Visibilidad y empoderamiento lésbico
Para las integrantes de la revista Codo a Codo, el ser lesbianas representaba un acto político frente a un estado y una cultura patriarcal. Así lo relata en esta entrevista Ana Rubiolo, una de las coordinadoras de esa publicación. Por último, en el artículo Apasionadamente lesbianas, Mabel Bellucci describe la tensión que debieron atravesar un puñado de militantes lesbianas para ingresar a la plaza de los Dos Congresos en la manifestación del 8 de marzo de 1988 convocada por la Multisectorial de la Mujer.
Ver Codo a Codo n° 1
Entrevista a Ana Rubiolo
Por Mabel Bellucci y Juan Queiroz
Hija de un ferroviario peronista y secretario del sindicato de la Seccional Colegiales, Ana Rubiolo nació en 1952 en un barrio de trabajador*s del Gran Buenos Aires. Al haber crecido en el seno de una familia involucrada en la lucha de las organizaciones sindicales, Ana vivió de cerca lo que se conoció como la "resistencia peronista". Por iniciativa de su madre, durante su infancia y adolescencia, Ana concurrió a un colegio de monjas. Luego se recibió de maestra normal. En los años 70 ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y militó en la juventud peronista, principalmente en barrios populares del Gran Buenos Aires. Con la dictadura cívico-militar del 76, vivió “la segunda resistencia”. Al recibirse de psicóloga, comenzó a participar del movimiento antipsiquiátrico, en particular, en la cooperativa de salud mental que luego pasaría a llamarse El Bancadero, creada en primera instancia para atender de manera solidaria a las víctimas y a los afectados de la Guerra de las Malvinas. Hacia fines de la década del 80, Ana ingresó en la militancia lésbica. A diferencia de sus antecesoras, el grupo Mujeres de la CHA (Comunidad Homosexual Argentina), Ana y sus compañeras siempre se definieron y presentaron como lesbianas. En 1988, desde el Grupo Autogestivo de Lesbianas (GAL), fue una de las responsables de la revista Codo a Codo.
¿Cómo surge Codo a Codo?
Fue en 1988, la idea surgió de las lesbianas que veníamos de una militancia política de izquierda. Adriana y yo del peronismo de izquierda y otras chicas directamente del Partido Comunista o del trotskismo. Habíamos ido a un recital de Sandra Mihanovich y Celeste Carballo con algunas de las chicas del grupo y junto a otras más. Seríamos unas quince. Celeste, en ese momento no ocultaba su vínculo con Sandra y ambas transmitían una potencia política importante de visibilidad que nos empujó a hacer la revista. El nombre claramente lo sacamos del poema "Te quiero", de Mario Benedetti, que cantaban Sandra y Celeste y que para nosotras remarcaba el sentido político del “codo a codo” por la calle siendo “mucho más que dos”, saliendo a la luz, haciéndonos visibles. Y la revista era nuestra manera de salir a la calle contando lo que sentíamos y lo que pensábamos. No solo queríamos transmitir un mensaje político sino también la alegría de ser libres, dejando atrás la cuestión de tener que escondernos y ocultarnos. Era la libertad y la potencia que nos daba la visibilidad. Lo más lindo de ese momento fue que juntas teníamos mucha fuerza y cosas para decir y compartir. No éramos solo mujeres homosexuales o bisexuales, sino que el definirnos como lesbianas también representaba un acto político frente a un estado y una cultura patriarcal. Esa capacidad de generar visibilidad lésbica, ese empoderamiento y potencia lésbica, estaba marcado en la revista.
¿Quiénes integraban el grupo que la editaba?
Éramos unas seis. Valeria y Araceli tenían muchas ganas de hacer una publicación, estudiaban periodismo y eran las que más escribían y hacían las entrevistas. Araceli estaba haciendo un taller con María Moreno y nos pasaba data. Las otras chicas tocaban temas vivenciales. María Graciela creo que era la pareja de Araceli, Cristina era mi pareja y María era una chica que había estado “chupada” en un centro clandestino y tenía una mirada política muy clara y combativa. Era muy sufrida, quedó con muchas secuelas físicas y emocionales después de que la soltaron, era muy querible. Yo venía frustrada por una experiencia en Cuadernos de Existencia Lesbiana y también tenía ganas de seguir escribiendo, lo hacía desde la perspectiva psicológica y aportaba una mirada más política. También me encargaba de las técnicas creativas para las fotos y los collages. La difundía y distribuía en el Grupo Autogestivo de Lesbianas (GAL). Ahí con Valeria invitábamos a las que quisieran escribir.
¿Cuántos números publicaron y cómo era el proceso de edición?
Creo que publicamos unos 4 ó 5 números. Yo participé sólo en los primeros. Luego de terminada la producción artesanal en collage, hacíamos las fotocopias que abrochábamos con ganchitos en tandas de 100 ó 200. La pagábamos con nuestro dinero o el que recaudábamos haciendo colectas, y de acuerdo a lo que juntábamos, definíamos la cantidad de ejemplares.
¿Dónde la vendían? ¿La distribuyeron en Lugar de Mujer o en el Encuentro Nacional de Mujeres?
Las repartíamos entre conocidas y las conocidas se las llevaban a sus conocidas.
En Lugar de Mujer había problemas porque cuanto más crecíamos más se incomodaban. En esa época recibían financiamiento del exterior para el tema de la violencia doméstica y no querían que se identificara como un espacio de lesbianas. Nuestro grupo nunca se oficializó, si bien Lugar de Mujer tenía muchas salas de reuniones, nosotras nos juntábamos en la cocina y nuestro grupo aparecía como un aviso en el boletín, fuera de la programación. Luego de una difícil lucha logramos figurar en el programa mensual de actividades. Gracias a la publicidad de las reuniones, se incorporaron muchas jóvenes lesbianas. Y el Encuentro Nacional de Mujeres fue un ámbito privilegiado para hacernos visibles. Nunca teníamos un espacio desde las propuestas oficiales, siempre teníamos que inventarlos y luchar por conseguirlo. También en las marchas del 8 de marzo. En la Plaza Dos Congreso había una movida con las publicaciones feministas y ahí también íbamos.
¿Cuáles eran los espacios donde las lesbianas socializaban en esa época?
En general, nos reuníamos en nuestras casas o en cafés comunes. También en bares de lesbianas que estaban en San Telmo, Palermo o Barrio Norte. Habían pocos y desaparecían muy rápido. Había uno para ir a bailar sobre la avenida Canning (hoy Scalabrini Ortiz) y Guatemala, o por ahí. Pero los bares de gays y lesbianas si no pagaban las coimas a la policía, entraban y se llevaban a un grupo cualquiera a pasar la noche en la comisaría. A mí me pasó una sola vez, pero tenía amigas que siempre eran las elegidas para llevárselas.
¿Cómo llegás a Lugar de Mujer?
Lo empecé a frecuentar en 1985. Luego, viajé a San Pablo y conviví en una comunidad feminista, y gracias a esa experiencia me inicié en el feminismo. Una de los recuerdos más lindos de ese momento fue conocer a Néstor Perlongher. Del 86 al 89 trabajé como psicóloga ad honorem en Lugar de Mujer y junto a Adriana Carrasco creamos el GAL. La propuesta era algo parecida a la del Bancadero, abierto, de contención, reflexión y expresivo, con coordinación rotativa.
¿Cómo fue el comienzo de ese espacio de reflexión de lesbianas? ¿Quienes lo integraban?
Lo iniciamos cuatro lesbianas y salió como jugando. Creo que fue en casa de María, estábamos Adriana que en ese entonces era la secretaria de Lugar de Mujer, Cristina, mi pareja y yo que en esa época, como te dije, atendía allí como psicóloga. Después de trabajar nos reuníamos en alguna casa para charlar sobre nosotras. Adriana era muy divertida, muy ocurrente y siempre proponía algún juego, sobre todo de imaginación. Por ejemplo, “imaginar que teníamos un Colectivo donde viajábamos las Lesbianas por todas partes”, pero no un colectivo intelectual como el de las feministas de Lugar que eran todas serias, escritoras y con plata. Nosotras éramos “las popu”, las pobres y populares lesbianas que gronchamente teníamos un antiguo colectivo y viajábamos en él. Creo que María iba a ser de chofer o “chofera” porque era la más seria y responsable. Y así surgió la idea totalmente informal de reunirnos cuando salíamos del trabajo. En vez de hacerlo en nuestros hogares, lo hacíamos en la cocina de Lugar de Mujer. De esa forma podíamos invitar a más chicas. Eso fue un boom, la primera reunión éramos 6 ó 7, la segunda el doble. Impresionante como crecimos de golpe… porque salvo en la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), que como decíamos en ese momento "era de varones”, no había grupos de lesbianas.
¿Cuál fue el rol de Ilse Fuskova en ese espacio?
A Ilse no le interesaba mucho el grupo, si venía era para promover y vender Cuadernos de Existencia Lesbiana, de hecho, vino una o dos veces. Como estaba Adriana en el grupo, el contacto era a través de ella.
¿Cuándo y por qué se disuelve Codo a Codo?
Yo me fui antes de que se disuelva por diferencias con las chicas. Algunas no se identificaban como feministas y otras disputaban conmigo el liderazgo del Grupo Autogestivo. Además, en 1988 tuve muchos problemas en Lugar de Mujer, no solo atendía como psicóloga, también coordinaba grupos de mujeres maltratadas y las que coordinaban me difamaron por ser lesbiana y me enojé y me fui.
¿Conociste a Elena Napolitano?
Sí. Ella se acercó al Grupo Autogestivo y tuvimos varias charlas de café después de las reuniones. Era muy observadora y me compartía su mirada sobre el grupo y las chicas que participaban. Nuestro espacio era abierto. Siempre llegaban nuevas lesbianas, algunas no asumidas y temerosas, y eso a Elena le molestaba, tenía una posición más expuesta, visible y extrema, era muy intensa. Me hacía sentir un poco “pichona” en muchas cosas. Era una mina muy viajada y que había pasado por muchas experiencias que me generaban una especie de admiración. Elena necesitaba otro tipo de grupo, más “de choque”, más jugado. Yo me sentía muy tironeada en el grupo autogestivo entre las que querían dar batalla, ser visibles y cuestionar el sistema patriarcal y las que venían de años de marginación y autocensura o sea, con la lesbofobia internalizada.
Agradecemos a Ana Rubiolo y Oscar Gómez.
Apasionadamente lesbianas
Por Mabel Bellucci*
El 8 de marzo de 1988 el Grupo Autogestivo de Lesbianas y Cuadernos de Existencia Lesbiana, del espacio Lugar de Mujer, decidieron lanzarse al rodeo. Sin más, unas ocho activistas ingresaron a la plaza de los Dos Congresos para participar de la manifestación convocada por la Multisectorial de la Mujer. Era una multitud de expresiones de distinto cuño: feministas, agrupaciones de mujeres, de barrios, amas de casa, sindicalistas, referentes de partidos políticos, académicas, Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora. En una performance, poco usual para el momento, las lesbianas entraron por uno de los laterales de la plaza con un andar felino que tomaron de sorpresa a las concurrentes. Se las divisaba con carteles de Cuadernos de Existencia Lesbiana, un estandarte de tela rosa y cada una con una flor en la camisa y una cinta en el pelo que decía "Apasionadamente lesbiana", lema levantado durante la Marcha del Orgullo del 28 de junio de 1987 por las calles céntricas de Berlín, que seguramente alguien lo vio inscripto y lo replicó en ese peregrinaje de llevar y traer discursos anclados en el cuerpo y en la sexualidad. Esas cintas fueron hechas especialmente para la ocasión por Elena Napolitano, lesbiana que integró en 1982 los grupos clandestinos de gays y lesbianas que dos años más tarde fueron parte de la CHA. En 1984, uno de sus argumentos al retirarse del Grupo Federativo Gay, en el que militaba junto a Marcelo Benítez y Zelmar Acevedo, fue el poco lugar que ocupaba la voz de la mujer en las distintas decisiones. Elena estaba vinculada al feminismo a su manera, sin una adhesión precisa [1]. En cambio, sí había una identidad en la cual se referenciaba: ser lesbiana [2]. En los últimos meses de la dictadura cívico-militar, redactó, fotocopió y repartió personalmente en la calle la “Carta de persona a persona”, en donde denunciaba la represión policial hacia lesbianas y gays. El documento escrito a máquina eno llevaba firma, pero a través de la investigación de Juan Queiroz se supo que fue redactado por Napolitano. En julio de 1984, se presentó con nombre y apellido en un extenso reportaje al GFG llamado "Los homosexuales buscan la libertad", a cargo de Mirta Schmidt, para el n° 7 de la revista Dar la Cara en Entrevista. A Elena no le importó salir fotografiada pese a los riesgos que representaba en ese entonces dicha exposición.
Ahora bien, el debut de las lesbianas de cara a la sociedad fue acompañado de cerca por feministas heterosexuales identificadas como lesbianas políticas, es decir, aquellas que por más que fueran heterosexuales apoyaban al lesbianismo como un asentimiento a la alteridad sexual. Ana Rubiolo expuso los motivos de esta acción: "Por un lado, queríamos favorecer la toma de conciencia de nuestra situación de opresión como mujeres y de nuestra marginación como lesbianas. Por el otro lado, crecer hacia afuera proponiendo la formación de reuniones de reflexión y producción, para las lesbianas interesadas en la propuesta. Nuestra aparición pública generó más tensión" [3]. En efecto, tanto las componentes de los partidos políticos clásicos, en especial, del peronismo como agrupaciones feministas heterosexuales allí presentes impugnaron esa primera exposición. Más aún: "en un momento de la marcha se reorganizó una parte de la columna y nosotras, sin quererlo, nos vimos encabezando el contingente de mujeres. Pero la euforia no duró mucho. Escuchamos a las peronistas cerca de nosotras comentar enojadas 'no es posible que estas tortilleras encabecen la marcha'. De mal modo invitaron a retirarnos. Nos negamos. Éramos parte del movimiento de mujeres, en los volantes figurábamos entre los grupos convocantes. Nos empujaron. Hubo golpes, una compañera fue lastimada. En medio de la confusión que nos envolvió, fue un grupo de mujeres indígenas que nos apoyó. Nos dijeron: 'Ustedes, igual que nosotras sufren discriminación y violencia'” [4].
El apartamiento que las feministas heterocentradas les manifestaron a las lesbianas en ese 8 de marzo permanece hoy bajo otras continuidades, otros nombres, otros sitios. La visibilidad del lesbianismo desde las adhesiones más entusiastas hasta las oposiciones más irracionales dentro del movimiento feminista, tuvo un largo trecho.
A la vez, los pocos medios que estaban para registrar los acontecimientos de la marcha al ver a las ocho lesbianas con sus adornos sobre sus frentes comenzaron con los flashes aunque después esas fotos nunca aparecieron publicadas. Ilse Fuskova explicó las razones: "Pienso que para esa época aún era imposible de publicar imágenes positivas de lesbianas. O salíamos en la prensa amarilla o no salíamos en ningún lado. Una foto de mujeres felices, orgullosas de ser lesbianas, no era tolerable para el sistema" [5].
No todo allí quedó. En esa misma manifestación un puñado de activistas de la mano de la combativa Dora Coledesky hizo su entrada con la Comisión por el Derecho al Aborto (CDA). Se podría decir que esta asociación se hermanaba con un feminismo de izquierda permeado por un pensamiento crítico. Una de las fundadoras de la agrupación ATEM-25 de noviembre, Magui Bellotti, enlazó estos dos hechos tan significativos que se presentaron en un mismo evento: visibilizar y sentirse orgullosas [6]. Un dato para no perder de vista: durante años tanto el aborto voluntario como el lesbianismo, en simultáneo, fueron omitidos y silenciados de la exhibición pública por parte de las feministas heterocentradas. Por más que estos colectivos -el Grupo Autogestivo de Lesbianas, Cuadernos de Existencia Lesbiana y la Comisión por el Derecho al Aborto- crecieron sin masividad alguna, no obstante, se reservaron como un germinal político, una latencia que no cesaría. Lejos de toda sutileza, sin ánimos de ocultamiento alguno y con una directriz fija, tales frentes profundizaron con su lucha la propuesta más irruptora de estos últimos años: el derecho inalienable y soberano a la libertad sobre el propio cuerpo. Se manifestó, así como momentos de acumulación de conocimiento tanto técnico, político como retórico, con un ímpetu potencial impuesto por la fuerza de los hechos. Este presente no hubiese sido el mismo sin el apasionado activismo de contienda y la voluntad política desplegada por parte de dichas membresías autogestivas. En consecuencia, en esa paradigmática movilización del 8 de marzo de 1988 emergieron el aborto voluntario y el lesbianismo en un mismo contexto histórico y dominio político.
*Activista feminista queer.
[1] El GFG editaba la revista Postdata que tuvo una salida efímera. Fueron solo dos números publicados entre marzo y septiembre de 1984 con textos de Zelmar Acevedo, Marcelo Manuel Benítez, Elena Napolitano, Néstor Perlongher y la feminista brasilera María Carneiro da Cunha. En 1985 colaboró en el primer número de la publicación Alternativa Feminista con una historieta Florencio el incomprendido. Datos aportados por Juan Queiroz. [2] Datos aportados por Juan Queiroz. [3] CECYM, 1996: “Feminismo por Feministas. Fragmentos para una historia del feminismo argentino 1970-1996” en Travesías, nº 5, Buenos Aires, p.58. [4] Mogrovejo, Norma, 2000: Un amor que se atrevió a decir su nombre: la lucha de las lesbianas y su relación con los movimientos homosexual y feminista en América Latina, México, Plaza Valdéz, p.291. [5] Fuskova, Ilse, Claudina Marek, (en dialogo con Silvia Schmid) 1994: Amor de mujeres. El lesbianismo en la Argentina, hoy, Argentina, Planeta, p.59. [6] Bellotti, Magui 1999: “Reflexiones sobre la lucha por el derecho al aborto en Argentina” nº 26, año 18, Buenos Aires, Brujas, p.3.
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Cómo citar la entrevista:
Bellucci, Mabel y Queiroz, Juan. Codo a Codo. Visibilidad y empoderamiento lésbico.
Moléculas Malucas, Junio 2020.
Cómo citar el artículo:
Bellucci, Mabel. Apasionadamente lesbianas.
Moléculas Malucas, Junio 2020.