de su cruce se derivó el armado –ese mismo día– de los puntos básicos del acuerdo de la agrupación:
1) Total restablecimiento de las libertades individuales y la vigencia plena de los derechos humanos para todos los sectores de la población garantizados por la Constitución Nacional.
2) Derogación de todos los edictos policiales y detención arbitraria por averiguación de antecedentes.
3) Fin de toda discriminación sexual en lo laboral, social y cultural.
4) Libre elección y ejercicio de la sexualidad.
5) Investigación y esclarecimiento de los asesinatos a gays.
Gladys recordaba que ese día “hubo una salida masiva del closet [...] en esa librería pasó todo lo que tenía que pasar” [16]. Sobre las once de la noche, al finalizar el plenario, Zelmar Acevedo y Marcelo Benítez concurrieron al café La Paz para redactar un documento con lo consensuado ese día.
En las semanas que siguieron las actividades de los grupos se limitaron a reuniones en las casas de sus integrantes. A principios de febrero de 1984 la CGG convocó para el sábado 11 a un desayuno frente al lago del Parque Centenario. Las comisiones de Prensa y Cultura se encargaron de invitar a los medios con el fin de dar visibilidad a un encuentro masivo de gays y lesbianas en un parque concurrido por cientos de familias a plena luz del día. Un afiche diseñado por Rodolfo Córdoba que convocaba al encuentro fue pegado a lo largo de la avenida Santa Fe y distribuido en boliches gay, pero por razones climáticas el desayuno debió ser suspendido.

El entusiasmo inicial que rodeó a la Coordinadora se desvaneció rápidamente ante las primeras dificultades. Durante el mes de febrero comenzaron a surgir tensiones internas que derivaron en fricciones y en el consecuente retiro de algunos grupos. Una importante cantidad de miembros había pensado en vano que con el retorno de la democracia ya no habría demasiados reclamos ni demandas para exigir. La ausencia de respaldo por parte del estado y del arco político, más la falta de una política interna clara sobre las formas de representación de cada uno de los grupos, generó aún más desencantos y dificultó el logro de consensos elementales. Por su parte, el GAG, el grupo más combativo de la Coordinadora, proponía no solo cuestionar de manera explícita el modelo de sexualidad hegemónico sino dejar de lado las diferencias ideológicas entre los miembros para trabajar en un plan de acción común contra el aparato represivo. También insistía en que la CGG debería brindar apoyo público a las Madres de Plaza de Mayo y a organismos de DDHH, pedido que encontró resistencia por parte de otros grupos que a su vez cuestionaban la ausencia de respaldo de los organismos de Derechos Humanos a la lucha de las minorías sexuales. Frente a este panorama, y en ausencia de Croxatto y Ferrari que se encontraban de vacaciones en Brasil, hubo un acuerdo mayoritario y se procedió a la disolución de la Coordinadora.
De la CGG a la CHA: el devenir visible de una lucha
Aunque la CGG no logró ser eficiente en términos de armado a largo plazo, funcionó en cambio como un aporte fundamental para el encuentro mutuo de los agrupamientos dispersos que desde 1982 funcionaban con extremo sigilo en Buenos Aires. Se trató de una verdadera red de vínculos que, reunión tras reunión, logró darle potencialidad política a la profunda desilusión experimentada en la nueva democracia por much*s homosexuales y lesbianas debido al desenfrenado accionar represivo de la División Moralidad, una pesadilla que l*s abrumaba desde la década del '40. Nadie mejor que Jorge Gumier Maier, miembro clave del GAG, para ayudar a comprender ese sentimiento. En su artículo “La cruzada anti-gay”, publicado en el número 1 de la revista Cerdos y Peces, escribía:
[…] almas sensibles creyeron en un reino de la libertad que bajaría a nos. Una suerte de socialdemocracia permitiría a B.A asemejarse a Amsterdam, tal vez a Barcelona (¿Sitges incluido?). [...] La posibilidad de entablar una relación con cualquier desconocido. Una fauna heterogénea poblaría parques y calles: familias bien constituidas + viejos violinistas + travestis + muchachos punk + poetas buenos + poetas malos… faquires y lanzallamas tal vez… En muchas locas cabecitas (y muchas cabecitas de locas) se incubaba la idea: “Esto está floreciendo…” Y finalizaba: […] La represión es UNA. El represor es UNO y el mismo. Su fragmentación (o “especialización”, como se menciona desde los escritorios del Interior) es una engañapichanga. El alfonsinismo (¿viene de cinismo?) es afecto a los barnices. A los afeites, dirían otros labios. Los Edictos Policiales pasarían tal cual a jurisdicción de un Tribunal Contravencional, sin modificar sus irrisorios y aberrantes textos, y dejando en poder de la policía su principal arma: la facultad de detener a cualquier ciudadano, en cualquier lugar, por averiguación de antecedentes [17].

Luego de la disolución de la Coordinadora, algunos de sus grupos continuaron militando de manera independiente. Así fue como el 14 de marzo de 1984, junto a otros homosexuales que deseaban organizarse, se reunieron con el fin de armar una nueva agrupación. El encuentro fue en el boliche gay Contramano, inaugurado el mes anterior en la calle Rodríguez Peña 1082 [18]. Gladys Croxatto, que no había sido informada sobre la disolución de la CGG, tampoco fue invitada a esta asamblea. Recién al regresar de Brasil, ya con una voz declinante dentro del movimiento, se puso al tanto de estas novedades. Así lo recordaba ella:
Yo me enojé muchísimo. Pero esto no era una movida general en contra mío, fue un grupito que después fue parte de la CHA. Ese día de la reunión en Contramano fue el momento de mi caída, primero porque yo había puesto mucha pasión y fervor en organizar un movimiento donde como abogada y aliada ponía todo de mí. […] Que la reunión se haga en Contramano no me gustó nada, era un comercio, no existía la libertad para una reunión que encontrabas en una casa. Esto fue el inicio de una serie de formalizaciones, con toda esa cuestión burocrática de la personería jurídica y esos cargos de tesorero y secretario y no sé cuánto que eran un bajón y que arrancaron la poesía gay al movimiento. Ir a la CHA era como ir a un ministerio, con toda esa estructura verticalista de poder jerárquico que iba en contra de los preceptos del viejo FLH […] Aun así seguí apoyando, por ejemplo cuando la cana rajó a todas las locas del bar El Trébol, en Santa Fe y Uriburu, que era un punto clave de encuentro y sociabilidad gay. Yo no me dedicaba a la política. Lo mío era laburar siempre en relación con los movimientos, teniendo bien en claro que la libertad, la militancia, se ganaba en la calle y no desde una oficina [19].
Al respecto, Jorge Ferrari recuerda que cuando se fundó la Comunidad Homosexual Argentina “hubo un cisma, la CHA tomó la manija. Eso a Gladys le molestó mucho. Ella era una militante de alma” [20]. Pero Gladys no se detuvo, junto a Ferrari y a un puñado de integrantes continuaron con la campaña de firmas lanzada por la Comisión Pro Defensa de las Libertades Cotidianas.
Las locas y las tortas dicen BASTA
El 8 de abril de 1984, luego de un cambio de jefes policiales, una nueva razia irrumpió en el boliche Balvanera al Sur al que habían concurrido más de 200 homosexuales y lesbianas. Apostados frente al local, los celulares y patrulleros de la policía fueron cargados con los detenid*s [21]. De inmediato, este episodio hizo estallar la respuesta militante: la noticia de una segunda asamblea autoconvocada comenzó a correr como reguero de pólvora por lugares de yiro y encuentro gay y lésbico. Así fue como el lunes 16 de abril de 1984, en un clima enardecido por la rabia, nacía en Contramano la Comunidad Homosexual Argentina. Constituyeron la nueva agrupación los grupos Oscar Wilde, Venezuela, Grupo de Acción Gay (estos tres, miembros de la disuelta Coordinadora); Pluralista (formado en la asamblea anterior con miembros de la CGG, como Joel Soria y Alejandro Zalazar), y los flamantes Contacto y Dignidad, este último también integrado por militantes de la Coordinadora [22]. Ese día se proclamó el Acta Fundacional y se fijó como objetivo urgente y central la exigencia del cese de la represión. Más tarde, Carlos Jáuregui, primer presidente de la CHA, reconstruía aquel día histórico:
[…] Seríamos más o menos ciento cincuenta almas y una persona que es el dueño de Contramano propuso el nombre que hoy lleva la asociación. […] Enseguida empezó a redactarse el texto de la primera solicitada que iba a salir en los diarios y se abrió un listado de personas, de catorce personas que podían trabajar en la asociación así públicamente digamos… Y así comenzamos, éramos un grupo de gente joven (edad promedio treinta años) [...] Comenzamos a reunirnos una vez en casa, otra vez en un bar propiedad de Alejandro Zalazar, en aquel entonces vicepresidente de la CHA y luego presidente [23].

La solicitada a la que refiere Jáuregui se publicó el 28 de mayo de 1984 en el diario Clarín bajo el título “Con discriminación y represión no hay democracia”. Pasado un año, la persecución policial estaba lejos de mejorar, por el contrario, se había pronunciado aún más. La CHA volvió a elegir el mismo medio para publicar en 1985 una segunda solicitada. Un puñado de militantes fotocopió el reclamo y salió a repartirlo en forma de volante a plena luz del día entre miles de peatones que circulaban por las avenidas céntricas porteñas. De alguna manera, si todo se había disparado tan solo dos años antes con los actos individuales de rebeldía y los riesgos asumidos en la formación clandestina y silenciosa de los primeros nucleamientos de maricas y lesbianas, ahora el movimiento entendía que había que abandonar la comunicación sigilosa limitada solo a sus miembros y abrirse al común: no quedaba más que romper definitivamente las puertas del armario y salir a gritar en voz alta para que toda la sociedad oyera. Lo que sigue ya es pasado abierto.
Notas al pie
[1] Queiroz, Juan. La represión a los homosexuales en la Argentina. El informe de Néstor Perlongher y la Comisión por los Derechos de la Gente Gay. Moléculas Malucas, octubre de 2021.
[2] “El mundo gay”, por Álvaro Torres de Tolosa y Luis Fontana. Fotos de Luis Romero. Revista Perfil, año 1, número 1, noviembre de 1982.
[3] Entrevista inédita de Juan Queiroz a Marcelo Benítez, octubre de 2015.
[4] Revista Postdata, año 1, número 1, marzo de 1984. Publicación del Grupo Federativo Gay.
[5] El documento no llevaba firma, pero a través de la investigación de Juan Queiroz se supo que fue redactado por Elena Napolitano. Elena era conocida por sus amigas de la militancia lésbica y feminista como “Elena de Mataderos”.
[6] Entrevista inédita de Juan Queiroz a Gladys Croxatto, marzo de 2018.
[7] El grupo debe el nombre a la calle del departamento donde vivía la pareja compuesta por Daniel Vega y Jorge Brailard, en Jean Jaures 675.
[8] Entrevista de Juan Queiroz a Marcelo Benítez, op.cit.
[9] Entrevista inédita de Juan Queiroz a Jorge Ferrari, marzo de 2018.
[10] Benítez realizó este informe con la ayuda de Alejandro Jockl, destacado miembro del FLH, que en la época trabajaba en la Editorial Perfil. El escrito circuló entre integrantes del MGL y fue publicado al año siguiente en la revista Postdata, entre otras. Carlos Jáuregui lo incluyó en su libro La homosexualidad en la Argentina, Tarso, 1987.
[11] Alfonsina número 2, 29 de diciembre de 1983.
[12] Entrevista de Juan Queiroz a Gladys Croxatto, op. cit.
[13] Consultad*s por Queiroz, tanto Gladys Croxatto como otra gente que participó de este encuentro, no pudieron recordar el nombre de la librería. Aunque tod*s coincidieron en que estaba ubicada sobre la calle Rodriguez Peña, a pocos metros de la avenida Corrientes, lugar donde se encontraba la librería Del Humanista.
[14] El Frente de Liberación Homosexual (1971-1976), antecedente de organización militante previo al MGL, nunca llegó a reunir a todos los grupos en un solo lugar.
[15] "San Telmo" fue el nombre inicial que eligió el grupo de Croxatto debido a las reuniones que se realizaban en su departamento, ubicado en ese barrio. Este grupo tuvo varias divisiones en los siguientes tres años. En 1985, ya sin Gladys como integrante, publicaron la revista San Telmo Gay, de dos números, con la edición a cargo del poeta Miguel Ángel Lens.
[16] Entrevista de Juan Queiroz a Gladys Croxatto, op. cit.
[17] "Azules vs Rosas. La cruzada anti-gay”. Por Jorge Gumier Maier. Revista Cerdos y Peces, año 1, número 1. Abril de 1984.
[18] Inauguró el 17 de febrero de 1984 en un sótano que contaba con aire acondicionado y un innovador sistema de sonido, algo novedoso para la época.
[19] Entrevista de Juan Queiroz a Gladys Croxatto, op. cit.
[20] Entrevista de Juan Queiroz a Jorge Ferrari, op. cit
[21] Balvanera al Sur estaba ubicado en una vieja casona, aún en pie, en la calle Moreno 2867. Fue de los pocos lugares que organizó encuentros para gays y lesbianas durante la dictadura militar
[22] Luego de la ruptura de la CGG, miembros como Marcelo Benítez y otros del GAG, se presentaban con el nombre Movimiento Gay de Liberación. El 25 de agosto de ese año el GFG se incorporó a la CHA. A principios de septiembre, se incorporaron otros dos nuevos grupos, “Camino Libre” y “Liberación”.
[23] “Homosexualidad y medios de comunicación”. Entrevista de autor anónimo con Carlos Jáuregui. Metodología de las ciencias sociales. Cátedra: Errandonea. U.B.A, 29 de enero de 1992.
Agradecimientos
A Gladys Croxatto, Marcelo Benítez, Zelmar Acevedo y Felicitas Jaime, que ya no están más entre nosotr*s. A Jorge Ferrari, Daniel Veiga, Marta Paz, Bea Albertini, Javier Fernández Galeano, Lisandro Relva, Jorge Luis Giacosa, Marcelo Ernesto Ferreyra, Mariano López Seoane, Eugenia Sik, Rafael Freda, Rafael Deibe, Slava Filippov, Osmar Arredondo, Mónica Hasenberg, Alicia Segal (In Memoriam), Guido Croxatto y Alberto Retamar.
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Cómo citar este trabajo
Bellucci, Mabel y Queiroz, Juan. Hendiduras en la noche del régimen militar. El surgimiento del Movimiento Guey para la Liberación y la Coordinadora de Grupos Gays.
Moléculas Malucas, enero de 2023.
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