Un precursor de la literatura queer latinoamericana
En el centenario de su nacimiento, Moléculas Malucas propone una recuperación de la obra de Marco Denevi (1922-1998), autor injustamente olvidado que fue, además, pionero en el tratamiento de sexualidades disidentes en la literatura argentina. Jorge Luis Peralta presenta algunas claves para una aproximación queer a la narrativa del autor de Rosaura a las diez y Ceremonia secreta, entre otros clásicos indispensables de nuestras letras.
Por Jorge Luis Peralta*
El nombre de Marco Denevi no es uno de los primeros que vienen a la mente cuando se piensa en literatura argentina de temática homoerótica, o que admite una lectura desde los presupuestos de las teorías queer. En la órbita académica, las referencias a este aspecto de su producción son más bien excepcionales: Denevi fue incluido, por ejemplo, en la enciclopedia de David William Foster Latin American Writers on Gay and Lesbian Themes [Escritor*s latinoamerican*s sobre temas gais y lesbianos] (1994), así como en In Another Part of the Forest, antología de narrativa breve de temática gay compilada por Alberto Manguel y Craig Stephenson, publicada también en 1994 [1]. Algunas referencias al autor de Ceremonia secreta pueden hallarse, igualmente, en la Historia de la literatura gay en Argentina (2011) de Adrián Melo. Sin embargo, escasean aún los estudios dedicados a Denevi desde una perspectiva queer [2].
El olvido del escritor por parte de la crítica LGTBIQ+ corre parejo con el de la crítica literaria en general. Muy leído, sobre todo entre los años sesenta y setenta, hoy constituye una figura más bien marginal en el canon literario argentino. Como señala Cristina Piña, Denevi está, a la vez, presente en la escuela secundaria -ámbito casi siempre desvalorizado por la crítica universitaria- y ausente en el discurso académico hegemónico. Una de las posibles vías para revisitar la obra de este escritor sería la que ofrecen los estudios de género y sexualidad, como sucede en el caso de otros olvidados autores de best-sellers de antaño, como Manuel Mujica Lainez y Abelardo Arias, cuyas obras despiertan poco interés en la actualidad, pero que podrían deparar más de una sorpresa para una lectura torcida.
Denevi prefirió preservar ciertas parcelas de su vida personal y nunca hizo manifestaciones sobre su sexualidad; era, en palabras de Juan Carlos Pellanda, “enemigo del exhibicionismo, de la publicidad y de la vida mundana”. En el libro de conversaciones con Pellanda -subtitulado, precisamente, “ese desconocido”- se mostró a favor de la homosexualidad y en 1994 llegó a firmar una solicitada contra las declaraciones homofóbicas vertidas por el cardenal Antonio Quarracino en un programa de televisión. En este sentido, su postura reivindicativa contrasta con las de otros escritores de su época, como Jorge Luis Borges o Adolfo Bioy Casares, quienes hicieron gala de su homofobia: basta recorrer las páginas del monumental Borges (2006), de Bioy Casares, para encontrar numerosas referencias despectivas hacia “pederastas” y “maricones”.
Por otra parte, en la producción literaria de Denevi, las sexualidades raras que no encajan en la norma tienen un rol significativo desde su primera novela Rosaura a las diez (1955), hasta la última, Nuestra Señora de la Noche (1997), pasando por muchos otros relatos y microcuentos como los que incluye el volumen Falsificaciones (1966). Llama la atención, por ese motivo, el poco interés de la crítica por explorar las múltiples dimensiones de la disidencia sexo-genérica en su obra. A diferencia de otr*s autor*s recuperad*s para una historia queer de la literatura argentina y latinoamericana, Denevi continúa siendo, prácticamente, un desconocido, y su literatura, con las excepciones ya señaladas, no ha merecido la debida atención por parte de los estudios LGTBIQ+.
La posibilidad de una lectura queer de la producción del escritor está perfectamente avalada por la presencia, en sus cuentos y novelas, de identidades, sexualidades, deseos o comportamientos en relativa -o absoluta- discordancia con los parámetros impuestos por la heteronormatividad y el machismo. Para Nicolás Abadie, en la obra del autor a partir de los años 90, la heterosexualidad aparece como una elección circunstancial antes que habitual: “ante un sistema de ideas en el que las representaciones dominantes ‘institucionalizan’ una forma de comportamiento que termina siendo aceptada o compartida por la mayoría de la sociedad, los personajes encarnan, en su condición, la exclusión por ‘diferentes’”. Y si bien la obra que explota más esta temática sería, a juicio de Abadie, Nuestra Señora de la Noche, ya se la puede reconocer en textos anteriores, “tanto que podría establecerse una isotopía que se inicie desde la compleja ambigüedad de Camilo Canegato [protagonista de Rosaura de las diez], pasando por el travestismo de Lucrezia en Asesinos de los días de fiesta hasta llegar a los advisers del secretario O’Flaherty de Manuel de historia (1985). Además, en cuentos como 'Charlie', 'Michel' y 'Redención de la mujer caníbal' reunidos en Hierba del cielo (1973), esta temática se transforma en un motivo estructural en el desarrollo de la trama”.
Los cuentos de Hierba del cielo, en efecto, abren grietas inquietantes en torno a la identidad y la sexualidad de los sujetos. “Michel”, por ejemplo, se ambienta en un bar de “ambiente”, está protagonizado -y narrado en primera persona- por un taxiboy y cuenta una historia de tintes incestuosos que resulta bastante inusual para la época. “Redención de la mujer caníbal”, por su parte, ofrece una temprana y compleja incursión en las figuraciones literarias del travestismo y la homosexualidad. No importa que al final “el travesti” protagonista no sea tal -sino una mujer demasiado masculina- porque a esa altura el cuento ya ha desbaratado las cómodas certezas en torno a las convenciones sexo-genéricas, poniendo de relieve la dificultad de leer, y así volver inteligibles, los géneros y las identidades.
Vale la pena demorarse con mayor detalle en uno de los textos menos conocidos de Denevi, pero que resulta ser de los más significativos de su producción desde una óptica disidente [3]. Se trata de “El autor de ‘La caza del lobo’”, incluido en el volumen Antología precoz (1973), publicado en Chile y de difícil acceso para el público argentino. En realidad, el cuento en cuestión forma parte de una compleja serie textual que abarca otros cuentos y fragmentos de novelas [4]. De esa serie, el texto más directamente relacionado con “El autor de ‘La caza del lobo’” es una novela publicada originalmente en 1990, Música de amor perdido, en la que el cuento, reelaborado, se integra a una estructura narrativa mayor [5]. Este curioso devenir textual se distingue por el hecho de que cada torsión de la historia original agrega nuevas capas de significado. De entrada, entonces, la subversión no es únicamente temática: va de la mano de un esfuerzo formal que desestabiliza la noción de una identidad textual definitiva -un texto hecho de una vez y para siempre- de la misma manera que desestabiliza y pone en cuestión la identidad sexual de los personajes.
Juan José Delaney, autor de una biografía literaria de Denevi publicada en 2006, sostiene que “El autor de “La caza del lobo’” es un cuento “con más de un guiño que sugiere por qué [Denevi] demoró su desarrollo y publicación en el país”. Esos “guiños” que el escritor prefirió dar a conocer en el país vecino y no en el propio corresponden, inequívocamente, a la sexualidad “desviada” de sus protagonistas [6]. El texto está planteado como un cuento acerca de otro cuento, en el que el narrador, Ladislao Kodalzy, va citando -y comentando- un relato titulado “La caza del lobo”, escrito por un amigo suyo ya fallecido, Sebastián Matrícola [7]. Según Kodalzy, el cuento de Matrícola es autobiográfico, pero manifiesta algunas incongruencias entre realidad y ficción; de allí que él vaya introduciendo aclaraciones para aproximarse con mayor exactitud posible a la “verdad” de los hechos. La historia de Matrícola, que en la “ficción” se llama Augusto Zilany, es bastante simple: se centra en la atracción de este personaje, procurador cincuentón, por un joven abogado, Sebastián Mendilarzu, apodado “el Lobo”. La “caza” a la que alude el título es la que emprende Zilany para capturar a su escurridizo objeto de deseo. El texto sigue de cerca esa búsqueda infructuosa, coronada con un final abierto que descoloca por completo al comentador. En efecto, siguiendo los pasos del “Lobo”, Zilany llega hasta un edificio donde se supone que el abogado está participando de una “orgía” homosexual. No consigue, sin embargo, localizar el departamento, y acaba extraviado en un laberinto de pasillos y escaleras: “No, jamás descubriría la guarida del Lobo”. El narrador no acepta este final ambiguo: yo digo que debió terminar de otra manera. Aunque copie a la realidad, o porque la copia, ese final no me gusta. No, decididamente no me gusta que Zilany se vea condenado, de por vida, al infierno de la duda. […] Era preferible que […] rodase por la escalera y se matase. Y ahora yo no estaría aquí, forcejeando hasta el fin de mis días con el cuento de Sebastián Matrícola.
El final abierto no solo desalienta las expectativas del narrador, sino también las de l*s lector*s. El “infierno de la duda” queda plenamente instalado. ¿Era “el Lobo” homosexual, como sugerían las habladurías de la gente? ¿Llegó Zilany a encontrarse con él, a manifestarle su deseo? No lo sabemos. Más inquietante que la indefinición del cuento de Matrícola resulta, sin embargo, el profundo interés de Kodalzy por esta historia. ¿Cómo, nos preguntamos, conoce tan bien los detalles, al punto de que se encuentra en condiciones de corregir su versión literaria? ¿Por qué afirma que deberá “forcejear” con el cuento hasta el fin de sus días? ¿Qué lo toca tan de cerca en el relato de su amigo muerto? Si bien al comienzo declara haber sido el modelo físico para el personaje de Zilany, su apego a la historia resulta sospechoso.
Para Lourdes Sifontes Greco, “Kodalzy, Matrícola y Zilany se manifiestan como tres máscaras de un probablemente único individuo cuya identidad se condena a la duda inexorable”. Esta hipótesis de un desdoblamiento autorial es muy atendible; de hecho, el título del cuento -“El autor de ‘La caza del lobo’”- subraya el enigma de la autoría, dando más peso a la persona que cuenta la historia que a la historia en sí. No obstante, si efectivamente se trata de un solo autor desdoblado en tres, no se comprende por qué la historia contiene tantas lagunas y opacidades. La imposibilidad de determinar la autoría se une a la imposibilidad de conocer la verdad de los acontecimientos narrados, en un diferimiento que puede ser, en última instancia, estratégico: resistencia, por una parte, a la exposición -y por lo tanto, a la clasificación- de los cuerpos y las identidades; por otra, negativa a acatar el imperativo de inteligibilidad que suele exigirse a los textos, mediante piruetas retóricas que hubieran sido muy del agrado de Roland Barthes, quien por esos mismos años había fomentado la polémica en torno a “la muerte del autor”.
El juego que despliega “El autor de ‘La caza del lobo’” entre textualidades, identidades y sexualidades presenta múltiples frentes para una lectura queer, pues socava la nociones de fijeza e inmutabilidad que suelen asociarse a la identidad sexual y frustra las expectativas de dar con una esencia de los sujetos. Por otra parte, apunta a un universo muy diferente del que reconstruyen las ficciones de temática homoerótica escritas en o sobre esa época: no es el hábitat aristocrático de artistas y efebos decadentes de Mujica Lainez, tampoco una deriva marginal a la manera de Carlos Correas, ni un retrato subcultural de locas que podrían haber firmado autores tan dispares como Manuel Puig, Oscar Hermes Villordo o José María Borghello. Denevi pone el foco en un ambiente y en unos personajes escasamente asociados a la disidencia (homo)sexual: podría considerarse, en este sentido, que hay un remoto antecedente en el cuento “Riverita” (1925) de Roberto Mariani, que también narra una historia de deseo (frustrado) entre varones en el ámbito de la oficina. En el cuento de Denevi, la ley encarnada en este espacio (un edificio de oficinas próximo al Palacio de Justicia) resulta vulnerada desde dentro por sus propios representantes: el deseo de Zilany por el joven abogado es un deseo fuera de la ley, y las supuestas aventuras sexuales de Mendilarzu -de acuerdo con la maliciosa descripción de un colega homofóbico [8]- también rebasarían el orden de la legalidad.
El cuento tensa los límites entre homosociabilidad y homoerotismo, una vía a través de la cual escapa a los rigores de la heteronorma, pero al mismo tiempo se excluye la posibilidad de alianzas “comunitarias”: Zilany no tiene amigos homosexuales ni frecuenta lugares de ambiente; es una figura excéntrica y solitaria que encaja poco y mal en los modelos habituales de una personalidad marica. Al atribuir a Zilany la apariencia del bello Kodalzy, Matrícola intenta proyectar una imagen que, según aclara el narrador, era muy diferente a la suya en la “realidad”: “Matrícola era gordo, tenía la cara ancha, sonrosada, vulgar y abotagada de un campesino con digestiones difíciles (…), caminaba de una manera -cómo diré, ridículamente delicada- sobre sus piececitos de geisha, diminutos y curvos, que le arqueaban los zapatos y se los convertían en un par de zuecos”. A la vista de esta descripción, se puede afirmar que Matrícola ocupa un posición extraña no solo respecto a la esfera heterosexual sino también a la homosexual, ya que no se ajusta a los modelos de belleza y corporalidad dominantes en esta última. Tampoco habita plenamente el género masculino, como prueban esos sospechosos “piececitos de geisha”. Cabe señalar, por último, que el desenlace del cuento dentro del cuento escapa a los imperativos de la narrativa sobre homosexuales que solía exigir un desenlace trágico, generalmente el suicidio. El narrador dirá que prefería que Zilany “rodase por las escaleras y se matase”, en vez de quedar suspendido en un laberinto de duda, sin alcanzar su objeto de deseo. Pero también este final que no “concluye” la historia se pliega a una lógica de lo torcido, desviándose de los cauces habituales de representación de la homosexualidad.
Denevi no fue, claro está, un autor subversivo, o agitador de las estructuras sexo-genéricas en la línea de un Copi o un Perlongher. El atractivo de su obra desde una óptica queer reside en el despliegue de un abanico de posibilidades eróticas que desbordan ampliamente el marco de la heterosexualidad, sin que eso implique una actitud “militante” o de distorsión radical de la norma. La introducción de personajes y deseos transgresores en textos narrativos que quizá no lo sean tanto puede comprenderse como una limitación, pero también como un mecanismo sutil de oposición al régimen de sexualidad imperante.
Música de amor perdido, una de las últimas novelas del autor, termina con una evocación de la infancia de Sebastián Matrícola que no formó parte de “El autor de ‘La caza del lobo’”. Son unos pocos párrafos en los que el personaje recuerda cómo, a los quince años, su padre “le golpeaba las piernas con un listón de madera y le gritaba que lo mataría antes que permitir que fuese la vergüenza de la familia”. En medio de esos castigos, el adolescente humillado por su sexualidad vergonzante oye una música lejana, “jubilosa como la invitación a una fiesta. El atardecer del domingo siempre es melancólico, pero si uno tiene quince años y está solo, sentado en un umbral como en una frontera, ha sido castigado por ser una broma de Dios y no sabe a dónde ir para que la broma termine, escuchar una música remota, la música de aquella fiesta a la que jamás seremos convidados, nos produce un sufrimiento tan intolerable que se desea la muerte”.
Oscar Hermes Villordo, al referirse a las páginas finales de esta novela, destacó: “la descarnada humanidad que provoca la ternura dolorosa que las envuelve, construyen un desenlace inolvidable”. Es difícil encontrar, de hecho, otro texto de la literatura argentina del siglo XX donde se describan de manera tan estremecedora las consecuencias del odio hacia quienes no encajan en los patrones sexogenéricos dominantes. Es verdad que la promesa de un lugar otro, de una heterotopía amable donde no se persiga a las minorías sexuales se ha materializado, al menos en parte, en nuestro presente. La homofobia, sin embargo, sigue vigente: en ese sentido, este y otros textos de Denevi no son meras antiguallas sino piezas indispensables de una genealogía disidente que nos recuerda cómo fuimos antes de ser queer, o de que queer constituyera una teoría y un horizonte posible para la existencia de tantas y tantos sujet*s fuera de la norma.
* UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia), Palma, Islas Baleares.
Notas al pie
[1] La entrada de la enciclopedia de Foster, a cargo de Dominique M. Louisor-White, solo comenta, muy brevemente, la novela Los asesinos de los días de fiesta. En cuanto a la antología de Manguel y Stephenson, incluye el cuento “Michel”, en traducción al inglés del propio Manguel. Denevi es el único autor de lengua española incluido en el volumen, que recoge textos de Sherwood Anderson, John Cheever, Denton Welch, Alice Munro, Tennessee Williams, Truman Capote, James Purdy y Joanna Russ, entre much*s otr*s. Conviene destacar, además, que Denevi debió formar parte de Historia de un deseo. El erotismo homosexual en 28 relatos argentinos contemporáneos (2000), antología compilada por Leopoldo Brizuela. Se desconocen los motivos que impidieron la inclusión, ya que el compilador solo menciona que Denevi, al igual que Copi, Alejandra Pizarnik y Néstor Perlongher “no han podido figurar en la antología”. [2] Cabe mencionar dos artículos de Herbert Brant -uno sobre la novela Rosaura a las diez (1955) y otro sobre el cuento “Michel” (1969)-, un estudio de Sandra Jara sobre Nuestra Señora de la Noche (1997), la última novela del autor, así como el libro de Nicolás Abadie Voces y actores en la narrativa de Marco Denevi (2015), que incluye una sección centrada en el tratamiento de la homosexualidad en diversos cuentos y novelas. Por mi parte, he abordado “Michel” y “El autor de ‘La caza del lobo’” en un artículo sobre narrativa breve argentina de temática gay de los años 60 y 70. [3] No podemos ocuparnos, por razones de espacio, de otros textos igualmente relevantes como la novela Nuestra Señora de la Noche, para la cual recomendamos el trabajo ya citado de Sandra Jara. [4] Se trata, en concreto, de ocho textos: el avance de una novela titulada Distintos y extraños (1968), el cuento “El autor de ‘La caza del lobo’” (1973), las novelas Asesinos de los días de fiesta (1980) y su rescritura definitiva, Noche del duelo, casa del muerto (1994), Música de amor perdido (1990), Música de amor perdido (nueva versión) (1992), y el proyecto de película “Mujer de piedra”. Juan José Delaney, biógrafo de Denevi, ofrece una detallada descripción de las similitudes y diferencias entre todos estos textos, en algunos de los cuales la homosexualidad masculina juega un rol clave. [5] La segunda versión de la novela, y la que citamos aquí, se publicó en 1992 y contiene diferencias muy significativas con respecto a la edición de 1990. [6] Es interesante destacar que, en los años 70, Denevi publicó en la revista Para ti un cuento de título similar, “La cacería del lobo”, adaptado luego a la televisión por Alejandro Doria en un capítulo de su ciclo Los especiales de Doria (1996). No hemos tenido acceso al texto de Para ti, pero sí al programa, cuyo argumento es vagamente similar al de “El autor de ‘La caza del lobo’”, aunque centrado en un relación heterosexual, con Soledad Silveyra y Gustavo Ferrari en los roles protagonistas. [7] El nombre del personaje podría encerrar una alusión a una figura paradigmática de la tradición homosexual, el mártir cristiano San Sebastián. Sin embargo, al vincularlo a un apellido ridículo como “Matrícola”, Denevi rebaja ese origen prestigioso, en armonía con el carácter excéntrico del personaje respecto a un posible linaje “homosexual”. [8] Este personaje, llamado Venossi, reaparece en un cuento sin título publicado en Páginas de Marco Denevi seleccionadas por el autor (1983) junto a otros esbozos narrativos abandonados. Es un interesante ejemplo de homofobia interiorizada que ilustra la tesis de Eve Kosofsky Sedgwick acerca del “pánico homosexual”: la crítica encarnizada de los “homosexuales” resulta índice de un deseo inconfesable que se sublima mediante el ataque.
Bibliografía
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Sifontes Greco, Lourdes (sin fecha), Más allá de la metaficcionalidad: representación e hiperficción en la narrativa deneviana, Caracas, Universidad Simón Bolívar.
Sobre este artículo
Este trabajo forma parte del proyecto “Memorias de las masculinidades disidentes en España e Hispanoamérica” (PID2019-106083GB-I00) del Ministerio de Ciencia e Innovación de España.
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Peralta, Jorge Luis. Marco Denevi, ese desconocido. Un precursor de la literatura queer latinoamericana.
Moléculas Malucas, mayo de 2022.
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