Se la conoció por ser integrante de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora y como observadora de Amnistía Internacional, sin embargo, hubo tantas Laura Bonaparte como se tenga ganas de encontrar. Este texto aborda sus otras militancias poco registradas a partir de los testimonios de familiares directos y también de lesbianas, maricas, travestis y feministas a raíz de su lugar destacado en apoyo a las demandas de las minorías sexuales y al aborto voluntario, considerándolos parte de los derechos humanos.
Por Mabel Bellucci*
Laura Bonaparte nació el 3 de marzo de 1925 en la ciudad de Concordia. Provenía de una familia patricia con un fuerte compromiso con el ideario socialista y, por ende, con el feminismo. Su abuelo, Luis Bonaparte, escribía en sus memorias manuscritas: “Hasta 1930, que hice imprimir mi último libro Alrededor de un episodio, he dado a luz no menos de quince folletos sobre diversos temas, con prevalencia del feminismo, viejo partidario como soy de la educación compleja de la mujer y de sus derechos civiles y políticos, de lo cual hice también un arma” [1].
A los 13 años, a instancias de su padre, José Guillermo, un juez socialista, Laura militó alfabetizando a mujeres detenidas, donde los presos trabajaban, en una cárcel modelo de puertas abiertas en Paraná. Uno de sus primeros trabajos fue como vendedora en la prestigiosa tienda Gath & Chaves, que simbolizaba el lugar de reunión de la burguesía que intentaba imitar el estilo de vida elegante de París y Londres. Contaba con varias sucursales, entre ellas, Paraná. Un pequeño detalle a tener en cuenta: la firma no otorgaba a sus empleados, en general mujeres, una silla para sentarse y poder descansar. Así, se lanzó una significativa lucha por la reglamentación de la ley “Por la silla”, en donde Laura participó activamente con el costo de quedarse sin trabajo [2]. A los 19 años se casó con Santiago Bruschtein, maestro rural en Córdoba y estudiante de farmacia y bioquímica, y decidieron trasladarse a Buenos Aires.
Tuvieron cuatro hij*s, Luis, Aída, Victor e Irene y durante varios años Laura cumplió el rol clásico de ama de casa abocada a las tareas domésticas y al cuidado de la prole. Cuando comprobó que sus hij*s podían valerse sin la mirada protectora materna, en 1962, ingresó a la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires para estudiar psicología, una carrera de avanzada en la época. A Laura todo le representaba un gran esfuerzo no solo por su doble jornada sino además porque ella pasaba bastante tiempo fuera del hogar al tener que viajar desde Castelar hasta Balvanera mientras cursaba. Logró recibirse y de inmediato ejercer, siendo en los años 70 pionera en la atención de salud mental. Hizo su residencia en el Hospital de Clínicas de Buenos Aires con la doctora Telma Reca, una maestra de la clínica psiquiátrica infanto-juvenil. Luego comenzó a ejercer en el área de Salud Mental del Hospital Lanús que dirigía Mauricio Goldenberg. Ahí trabajó como psicóloga durante más de diez años y fue una de las primeras psicólogas de sala en el servicio de Goldenberg. De acuerdo al testimonio de su hijo, el periodista Luis Bruschtein:
“Goldenberg había instaurado un funcionamiento asambleario, donde participaban l*s pacientes, la familia de l*s pacientes, l*s médic*s, el plantel de enfermería, la gente de limpieza, l*s admistrativ*s para discutir los temas relacionados a la salud mental del hospital, así como para elegir las autoridades [3]. Allí, conoció a militantes del peronismo revolucionario que militaban en las villas y se integró a las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP). En simultáneo, mi madre trabajó con curas del tercer mundo, con Carlos Mugica y promotores de salud de las villas”. Esta etapa fue para Laura la más concreta de maduración de sus posiciones, de su mirada sobre la vida. Cuando veía una causa que consideraba que era justa, se comprometía sin vuelta atrás. En ella se cruzan tres líneas básicas fundamentales: el feminismo, la salud mental y los derechos humanos” [4].
Acorde a sus recuerdos, así al pasar, Luis otorga un dato revelador: “Ella estuvo vinculada al fundador de la antipsiquiatría, David Cooper” [5]. Seguramente, habrá sido en 1970 cuando él realizó su primer viaje a la Argentina dando conferencias y contactándose con profesionales de la salud. El movimiento de la antipsiquiatría apuntaba a desmantelar a las instituciones de encierro, los manicomios, considerados como un sitio de segregación y confinamiento. A la par, pretendían rescindir con la idea misma de enfermedad mental, ya que la pensaban como producto del sistema social [6].
La historia de la familia Bonaparte/Bruschtein pegó un giro de dimensiones impensadas con la captura y fusilamiento de su hija Aída Leonora Bruschtein, maestra alfabetizadora, estudiante de Ciencias Exactas y militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). El Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) organizó el famoso asalto al Batallón Depósito de Arsenales 601 «Domingo Viejobueno» el 23 de diciembre de 1975, en Monte Chingolo, provincia de Buenos Aires. Acá también intervino su hijo Víctor. Fue tal la magnitud de la tragedia familiar de Laura que la revista dominical del diario estadounidense The New York Times, en su edición del 29 de octubre de 1979, publicó un artículo de portada escrito por Paul Heath Hoeffel y César Chelala (bajo el seudónimo de Juan Montalvo), con el título “Desaparecidos o Muertos en Argentina: La búsqueda desesperada de miles de víctimas secuestradas” (Missing or Dead in Argentina: The desperate search for thousands of abducted victims) que comenzaba reseñando el doloroso padecimiento de Laura Bonaparte en la búsqueda de su hija Noni tras recibir un llamado telefónico que le anunciaba el secuestro. A raíz de esta crónica, los autores recibieron en 1979 el premio del Overseas Press Club of America al mejor artículo sobre derechos humanos. Después, la aflicción prosiguió con su otra hija, Irene, junto a Víctor que entraron en la clandestinidad y con pedido de captura cuando la policía descubrió una imprenta del ERP. En tanto, Luis militaba en la organización Montoneros y participaba en el Bloque Peronista de Prensa. Entre 1973 y 1975 trabajó como periodista en la Agencia Cubana de Noticias Prensa Latina. Frente a semejante tragedia, Luis decidió exiliarse en octubre de 1975. Su primer destino fue Venezuela y luego México. Al poco tiempo, colocaron una bomba en la planta baja del edificio donde vivían sus padres, aunque ya estaban separados. A pedido de Luis, su madre le siguió sus pasos. En cuanto a su padre, se quedó en el país ya que él estaba muy enfermo, y consideraba que al no poseer una militancia política no correría riesgos de vida. Sin embargo, a Santiago Bruschtein también lo desaparecieron junto a sus tres hijos y dos yernos.
México: puerto de llegada
Durante su exilio en México, que se prolongó a lo largo de diez años, a Laura le permitió tener una perspectiva significativa en torno a estos cruces que se detallaron más arriba. Trabajó en el Hospital General de México como psicoanalista y en la Asociación de Psicoanálisis de ese país. Al mismo tiempo, formó parte de la Comisión de Solidaridad de Familiares de Desaparecidos en Argentina (CoSoFam) que dirigía Susana Míguez. Incluso, participó de las medidas más riesgosas como las huelgas de hambre «Deben haber sido en el ’79 que fue cuando los milicos habían sacado el decreto ley por el cual se declaraban muertos a los desaparecidos. Entonces hicimos en la Ciudad de México una huelga de hambre» recordó Silvia Catala para la publicación Rebelión. El ejercicio de accionar sin respiro, la llevó a percibir con enorme anticipación la declaración de delito de lesa humanidad a la desaparición forzada de personas, siendo una de las precursoras en la campaña internacional que desarrolló Amnistía Internacional. Entre 1977 y 1978, ella inmediatamente empezó a escribir a las Naciones Unidas y a la OEA denunciando su tragedia familiar y pidiendo que declarasen de lesa humanidad para que no proscribieran semejantes atentados. Para Amnistía Internacional, Laura cumplió funciones de observadora en El Salvador, en la época de la guerra. Visitó campos de refugiados de una zona rural ubicados en la frontera entre El Salvador y Guatemala, lugares realmente infernales, poblados de huérfanos, viudas y lisiados. Del mismo modo, estuvo en los campos de refugiados en la frontera entre México y Guatemala para ayudar a la gente que huía de la guerra centroamericana. Años más tarde, viajó al Líbano para expresar su rechazo a las violaciones a los derechos humanos realizadas por la invasión del ejército israelí.
Luis comenta la relación amistosa que tenía su madre con Rosario Ibarra de Piedra. Ella es una militante de derechos humanos, fundadora del Comité Pro Defensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados Políticos de México (más conocido como el Comité ¡Eureka!), que reúne a familias de personas desaparecidas en su país a raíz de la persecución y detención ilegal de militantes de movimientos políticos, armados y sociales que se encontraban en oposición al gobierno priista de 1970 a 1980 [7]. En mayo de 1979, junto a otra Madre de Plaza de Mayo, Clarita Gertel, se encadenaron con candados en una columna de la embajada argentina en México en protesta contra la dictadura cívico militar argentina y por la guerra de las islas Malvinas. Asimismo, el activismo político y cultural de Laura quedó plasmado en colaboraciones que efectuó para la revista mexicana FEM, la primera publicación feminista de América Latina y el Caribe. Había sido convocada por la escritora feminista Tununa Mercado, quien se desempeñaba como secretaria de redacción durante su exilio en tierra azteca [8].
Un testimonio publicado por Laura en el diario El País, octubre de 1978, que contribuyó a denunciar el Terrorismo de Estado no solo de la dictadura cívico militar, así como de la violencia desatada durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón por la Triple A, “Morir en Argentina” inspiró al escritor Julio Cortázar (1914-2014) que vivía en París, para componer un cuento con extractos de la vida real de Laura. Se tituló "Recortes de prensa", incluido en el séptimo libro Queremos tanto a Glenda, publicado en 1980, por Editorial Nueva Imagen. De acuerdo al testimonio de Luis para la Biblioteca Nacional en 2014: “Cortázar visitó a Laura en México. No eran amigos, pero si conocidos con cierta familiaridad. Se vieron en uno de sus viajes en apoyo al triunfo de la revolución sandinista en Nicaragua”.
En 1979 el cineasta y documentalista boliviano, Humberto Ríos, integrante del Nuevo Cine Latinoamericano, lanzó el documental en blanco y negro Esta voz entre muchas, en el cual recogía los testimonios de tres argentinos: Laura Bonaparte, Carlos González Gartland y Raúl Fonseca. Dos años más tarde, en Distrito Federal, Laura se encontró con la cantante estadounidense Joan Báez para documentar públicamente su historia con fotos de sus familiares diezmados por la dictadura cívico militar. Su solidaridad internacional, llevó a Báez a viajar a la Argentina no solo para promocionar sus discos en sus conciertos en el Luna Park que fueron prohibidos, sino también para reunirse con familiares de detenid*s desaparecid*s. Con respecto a la importancia del protagonismo de Laura en tierra azteca, Jesusa Rodríguez, directora de teatro, actriz, artista de performance y lesbofeminista, en un programa de televisión “De este lado”, del 7 agosto de 2013, destacó sus impresiones: “Para mí Laura era y seguirá siendo una guía y una fuerza cuando me siento débil pienso en Laura y ya, estoy lista para lo que sea. Laura no tenía jamás un momento de flaqueza. Ella era guerrera pero siempre sutil. No era agresiva ni violenta. Era una belleza, además. Aparte de su nombre que es una especie de símbolo que suena como epopeya ella hizo epopeyas, ella logró cosas extraordinarias. Tenía un amor a la humanidad increíble y una inteligencia sobredotada. Era una mujer que la veías y la pensabas como supermujer. Te marcaba solo verla porque tenía una nobleza en su presencia, una fuerza, esas cosas que en ella eran irrompibles. A mí lo que más me marcó de Laura era ese estar en la vida siempre presente no solamente escribir cosas muy brillantes en contra la impunidad, ese trabajo de meter en la cárcel, en castigar a los responsables, en cualquier caso, ya era un símbolo de lucha en abrir espacios de justicia. Ella decía la justicia civiliza. Revisar los textos de Laura es indispensable porque ella se dedicó a desmenuzar la mente del torturador, la ideología del desaparecedor”.
La lucha que es cruel e intensa
En 1984 viajó a la Argentina para participar de la apertura de las fosas comunes de NN (sin nombre) en el fondo del cementerio de Avellaneda, en una zona que era un basural. Ella había investigado y sabía que estaban los cuerpos de aquella masacre, buscando identificar restos de l*s desaparecid*s, donde se presumía que estaba enterrada su hija, Aída Leonora. Su regreso definitivo del exilio fue en 1985. De inmediato, comenzó a colaborar con el Movimiento Solidario de Salud Mental. Mientras que en el interior de la Asociación Madres de Plaza de Mayo se presentaba una discusión ideológica que giraba en torno a la política de derechos humanos frente al reciente gobierno de Raúl Alfonsín: si concurrir o no a testimoniar en la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), si exhumar o no los restos de personas NN que pudieran ser eventuales desaparecidos y si aceptar o no la reparación monetaria. Así, fue que se produjo la división en dos grupos: por un lado, Madres de Plaza de Mayo y, por el otro, Madres de Plaza de Mayo- Línea Fundadora. Laura se incorporó a esta última agrupación. Tiempo después, intervino en un grupo de estudio feminista que organizaba la Asociación de Trabajo y Estudio de la Mujer (ATEM)-25 de noviembre. El 6 de diciembre de 1987 se llevó a cabo el Primer Encuentro Regional de Mujeres Integrantes de Organizaciones barriales. La convocatoria quedó a cargo del Subcomité de la Mujer del Servicio Universitario Mundial (SUM), bajo la dirección de la socióloga y feminista peronista, Virginia Franganillo, junto con el apoyo de KULU-Dinamarca, Iglesias Luteranas Danesas y el SUM de Dinamarca. Laura coordinó el taller Secuelas del Terrorismo de Estado en nombre de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora.
En marzo de 1988, se constituyó en Buenos Aires la Comisión por el Derecho al Aborto [9]. Demás está decir que fue la colectiva que reinstaló el debate del aborto voluntario como única premisa constitutiva y la sostuvo durante todo su recorrido. Creció sin masividad, pero se reservó como un germinal político, una latencia que no cesaría. Lejos de toda sutileza, sin ánimos de ocultamiento alguno y con una directriz fija, profundizó la comprensión del tema con un ímpetu potencial sellado por la fuerza de los hechos a lo largo de su existencia. Fue el opus magnum activista de Dora Coledesky, trotskista, abogada laboralista y sindicalista, junto a Alicia Schejter, María José Rouco Pérez, integrantes de ATEM-25 de noviembre,Laura Bonaparte, Safina Newbery, antropóloga feminista, Nadine Osídala, abogada feminista, y Rosa Farías, enfermera del Hospital Muñiz, de crear a esta agrupación autogestiva, autónoma, financiada con el aporte de sus propias integrantes. En realidad, sin proponérselo la Comisión por el Derecho al Aborto se convirtió en un espacio preparatorio de figuras feministas con proyección futura [10]. Al ser consultada, Alicia Schejter recuerda a Laura "como una de las primeras integrantes de la Comisión por el Derecho al Aborto. Sus aportes fueron muy valiosos, ya que como parte de Madres de Plaza de Mayo- Línea Fundadora consideraba como un derecho la legalización del aborto, en toda una línea de continuidad con el tema de derechos humanos. Como psicoanalista, realizó aportes valiosísimos de lo que significaba ser un hijo deseado o no. Por otro lado, como militante ( ya que estaba muy comprometida con la lucha política por ello tuvo que exiliarse en México) todo lo que decía lo respaldaba con una militancia en la calle, por lo cual compartimos activamente ese espacio. En fin, fue una de esas irremplazables junto a Dora Coledesky y tantas otras compañeras que ya no están".
Un documento escrito por Laura Bonaparte llamado “Derechos Humanos”, sin fecha, fue retirado de circulación a pedido de la autora por requerimiento de algunos organismos de derechos humanos. Ella comparaba la situación de las niñas nacidas en cautiverio con las violaciones que ejercieron sobre los cuerpos de las mujeres quienes reprimieron durante la dictadura militar y el castigo al apropiarse de sus cuerpos, favorecidos por la clandestinidad del aborto. Entonces la autora se pregunta: ¿Eso no es terrorismo de estado también? Al final, propone: “Reclamamos el derecho a ser mujeres enteras: íntegras ya lo somos. Que nuestra enteridad sea reconocida por ley. Reclamamos el derecho a que se nos considere libres de toda esclavitud legal. Digo esclavitud. No digo deberes ciudadanos, de los que tenemos plena conciencia y fervor. Quiero decir que no queremos ser transformadas en lo que no somos, probetas bípedas, pedazos de cuerpos. Solo vientre. Y reclamamos además el derecho al goce” [11].
Ella tanto en su exilio en México como en Argentina durante la postdictadura tuvo un lugar destacado por su temprano e incondicional apoyo a las demandas de las minorías sexuales, desde su enriquecedora experiencia feminista, atea y socialista a lo largo de su vida militante. Con fineza de pensamiento, claridad y holgura, ella hablaba sobre el aborto voluntario y la homosexualidad siendo parte de los derechos humanos en épocas que, para un gran número de organismos de Derechos Humanos los homosexuales eran “extraterrestres” y podían incomodarse frente a su participación en espacios comunes.
Entre 1984 y 1986, Carlos Jáuregui (1957/1996) presidía la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) fijando como una de las políticas fundamentales la de articular y mancomunar los esfuerzos con los organismos de derechos humanos, entendiendo que la homosexualidad representaba un aspecto de la vigencia de dichos derechos en nuestro país. Así, la CHA adhería, convocaba y participaba en marchas históricas. Posiblemente, el vínculo entre Laura y Carlos se produjo en plena intervención callejera dado por las rondas y movilizaciones de las Madres. Incluso, tal vez, estuvo mediada por el profesor y fundador del sindicato docente CTERA, el socialista Alfredo Bravo. Amb*s tenían una gran admiración por Bravo, él representaba una de las voces significativas en denunciar los crímenes de lesa humanidad y acompañar a las feministas en su lucha por la conquista del aborto voluntario.
A inicios de 1992 una organización o brigada moralista asesinó a cuatro homosexuales en la provincia de Mendoza. De inmediato, representantes de Convocatoria Lesbiana y de laIglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM) viajaron para allá para interiorizarse sobre el curso de las investigaciones y llevar su apoyo a la comunidad local. Al mes siguiente, se produjo otro asesinato, el de una lesbiana llamada Erica Videla, llevado a cabo por este mismo comando de moralidad. Entonces se organizó un acto en la Plaza de Mayo en repudio a los crímenes y para evidenciar el aval ideológico de la iglesia católica frente a las declaraciones del padre José María Lombardero pidiendo la muerte a los homosexuales [12].
Marcelo Ernesto Ferreyra, integrante histórico de la CHA, testimonia sobre su contacto con ella: “Yo la conocí formalmente a través de Eduardo Antonetti. Él estaba muy vinculado con las Madres, participaba en las marchas y tenía una amistad seria con Laura. Y un día, por supuesto, la invitó a una de las cenas del departamento de Paraná y ella vino a comer y conversó con nosotros y establecimos así un pequeño vínculo. El 13 de julio de 1996 Eduardo murió víctima del hiv. Él había pedido que sus cenizas fueran enterradas en la Plaza de Mayo. Entonces, en una pequeña ceremonia, participó Laura junto a Nora. Ambas escarbaron la tierra y ahí sepultaron las cenizas de Eduardo, quien las había acompañado en tantas marchas y a quien querían tanto. Ese es el recuerdo que tengo de Laura” [13].
Mientras, César Cigliutti, otr* de l*s integrantes de la CHA, evocaba lo experimentado con Bonaparte: “A gran parte de los activistas de los organismos en ese momento inicial a quienes nosotros nos acercamos, si les hubieran preguntado por la CHA la respuesta habría sido: `Preferimos que no estén´. Carlos tenía una veneración increíble por Hebe de Bonafini. Y a ella, cuando nos veía venir, se la notaba incómoda. ¿Qué te puedo decir? Era razonable. Hasta ese momento no había habido ningún tipo de visibilidad de nuestra parte. En cambio, Laura Bonaparte aportó muchísimo a nuestra formación, con una sensibilidad y un afecto. Aún tengo presente una frase suya que para mí fue reveladora: ¿Si uno no tiene derecho a su propio cuerpo a qué tiene derecho? Nunca lo había escuchado. Era increíble. En realidad, no fue una cosa rápida, mediática ni mucho menos. Llevó años de entendimiento para llegar hasta donde llegamos” [14].
En cuanto a María Luisa Peralta, reconocida activista y teórica lesbiana, recuerda a Laura de esta manera: “Yo le tengo enorme cariño y respeto. Considero que ella fue la que nos abrió el espacio de los organismos de derechos humanos a la comunidad lgtb. Nos llevó ella. A mí me la presentó Thierry Iplicjian, presidente de la sección argentina de Amnistía Internacional, entre 1995 a 1999. Tenían una pasante norteamericana bisexual Yessica y ella preguntó sobre el grupo lgtb ya que Amnistía tenía grupos temáticos y acá no existían. Por lo tanto, carecían de contactos con las organizaciones, y casi tod*s estábamos en ese momento coagulando un movimiento. Entonces Amnistía nos convocó a varios grupos para que les contáramos las realidades que estábamos viviendo y después de eso nos bancó mucho. Thierry nos presentó a Laura y ella nos llevó a varias reuniones para organizar marchas como las del 24 de marzo. No te diría que yo tuve una relación. Era una mujer hermosísima. Con una profunda formación feminista, psicoanalista. Era brillante. Una personalidad muy distinta a otras figuras de ese espacio. Laura era una mujer politizada, muy armada en todo y fue una persona muy protectora y habilitadora para el diálogo de la comunidad con los organismos de derechos humanos. En general, eran bastante refractarios. No nos tomaban en serio nadie y pasábamos situaciones tremendas” [15].
En dirección a este planteo, el pastor Roberto González, de la Iglesia de la Comunidad (ICM), cuenta cómo conoció a Laura “Me la presentó Eduardo Antonetti. Enseguida me dijo que era atea y comunista, sin embargo, pudimos armar una relación amistosa. Era muy amiga de Carlos [Jáuregui]. Ella siempre estuvo cerca del movimiento y además trabajó como psicoanalista. Ayudó a muchas lesbianas [de la ICM] a valorizarse, a salir del placard, a no tener miedo. Su compromiso era excelente. Ese lema que cada mujer es dueña de su propio cuerpo, nos hizo caer las vendas de los ojos en una reunión que hicimos sobre aborto en el departamento de la calle Don Bosco” [16].
Participó en varias Marchas del Orgullo. La primera fue en 1993, junto a Nora Cortiñas, Renée Epelbaum y Margarita Gropper, entendiendo que sus presencias garantizaban que no hubiese represión, además, de ayudar a desestigmatizar a grupos sexuales amenazados y marginados. Cabe aclarar que Laura disponía de una visión más allá de lo mujeril y heterosexual, por esta razón, no sólo mantuvo alianzas estrechas con gays y lesbianas, así como con travestis.
El 10 de febrero de 1997 un centenar de travestis junto a gays y lesbianas hicieron un encadenamiento simbólico en Tribunales para exigir que se respete la nueva constitución de la ciudad que reconoce la causal de discriminación por orientación sexual al haber sido derogado los edictos policiales. Al mismo tiempo, este acto significaba un repudio al brutal ataque contra Nadia Echazú quien fue encarcelada, brutalmente golpeada y torturada por la policía de la comisaría 25 de Palermo. La protesta estuvo convocada por la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti-Transexual (ALITT), La Asociación de Travestis Argentinas (ATA), Amenaza Lésbica, ACT UP Buenos Aires, Amnistía Internacional, Escrita en el Cuerpo, Lesbianas a la Vista, Organización de Travestis y Transexuales de Argentina (OTTRA) Grupo de Gays y Lesbianas “Construyendo Nuestra Sexualidad”, entre otras tantas. Se realizó en las escalinatas de la entrada principal del Palacio de Justicia, donde se repartían panfletos denunciando la represión, detenciones ilegales, cárcel y tortura por parte de la policía federal [17]. Y allí estuvo Laura con un gesto de brío. Una breve nota llamada “Basta” que publicó la revista LA HORA Lésbica, Gay, Travesti, Transexual, Bisexual, n°9, de marzo de 1997, agradecía su presencia y expresaba que “en una postura de profunda solidaridad se encadenó desde temprano con nosotros/as” [18]. Es posible suponer que la modalidad de encadenarse frente a una institución pública como expresión de repudio y resistencia, representaba para Laura modos performáticos de militancia que desplegó a lo largo de su exilio y también en nuestro país. Su acompañamiento en las intervenciones públicas de las travestis generó una discusión dentro de la agrupación Madres en relación a las formas de apoyar este persistente embate.
El testimonio de Lohana Berkins en el tributo a Laura que se organizó en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, el 2 de octubre del 2013, representó una muestra de ello. Lohana relató su experiencia junto a un centenar de travestis: “A nosotras siempre nos quedó de Laura era todo lo que ella nos enseñaba porque nosotras veníamos de la calle y la única herramienta que teníamos como defensa, era el cuerpo. Y ella nos decía Ustedes tienen que hacer así, se tienen que organizar acá. En ese momento no era que los organismos de derechos humanos nos habían abierto la puerta. Hay que decir la verdad. No nos decían: Pasen las chicas, no. Estaba todo bien, pero ese no es nuestro tema. Es cierto veníamos de mundos distintos, discutíamos mucho y éramos bravas”.
Con nombre propio
En 1993 Laura escribió una novela El mundo guarda silencio. La tragedia de Cañuelas, en la cual reflejó su propia experiencia personal: el secuestro y asesinato de su ex- marido y de sus hij*s por las fuerzas armadas, con conocimiento de la jerarquía eclesiástica. El dibujo de la tapa se lo envió Irene Bruschtein a su madre. Además, fue autora de un cuento Tres mujeres que se transformó en una obra de teatro exhibida en México y en Argentina.
En 1996, recuerda su hijo Luis, Laura viajó a Bosnia, a Srebrenica, en la ex Yugoslavia, invitada por el partido verde de Austria que convocaron a mujeres representativas de múltiples espacios para solidarizarse con las musulmanas, cuyas familias habían sido víctimas de la guerra bajo el exterminio étnico de serbios y croatas. A su regreso, estuvo unas horas de paso en Madrid para reunirse con familiares que reclamaban por l*s español*s desaparecid*s en la Argentina. En ese mismo año volvió a España a recibir el premio Solidaridad en homenaje a Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora.
Durante los primeros días de 1998 el entonces presidente Carlos Menem estaba por firmar un decreto para demoler el predio de la ESMA. “Tenemos que hacer algo”, le dijo Laura a Graciela Lois. El 11 de febrero de 1998, se dieron cita en la ESMA las camaristas María Inés Garzón de Conte Grand y Marta Herrera junto a Bonaparte y Lois. Pocos meses más tarde, se declaró inconstitucional el decreto del Poder Ejecutivo que dispuso la demolición de la ESMA. El 24 de marzo de 2004, luego de tantos años de lucha, se convirtió en un espacio para la memoria y la promoción de los derechos humanos.
La compleja vida personal y política de Laura fue relatada por la periodista francesa Claude Mary quien primero publicó en francés, en 1999, el libro Une voix argentine contre l'oubli: Laura Bonaparte. (Editorial Plon). Luego, se tradujo al castellano y lo sacó, en 2010, la editorial Marea bajo el título Laura Bonaparte. Una Madre de Plaza de Mayo contra el olvido, con prólogo de Tununa Mercado. Ella recordó los aportes de Laura: “Coherencia en la acción política, en la solidaridad, en el psicoanálisis, en los derechos humanos, en la amistad y en este relato de su vida conforman un testimonio cuya conmovedora serenidad ha de servirnos para ser mejores como seres humanos”.
El 9 de diciembre de 2008 se hizo en el Teatro Coliseo, el Primer Festival Latinoamericano por los Derechos, la Salud y la Vida de las Mujeres, convocado por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto, en el que participaron las artistas argen-mex, Liliana Felipe y Jesusa Rodríguez, con un provocador show anticlerical. Había más de 1.700 personas, entre ellas, feministas de Brasil, México, Nicaragua, Colombia, Uruguay, Ecuador, Chile y España. En las primeras filas se encontraban Nora Cortiñas y Laura Bonaparte, representando a Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora.
Laura murió en Buenos Aires, el 23 de junio de 2013, a los 88 años. Uno de los tantos homenajes que recibió fue en México al mes siguiente de su fallecimiento. Se llevó a cabo en Distrito Federal, en la Casa Refugio Citlaltépetl, espacio que da cobijo a escritores extranjeros que son perseguidos políticamente en sus lugares de origen. Este tributo póstumo se convirtió en un territorio de recuerdos para algo más de un centenar de personas, entre ellas, la escritora Elena Poniatowska, el poeta Juan Gelman, Rosario Ibarra de Piedra, Jesusa Rodríguez y Liliana Felipe, quienes fueron recibidas por Natalia y Malena Bruschtein, nietas de Laura Bonaparte, y su nuera Shula Erenberg, residentes en ese país.
En noviembre de 2015, Natalia Bruschtein, egresada del Centro de Capacitación Cinematográfica, estrenó su ópera prima en Buenos Aires, Tiempo Suspendido. Los textos escritos por Bonaparte fueron leídos por la cineasta con la voz en off combinando las imágenes con las de la revisión de fotos familiares entre abuela y nieta.[19] La experiencia con su película es narrada de este modo: “Al hacer Tiempo Suspendido busqué mostrar la lucha de una mujer por la memoria que al final la pierde, pero que en el camino de su vida ella logró dejarnos un legado de memoria, no sólo a su familia, sino también a la sociedad. Para mí hay algo que dijo mi abuela, que me parece fundamental, y que resume el porqué de la memoria como una herramienta de lucha, 'Un pueblo sin memoria, es un pueblo sin identidad'. Cuando empecé a escribir el proyecto del documental pensé que necesitaba hacerlo lo más universal que pudiera, porque vivo en México donde las personas desaparecidas ya son muchas más de las que hubo en Argentina durante la última dictadura militar. Quería compartir esta historia porque era una forma de mostrar que los familiares no están solos y que la memoria de los que ya no están importa. Pero también la necesidad de luchar por la justicia, 'porque los desaparecidos no desaparecen como si fueran cosas', y los gobiernos están obligados a reconocer, exhumar, encontrar, ajusticiar a cada uno de los miles y miles de desaparecidos en el territorio mexicano, sin importar el porqué, su nacionalidad o su condición social o cultural. Laura fue avanzada en la lucha, ella siempre creyó en lo justo y nos enseñó el respeto al otro. Con este documental también quise compartir la humanidad de Laura, pero también su fuerza y vitalidad, porque, aunque al final no tenía memoria, seguía estando en ella su esencia, una mujer llena de amor al otr*” [20].
A partir de mediados de 2016, el hospital especializado en Salud Mental y Adicciones Cenareso pasó a llamarse Hospital Nacional en Red especializado en Salud Mental y Adicciones “Lic. Laura Bonaparte”. El Colegio de Psicólogos en una gacetilla de prensa auguraba tal iniciativa: “Sencillamente merecido el homenaje que se le debía a esa inconmensurable y solidaria luchadora por los derechos humanos como integrante de Madres de Plaza de Mayo- Línea Fundadora y como reconocida psicóloga y trabajadora en salud mental”. En este último año, este hospital es uno de los primeros organismos públicos del país en cumplir con el cupo laboral travesti-trans. Laura hubiese festejado esa osada gesta en retribuir derechos a una de las comunidades más marginalizada de las disidencias sexuales que ella acompañó e intervino con su militancia y sabiduría.
Agradecimientos
A Luis y Natalia Bruschtein por sus testimonios y entrega de materiales. A Hugo Ginzberg por su testimonio. A Marcelo Ernesto Ferreyra y a Juan Queiroz por sus contribuciones que fueron fundamentales para escribir este artículo. También a Javier Fernández Galeano y a Alicia Schejter. A Julio Moliné por autorizarnos a publicar su fotografía de Laura con Joan Baez.
Referencias
[1] Dato aportado por Luis Bruschtein.
[2] La Ley de la Silla, fue en un proyecto del senador socialista Alfredo L. Palacios transformado en ley en 1907. La misma obligaba al empleador a proveer de una silla o taburete con respaldo a sus empleados de todo rango. Esta ley se logró por una protesta de trabajadoras tejedoras, alpargateras, del vestido, sombrereras, textiles y demás empleadas de comercio que, por vez primera, salieron a las calles para proclamar por sus derechos a principios de 1900.
[3] En el Hospital Lanús Goldenberg brindó atención de Internación, Consultorios Externos, Hospital de Día y comunitaria, conformando una alternativa multidisciplinaria en un Servicio de Psicopatología de Hospital General, a la psiquiatría hospitalocéntrica de los hospitales monovalentes. La experiencia del “Lanús”, como se dio en llamar fue inspiradora de muchas otras en Argentina y América Latina y el Caribe.
[4] Entrevista realizada por la autora en abril de 2021.
[5] Ibídem.
[6] Cooper se radicó por un tiempo en nuestro país frente a la significativa tradición psicoanalítica de Enrique Pichón Rivière, Marie Langer y Emilio Rodrigué. [7] Entrevista realizada por la autora en abril de 2021.
[8] Tununa describió a esta publicación como un espacio interesado en las disputas de nuestro continente: “FEM ligaba su postura académica con la praxis política feminista y enlazaba las realidades de las mujeres mexicanas con las múltiples experiencias que atravesaban sus congéneres de América Latina”.
[9] Dora Coledesky relata el origen de esta organización: “En noviembre de 1987 se realizó la reunión anual de ATEM-25 de noviembre. Se trataba de una mesa redonda en la que participaron Susana Sommer (bióloga), Laura Klein, filósofa, Safina Newbery, Laura Bonaparte, Erica Dummontel, abogada italiana, y yo. Al término de nuestras exposiciones, alguien del público -creo que Marta Fontenla- preguntó qué debíamos hacer. Surgió entonces la idea de crear una agrupación para la lucha por el Derecho al Aborto”. Ver: http://www.abortolegal.com.ar/historia-de-la-comision-por-el-derecho-al-aborto/
[10] Bellucci, Mabel, Historia de una desobediencia. Aborto y feminismo, Buenos Aires: Capital Intelectual, tercera edición, 2020, p.313.
[11] Material aportado por Alicia Cacopardo.
[12] Dato aportado por Marcelo Ernesto Ferreyra.
[13] Entrevista realizada por la autora en abril de 2021.
[14] Bellucci, Mabel, Orgullo. Carlos Jáuregui, una biografía política. Buenos Aires: Final Abierto, segunda edición, 2020, p 220.
[15] Entrevista realizada por la autora en abril de 2021.
[16] Entrevista realizada por Marcelo Ernesto Ferreyra en abril de 2021.
[17] Datos aportados por Marcelo Ernesto Ferreyra.
[18] Ibídem.
[19] El guión de este documental lo escribió Natalia Bruschtein. Fue producido por Abril Schmucler con el apoyo del Centro de Capacitación Cinematográfica y exhibido en festivales y foros. Recibió numerosos premios, entre ellos, en el Festival de Biarritz con el premio Projet Lizières y fue nominada al Premio Ariel al Mejor Largometraje Documental.
[20] Entrevista realizada por la autora en abril de 2021.
*Activista feminista queer, investigadora.
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Cómo citar este trabajo:
Bellucci, Mabel. Laura Bonaparte: lesbianas, travestis, maricas y feministas te recuerdan.
Moléculas Malucas, mayo de 2021.
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