En este artículo José Ignacio Larreche activa una memoria insoslayable del ambiente de Bahía Blanca. Lo hace centrando su atención en Adonis, un espacio que sigue resonando entre la comunidad LGBT local, pero también en la sociedad bahiense a costa de comentarios, pasadas o incursiones. El autor busca además estructurar, en alguna medida, hechos y características del ocio nocturno que repercuten en el esplendor del sitio sin dejar el contrapunto con las grandes ciudades.
Por José Ignacio Larreche*
La noche invita a parecernos más a lo que somos o fantasear con lo que queremos ser. ¡Vaya si esta premisa se ha vuelto carne entre las minorías sexuales! En Argentina, las grandes ciudades como Buenos Aires, Rosario o Córdoba parecen haber sido las esponjas que absorbieron toda la movida nocturna gay, lésbica, bisexual o trans [1], sin embargo, y sin negar el papel fundante que muchas veces poseen las metrópolis en materia de sexualidad, en los espacios no metropolitanos también han pasado cosas...
Bahía Blanca es una ciudad ubicada en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires, a casi 640 km de la capital argentina, que posee un poco más de 300.000 habitantes. A nivel productivo, se destaca por su puerto de aguas profundas y un polo petroquímico pujante (y avasallante) y, en lo popular, por ser la capital argentina del básquet. Su emplazamiento responde a una estrategia para frenar el avance de los pueblos originarios y, con el tiempo, lo militar sumado al rol de la iglesia, su incidente clase elitista (fieles herederos de la Generación del 80) y la inyección conservadora de sus medios locales (como La Nueva Provincia) contornean parte de su dinámica y representación social, otros aspectos por los que se la reconoce también [2].
Los boliches “de onda” en Bahía Blanca se remontan a 1983 con el retorno de la democracia [3]. En este momento, la libertad en el plano sexual germina en entornos estéticos y musicales más próximos a lo alternativo, como Old Blue, donde “todo estaba bien” luego de la represión que afectó sensiblemente a la localidad. Juan (52 años) emplea la letra de una canción de Serrat para describir a este espacio: “era donde el noble y el villano, el prohombre y el gusano bailan y se dan la mano sin importarles la facha”.
Sin embargo, la referencia más clara del ambiente es con Laberinto (nombre inspirado en el film que tuvo como protagonista al gran Bowie), en donde se inauguran los shows de transformismo. El ambiente es un marco común de reunión entre personas con afinidades de tipo sexual que, conforme crece en participación, promueve la sociabilidad entre quienes conforman dicho espacio tornándose, en algunos casos, verdaderas instituciones de la comunidad, un destino al que se pertenece o no: ser o no ser del ambiente [4]. Entonces, con este sitio se empieza a proyectar la escena específica de gays, lesbianas y bisexuales y ya no una atmósfera de flexibilidad aparente donde el destape es prioritariamente heterosexual. Esto quiere decir que, si bien hasta ese momento se comparte un mismo espacio, la hetero-regla se impone en las prácticas del lugar ya que no hay acercamientos sugestivos ni besos entre personas del mismo sexo ni tampoco se pasa lo que se llama “música gay”.
A mediados de los años 90 y principios del 2000, el ambiente bahiense se extiende. La sala teatral Variette, que luego de la función muta a pseudo-boliche, y Kashmir, cerca de la terminal de colectivos de larga distancia, concentran el ambiente; mientras en Chamán se reproduce lo gay-friendly y, poco a poco, el mundo heterosexual se anoticia del transformismo y de la proximidad de gays y lesbianas entre ellxs. En este contexto “amigable” aparece lo que se revela como la diferencia entre la tolerancia y el reconocimiento: “no todo lo que una sociedad tolera en abstracto es tolerable cuando se lo tiene ante la vista o se lo escucha. Es en esas circunstancias (es decir, cuando los tolerados hablan y se hacen ver por su propia cuenta) cuando la ‘virtud’ de la tolerancia demuestra su verdadera naturaleza; una naturaleza contraria a la incorporación auténtica de los tolerados a la vida democrática” [5].
Por último, el centro cultural La Calle aparece como un reducto de la bohemia donde se conjugan intereses más artísticos que sexuales o eróticos. Esta heterogeneidad de la noche para un colectivo diverso en sus estilos va a ser única para una ciudad como Bahía Blanca. A su vez, es preciso comentar que las mujeres trans y travestis parecen ser más bienvenidas en los canales nocturnos heterosexuales que en el ambiente donde se prohíbe su entrada.
En estas coordenadas, la literal minoría que se anima a salir a estos lugares tildados como “antros” en una sociedad que todavía hoy suele tener su listado moral de buenas prácticas (y espacios), protagoniza un acto político. Sin embargo, si a la escasez de atrevidxs se le suma su dispersión, la subsistencia de estos sitios a largo plazo, como pudo haber ocurrido con un lugar llamado Pomelo, resulta más que difícil. En relación con la dispersión es interesante el testimonio de Iván (72 años) sobre esa época: “los putos se quejan de que no tienen un boliche para ellos en Bahía, pero cuando les ponés uno se van a yirar a la plaza” dando cuenta de la complejidad que significa pensar la clandestinidad y la novedosa visibilidad como fases evolutivas o bien como paralelismos.
Más allá de eso, la “reducida” demanda también ha reportado una ventaja cuando desaparece dicho circuito a partir del rejunte: dios nunca lxs crió, pero la noche lxs amontona. Esta cuestión no siempre sucede en las millonarias capitales donde cada tribu (siguiendo la nomenclatura de Grindr) del colectivo posee su aldea y su cruce es prácticamente imposible. Me refiero a osos, jóvenes de clase media a alta, maricas y tortas con preferencias por fuera del estereotipo corporal y las modas del capitalismo rosa, entre muchas otras.
En los primeros años de la década del 2000 la música electrónica coronada en la discoteca uniformiza esa rica noche bahiense que convoca, directa o indirectamente, a parte de la diversidad sexual. En este punto, Bonifacio y El Cielo encauzan con su beat el encuentro del público especialmente gay hasta su declive. Más tarde, las fiestas organizadas por referentes de la comunidad confirman la ventaja del nicho señalada. “Todos nos conocemos y tarde o temprano por el boca en boca te enterás” precisa Daniela (32 años), quien subraya una cuestión clave para afrontar la crisis de la noche post-Cromañón [6]. En este sentido, otra cosa que sabe muy bien la comunidad, sea cual sea la escala del lugar, es de la adaptación al medio y al contexto.
Sin alejarse demasiado de esta tónica electro, en noviembre de 2006 se inaugura Adonis, una apuesta que sigue siendo la más importante de la Bahía Rosa por su permanencia (casi seis años), localización (en pleno corazón de la ciudad) y pertenencia, vigente entre sus nostálgicxs. Sin embargo, este esplendor no ha sido sin atravesar momentos agridulces (o tal vez esto también ha colaborado en su trascendencia) propios de una constante negociación entre sus concurrentes.
El efecto de aglutinarse en Adonis porque “era lo único que había”, obliga a su público a desafiar un sutil equilibrio de gustos y preferencias. Esperar las franjas de la electrónica, así como más tarde del reggaetón según la predilección de cada quien, sin que eso desmotive las ganas de estar en el lugar, han sido baluartes de este ambiente apoyado en un convincente leitmotiv: ser.
La posibilidad de liberar el cuerpo al ritmo de la música es un ejercicio crucial para estas personas. “Yo bailaba frente al espejo de la pieza a escondidas de mis papás o en el living con el volumen al mango cuando no había nadie” comenta Darío (29 años). “En ese momento se puso de moda Miranda y lo pasaban en el boliche y nos poníamos como locas, hacíamos gestos y toda una cosa teatral, era como nuestra canción y nuestro momento” repasa Andrea (31 años). Esta secuencia se percibe insólita en los espacios de la noche hetero disponibles y, al respecto, Pedro (45 años) deja entrever un obstáculo recortado a los gays en estos lugares: “En boliches paquis [7] siempre está mejor visto que las chicas bailen entre ellas o, inclusive que se den besos, pero el problema aparece cuando eso está hecho por varones”.
Adonis conformó, para gays, bisexuales y lesbianas que hoy poseen entre 25 y 45 años de edad, una importante red social que mantienen, pero es necesario observar cómo eso se construye y específicamente cómo se da esa transición del sé vos mismo al sé vos mism@.
En la mitología griega, Adonis es el dios eternamente joven y hermoso. Un poco de esta alegoría se cumple en los primeros años del pub bajo una gestión gay. Algunas lesbianas que no pueden ingresar acusan al sitio de ser igual de excluyente que otras escenas de la noche bahiense… los gays hicieron de Adonis su Partenón. “Las que ingresaban eran de un grupo muy selecto, que se comportaban” resume Alejandro (52 años) en alusión al diminuto componente lésbico. Por otro lado, el conocimiento del ambiente (hegemónico) de la Ciudad de Buenos Aires por parte de su promotor es determinante en las aspiraciones del pub materializadas no sólo en su clientela sino en los diseños de las entradas, el sector VIP, las noches temáticas, la carta de tragos, la ambientación y, por supuesto, la música.
La ampliación [8] del ambiente va a ser más importante con un cambio de mando a mitad de 2008. Ahora las directivas las da una mujer lesbiana. Gradualmente, Adonis recibe la presencia de Venus y se consolida como un lugar de iniciación para quienes quieren coquetear o conocer pares. Conforme avanza esta horizontalidad también se instala la disputa rítmica, aunque ésta no logra romper los valores de respeto en la dinámica del lugar. Del monólogo de la electrónica se da lugar a sonidos más próximos al pop (era el boom de Mtv y Muchmusic y los charts de las radios comerciales) y luego al axé y los tonos tropicales. Muy pronto, jóvenes y no tanto se mezclan e incluso conectan por medio de una charla en la barra, la empatía a través de las vibraciones del cuerpo o el gancho de un amigx, algo distintivo en relación con el ocio nocturno en general. Por esto, el boliche también es una especie de trinchera contra la segmentación juvenil que impera en las ofertas lúdicas de la coyuntura.
La tónica familiar también es un aspecto relevante de Adonis en la que reparan sus fieles visitantes. “Cuando iba a Adonis podía estar con quien quisiera que nadie me hostigaba y muchísimo menos me iba a hostigar la seguridad de ahí …eran personas con una remera que decía seguridad, no estaba esa cosa de inhibir al otro con esteroides o la altura” expone Andrea. “Uno conocía a los dueños, a los que estaban en la puerta y por eso no era extraño que te dejaran pasar a cualquier hora…eras parte de la casa” comenta Daniela. Asimismo, parte de este conocimiento mutuo permite detectar a quien iba por primera vez, todo un acontecimiento para el ambiente de este tipo de ciudades. En esa sintonía, es muy común ir aun cuando no se cuenta con suficiente dinero, “muchas veces decía que no iba porque no tenía plata y mis amigos me decían 'vení igual que te pagamos'” explica Darío para corroborar otro rasgo de la familia Adonis.
La cordialidad también es advertida por lxs heterosexuales que acompañan a sus amigxs. Los fantasmas de la promiscuidad que tenían antes de entrar se desvanecen cuando salen del boliche, sabiendo más de sus prejuicios y moral marchita que de lxs “zarpadxs” del ambiente. El saludo, la petición de permiso, el encare sutil son paisajes que sorprenden a lxs intrusxs. “En los boliches de paquis todos están en su círculo, en pose, el levante es una meta… acá no es tan así” refuerza Daniela en esta división de mundos. “Quedarte sola o solo en Adonis no era un problema porque siempre alguien se acercaba a hablarte con buena onda, eso no pasa entre paquis” completa Andrea.
En cuanto al espacio físico, Adonis posee una superficie pequeña. Sin embargo, la inteligencia radica en el orden de las cosas que colaboran para alcanzar el clímax a medida que avanza la noche. La ansiedad que traen quienes llegan de la calle (recordemos que está ubicado en el panóptico centro [9]) se aliviana en el ascenso por la escalera y ya en la planta alta hay un sector de sillones para seguir recuperándose de la adrenalina, pispiar la pista para ver quien está o chapar. Cabe destacar que en la noche del ambiente bahiense no es común la existencia de túneles como sí proliferan en las crónicas metropolitanas y, por lo tanto, en la apuesta erótica también se puede caer en el “quemo”, algo que sobrevuela y condiciona constantemente cada decisión.
En la barra principal se disponen algunas butacas y en la esquina de ésta se encuentra el tablero de mezclas. En ocasiones la pista también se convierte en un escenario para bailarines amateurs o humoristas locales que despliegan sus habilidades. Durante un tiempo el lugar cuenta con una pantalla que estimula a una audiencia poseída cuando se transmite algún videoclip especial como la actuación de Britney Spears, Christina Aguilera y Madonna en los MTV Music Awards con un aclamado beso lésbico final. Por otro lado, la pista sólo tiene un ventilador que en el verano se reemplaza por el aire que se consigue en el balcón.
En el balcón se puede fumar, charlar o culminar la conquista. Allí hay menos ruido porque las puertas corredizas lo aíslan de los parlantes. A su vez, funciona como una frontera porque desde allí se pueden ver personas que pasan caminando, noctámbulos que se dirigen a boliches cercanos o taxistas que en todos los casos miran curiosos al balcón y su gente (muchas veces hay una respuesta también). El balcón es compartido con un bar sólo separado de Adonis por una angosta pared. Esto hace que, en ocasiones, se produzcan interesantes conversaciones entre muros y con apoyos sobre las barandas, alentadas por el consumo de alcohol. Pronto, este bar queda bajo la órbita del público de Adonis convirtiéndose en el lugar de la previa para entonarse antes de arribar a la principal misión de la noche.
A partir del 2010 y luego de una breve competencia con La Jaula, un sitio que tiene intenciones de refundar los inicios de Adonis (la exclusividad gay y de la electrónica), el ambiente se resquebraja lentamente. Algunxs acusan que la cuestión musical fue la que perturbó lo gay que repercute en cierta indiferencia en ir a éste u otros sitios. Otrxs hablan del avance de las nuevas tecnologías que ya no hacían del espacio físico algo necesario para las posibilidades de generar interacciones ni sociales ni libidinosas, mientras que otrxs suscriben a que la desarticulación fue una cuestión natural, es decir, tenía que darse porque todo comienzo tiene un final. Este cierre se produce en 2011.
Si se revisa lo que sigue en las páginas del ambiente de Bahía Blanca se puede aseverar que el espacio físico no es reemplazado por el espacio virtual [10], cuestión que con la pandemia se ha vuelto dramáticamente evidente. Las experiencias posteriores de Hollywood, las fiestas Hamsas o los eventos en espacios culturales como Casa del Pueblo siguen apostando al núcleo espacial concreto y con una mayor presencia de personas trans, travestis y no binarixs (inclusive en el comando), a pesar de que Adonis parece haber captado algo que no se repite en los demás casos: la convivencia de estilos, de generaciones y de formas de vivir la libertad, ya sea a través del baile, la sociabilidad, la curiosidad o el levante en un marco comunitario y de entendidxs.
Cabe destacar que Adonis no sólo ocupa las mentes de sus fieles bahienses durante la semana sino también los anhelos de lxs que estudian en la ciudad y residen en la región [11]. En este sentido, es un anclaje para lxs que siguen acá, lxs recién llegadxs y lxs que el destino o la decisión llevó a otras ciudades pero que retornan una vez al año para brindar y estar con sus familiares… y revivir el ambiente.
Hoy, la artesanal marquesina de Adonis ya no existe, el lugar pasó a ser una cervecería más de esas del montón en una ciudad que se rige bastante por las modas importadas de las metrópolis. Sin embargo, quienes fuimos parte y pasamos por ese lugar vemos otro paisaje producto de una memoria afectiva que se ve reactualizada en las fotos y anécdotas que se comparten en las juntadas con quienes coincidimos en Belgrano 165. No caben dudas de que este boliche ha sido un punto de inflexión en las vivencias de muchxs gays, bisexuales y lesbianas, entre los que me incluyo, porque para parte de nosotrxs cumplir 18 significaba poder salir a Adonis.
Lo cierto es que no hay registros de estos espacios en la prensa local, ni siquiera en los grupos de Facebook que buscan recrear el pasado en imágenes. La reconstrucción de estos espacios otros como postula Foucault, ha sido a costa de los testimonios y la caja de recuerdos de quienes han pasado por allí. Cuando inicié mi exploración para la tesis y le consulté sobre estos sitios a un profesor de vasto conocimiento sobre el patrimonio de la ciudad, su respuesta fue “lamento decirte que de eso no se sabe nada”. Estoy seguro que este tipo de notas van a invadir los recuerdos, pero también los olvidos y silencios del conjunto bahiense. A su vez, por medio de la misma se espera estimular el reparo en esas ciudades medianas y pequeñas que también tienen sus propias historias LGBT, tal vez de menor densidad y con un recorrido más corto que la de las grandes ciudades, pero igualmente interesantes y necesarias.
Notas al pie
[1] Las notas de María Luisa Peralta y Cristian Trincado sobre los boliches Boicot y Área, respectivamente, funcionan como archivos del ocio nocturno en la ciudad de Buenos Aires y pueden consultarse en esta página.
[2] En varios diálogos mundanos sobre mi ciudad en distintos ámbitos, las definiciones más repetidas de quienes habían tenido un breve o considerado contacto con ella han sido “ciudad facha”, “ciudad conservadora”, “ciudad de milicos”.
[3] Los deseos homosexuales tuvieron margen de maniobra entre los perfiles eclécticos que se reúnen en la noche post-dictadura, a pesar de no ser explícitos. Con los años todo se ordena y cada lugar tiene su público y su target.
[4] Reflexión elaborada a partir de Locas, chongos y gays: sociabilidad homosexual masculina durante la década de 1990 de Horacio Sívori, editado por Antropofagia en 2005.
[5] Meccia, Ernesto. Catolicismo y ciudadanía sexual. Apuntes sobre la situación en Argentina, 2008, p. 80.
[6] La tragedia de Cromañón ocurrió el 30 de diciembre de 2004 en República Cromañón, establecimiento ubicado en el barrio de Once de la ciudad de Buenos Aires. Durante un recital de la banda de rock Callejeros, una bengala encendida en el transcurso del show provocó el fatal final con un saldo de 194 muertos y, al menos, 1432 heridos. Esto desencadenó una ola de sanciones y clausuras a los boliches no solo de Capital Federal sino también de gran parte de la provincia de Buenos Aires.
[7] Según Sívori “paqui" aparentemente viene de paquidermo. Se trata de un término en desuso entre las generaciones más jóvenes, cuya referencia metafórica asociaba probablemente la piel gruesa, dura y resistente de esa familia de mamíferos con la actitud cerrada que le atribuían a los heterosexuales en general”, p. 21.
[8] No empleamos la palabra democratización porque las travestis y trans, en su mayoría, siguen vedadas.
[9] Para quienes residen en ciudades medianas y pequeñas el centro configura un espacio donde cobra vida la ciudad por la multiplicidad de intercambios y cruces entre extraños y por las distintas funciones que se albergan allí (comerciales, políticas, administrativas, educativas, culturales). En el caso de Bahía Blanca, quien quiera tener un paneo de lo representativo debe ir al centro, considerado un paseo obligatorio entre su población. Es por eso que sólo lxs distraídxs no podrían haberse percatado de la existencia de este boliche.
[10] Esto no niega la complementariedad de la virtualidad durante el esplendor de Adonis. En muchas entrevistas, se destaca el papel del Fotolog y el MSN para preparar el terreno y consumar una cita inicial en este boliche.
[11] La presencia de la Universidad Nacional del Sur, institutos terciarios y de formación docente han motivado la migración de gays y lesbianas de la zona que han salido del clóset después de esta mudanza.
Aclaración
Las imágenes fueron provistas por lxs informantes y contaron con el permiso de quienes aparecen en las mismas. En caso contrario, hemos seleccionado fotos que no reflejen nítidamente los rostros. Cabe destacar que los nombres empleados en los testimonios son ficticios dado que trabajar en un espacio no metropolitano requiere maniobras éticas para preservar las identidades reales.
* José Ignacio Larreche nació, fue criado y (mal)educado, inhibido y potenciado en la ciudad de Bahía Blanca. Es doctorando en Geografía, becario del CONICET y docente del Departamento de Geografía y Turismo de la Universidad Nacional del Sur (UNS). Su tesis doctoral en curso tiene como tema “La Geografía de las Sexualidades en un espacio no metropolitano de Argentina. El caso de Bahía Blanca”. Esta nota se desprende de dicha investigación.
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Cómo citar este trabajo
Larreche, José Ignacio. Adonis: el esplendor del ambiente en Bahía Blanca.
Moléculas Malucas, julio de 2021.
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