En este artículo el actor, performer y realizador cinematográfico Peter Pank narra para Moléculas Malucas su experiencia en 1988 con la edición de FREAK, un fanzine queer kistch cuyo origen está ligado al Parakultural y al Bela Lugosi Club, el mítico cineclub de películas de terror, monstruos y vampiros que fundó Moira Soto junto a un grupo de periodistas en 1971. FREAK editó dos números pero llegó a publicar solamente uno. Hoy Moléculas Malucas ofrece junto a este artículo sus dos números completos.
Por Peter Pank*
Entre los años 1988 y 1989 publiqué FREAK, un fanzine con una mirada queer (término que no se usaba en ese momento) que fue también una celebración de lo camp y reivindicatorio de lo que comúnmente se consideraba de mal gusto o por fuera de la moda hegemónica. En FREAK nos reíamos de los mass media, y adorábamos lo que la sociedad consumía y descartaba, todo aquello que era señalado como vulgar o temido por ser un tabú. En esa época me había descubierto a mí mismx, abrazando toda mi disidencia en el paso de la adolescencia a mi primera juventud. Todavía era Peter Punk con “u”, pero al poco tiempo decidí cambiarla por "Pank", que sigo usando hasta el presente. La contracultura punk argentina de esos años de la primavera democrática era la que me había visto crecer, y yo traía conmigo el emblema de “Hacelo vos mismo, sé vos mismo”.
Me gustaba leer y comprar publicaciones autogestionadas (que se vendían en los puestos de Parque Centenario y Parque Rivadavia y en un kiosco de revistas en Corrientes y Callao), que mostraban una visión del mundo que no se leía en las revistas de tirada comercial (con la excepción del “revoltoso pasquín” Cerdos y Peces de Enrique Symms). Los fanzines que yo leía, o que de alguna manera me llegaban, eran fundamentalmente de cómics, de bandas under, de clubs de fans, de poesía, de anarquismo o de desobediencia. Pero yo quería mostrar algo distinto. Quería hacer un fanzine más Pop Art, con collages de fotos de revistas viejas; quería rescatar a los ídolos populares de los años 60 y 70, escribir artículos o dibujar cómics de temas que me divertían sin ninguna intención en particular, tan solo como un hecho artístico del mal gusto, para poder disfrutar con los sentidos, pero ante todo, para mostrar que eso estaba ahí y que para mí era hermoso.
El origen de FREAK está ligado a mis primeras noches en el Parakultural, como un asiduo espectador de la efervescencia que ahí se vivía. Pero fundamentalmente su semilla está en las funciones de trasnoche del mítico Bela Lugosi Club, el cineclub de fanáticos de las películas de terror, monstruos y vampiros, que habían fundado Moira Soto y un grupo de periodistas en 1971. Fue el primer ciclo dedicado a reivindicar un género cinematográfico condenado a los márgenes de la clase B, y no considerado “culto” o “intelectual”. Estxs periodistas asistían a las funciones enmascaradxs, ocultando su identidad. Las proyecciones duraron hasta 1972, año en que se desvaneció en las sombras. Pero en 1987 Moira Soto decide refundar el Bela Lugosi Club, con funciones los viernes a la medianoche, en la sala “D” (de Drácula) del Centro Cultural San Martín. En aquellas proyecciones conocí a otros fanáticos del cine de terror, que se divertían tanto como yo, con fantasmas, momias y lobizones. Preferíamos la sobreactuación camp de Lugosi en Drácula a la película ganadora en cualquier prestigioso festival.
Una noche, durante el preestreno “solo para socios” de Vamp, esa truculenta comedia adolescente ochentera con una Grace Jones como sexy vampira, el muchacho que estaba sentado en la butaca contigua a la mía me empezó a hablar. Nos reímos de la película y pegamos buena onda. Se llamaba A. Era alto, mayor que yo (tendría unos 25 años, más o menos, pero ya estaba perdiendo el cabello), trabajaba en el Museo del Cine y sabía un montón de películas, directores y divas de la pantalla. Él me presentó a Diego, un adolescente de 17 años que se hacía llamar Jack, (por Jack Nicholson) y que todavía iba al secundario y escribía cuentos de terror inspirados en Stephen King. Nos hicimos amigos. Jack vivía en Caballito, al igual que yo, y una medianoche, después de la proyección del Bela Lugosi Club, nos invitó a A y a mí a “seguirla” en un altillo que tenía sobre el baño en la casa de sus padres. El lugar estaba tan aislado del resto de la casa que podíamos charlar y escuchar música sin miedo de despertar a nadie. Ese altillo fue una revelación. Su padre guardaba ahí una gran cantidad de revistas antiguas de los años 60 y 70, muchas de cine o de espectáculos, viejos discos de vinilo, un tocadiscos y un mini televisor en blanco y negro. Fue el paraíso. Nuestro lugar en el Mundo. No podíamos parar de flashear y de reírnos, al mirar esas publicaciones y publicidades del pasado, mientras escuchábamos a Palito Ortega en el Wincofon. Bautizamos nuestro refugio como La Cueva Pop, y, como acto inaugural, pegamos en la puerta de entrada un enorme póster de Susana Giménez en su tórrido romance con Carlos Monzón, allá por 1975.
La semana siguiente A no vino. Nos juntamos Jack y yo solos y de esa forma surgió la idea de hacer un fanzine, utilizando las revistas y discos que estaban en la Cueva Pop. Entre ellos encontramos una enciclopedia que traía las definiciones y diferencias entre el kitsch y el camp y que decía: “Dentro de la cultura Pop, producto de nuestra sociedad de consumo, se incluyen una variedad de categorías estéticas entre las cuales hemos de destacar los términos 'camp' y 'kitsch'. Ambos nos sugieren la imagen de un pasado reciente. Buscamos lo camp y lo kitsch en los desvanes de nuestros abuelos. Pero si el camp es algo que se consideró como bueno en una época determinada, lo kitsch, en cambio, es algo que siempre se ha considerado malo”. Era toda una declaración de principios, y la fotocopia de ese texto fue la primera página de nuestro fanzine, al que le pusimos "FREAK", en alusión directa al film de Tod Browning, de 1932. Y nuestra “editorial” se llamó “Los herederos de Ortega”, por los discos de Palito que escuchábamos en el Wincofon.
Cuando a la semana siguiente A me invitó a su casa a merendar, se interesó en saber qué había hecho yo toda la noche con Jack. Le conté de nuestro proyecto fanzinero pero sin creerme empezó a insinuar que había pasado “algo más”. Se lo negué, pero él insistió. Enseguida me dijo que él era bisexual. Le dije que yo también, y así, de una, tuvimos sexo. A era aficionado a la fotografía y me propuso ir a la próxima reunión con su cámara réflex para tomarnos fotos a Jack y a mí mientras hacíamos la revista. Como nos quedábamos recortando, pegando, escribiendo a máquina o dibujando toda la noche, A vendría al día siguiente temprano, antes de ir a su trabajo. Pero la noche anterior yo había ido a Cemento y la policía me llevó detenido. Eran momentos en los que todavía sobrevivían los edictos policiales de la dictadura cívico militar con los cuales la policía, si no le gustaba tu aspecto, podía detenerte por “averiguación de antecedentes”. Mi look era dark, muy influenciado por Robert Smith o Peter Murphy. Usaba el pelo parado como una palmera, cadenas, gillettes y crucifijos colgando de la ropa negra, delineador negro y los labios pintados de rojo. Pasé casi un día entero en un calabozo hediondo de la comisaría 4° junto a borrachos y a un raterito de poca monta que me convidaba cigarrillos y me abrazaba “para que no tuviera frío”. Cuando recuperé mi libertad, a la mañana siguiente, fui directo a la casa de Jack. A ya había llegado para hacer las fotos y estaban preocupados por mí. Pero a pesar de la noche que yo había pasado, las fotos salieron buenísimas. ¡Ah! El dulce pájaro de la juventud, que me permitía estar impecable a pesar de haber pasado un día en un calabozo mugriento y sin dormir.
Con Jack seguimos muy enganchados con la idea de sacar FREAK. Su hermano mayor trabajaba en un lugar con acceso a una fotocopiadora y eso sirvió para que pudiésemos sacar copias gratis a escondidas. Nos quedábamos toda la noche trabajando en la revista. Al amanecer, yo me iba a dormir a mi casa y Jack se iba desvelado al colegio secundario. Así creamos el número 1 de FREAK, con notas sobre nuestro ídolo pop Andy Warhol, poesía cursi sacada de tarjetas antiguas, publicidades camp, collages con fotos de artistas pasados de moda, notas sobre los grandes valores kitsch de los arbolitos de Navidad, Disneylandia y el cine de terror de Darío Argento y Lucio Fulci, y unas adaptaciones a cómics de dos canciones: Chiquitita de ABBA, dibujada por Jack, y Muchacho de Blue Jeans de Tormenta, dibujada por mí. Para la portada, usamos la tradicional foto de “los personajes del año” de la revista Gente, y les tapamos las caras con fotos de zombies o monstruos recortadas de un ejemplar de la revista Fangoria. Solo quedaban mostrando sus verdaderos rostros Nélida Lobato, Andrea del Boca y Ricardo Darín, todxs rodeados por freaks. El primer número estuvo listo para el otoño de 1988, con precio de tapa de 1,99 australes.
Hicimos alrededor de cien ejemplares, tal vez un poco más, ya que el hermano de Jack nos traía más fotocopias del trabajo cuando podía hacerlas. La distribuimos en los puestos que conocíamos del Parque Rivadavia y del Parque Centenario. También nos la tomó el kiosquero del puesto de Corrientes y Callao, que era un hombre gay con muy buena onda que siempre me saludaba y me vendía todos los fanzines que distribuía. Pero la mayor cantidad de números los vendí yo en el Parakultural, en Cemento y en el Bela Lugosi Club (que para ese momento ya se hacía en el Cine Arte de Diagonal Norte). Yo me movía en dos noches distintas pero que se tocaban entre sí, por un lado estaba en toda la movida underground y por otro lado iba a lugares LGBT, como Área, Confusión, Incógnito, El Patio y 1872. El día de la gran razia policial en Área, que comenté en el testimonio que escribí para el artículo en Moléculas Malucas sobre esa discoteca, fui uno de lxs primerxs que llevaron detenido. Como conté, yo estaba acostumbrado a que me detuvieran seguido por mi aspecto o por frecuentar lugares “non sanctos”. Esa noche la División Moralidad nos llevó detenidxs al destacamento policial ubicado en Puerto Madero. Éramos tantas las locas y las tortas que no alcanzaban los calabozos y tuvieron que llevarnos a todxs a un patio enorme. No nos sacaron nuestras pertenencias, y como yo tenía la mochila llena de números de FREAK, empecé a vendérselas a mis compañerxs de ese cautiverio inesperado. Eso me sirvió para hacer nuevxs amigxs, entre lxs que estaba Pablx Costa Wegsman con quien nos hicimos tan íntimas que, junto a otros punkies y modernxs, terminamos alquilando un departamento en Pompeya para ir a vivir todxs juntxs. Con A dejamos de vernos. Tuvimos sexo una vez más, pero él estaba muy celoso de mi relación con Jack. Flasheaba con algo que no existía. Al poco tiempo Jack se puso de novio con Vony, la bajista de la banda dark La Última Misa (Leo, el cantante vivía con nosotrxs y ensayaba en casa), y empezamos a vernos menos.
FREAK había tenido un moderado éxito. Sobre todo porque era un fanzine muy diferente a todos los demás. Vendimos todos los ejemplares que hicimos, y la gente me hacía comentarios divertidos y me pedía que publicara un segundo número. Jack ya había terminado el secundario y estaba en pleno noviazgo, totalmente en otro rollo. Ya ni siquiera compartíamos la Cueva Pop. Decidí entonces hacer el número 2 por mi cuenta, y me traje del altillo algunas de las revistas y el emblemático póster de Susana Giménez y Monzón. Empecé a escribir una nota sobre Andrea del Boca, la niña prodigio que vendió su alma a la TV, basándome en un análisis de sus telenovelas que había hecho Umberto Eco.
En esos días conocí a un nuevo amigo de la edad de Jack: Sebastián, que estaba terminando la escuela y no asumía su homosexualidad, pero tenía una mirada camp y queer, muy parecida a la mía. Con él nos propusimos sacar el número 2 de FREAK. Él tipeó a máquina en su casa la nota de Andrea del Boca, y juntos armamos las tapas y un par de collages. El primero era sobre “pornografía” e incluía un flyer del cine condicionado de Constitución y un volante de la CHA (Comunidad Homosexual Argentina) sobre prevención del sida. El otro era sobre objetos iconográficos kitsch (enanitos de jardín, adornos de caracoles, y virgencitas que cambiaban de color de acuerdo al clima), pero nunca pudimos terminar el resto de los artículos. Ese segundo número quedó incompleto, sin editar ni distribuir. Conservo los originales y unas primeras fotocopias de prueba. Los originales del número 1 se perdieron o quedaron en la Cueva Pop, solo guardé un ejemplar.
Me resulta extraño analizar FREAK en 2021. Creo que estaba ligado a una sensibilidad camp que empezó a florecer poco tiempo después en el Bar Bolivia, de Sergio De Loof, y todas esas movidas, pero nunca llegó a tener esa repercusión ni ese lugar de culto. FREAK era posmoderno antes de la posmodernidad, con su arte imperfecto, monstruoso y disidente, lleno de alusiones a un pasado cercano, mucho más inocente y romántico, anterior a la dictadura cívico militar y los desaparecidos, cuando todxs soñaban con un futuro brillante donde podrían ser famosos al menos por 15 minutos.
*Actor, performer, director, profesor de teatro, realizador cinematográfico, cantante y escritor. Dirigió los cortometrajes “Naturaleza Muerta” (1989), “Qué hacés esta noche?” (1990), “Batato/14 pavos reales” (1992) y codirigió junto a Goyo Anchou el largometraje documental “La peli de Batato” (2011), sobre el icono underground Batato Barea. Dirigió las obras “Los poseídos entre lilas de Alejandra Pizarnik” (2000/2001), “La última nieve” sobre textos de Sylvia Plath (2002), “Kabaret Elektro Pank” sobre textos de Vera Váldor (2005 y 2019) y, junto a Gaby Berardi, “Las sangrientas hijas del Dr. Lecter” (1996/1997) y “¡Muere, perra, muere! (1998). Sus últimos trabajos como director fueron los unipersonales “Gracias por el después” (2013), “1990 Noches” (2014-2019) y “Cristal (Estallado)” (2019). Vuelve a actuar en 2016 en “Plagamante” de Charlee Espinosa.
En 2011 publicó su primer libro “Está en la sangre (crónicas de Richard Trenton Chase, el vampiro de Sacramento)” por Tocadesata Ediciones. En 2017 edita su primera novela “Tarzán Boy” por la editorial Milena Caserola, y en 2019 la novela corta “Por favor, no escuches el CD” (Editorial Saraza).
Al frente de su banda electro-teatral “Peter Pank & los chicos perdidos” grabó tres E.P.: “Electro-Pank” (2008), “No soy tu novio” (2012) y “Androginia Perfecta” (2017). Editaron dos álbumes: “Demolición” (2014) y “Neverland Bizarro” (2016). Durante los meses de cuarentena del 2020, escribió la letra de la canción "En busca del tiempo perdido" con música y producción de Juampi Malvasio, un tema que captura las sensaciones de estos momentos pandémicos, con un sonido post-punk electrónico, entre la nostalgia del pasado y un presente incierto.
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Cómo citar este trabajo:
Pank, Peter. FREAK. El primer fanzine kistch argentino
Moléculas Malucas, mayo de 2021.
https://www.moleculasmalucas.com/post/freak
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