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Tirso

La primera editorial “gay” latinoamericana.


Entre 1956 y 1965, los escritores Abelardo Arias y Renato Pellegrini llevaron adelante un proyecto editorial completamente adelantado para la época, Ediciones Tirso, especializado en literatura de temática homoerótica tanto argentina como extranjera. Reconstruimos aquí la historia de una editorial pionera en Latinoamérica.


Por Jorge Luis Peralta*




En los últimos años se ha reivindicado la presencia de lo queer en Sur, la mítica revista (y editorial) dirigida por Victoria Ocampo. Incluso se celebró un coloquio sobre el tema, “Sur Queer” (2011), con la presencia de importantes investigador*s. Aunque resulte innegable que las páginas de Sur alojaron, aquí y allá, algunos trazos de disidencia sexo-genérica, hubo una editorial coetánea en la que esa forma de disidencia fue programática; de hecho, no sería descabellado aventurar que implicó una sutil militancia cultural a favor de unos sujetos que, por esos mismos años, comenzaban a ser cada vez más perseguidos y estigmatizados.


Bajo la dirección de un escritor ya consagrado, Abelardo Arias (1908-1991), y de su joven colaborador Renato Pellegrini (c. 1930-2015), Ediciones Tirso fue la primera editorial latinoamericana específicamente orientada a la difusión de literatura argentina y extranjera de temática homoerótica, fundada en 1956. La hegemonía de interpretaciones históricas basadas en el punto de vista de la represión ha producido, a nuestro juicio, mecanismos de lectura limitados. Parece inconcebible, desde esa perspectiva, hallar en la literatura, el cine y otras manifestaciones culturales previas a 1970, miradas sobre la sexualidad en general y el homoerotismo en particular que no reproduzcan el discurso oficial sobre estos temas propagado a través de distintas instituciones, fundamentalmente el Estado y la Iglesia. Tirso supuso, en este sentido, una especie de grieta a través de la cual se desafiaban, aunque fuera tímidamente, las ideologías oficiales. Llama la atención, por este motivo, que no se haya reparado hasta el momento en el valor y la significación de esta singular empresa cultural. ausencia en diversas investigaciones sobre homosexualidad en la Argentina obedece, quizás, al prejuicio de que la resistencia se inició muchos años después, en el marco de un activismo intransigente con los discursos hegemónicos[1]. Un análisis más detenido puede mostrar, sin embargo, que a pesar de no tener una vocación abiertamente subversiva –algo improbable en un contexto mayormente represivo– Tirso expresó una clara voluntad de resistir la hostilidad creciente del periodo hacia homosexuales y otros sujetos apartados de la norma.


Abelardo Arias, fundador de Tirso y figura clave de la homofilia argentina.

La editorial inició sus actividades en 1956, un año después de la caída de Juan Domingo Perón, y se mantuvo activa por casi una década, hasta 1965[2]. Durante ese periodo, Arias y Pellegrini tradujeron en forma conjunta un amplio repertorio de obras de autores extranjeros, en su mayoría franceses, que trataron cuestiones homoeróticas en sus libros, entre los que cabe destacar a Roger Peyrefitte, André Gide, Julien Green, Henry de Montherlant, Roger Martin Du Gard, Marcel Jouhandeau y Carlo Coccioli. Con respecto a la literatura local, Arias y Pellegrini publicaron tres títulos que también trataban, más o menos abiertamente, el tema homosexual: la novela La boca sobre el mármol, de Diego Baracchini, y dos piezas teatrales: Un dios para Lesbia, de Raúl Horacio Burzaco y Ser un hombre como tú de Juan Arias (hermano de Abelardo) incluida en el volumen Teatro (1957). Los editores dieron a conocer, además, sus propias obras: El gran cobarde (1956), Álamos talados (1958) y Viaje latino (1957), en el caso de Arias, y Siranger (1957) y Asfalto (1964), en el de Pellegrini[3].


Ya desde el nombre, la editorial apelaba a un lector entendido: el tirso, de acuerdo con Hans Biedermann (1993: 448), es “un atributo del dios de la embriaguez y del éxtasis, Dionisos”, lo que habilita su interpretación como símbolo fálico. Tanto esta referencia culta como el catálogo de autores, conocidos por su audacia en el tratamiento de cuestiones sexuales, funcionaban a modo de claves para establecer contacto con un público determinado. La homofilia de Tirso se evidencia en su asociación de la homosexualidad con valores y modales muy alejados de la “mariconería” escandalosa y promiscua de las clases populares[4]. Los libros traducidos y publicados sustentaron esa concepción, pues aunque representaran una literatura “escandalosa”, lo hacían en un sentido muy diferente al que podríamos darle a esos términos desde la actualidad. Trataban temas entonces espinosos como la homosexualidad, el incesto o las relaciones intergeneracionales, pero siempre desde los “buenos modales” y la “elegancia”, evitando los detalles desagradables o pornográficos.


La línea dominante de la editorial se organizaba en una colección titulada “La novela universal. Los contornos del hombre”. En general, se trataba de obras editadas originalmente pocos años antes. Arias viajaba con frecuencia a Europa y aprovechaba esas estadías para informarse de las últimas novedades. Cuando era posible, las traducía y publicaba en Buenos Aires. En sus libros de viaje París-Roma, de lo visto y lo tocado (1954) y Viaje latino (1957), encontramos interesantes testimonios de sus encuentros con grandes figuras del panorama literario francés e italiano de la época, como Jean Paul Sartre, Albert Camus, Julien Green, François Mauriac, Gabriel Marcel, Roger Peyrefitte, Julien Green, Henry de Montherlant y Carlo Coccioli, entre otros[5]. Algunos de estos autores, particularmente los que abordaron temas homoeróticos o sexualmente transgresivos, fueron publicados en Tirso[6]. Las frases promocionales incluidas en las solapas de algunos ejemplares –“Lo más decidido en la literatura actual y permanente”; “La problemática de hoy en la literatura”– parecen aludir indirectamente al tratamiento de esos temas.


La editorial se inauguró bajo el signo del escándalo, con la traducción de la novela Las amistades particulares de Roger Peyrefitte. Hoy en día, pocos lectores recuerdan las obras de este autor y la polémica que rodeó su figura, pero hasta mediados de los ochenta fue muy leído, tanto en Europa como en Argentina. Se trata de un hecho que resulta sorprendente si se tiene en cuenta que buena parte de su obra gira alrededor de la pederastia, como él mismo afirmó en una entrevista: “todos [mis libros] tienen un capítulo o una alusión a la pederastia o la homosexualidad, porque no puedo dejar aparte ese ambiente. Así, que creo realmente puedo decir: ‘Todo lo que sea gay es mío’” (Gunn, 1982: 183). Las amistades particulares, su primera novela, se editó en 1944 y recibió elogiosos comentarios de Jean Cocteau y André Gide; en ella el autor narra el trágico romance de dos adolescentes en un internado católico durante la década de los veinte. La “amistad particular” consistía, para Peyrefitte, en una “una clase de pre-sexualidad pura” (169). Aunque las relaciones entre los personajes fueran absolutamente castas y en el final uno de ellos se suicidara, la novela ostentaba un potencial revulsivo al no presentar el amor homosexual bajo el estigma del vicio, el pecado o la degeneración; razón suficiente, en aquella época, para manifestar reparos frente a su publicación. En efecto, Sudamericana poseía los derechos de todas las obras de Peyrefitte, pero no se animaba a publicar Las amistades particulares. Fue esto lo que permitió a Arias y Pellegrini imprimir su traducción para Tirso[7].


Tapa de "Los amores singulares". El "escandaloso" Peyrefitte fue el autor más publicado por Tirso.

Otras obras de temática homoerótica editadas fueron Los amores singulares, también de Peyrefitte, La ciudad cuyo príncipe es un niño de Henry de Montherlant y El otro sueño de Julien Green. Los amores singulares incluía dos nouvelles; una de ellas era “El barón de Gloeden”, una breve biografía novelada de Wilhem von Gloeden (1856-1931), fotógrafo alemán famoso por sus desnudos de niños y adolescentes sicilianos. A pesar de tener entre manos un tema virtualmente escabroso, Peyrefitte se cuidó mucho de caer en detalles explícitos; la frase que pone en boca de uno de los personajes, “el arte solo tiene por fin la belleza y no la moral” (Peyrefitte, 1961: 181), resume el tono del libro: una glorificación de hermosos modelos masculinos y una defensa artística de aquel que los fotografiaba, sin abundar en los pormenores de las relaciones que establecía con ellos y que trascendían, muy probablemente, el ámbito del arte.


La obra teatral La ciudad cuyo príncipe es un niño de Henry de Montherlant presenta un argumento similar al de Las amistades particulares de Peyrefitte: el casto y desdichado romance entre dos muchachos en un colegio religioso[8]. Montherlant y Green, al igual que Peyrefitte, habían sido educados en el catolicismo. Los tres coincidían en la presentación de personajes escindidos entre la obsesión por la pureza y las inevitables tentaciones de la sensualidad, pero solo Peyrefitte logró desembarazarse por completo de la herencia católica. Paradójicamente, de las obras publicadas en Tirso, El otro sueño de Green llegaba mucho más lejos que las de Peyrefitte y Montherlant con sus púdicos romances de internado. Mientras esos personajes y situaciones podían parecer, ya en aquel momento, irremediablemente anacrónicos, El otro sueño describía un drama cercano y reconocible: el de un adolescente, Dionisio, que aceptaba al cabo de un complicado proceso el deseo largamente reprimido hacia su primo Claudio. Debía resultar revelador, para un lector o lectora de la época, leer una confesión de deseo homoerótico tan directa.


En 1960 se representó en Buenos Aires "La ciudad cuyo príncipe es un niño", obra teatral de Henry de Montherlant traducida por Arias y Pellegrini en 1957.

En el caso de los autores argentinos, probablemente el legado más significativo de Tirso radique en las novelas pioneras del propio Pellegrini, Siranger y Asfalto, que introdujeron la homosexualidad muchos años antes de la que suele considerarse como el primer hito de la narrativa argentina “gay”, El beso de la mujer araña (1976) de Manuel Puig. Con variaciones, las dos novelas narran el periplo de un adolescente que llega desde una provincia a Buenos Aires y explora allí su (homo)sexualidad. Entre una y otra, se traza una topografía del homoerotismo porteño complementaria a la que desplegaron, coetáneamente, los relatos de Carlos Correas. No es casual, en este sentido, que tanto el cuento “La narración de la historia”, de este último, como Asfalto, fueran procesadas por obscenidad. Ambas mostraban, en definitiva, aquello que debía quedar “fuera de la escena”: la intensa circulación de un deseo proscrito en calles, plazas, bares, parques, descampados y baños públicos, entre otros tantos enclaves citadinos. Un aspecto a destacar es que a diferencia de sus “maestros” homófilos, Pellegrini no vaciló en incluir en sus novelas, sobre todo en Asfalto, descripciones sexuales bastante explícitas, que rompían con el pudor distintivo de aquellos[9].


Tapa de "Asfalto", la polémica segunda novela de Renato Pellegrini, primera en abordar frontalmente la homosexualidad en la literatura argentina.

Arias, como buen entendido, fue siempre más sutil que su discípulo y compañero de aventuras editoriales, pero su obra, injustamente olvidada, contiene muchos textos de interés. Álamos talados, su primera novela, publicada originalmente en 1942, fue reeditada en Tirso en 1958. Típico relato de iniciación sentimental y sexual, la novela se centra en un joven de quince años que viaja a San Rafael (Mendoza) para pasar unas vacaciones de verano. En ese idílico contexto, el delicado adolescente se sentirá alternativamente atraído por una muchacha y su hermano, peón de la estancia familiar. Un tono mucho más oscuro posee la novela de corte existencialista El gran cobarde, de 1956, retrato de un personaje alienado, incapaz de hallar satisfacción sexual, ya sea con mujeres o con hombres, y que acaba con su vida incendiando la biblioteca de la que ha sido prolijo empleado durante años. Viaje latino, por su parte, es la crónica de una serie de viajes por Europa en la que Arias narra sus encuentros con celebridades literarias gais, como Carlo Coccioli y Roger Peyrefitte. Además, para quien sepa leer entre líneas, disemina aquí y allá sorprendentes relatos de cruising urbano.


Tapa de "Viaje latino". En las crónicas de viaje de Abelardo Arias abundan los rastros de un homoerotismo sutil, típico de un "entendido".

Dos obras teatrales argentinas, incluidas en la colección “Dionisios”[10] ofrecieron también dispares aproximaciones al homoerotismo. La primera fue Ser un hombre como tú, de Juan Arias, que vuelve al escenario de Álamos talados, San Rafael, pero en una clave completamente opuesta. No hay aquí gozosa exploración de la sexualidad, sino una amarga tragedia desatada por la revelación de la homosexualidad del protagonista en el seno de una familia tradicional. En el centro de la obra, significativamente, se emplazan dos hermanos: el que transgrede las normas impuestas y el que se encarga de restaurar el orden, que no puede ser otro que la muerte del infractor. La feroz homofobia, sin embargo, resulta objeto de enjuiciamiento, de allí que se haya editado en Tirso. El final es “ejemplar”, entonces, no porque el homosexual deba morir (como en la literatura homófoba), sino porque no debería haber muerto[11]. Mucho menos convencional resulta Un dios para Lesbia de Raúl Horacio Burzaco, pieza organizada en siete “movimientos” que remite a las ceremonias de la tragedia antigua[12]. Críptica alegoría protagonizada por personajes-símbolos (Hombre de Negro, Mujer de Verde, Hombre de Rojo, etc.), la obra, como señala Ezequiel Lozano (2013: 111-112), no constituye una apología del lesbianismo, pero recurre “a su imaginario (la poesía de Safo y la isla de Lesbos, por ejemplo), para reflexionar filosóficamente sobre la realidad de la humanidad”. El homoerotismo también resulta tangencial en la novela de Diego Baracchini La boca sobre el mármol, retrato generacional que sugiere la represión del deseo homosexual de su protagonista masculino, atrapado luego, como el Jouhandeau de Crónicas maritales, en un matrimonio que no colma sus expectativas existenciales.


Tapa de "La boca sobre el mármol", debut en la novela de Diego Baracchini, quien posteriormente se abocaría al periodismo.

Arias y Pellegrini utilizaron diferentes estrategias para introducir estos libros polémicos. La inclusión de obras de los mismos autores pero que no trataban el homoerotismo era una forma de desorientar a quienes pudieran objetar sus criterios de selección. Un recurso mucho más evidente consistió en acompañar las ediciones de abundante información paratextual, habitualmente dispuesta en las solapas de los libros y en folleto publicitarios. En esos espacios, los editores daban las razones que los habían llevado a publicar las obras. En el ejemplar de Las amistades particulares (1956) leemos, por ejemplo:

Ediciones Tirso ha dudado mucho sobre la conveniencia de publicar este libro. Opiniones de escritores, maestros y psicólogos nos han decidido a ello. [...] Peyrefitte nos presenta este problema de la edad afectivamente indiferenciada que "debe y puede interesar a padres y educadores", a todos aquellos que creen que el conocimiento de la persona humana, por medio del planteo de sus problemas, es la manera más noble de cooperar en su progreso, de alejarse de intolerancias y fanatismos, por sobre todas las cosas: "de comprender". Solo nos resta indicar, (pues Ediciones Tirso prefiere rechazar a sorprender a un lector) que "no es un libro para todos".

Esta retórica evasiva caracteriza también la presentación de La ciudad cuyo príncipe es un niño (1957) de Montherlant:

EDICIONES TIRSO, que no ha nacido para ser una editorial más, ni únicamente para mostrar los más altos valores de hoy; que no cree en la ocultación como método para solucionar problemas, se honra en agregar este libro a la serie de grandes obras literarias que ha dedicado a tales problemas [sic]. Nuestros libros de esta Colección no son para los hipócritas, ni los pacatos, ni los conformistas. Ni tampoco pueden colocarse en todas las manos.

Folleto publicitario de Tirso.

En los dos casos, se advertía que los libros en cuestión no estaban destinados a un público general. Los editores se adelantaban así a las críticas que pudieran formularles desde posiciones homofóbicas y reivindicaban, al mismo tiempo, una superioridad cultural característica de los entendidos. Otro recurso interesante lo constituía la referencia oblicua a la homosexualidad como “problema humano”: integrándola en un espectro de preocupaciones generales del ser –en un momento, además, de apogeo del existencialismo en el país– procuraban erradicarla del territorio semántico de la enfermedad y el delito en el cual la situaban otros discursos contemporáneos. En el paratexto de Los amores singulares, los editores destacan una característica que podría hacerse extensiva a todos los libros sobre temas (homo)sexuales publicados: “la perfecta distinción y gusto” que impiden a Peyrefitte caer en lo “procaz y pornográfico”. Esta contención, distintiva de la tradición homófila, así como el esfuerzo por justificar las publicaciones en nombre de la gran literatura de la época no impidió, sin embargo, que Tirso tuviera problemas frecuentes con la justicia. En la escena literaria la reacción inmediata contra Tirso se manifestó en el artículo “La erótica del espejo” de H. A. Murena[13], publicado en la revista Sur en 1959, entonces dirigida por José Bianco[14]. El crítico iniciaba su texto con la siguiente observación:

Hace un par de años surgió en Buenos Aires una nueva editorial. Se dedica a editar obras literarias de autores extranjeros y nacionales, de calidad por cierto decorosa, con una periodicidad no menospreciable. Se me preguntará qué encuentro de extraño en ello. Respondo: el detalle de que todos los libros que dicha editorial publica son de carácter homosexual. (Murena, 1959: 20)

Estas líneas exhiben los prejuicios homofóbicos de Murena. No todos los libros publicados por Tirso contenían temática homosexual, y los que sí contenían no llegaban a los extremos de obscenidad que denuncian sus páginas. Por otra parte, el crítico no da nombres: ni de la editorial ni de sus responsables. Confía, probablemente, en que el público lector sepa a qué se está refiriendo, pues si bien otras editoriales publicaron obras de temática similar, ninguna tuvo el perfil claramente homófilo de Tirso.


Las críticas de Murena oscilan entre la paranoia y la exageración pero no son sino el punto de partida de una argumentación atravesada en su totalidad de dramatismo apocalíptico. Carece de relevancia que ni la editorial ni los homosexuales de la época tuvieran la presencia pública que se les adjudica. La visibilidad tímidamente insinuada en esos años bastaba para sostener que la homosexualidad se había convertido “en un constitutivo esencial de la atmósfera de nuestro tiempo” (21). Para el crítico esto no podía considerarse un buen augurio, en la medida en que esta conducta tenía “carácter demoníaco” y tendía, cerrando el horizonte de la procreación, al fin de las generaciones.


Casi cuatro décadas más tarde, en la novela La vidente no tenía nada que ver (1993), Carlos Arcidiácono[15] volvió a efectuar una crítica a la editorial[16], en el marco de una discusión teórica sobre la homosexualidad que rebate los postulados del artículo de Murena:

“La erótica del espejo” viene a contestar la audacia totalmente inédita de Abelardo Arias, que como nunca se atrevió a escribir una historia abiertamente homosexual, por lo menos fundó una editorial dónde [sic] y como un gran escándalo, se pudiera publicar a [Roger] Peyrefitte y otra serie de obras nefastas –como Cemento, una novela realmente increíble de Aldo Pellegrini– no por ser homosexuales, sino porque eran pésimas. No es que, ahora, en este punto las cosas hayan cambiado demasiado, pero es interesante observar aquel panorama [...]. Es cierto que la editorial era algo absurda, que Peyrefitte es una loca ridícula y Aldo Pellegrini no se podía creer, pero también es verdad que Murena dice:en el carácter demoníaco de la homosexualidad se manifiesta su actitud nihilista de odio a la obra del creador, porque no hay nada más parecido a un comunista que un homosexual”. (Arcidiácono, 1993: 226-227)


Tapa de "La vidente no tenía nada que ver". En esta novela de 1993, el escritor gay Carlos Arcidiácono arremetió contra Tirso y sus publicaciones.

El novelista polemiza con Murena respecto de su teoría de la homosexualidad pero coincide con él en la apreciación negativa de las obras publicadas en Tirso; llega incluso más lejos que su antecesor, pues si aquel hablaba de la “calidad decorosa” de las mismas, él las juzga “nefastas” y “pésimas”. El sarcasmo se percibe especialmente en las citas (deliberadamente) erróneas del título de la novela de Pellegrini, a la que llama Cemento en vez de Asfalto, y de su nombre de pila, que no era Aldo sino Renato[17]. También llaman la atención las observaciones sobre Abelardo Arias, de quien señala que nunca se atrevió a escribir abiertamente sobre homosexualidad, omitiendo que una de las principales líneas narrativas de la novela De tales cuales (1973) se centra en una pareja de jóvenes revolucionarios que mantienen un relación sentimental. Al margen de estas inexactitudes, aquello que irrita al escritor no es, como en el caso de Murena, la orientación sexual de Tirso, sino el escaso valor literario de lo que publicaba. Valdría la pena considerar si esta opinión no se basa, en realidad, en un prejuicio ideológico. Arcidiácono acusa a Arias de presentar al protagonista de El gran cobarde como “onanista desquiciado” y “egoísta irredento” (227); se deduce fácilmente que le molesta su anclaje en una política representacional que considera anacrónica[18]. A fin de cuentas, por diferentes motivos –desenfado obsceno según Murena; escasa valentía según Arcidiácono– Tirso resulta objeto de descrédito en los dos únicos textos que hemos encontrado donde las referencias a la editorial exceden mínimamente el comentario circunstancial.


No cabe duda, en definitiva, de que los modelos de representación de homoerotismo que pueden rastrearse en las obras publicadas por Tirso se superaron ampliamente con el paso del tiempo. Sería oportuno, sin embargo, valorar el aporte realizado por Arias y Pellegrini a través de su editorial evitando las tipologías derivadas de una concepción actual de la(s) sexualidad(es). Los editores como, por otra parte, muchos colaboradores de Sur, entendieron que la condición de decibilidad del “amor que no osa decir su nombre” en un contexto adverso era emplear una retórica que desafiara la norma sin enfrentarse a ella de manera directa. Hay que considerar que el “buen decir” y el decoro que distinguen el tratamiento de las sexualidades disidentes en Sur y Tirso no fueron solo el resultado de una imposición, sino rasgos conscientemente buscados por los propios autores, en tanto representantes de la tradición homófila. Probablemente, ni Bianco ni Mujica Lainez ni Arias pretendían ser explícitos: los parámetros ideológicos del entendido diferían, como señalamos, de los que animarán los posteriores paradigmas gay y queer. Resultaría problemático denunciar actitudes represivas o reclamar visibilidad en un escenario en el cual los mismos homosexuales preferían mantenerse invisibles o, al menos, en una pseudo-visibilidad no comprometedora. Mujica Lainez, recordemos, escribió el prólogo de Asfalto de Pellegrini pero se negó a firmarlo, aduciendo que con esa obra su autor “acabaría preso”. La certeza de que transgredir ciertos límites podía acarrear consecuencias negativas determinó la prudencia de los escritores de más edad. Aun cuando esa voluntaria auto-marginación derivara de una dinámica de armario, no parece pertinente pensar las identidades y prácticas –sexuales y culturales– de los años cincuenta y sesenta con categorías elaboradas en épocas posteriores.


La edición original de "Asfalto" incluía un prólogo de Manuel Mujica Lainez, quien se negó a firmarlo por temor a las repercusiones negativas que, a su juicio, suscitaría la novela.

L*s lector*s disidentes de nuestros días difícilmente puedan reconocerse en los libros publicados por Tirso, en los que la homosexualidad, sin ser estigmatizada, se expresa a través de unos modelos ya caducos. Por otra parte, la ausencia de mujeres, así como el rechazo de la “mariconería”, suponen también un coto a la diversidad que se conquistaría con el paso del tiempo. Debería evaluarse, sin embargo, hasta qué punto el pequeño canon homoerótico difundido por Arias y Pellegrini constituyó una respuesta desafiante a la política represiva de la época, al tiempo que permitió tomar contacto a l*s lector*s en lengua española con una literatura de difícil acceso en ese ámbito. No menos importante es el impacto que tuvieron estas obras en el desarrollo de la literatura homoerótica/LGTBQ en Hispanoamérica. Tirso se presenta entonces como plataforma donde convivían un modo de representación que iba a colapsar a partir de 1960 y otro que anunciaba tímidamente los tiempos por venir. De las claustrofóbicas “amistades particulares” francesas a las febriles circulaciones del deseo en el “asfalto” argentino, algo estaba empezando a cambiar.



*Centro de Investigación ADHUC (Barcelona).




Catálogo Ediciones Tirso (1956-1965)

1956

Narrativa

· Peyrefitte, Roger. Las amistades particulares. [Les amitiés particulières, 1944]. Trad. Abelardo Arias y Renato Pellegrini. La novela universal. Colección “Los contornos del hombre”.

· Montherlant, Henry de. La historia de amor de la rosa de arena. [L’histoire d’amour de la rose de sable, 1954]. Trad. Abelardo Arias y Renato Pellegrini. La novela universal. Colección “Los contornos del hombre”.

· Simonin, Albert. ¡Grisbi! [Touchez pas au Grisbi!, 1953]. Trad. Marcelo Menasché. Prólogo de Pierre Mac Orlan.

· Arias, Abelardo. El gran cobarde. Prólogo de Carlo Coccioli. La novela universal. Colección “Los contornos del hombre”.

Poesía

· Viel Temperley, Héctor. Poemas con caballos. Colección “Los miradores”.


Tapa de "Las amistades particulares", el polémico best-seller de Peyrefitte sobre dos chicos enamorados con el que Tirso se dio a conocer.

1957

Narrativa

· Du Gard, Roger Martin. Confidencia africana. [Confidence africaine, 1930]. Trad. Abelardo Arias y Renato Pellegrini. La novela universal. Colección “Los contornos del hombre”.

· Pellegrini, Renato. Siranger. La novela universal. Colección “Los contornos del hombre”.

Diario de viaje

· Arias, Abelardo. Viaje Latino. Francia, Suiza, Toscania. Prólogo de Francis de Miomandre.

Teatro

· Arias, Juan. Teatro (Ser un hombre como tú, Jacq, El sumidero). Prólogo de Abelardo Arias. Colección “Dionisios”.


Tapa de la primera edición de "Siranger", de Renato Pellegrini, que ya introducía el tema "gay", pero sin la audacia de la posterior "Asfalto".

·

1958

Narrativa

· Green, Julien. El otro sueño. [L’autre sommeil, 1931]. Trad. Renato Pellegrini y Abelardo Arias. La novela universal. Colección “Los contornos del hombre”.

· Arias, Abelardo. Álamos talados [1942]. Edición corregida. La novela universal. Colección “Nuestras raíces”.

Poesía

· Armani, Horacio. La vida de siempre.

Teatro

· Montherlant, Henry de. La ciudad cuyo príncipe es un niño. [La ville dont le prince est un enfant, 1951-1967]. Trad. Abelardo Arias y Renato Pellegrini. Colección “Dionisios”.



Tapa de "El otro sueño", una delicada novela de iniciación homosexual de Julien Green, escritor muy admirado por Arias y Pellegrini.

1959

Narrativa

·Olivari, Nicolás. El almacén. Novela parroquial de Buenos Aires.

Poesía

·Baeza Flores, Alberto. Antología de la poesía hispanoamericana.

Teatro

· Coccioli, Carlo. Los fanáticos. Auto de fe. Colección “Dionisios”.


Tapa de "Los fanáticos". Esta obra de teatro del italiano Carlo Coccioli, con quien Arias mantuvo una estrecha amistad, es un ejemplo paradigmático del ideario homófilo que defendió Tirso.

1960

Poesía

· Viola, Miguel Ángel. Piedra india.

· Ángel, Héctor Miguel. Los techos.

· Requeni, Antonio. Umbral del horizonte.

· Castelpoggi, Atilio Jorge. Frente del corazón.

· López Noguerol. Osvaldo. Los miedos.

Diario de viaje

· Peyrefitte, Roger. Del Vesubio al Etna. [Du Vésuve à l’Etna, Paris, 1952]. Trad. Lía Susini, Abelardo Arias y Renato Pellegrini.

Volumen especial no comercializado

· VV.AA. Cuaderno para Lía. Incluye colaboraciones de Abelardo Arias, Héctor Miguel Ángeli, Juan Arias, Antonio Requeni, Ernesto Krebs, Luis Mario Lozzia, Oscar Hermes Villordo, Arturo Marasso, Renato Pellegrini y Carlos Sánchez Viamonte[19].



Tapa de "Del Vesubio al Etna". En 1960, un año en el que Tirso privilegió la edición de poesía argentina, este libro de Peyrefitte fue la única publicación para "entendidos".

1961

Narrativa

· Gide, André. Las cuevas del Vaticano. [Les Caves du Vatican, 1914]. Trad. Abelardo Arias y Renato Pellegrini.

· Peyrefitte, Roger. Los amores singulares. [Les amours singulières, 1949]. Trad. Abelardo Arias y Renato Pellegrini. La novela universal. Colección “Los contornos del hombre”.

· Jouhandeau, Marcel. Crónicas maritales. [Chroniques maritales, 1938]. Trad. Renato Pellegrini y Abelardo Arias.

· Baracchini, Diego. La boca sobre el mármol.

Teatro

· Burzaco, Raúl Horacio. Un dios para Lesbia. Pieza teatral en siete movimientos. Solapa de Oscar Hermes Villordo. Colección “Dionisios”.



Tapa de "Un dios para Lesbia". Rareza teatral de Raúl Horacio Burzaco. La solapa fue redactada por Oscar Hermes Villordo.

1962


Narrativa

· Gide, André. El regreso del hijo pródigo. Precedido por otros cinco tratados: El tratado de Narciso - La seducción amorosa - El falso profeta - Filocteto o las tres morales - Bethsabé. [Le Retour de l’Enfant Prodigue, Paris, 1907]. Trad. Renato Pellegrini y Abelardo Arias.

· Richard-Bessière, Francis. Escala entre los humanos. [Escale chez les vivants, 1957]. Colección “Anticipación”.


Tapa de "El regreso del hijo pródigo". De André Gide, uno de los autores-faro para varias generaciones de varones disidentes, Tirso publicó su clásica novela "Las cuevas del Vaticano" y este volumen que reúne un relato y varios tratados.

1963

Ensayo

· Manuel Iglesias Ramírez. Federico García Loca, el poeta universal.

Narrativa

· B. R. Bruss (seudónimo de René Bonnefoy). Año 2391. [An… 2391, 1952]. Colección “Anticipación”.


Tapa de "García Lorca. El poeta universal". Ya sobre el final de su trayectoria, Tirso dio a conocer este ensayo sobre el célebre poeta andaluz, publicado originalmente en Barcelona en 1955.

1964

Narrativa

Pellegrini, Renato. Asfalto. Prefacio (sin firma) de Manuel Mujica Lainez. La novela universal. Colección “Los contornos del hombre”.



Tapa de la segunda edición de "Asfalto". La novela aparecida en 1964, resultó de difícil acceso durante décadas. En 2004, Pellegrini la reeditó incluyendo varios materiales relativos al proceso judicial sufrido por la obra en 1967.

1965

Narrativa

· Tercera edición de Las amistades particulares de Roger Peyrefitte.

Títulos anunciados y no publicados

· Obras libres de Paul Verlaine[20].

· La señorita de Murville [Mademoiselle de Murville, 1947] de Roger Peyrefitte [continúa sin edición castellana]

· Juan Pablo [Jean-Paul, 1953], de Marcel Guersant [continúa sin edición castellana]

· Diario de un desconocido [Journal d’un inconnu, 1953] de Jean Cocteau [continúa sin edición castellana]

· André Gide y Magdalena, su mujer [Madelaine et André Gide, 1956] de Jean Schlumberger [continúa sin edición castellana]

· El Sabbat [Le sabbat, 1960] de Maurice Sachs [edición castellana publicada en 2015 por Cabaret Voltaire, con traducción de Lola Bermúdez Medina]

· El profesor de inglés de Jorge Masciángioli [publicado en 1960 por Compañía Fabril Editora]

· Límite de clase de Abelardo Arias [publicado en 1966 por editorial Sudamericana]

· En la red de Juan Carlos Ghiano [no publicada]

· Un oficial de frontera de Rodolfo Falcioni [no publicada]




[1] José Maristany (2010: 211-212) señaló que Tirso “era el sello editorial creado por Abelardo Arias y [Renato] Pellegrini en la segunda mitad de los 50 y en el que publicaban no solamente sus obras y las de otros autores argentinos [...] sino también traducciones de escritores franceses pertenecientes al canon galo de la sensibilidad y temática homoeróticas”. Aunque el crítico reconoció que la editorial tenía una vertiente explícitamente homosexual, no analizó su impacto en el campo cultural de la época, ni su influencia y significación para el lector al que implícitamente estaba destinada. Sorprende también la omisión de Tirso en la nota de Gabriel Giorgi y Mariano López Seoane (2012: s.p.) sobre la presencia de lo queer en Sur. Allí los críticos postulan que a través de las traducciones de Jean Genet, Virginia Woolf, Vita-Sackville West y Dorothy Bussy, entre otros y otras, la editorial fundada por Victoria Ocampo abrió “una posibilidad de visibilidad y reflexión que no abundaba en la cultura argentina de esas décadas”; más adelante mencionan Contorno como otra zona cultural que “le hizo lugar a la disidencia sexual”, pero no remiten a Tirso, cuyas intervenciones culturales fueron mucho más abiertamente disidentes que las de Sur y Contorno.


[2] En 1992, Pellegrini reflotó el sello con el apoyo del artista plástico Anteo Savi, quien había sido compañero sentimental de Arias y responsable del diseño de las tapas. Ya sin una orientación específicamente homoerótica, esta segunda etapa se centró en autores/as argentinos/as. Pellegrini publicó allí libros de viaje coescritos con su esposa, María Luisa Rubertino, y reeditó sus dos novelas, Asfalto, en 2004, y Siranger, en 2006.


[3] La editorial publicó también varios volúmenes de poesía de autores argentinos; una novela costumbrista de Nicolás Olivari y dos novelas de ciencia ficción con la que pretendían conquistar otro público y aumentar las ventas (comunicación personal con Anteo Savi, 2016). Ver en el catálogo final la nómina completa de libros publicados, así como de otros cuya publicación anunciaron pero no se concretó.


[4] De acuerdo con Ricardo Llamas (1998: 361), “los discursos homófilos, típicos de la militancia semiclandestina en Europa y Norteamérica durante las décadas de los cincuenta y los sesenta, postulan la integración y reclaman la tolerancia alejándose de cualquier excepcionalidad y renunciando (al menos formalmente) a cualquier especificidad. Para ello, comulgan con frecuencia con los argumentos de los discursos moral y científico, y tratan de lograr que éstos, sin modificar sus presupuestos, integren de forma menos represiva las realidades homófilas. La homofilia es, en última instancia, una versión de ‘la homosexualidad’ aceptable en primera persona y encuadrada en un contexto particularmente hostil”. Dos de las más famosas asociaciones homófilas fueron la estadounidense Mattachine Society y la francesa Arcadie, de cuya revista Abelardo Arias fue corresponsal argentino. Ver al respecto la nota de Mariana Guzzante, “Abelardo Arias, el agente secreto” (https://www.losandes.com.ar/article/abelardo-arias-el-agente-secreto), así como la entrevista de Ernesto Meccia a Anteo Savi, “Letras libres” (https://www.pagina12.com.ar/15114-letras-libres).


[5] Arias interroga André Maurois, Gabriel Marcel, Albert Camus y Jean-Paul Sartre sobre el “florecimiento” del tema homosexual en la literatura de la época, evidenciando su interés por el asunto.


[6] La temática homoerótica aparece en libros de Peyrefitte, Montherlant, Green, Gide y Coccioli. El libro de Roger Martin du Gard Confidencia africana (1930) trata el incesto. Tirso no tradujo la obra de este autor con tema homosexual, el drama Un taciturne (1932). Crónicas maritales de Jouhandeau, por su parte, describe la tumultuosa intimidad de un matrimonio burgués. De Coccioli, autor de una de las novelas homoeróticas más populares de los años cincuenta, Fabrizio Lupo (1952), Tirso editó la obra teatral Los fanáticos. Auto de fe (1959).


[7] El libro fue prohibido de inmediato por la intendencia de la ciudad de Buenos Aires, aunque seis meses más tarde se permitió la distribución y, seguramente a causa de la polémica desatada por la censura, resultó un éxito de ventas.


[8] La obra fue representada en Buenos Aires en 1960, bajo la dirección de David Cureses (Lozano, 2015: 104).


[9] En París-Roma, Arias (1977: 63) comenta que ha leído Notre Dame des Fleurs (1942) de Jean Genet y se describe asombrado por su “impudicia”. En Viaje latino, por su parte, cita la siguiente opinión de Peyrefitte: “jamás he escrito nada pornográfico, detesto la pornografía literaria” (Arias, 1956: 60).


[10] En algunos ejemplares y folletos publicitarios, la colección aparece como “Dyonisos”.


[11] La misma lección se desprende de Los fanáticos. Auto de fe del italiano Carlo Coccioli, otra pieza teatral publicada por Tirso.


[12] Según explica Lozano (2015: 108), la obra fue llevada a escena por Grupo del siglo XX en un ciclo de teatro leído bajo la dirección de Víctor Franco en 1961.


[13] Héctor A. Murena (1923-1975) fue escritor y ensayista, habitual colaborador de Sur y La Nación. Estuvo casado con la escritora Sara Gallardo. Entre sus obras pueden mencionarse La fatalidad de los cuerpos (1955), Homo Atomicus (1962), El nombre secreto (1969) y La metáfora y lo sagrado (1973).


[14] Flavio Rapisardi y Alejandro Modarelli (2001: 89) apuntan que el escritor respondió al ataque de Murena “oponiéndole en la misma página un cuento de Juan José Hernández que desarma esos argumentos”. Leopoldo Brizuela (2000: 89) ya había presentado esta hipótesis: “sin enunciar una sola teoría [el cuento] rebatía cada postulado de Murena”. El relato de Hernández, titulado “El disfraz”, narra la fascinación inicial y el posterior rechazo y venganza de una enana hacia una joven de belleza deslumbrante. Algunas observaciones de la narradora sobre su pertenencia a una “raza” milenaria (rechazada pero poderosa) y su propio deseo manifiesto por la joven, habilitan la interpretación que hacen Modarelli & Rapisardi y Brizuela acerca del carácter contestatario del cuento en relación con el artículo de Murena.


[15] Carlos Arcidiácono (1929-2002) fue artista plástico, escritor, profesor y periodista. En 1976, en plena dictadura militar, publicó la novela de temática gay Ay de mí, Jonathan. Otros libros suyos son los volúmenes de cuentos La gallina loca (1967) y La vista gorda (1983), y las novelas La niña bonita (1977), La vidente no tenía nada que ver (1993) y Las otras intoxicaciones (1997).


[16] El libro se divide en dos partes: la primera consta de siete capítulos y la segunda de una serie de ensayos o “referencias” a los que el autor reenvía desde los capítulos ficcionales. La referencia sobre Tirso es la nº 19 y Arcidiácono remite a ella en un momento en que la protagonista (que posee dotes de vidente), angustiada por la indiferencia sexual de su marido, solicita respuesta a este interrogante y obtiene una visión en la que Oscar Wilde conversa con su amante Lord Alfred Douglas (Arcidiácono, 1993: 224).


[17] Aldo Pellegrini (1903-1973) fue un reconocido poeta y ensayista y uno de los principales difusores del surrealismo en Argentina.


[18] Su novela Ay de mí, Jonathan (1976) se ubica, en efecto, en las antípodas del proyecto editorial de Tirso, mucho más próxima al futuro paradigma gay.


[19] Lía Susini fue amiga de Abelardo Arias y Renato Pellegrini y colaboró con ambos en la traducción de Del Vetsubio al Etna, libro de viajes de Roger Peyrefitte.


[20] Debía tratarse de una antología preparada por los editores, pues no existe una obra original de Verlaine con ese título.



Referencias bibliográficas

ARCIDIÁCONO, Carlos (1993), La vidente no tenía nada que ver, Buenos Aires: Atlántida.

ARIAS, Abelardo (1977 [1954)], París-Roma, de lo visto y lo tocado, Buenos Aires: Sudamericana.

BIEDERMANN, Hans (1993), Diccionario de símbolos, trad. de Juan Godo Costa, Barcelona: Paidós.

BRIZUELA, Leopoldo (2000), comp., Historia de un deseo. El erotismo homosexual en 28 relatos argentinos contemporáneos, Buenos Aires: Planeta.

GIORGI, Gabriel – Mariano LÓPEZ SEOANE (2012), “Surtidos”, Suplemento Soy de Página /12, s.p.: <http://goo.gl/8s1Y6>

GUNN, D. W. (1982), “D. W. Gunn entrevista a Roger Peyrefitte”, trad. de Eduardo Wards Simon, Cónsules de Sodoma. Volumen I, ed. Winston Leyland, Barcelona: Tusquets, pp. 169-194.

LLAMAS, Ricardo (1998), Teoría torcida. Prejuicios y discursos en torno a “la homosexualidad”, Madrid: Siglo xxi.

LOZANO, Ezequiel (2013), Sexualidades disidentes en el teatro en Buenos Aires durante los años 60, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires.

MARISTANY, José (2010), “Fuera de la ley, fuera de género: escritura homoerótica y procesos de subjetivación en la Argentina de los 60-70”, Aquí no podemos hacerlo. Moral sexual y figuración literaria en la narrativa argentina (1960-1976), ed. José Maristany, Buenos Aires: Biblos, pp. 185-241.

MURENA, Héctor A. (1959), “La erótica del espejo”, Sur, 256, pp. 18-30.

RAPISARDI, Flavio – Alejandro MODARELLI (2001), Fiestas, baños y exilios. Los gays porteños en la última dictadura, Buenos Aires: Sudamericana.


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Peralta, Jorge Luis. "Tirso. La primera editorial “gay” latinoamericana.".

Moléculas Malucas, Mayo de 2020.

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