Maricas en llamas en una publicación pionera
A poco de cumplirse cincuenta años de la aparición de su primer número, Allen Young relata la historia de Gay Flames, que con imágenes de archivo, vuelve a ver la luz en Moléculas Malucas.
Por Allen Young*
En enero de 1970, seis meses después de la revuelta de Stonewall, comencé a participar de las reuniones del Gay Liberation Front (GLF) de Nueva York, una experiencia que produjo un gran cambió en mi vida. Yo había crecido en una granja en las montañas Catskill, en el estado de Nueva York. Allí se habían establecido mis padres luego de que sus vidas en Manhattan se volvieran difíciles por ser miembros del Partido Comunista y estar comprometid*s como activistas sindicales. Durante los años que estuve en el closet estresado por mi homosexualidad, nunca imaginé que, de repente, me convertiría en un participante directo y pionero junto a otr*s en una batalla por la revolución sexual.
Entre 1964 y 1967 luego de estudiar en las universidades Stanford y Columbia, viajé a América del Sur, principalmente a Brasil y Chile. Aunque enseguida renuncié al intento, en Brasil llegué al extremo de probar la psicoterapia para "curar" mi homosexualidad. Pero luego comencé a disfrutar y participar de la escena gay local. También durante ese viaje, emocionado, visité Buenos Aires para conocer a una rama de mi familia judía de Europa del Este que se había establecido allí.
Al regresar a mi país, en 1967, trabajé por un corto período en el Washington Post y me involucré intensamente en la política formando parte de las acciones de la Nueva Izquierda y del movimiento antiguerra con Vietnam. Mientras se intensificaba la guerra, me incorporé al Liberation News Service, un servicio de prensa clandestina de la Nueva Izquierda. Pero en 1970, al sentir que el movimiento de liberación homosexual surgido luego de la rebelión de Stonewall me brindaba un camino político que le daba más sentido a mi vida, no dudé en unirme. Al poco tiempo de ingresar comencé a volcar allí mis habilidades en la escritura y la edición para promover los distintos objetivos del movimiento. En aquella época, las palabras "liberación" y "revolución" resonaban constantemente en los movimientos de izquierda, y, en el GLF, las tomamos y dirigimos hacia nuestra propia experiencia como homosexuales, lesbianas y travestis, promoviendo la lucha por la propia liberación e insistiendo en que teníamos que ser parte de la revolución política y cultural del momento.
Nuestro objetivo más vital y conocido fue la lucha contra todas las fuerzas que nos oprimían, como la policía, la religión organizada, el establishment médico-psiquiátrico y los medios de comunicación. Hasta la misma izquierda nos oprimía, y cuando pude verlo, supe que debería tomar una posición respecto a este tema [1]. Hubo otros objetivos de nuestro movimiento que son menos conocidos, como el énfasis que pusimos en trabajar constantemente para superar nuestro aislamiento social -resultado de nuestros comportamientos personales basados en el miedo- y el de hacer comunidad. Fue de esa forma que comenzamos a hablar del concepto de hermandad y de una vida comunitaria como alternativa a la vida de la familia nuclear.
Esa vida en comunidad no solo ofrecía un cambio importante en nuestra vida personal, sino también beneficios medio-ambientales y económicos. Y así fue como en el verano de 1970, atraído por ese nuevo concepto de vida, me uní a la recién creada 17th Street Collective [2], una de las tantas que se habían formado entre miembros del Gay Liberation Front. Carl Miller, un talentoso diseñador textil que en ese momento estaba sin trabajo, invitó a otros siete varones gays, miembros del GLF, a mudarse al loft industrial donde vivía y estudiaba. Su ubicación en la calle 17 del Downtown Manhattan era muy cómoda, aunque el barrio no tenía el carácter colorido del Greenwich Village o del East Village. En mi autobiografía publicada en 2018 Left, Gay & Green: A Writer’s Life, escribí:
Carl continuó pagando el alquiler de su loft, y supongo que el resto de nosotros debe haber contribuido con algo de dinero para la comida, pero la escena era informal y anárquica. Había estantes con ropa que a veces compartíamos y a veces no, y dormíamos (sin tener sexo, por lo que recuerdo) en varios colchones en el suelo. Lo más cercano a la privacidad era un gran armario que contenía un colchón, al que llamábamos la "caja para coger”.
De a poco fuimos notando que varios miembros del colectivo tenían problemas de salud mental sin resolver, y todos teníamos personalidades únicas, pero nada detenía nuestro compromiso con la agenda de liberación gay y nuestra propia superación personal.
Nace Gay Flames
Nuestro grupo participaba en las reuniones y manifestaciones organizadas por el Gay Liberation Front y también recibía visitantes gays de todo Estados Unidos y del exterior. En septiembre de 1970 decidimos comenzar a publicar un pequeño boletín al que llamamos Gay Flames [Llamas Gay]. Lo subtitulamos un boletín del “movimiento homofuego”, que era un juego de palabras en tono de parodia que aludía al "movimiento homófilo" más conservador que había comenzado en la década de 1950, pero que no había logrado impacto en la sociedad ni en la mayoría de los homosexuales [3]. "Flaming" era una palabra que se usaba cuando los varones homosexuales eran "muy homosexuales" de manera teatral o dramática. Pensamos también en otras opciones como "maricones en llamas" o "las llamas del descontento", teníamos un deseo ardiente de hacer cambios.
Editábamos Gay Flames junto a Bob Bland y la imprimíamos a un costo mínimo en el Liberation News Service, donde yo había trabajado. El resto de los integrantes de la Collective ayudaba a distribuirlo de forma gratuita. Nuestro diseño gráfico era un aporte artístico muy simple, no era muy llamativo. Yo escribía la mayoría de los artículos de forma anónima -alguna que otra vez solo firmaba como “Allen”- pero no por miedo, sino por una decisión colectiva de que el egocentrismo y el individualismo contradecían nuestros objetivos revolucionarios y la ideología de acción comunitaria. Aunque la colectiva funcionaba independientemente del GLF y ell*s no controlaban ni revisaban la edición, sí informábamos sobre sus actividades y publicábamos sus manifiestos y demandas. También lo hacíamos con otras organizaciones de militancia de Nueva York y del resto del país, como las S.T.A.R. (Street Transvestite Action Revolutionaries), el TWGR (Third World Gay Revolution) y el Partido de las Panteras Negras.
En el primer número del boletín publicamos un informe detallado sobre una importante acción callejera ocurrida el 29 de agosto de 1970, que fue relatada más tarde en un pequeño libro de Steven F. Dansky, "Hot August Night 1970: The Forgotten LGBT Riot". En Gay Flames, de forma constante, nos enfocábamos en los horrores de la brutalidad policial y en la injusticia que enfrentábamos l*s gays, lesbianas y travestis, por ejemplo, en los tribunales y en las universidades. Nuestros artículos también denunciaban el uso de procedimientos anti-gay en las cárceles y en los establecimientos psiquiátricos que aplicaban con crueldad métodos científicamente inválidos. Reflejábamos una ideología marxista-leninista en la cual Bob Bland y yo, y también otros miembros del grupo, estábamos inmersos. Era usual que usáramos frases como "clase dominante" o términos que surgieron en el movimiento negro radical, como el referirnos a la policía como "cerdos".
A poco de lanzar aquel primer número, notamos que entre la gran cantidad de publicaciones radicales y de la contracultura que circulaban abundaban materiales de liberación femenina pero prácticamente nada sobre liberación homosexual. Para suplir esa carencia, a fines de septiembre, decidimos publicar también Gay Flames Pamphlet, una importante -tal vez la primera- antología de escritos reimpresos sobre liberación homosexual y lésbica divididos en 15 boletines, cada uno con un diseño propio realizado por nuestro grupo. Se vendían separados o juntos en un paquete plástico [4].
Aunque actualmente algunos sectores del movimiento trans, tal vez sin saberlo, incluyen a la totalidad de los militantes homosexuales pioneros cuestionando que no teníamos conciencia de sus problemas, nosotros, en Gay Flames hicimos siempre claro nuestro apoyo a las travestis. Éramos muy conscientes de sus opresiones, y esto se puede ver en las páginas de nuestro boletín, como cuando anunciamos la formación del grupo de las S.T.A.R., que se había escindido del GLF, y especialmente el papel que junto al GLF ellas jugaron en la apertura del primer centro comunitario gay del país. También en Gay Flames denunciábamos la violencia de la cual ellas eran víctima. En una doble página que publicamos, se pueden leer demandas por el derecho al cambio fisiológico del sexo y el pedido de reforma del lenguaje para hacerlo inclusivo de ambos géneros.
Hoy, en junio de 2020, mirando los 13 números de Gay Flames publicados entre 1970 y 1971 (año en que la 17th Street Collective y el GLF llegaron a su fin), puedo sentir una voz única de militantes lgbt de izquierda que llega desde la ciudad más grande del país, sede del levantamiento de Stonewall que cambió para siempre nuestra historia. Me enorgullezco al ver la gran cantidad de información que pudimos ofrecer a l*s lector*s. Pero también, al revisar sus páginas, recuerdo lo irrelevantes que fuimos para muchos gays y lesbianas que consideraban demasiado extrema nuestra retórica revolucionaria e, incluso, l*s aterraba. Es una pena que no hayamos podido comunicarnos más efectivamente con ell*s. A much*s tampoco les atraía o interesaba Gay Flames porque sabían que su vida en el closet les permitía mantener sus trabajos bien remunerados. Recuerdo que unas locas vestidas de cuero se negaron a aceptar el boletín diciendo: "¿No parezco ya liberada cariño?" O como cuando fuimos a Fire Island, un lugar de verano para gays privilegiados, donde hubo poco interés en nuestra publicación. Es también una pena que, aunque apoyamos al Partido de la Panteras Negras, nunca hicimos un esfuerzo por conectarnos con los gays afroamericanos. Repartíamos Gay Flames en el Downtown Manhattan, pero nunca fuimos a hacerlo a los bares gay de Harlem, donde la mayoría de sus concurrentes eran negros.
A lo largo de las páginas de Gay Flames pueden verse imágenes de revolucionarios armados que hoy siento como puro símbolo de fantasía. En las marchas del GLF, tomamos el canto de estilo militar que usaban las Panteras Negras, "Ve a la izquierda, ve a la derecha, ve a buscar el arma" y la modificamos por "Ve a la izquierda, sé gay, ve a buscar el arma". Pero ninguno de nosotros tenía armas y yo, por mi parte, nunca tuve la intención de entablar una lucha armada contra el capitalismo y la homofobia en Estados Unidos ni en ningún otro lado. Y mientras escribo mis recuerdos sobre Gay Flames pienso que, aunque nuestras críticas hacia la policía fueron válidas, el uso que hicimos de la palabra "cerdos" fue contraproducente, no fue útil. Hoy estamos en un momento en que urge una reforma importante por la brutalidad policial que está siendo seriamente cuestionada en todo Estados Unidos, y se está generando un diálogo entre alcaldes progresistas y jefes de policía para generar ese cambio necesario.
Luego de mi experiencia en Gay Flames, mi trabajo como escritor y editor derivó en varios libros que llegaron a miles de lectores. En mi autobiografía, “Left, Gay and Green: A Writer’s Life” (“De izquierda, gay y verde: la vida de un escritor”), que se publicó en 2018 con buenas críticas, incluyo un capítulo que se centra en la liberación homosexual y también mi evolución como hombre gay. Mis reseñas favoritas sobre el libro son las de los lectores que dicen que al leerlo se ríen a carcajadas. Es un gran cumplido porque sin sentido del humor nuestra lucha por la liberación carecería de algo esencial que eleva el espíritu humano. Ahora, a tres meses de cumplirse 50 años de nuestro primer número, siento que es muy probable que las convocatorias que hacíamos desde Gay Flames a reuniones, o los anuncios que hacíamos sobre las nuevas publicaciones gay que se podían conseguir fácilmente, hayan cambiado la vida de algunas personas, así como cambió la mía. Y eso para mí es algo muy satisfactorio; de hecho, es una fuente de orgullo.
*Allen Young publicó en la década del 70 tres antologías editadas junto a la integrante lesbiana del GLF, Karla Jay. Primero la innovadora “Out of the Closets: Voices of Gay Liberation”. Ésta fue seguida por “After You’re Out: Personal Experiences of Gay Men and Lesbian Women” y “Lavender Culture”. En junio de 1974 Young tradujo para el número especial de Fag Rag-Gay Sunshine, el artículo “Masacran Homosexuales en Chile” (al que tituló "Viva Lola Viva Allende"), publicado originalmente en el boletín Somos nro. 2, del Frente de Liberación Homosexual de Argentina. En diciembre de 1974, en Somos nro. 5, se publicó su artículo “Más de Cuba. Algunas de las razones por las que no nos callaremos”.
Junto a Karla Jay también compiló y distribuyó una encuesta que llegó a miles de gays y lesbianas, cuyos resultados fueron publicados en "The Gay Report" en 1979. Entrevistó al reconocido poeta gay Allen Ginsberg para Gay Sunshine, y esa entrevista se publicó en un libro y traducida a varios idiomas. Escribió "Gays Under the Cuban Revolution", del cual exiliados cubanos publicaron una versión en castellano en España en 1984.
[1] Había estado viviendo con heterosexuales de la Nueva Izquierda que admiraban la Revolución Cubana, pero cuando viajé a Cuba en 1969 como invitado del gobierno cubano, tomé conocimiento de la cruel persecución del régimen contra los homosexuales. Desilusionado y traumatizado, rompí vínculo con muchos izquierdistas que seguían admirando a Cuba y aceptaban alegremente el eslogan propagandístico de los fidelistas de que esa isla era el "primer territorio libre de las Américas".
[2] La 17th Street Collective estaba compuesta por Bob Bland, Jim Fouratt, Guy Nassberg, Ken Lundgren, Jesse Fallon, Giles Kotcher, Carl R. Miller, Ron Auerbacher, y yo.
[3] El nombre Gay Flames fue perfecto en muchos niveles, y no estoy seguro de que la traducción al español funcione tan bien como lo hacía en inglés.
[4] Algunos de esos artículos, dos años después, formaron parte de la primera antología que coedité junto a Karla Jay, titulada "Out of the Closets: Voices of Gay Liberation”.
Traducción de César Villamil.
Investigación de archivo: Juan Queiroz.
Moléculas Malucas agradece a Allen Young, César Villamil y a Meredith Mann, de la División de Manuscritos y Archivos de la New York Public Library. Astor, Lenox, and Tilden Foundations.
Las tapas de Gay Flames en los ejemplares existentes en la División de Manuscritos y Archivos de la New York Public Library, Nueva York.
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Cómo citar este artículo:
Young, Allen. "Gay Flames. Maricas en llamas en una publicación pionera".
Junio de 2020.
Traducción de César Villamil.
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