La Primera Reunión Lésbico Homosexual de América del Sur
En este artículo Fernanda Carvajal traza por primera vez la intensa historia de la Primera Reunión Lésbico Homosexual de América del Sur -que tuvo lugar en 1992 en el Canelo de Nos en Chile- en un momento de frontera entre un tiempo de autonomía-relativa, semi-clandestinidad e inorganicidad y un tiempo de institucionalización del movimiento LGTB, que comenzó a consolidarse en la década de los noventa. Las actas de la reunión permiten advertir que antes que la lucha por derechos civiles como el matrimonio que marcarían más tarde la agenda, antes que las políticas en torno al VIH-sida que resultaban álgidas en ese momento, el foco de las discusiones fue cómo enfrentar la represión y cómo accionar políticas de visibilidad que permitieran desclandestinizar la vida. El texto aborda los encuentros y desencuentros, los roces y desvíos que atravesaron ese momento, en el que comenzaban a modelarse las formas de trazar alianzas y hacer política LGTB a escala supra-nacional.
Por Fernanda Carvajal*
Los relatos sobre la Primera Reunión Lésbico Homosexual de América del Sur -que tuvo lugar entre el 24 y el 28 de noviembre de 1992 en el Canelo de Nos en Chile- llegaron a mí por primera vez en medio de conversaciones con activistas homosexuales y lesbianas sobre el vínculo que tuvieron a inicios de los años noventa con Pedro Lemebel y Francisco Casas, los integrantes del colectivo artístico Yeguas del Apocalipsis. Las Yeguas del Apocalipsis nunca han entrado del todo a las categorías del activismo LGTB porque su gesto, se dice, era cultural. Sin embargo, se involucraron con los modos de desobedecer, de trazar alianzas y de disputar espacios que ensayaban grupos homosexuales y lésbicos en un tiempo marcado por la expansión del VIH, la vigencia de leyes que criminalizaban a las desobediencias sexo-genéricas y los amarres autoritarios que sellaron la “transición” democrática chilena [1]. Fue justamente esa infiltración artística en la historia del activismo LGTB, la puerta de entrada, el anzuelo que despertó la curiosidad y el interés por hacer un poco más nítida la imagen de esa Primera Reunión Lésbico Homosexual de América del Sur, que aparecía en los relatos como un hito borroso y suelto, como una pieza discontinuada o descatalogada que parecía no tener mucho que decir a las narrativas políticas del movimiento LGTB regional, y a la vez estaba envuelta en un aura de misterio, ya que su organización había sido impulsada por los cuáqueros.
Tramas del movimiento regional
Las agrupaciones lésbico-homosexuales de América Latina se las rebuscaron desde un primer momento para trazar redes de contactos y comunicación que traspasaron las fronteras nacionales. Es cosa de recordar el boletín Somos del Frente de Liberación Homosexual argentino, donde esa trama podía percibirse en la convivencia del relato de la travesti uruguaya Lola Puñales, brutalmente acribillada luego del Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 en Chile, junto a notas sobre homosexualidad en Cuba y México, o una carta del National Gay Task Force. Es recordar que SOMOS, fue el nombre del grupo lésbico-homosexual conformado en 1978 en Brasil a modo de cita-homenaje del FLH argentino, uno de los efectos sísmicos provocados por el exilio sexual de Néstor Perlongher en Brasil.
Durante la década del 80, a pesar de las dictaduras y procesos de guerra interna que expusieron a la militancia lésbico-homosexual a intermitencias, interrupciones y recambios generacionales, las agrupaciones mantuvieron este tipo de redes informales por medio de cartas, boletines y revistas enviados a través del correo postal, de exilios sexuales o de viajes para visitar a amantes, que fueron conformando una trama de vínculos eróticos y políticos en diferentes puntos del continente.
Junto a las redes informales, en esos años se fueron creando instancias de articulación más formalizadas que comenzaron a modelar las relaciones internacionales entre grupos. El movimiento lésbico fue en este sentido precursor en el salto a la escala regional. Su articulación latinoamericana se produjo bajo un doble influjo: el de los Encuentros Feministas Latinoamericanos (que tuvieron su primera versión en 1981 en Colombia y desde entonces comenzaron a realizarse bianualmente), y el de las Instituciones lésbico-homosexuales internacionales como la ILIS (Sistema de información lésbica internacional) y la ILGA (International Lesbian Gay Association). Fue a partir de estas dos instancias que surgió el Encuentro Lésbico Feminista Latinoamericano y del Caribe que tuvo su primera versión en 1987. La matriz político-feminista que fue asumiendo el activismo lésbico generó tensiones con el feminismo heterosexual y choques con las estructuras patriarcales al interior de agrupaciones mixtas- como sucedió por ejemplo en Brasil cuando el Grupo de Acción Lésbica Feminista (GALF), se separó del grupo SOMOS-. Y paralelamente, fue engrosando la línea separatista del activismo lésbico latinoamericano.
Otra línea de bifurcación que atravesó el movimiento fue la llegada del VIH-sida que produjo un parteaguas entre los grupos homosexuales que no querían asumir una política en torno al virus porque sostenían que reforzaba el prejuicio contra la homosexualidad, y el surgimiento de nuevos grupos que comenzaron a orientarse hacia políticas de prevención. Éstos últimos comenzaron a tener un primer vínculo con organismos de cooperación internacional conformándose como ONGs.
Sin embargo, hasta ahora, no hay antecedentes de reuniones entre los grupos homosexuales del Cono Sur previos a la Reunión del Canelo de Nos. El primer evento lésbico-homosexual internacional en América Latina podría datarse en 1991 cuando la ILGA realizó su XIII reunión anual en México, aunque los grupos que asistieron eran mayoritariamente euro-norteamericanxs. Esta reunión dio lugar a una secretaría de la ILGA en México, que junto con el nombramiento de la activista lesbo-feminista peruana Rebeca Sevilla como secretaria de la ILGA europea, pueden considerarse antecedentes de la ILGA regional que se creó en 1997. La ILGA generaba resistencia en algunas agrupaciones y era vista como un “organismo primermundista cuyos principales intereses no estaban precisamente en el tercer mundo”, “sino en la interlocución con los organismos supranacionales” [2]. Otros encuentros del movimiento lésbico y homosexual tuvieron lugar a partir de la segunda mitad de los años 90 [3].
Mientras que a escala nacional-urbana en cada país surgían alianzas inorgánicas y desordenadas entre un plural de minorías sexo-genéricas -travestis, transexuales, trabajadoras sexuales, punks, bisexuales, homosexuales y lesbianas- que comenzaban a tomarse espacios y ocupar la calle; a escala regional en el plano de las articulaciones internacionales los espacios de enunciación y representación eran ocupados principalmente por homosexuales y lesbianas.
La Primera Reunión Lésbico Homosexual ocurre, entonces, en un momento de frontera entre un tiempo de autonomía-relativa, semi-clandestinidad e inorganicidad y un tiempo de institucionalización del movimiento LGTB que comenzó a consolidarse en la década de los noventa. La Reunión en el Canelo de Nos, ocurre cuando no se habían conformado aún oficinas estatales (ni tampoco de oficinas de Naciones Unidas o de otros organismos supranacionales) dedicadas a la problemática LGTB; la afiliación de las agrupaciones del continente a la ILGA era aún muy menor, los financiamientos internacionales eran todavía esquivos, no había ocurrido aun la Conferencia de Beijing (1995) que partió el movimiento lésbico-feminista entre institucionales y autónomas y en la mayoría de los países, las masivas marchas del orgullo [4] todavía no se habían tomado las calles ni se instrumentalizaban como atractivo turístico.
Cuáqueros
No queremos estar en lo correcto ni ser corregidos. La política se propone volvernos mejores, pero nosotros ya somos mejores (…). Nos debemos a nosotros mismos falsificar esas instituciones, hacer de la política algo incorrecto, desmentir nuestra propia determinación. Nos debemos lo indeterminado.
Nos lo debemos todo.
Stefano Harney y Fred Moten
Las fotografías del encuentro muestran el salón principal donde tuvieron lugar las distintas sesiones e intercambios, con paneles llenos de panfletos, gráficas, banderines y lienzos de los distintos grupos lésbicos y homosexuales que llegaron al Canelo de Nos. Entre ellos el afiche donde se lee “Reflexión Lésbico Homosexual de América del Sur” junto a la estrella de ocho puntas de los cuáqueros, tradicionalmente roja y negra, que aparece aquí en tonos lilas y fucsias, dejando un rastro de triángulos rosas. La Reunión fue organizada y promovida por los cuáqueros, lo que impregnaba el ambiente de un aura de misterio. El interés de los cuáqueros por el activismo lésbico-homosexual de América Latina no parecía seguir la línea de lo anticipable, tenía algo de inesperado y contingente y le asignó un rasgo diferencial a este encuentro, al desmarcarlo tanto de la tradición de los Encuentros Internacionales Lésbicos y Feministas que se realizaban desde la década de los 80, como del influjo de la ILGA.
¿Cómo fue que el primer encuentro de lesbianas y homosexuales en América del Sur terminó siendo impulsado por los cuáqueros? Desde sus orígenes protestantes, los cuáqueros (o Sociedad Religiosa de los Amigos) se inspiran en el espíritu del cristianismo primitivo, comunitario y en los principios o testimonios Cuáqueros (integridad, unidad, igualdad, sencillez, pacifismo). Si bien en América Latina ha predominado la línea “programada” o cristo-céntrica (que fue la que desde fines del siglo XIX comenzó a enviar misioneros a África y a nuestro continente) ésta coexiste con una tradición no programada o “universalista” que puede admitir entre sus miembros personas de diferentes cultos religiosos (y se ha mantenido circunscrita al contexto anglosajón). Los cuáqueros trabajan sobre la idea de “comités de servicio” y se han constituido como un movimiento heterogéneo tensionado en su interior por sectores más conservadores y otros más progresistas, actuando a través de organizaciones civiles y organismos internacionales —como la Oficina Cuáquera ante Naciones Unidas (QUNO) que funciona desde 1923.
Como parte de su metodología interna, los cuáqueros practican una fuerte disciplina reflexiva en torno a la escucha, la espera y la práctica del silencio. Están dispuestos a sacrificar la ejecución rápida o eficiente de sus decisiones por la convicción que la posición minoritaria puede tener razones que deben ser escuchadas. Este principio que aplican al interior de su propia comunidad es correlativo al apoyo histórico a minorías oprimidas, que va desde su participación en el movimiento abolicionista de la esclavitud en Estados Unidos en el siglo XVII y XIX, o en el movimiento sufragista de comienzos del siglo XX, hasta la defensa de la causa Palestina. Su vínculo con las sexualidades disidentes se remite a 1963 cuando publicaron el libro Toward a Quaker view of sex, en apoyo a las luchas por la descriminalización de la homosexualidad en Inglaterra. Y en 1972, durante la Conferencia General Cuáquera de Estados Unidos, tuvo lugar la reunión de bisexuales autoconvocadxs que emitieron la “Declaración de Ithaca sobre bisexualidad”, considerada la primera declaración pública del movimiento bisexual norteamericano, impulsada en buena medida por Robert Martin (más tarde conocido como Donny The Punk), uno de sus más brillantes referentes que entrelazó la política bisexual con el activismo anticarcelario, las políticas del VIH y el movimiento punk [5].
En 1986, los cuáqueros comenzaron a desarrollar The Bridges Proyect (Proyecto Puentes), que comenzó como una publicación concebida como una guía de recursos de afirmación de los derechos lésbicos y homosexuales para adultos que trabajan con jóvenes. La primera edición en español de Puentes de Respeto se publicó en América Latina en 1989. Para comienzos de los años 90, The Bridges Proyect se concebía como un centro de intercambio de información para personas LGBT y sus organizaciones, una forma de fortalecer una línea de apoyo a sus derechos y reconocimiento, “colocando este trabajo en un contexto social y económico más amplio y vinculando esta lucha con otros movimientos por la justicia social” [6]. Aunque en ningún documento de la época se plantea explícitamente, es muy posible que la Reunión de Reflexión Lésbico Homosexual en América del Sur, se haya realizado en el marco del Proyecto Puentes. De hecho, la versión chilena del libro Puentes de Respeto recogió parte de la investigación previa a la reunión. Con todo, según los relatos, la pieza fundamental para que el encuentro se realizara en Chile, fueron las acciones de una pareja activistas homosexuales que integraban la comunidad cuáquera, el escritor uruguayo Álvaro Fernández Pagliano y el chileno Miguel Rubio (integrante de la Corporación Chilena de Prevención del SIDA).
Los cuáqueros se habían instalado en Chile dos meses antes del Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 como filial del American Friends Service Committee (AFSC) de Filadelfia, y a inicios de los años noventa, se habían constituido como Comité de Servicio Chileno Cuáquero (CSCH-C). A lo largo 20 años, habían sostenido un fuerte trabajo de apoyo al movimiento antidictatorial, sobre todo con mujeres y jóvenes de sectores populares. Según el reportaje de la Reunión publicado en la revista Punto Final, los cuáqueros estaban al tanto de la situación represiva que afectaba a lesbianas y homosexuales del continente a través de “denuncias sobre la violación de sus derechos humanos en Brasil, Ecuador y Colombia”, lo que había despertado “una real inquietud por conocer más profundamente dicha problemática, extendiendo la indagación al resto de los países latinoamericanos” [7].
En marzo de 1992 iniciaron una investigación que tenía dos objetivos: crear un directorio de grupos y organizaciones de homosexuales y lesbianas del continente, y elaborar un cuestionario que les permitiera recoger información de dichas agrupaciones. Solicitaron información a la oficina central de la ILGA en Bruselas y su secretaría latinoamericana en México, así como a Latino Network, una red de homosexuales y lesbianas latinxs con sede en San Francisco, logrando un registro de 60 grupos. Luego elaboraron un cuestionario para recabar información que permitiera “lograr una mayor comprensión sobre este sector oprimido y poder así, apoyarlo eficaz y oportunamente en su camino de liberación” [8]. Como señala una carta de Álvaro Fernández Pagliano al grupo Homosexuales Unidos de Uruguay, los cuáqueros resolvieron “realizar un encuentro de intercambio, reflexión y trabajo lésbico/homosexual, [porque fue] una de las necesidades más frecuentemente mencionadas por quienes respondieron nuestro cuestionario” [9]. La Primera Reunión lésbico-homosexual de América del Sur, se realizó con activistas de las 25 agrupaciones que contestaron el cuestionario enviado por el CSCH-C.
Preocupados por la paridad de género, los cuáqueros habían pedido a las organizaciones mixtas que enviaran dos representantes (uno de cada sexo) de modo que, en total, viajaron a Chile treinta y cuatro lesbianas y homosexuales de 23 agrupaciones. Si bien hubo una mayor representación de Argentina, Brasil y Chile también fueron activistas de Venezuela, Ecuador, Perú, Uruguay y Paraguay [10]. El cronograma del encuentro contemplaba reuniones por país, por sexo y por temas. Los cuáqueros habían trazado objetivos, que podrían sintetizarse como 1) favorecer el intercambio de experiencias e información para hacer un diagnóstico regional, 2) dar a conocer cómo funcionaba cada agrupación y 3) establecer estrategias de trabajo común a nivel local, nacional e internacional. A partir de estos puntos, los cuáqueros se proponían “elaborar un diagnóstico que les permitiera diseñar una estrategia de cooperación con la lucha por los derechos humanos de la población lésbico-homosexual en América del Sur” [11].
De cierta forma las preguntas del cuestionario de los cuáqueros, el modo en que sistematizaron la información recogida de los grupos, fue la base del diseño del encuentro, lo que delimitó el recorte y marco de lo posible. El impulso venía más de una relación de conocimiento del “otro”, bajo el semblante de la investigación participativa, que de las decisiones de las propias agrupaciones. Dicho de otro modo, las agrupaciones se tomaron un terreno de juego que venía ya delineado. Cuando la política institucional o la iglesia (que a veces son intercambiables) parecen saber lo que los otros necesitan, esos otros siempre quedan en una posición de insuficiencia. La curiosidad de los cuáqueros, su propósito de encauzar, apoyar, coordinar, no era ajena a las lógicas asimétricas que trabajan en los discursos de salvación-liberación, en la caridad que se ofrece al extraño y al desigual. Pero en una versión un poco más contracultural, enigmática y subterránea que las iglesias oficiales. Y tal vez, también una versión un poco menos programática y más amigada con lo incierto que las formas posteriores de asistencialismo estatal o el empoderamiento de los organismos internacionales.
El encuentro
Recuerdo como estaba pensado el lugar, que tenía mucho que ver con la época de Salvador Allende (...) llevaba a que estuvieras congregado todo el tiempo, la distribución de los lugares, las habitaciones donde dormíamos, te invitaba a estar tranquilo, reflexionando, porque no eran sólo las actividades que había planteado la organización, tenías tus momentos para comer con alguien, para tomar mate con alguien, para charlar con alguien recorriendo el lugar ¿no? y proponer cosas. La verdad es que estaba muy pensado, en concreto, para producir alianzas y para ver cómo nos planteábamos un movimiento latinoamericano. El chico de Amazonas, no recuerdo su nombre, pero desfilaba, a la mañana cuando lo veías pasar para el desayuno era un desfile su andar. En las noches bailábamos.
Entrevista a Mónica Santino
Al revisar los documentos de la Reunión en el Canelo de Nos, es posible percibir en distintos registros o frecuencias lo que produjo el encuentro. La línea de lo que estaba planificado, los debates y discusiones registrados en los plenarios, las agendas consensuadas y las descartadas, los acuerdos tomados. Pero también, lo no planificado, lo que sucedió en los tiempos muertos, en las charlas informales, al jugar futbol o bailar juntos, en el tiempo de la fiesta.
Uno de los rasgos de este encuentro fue, como señala Mónica Santino, esa suerte de espacialidad comunal-socialista del lugar escogido como sede. Durante los cinco días de la reunión, lesbianas y homosexuales compartieron el espacio con campesinxs que se habían convocado para intercambiar distintas técnicas de cultivo de la tierra. Ese cruce pudo ocurrir porque la sede que los cuáqueros eligieron fue el Canelo de Nos, un centro de encuentros conformado a inicios de los años 80 en San Bernardo a unos 30 kilómetros de Santiago, para apoyar a trabajadores rurales marginados del modelo de desarrollo neoliberal implementado por la dictadura, donde además de impulsar prácticas ecológicas y sustentables, confluían espacios pedagógicos de educación popular, actividades culturales y medios de comunicación alternativos (una revista, una radio y un canal de televisión local). Al tener lugar en un espacio rural, rodeado de montañas, por donde corría un riachuelo marrón y en el que se dejaba crecer la maleza, la Reunión adquirió cierta reserva, cierto aire de retiro.
Entre las imágenes del encuentro hay una serie de tres fotos en blanco y negro, en las que se ve a varias personas con máscaras hechas con hojas blancas de papel y agujeros de distintos tamaños, que tratan de interactuar de pie en el salón principal, o posan y se abrazan ante la cámara sentados en pequeños grupos. Las máscaras de papel le dan a esas escenas un aire extraño, entre el humor, lo lúdico y lo fantasmal. Posiblemente se trata de una actividad de entrada para romper el hielo. Pero recuerda que las máscaras todavía eran usadas por algunxs activistas en acciones callejeras para no ser reconocidxs y evitar violencias laborales o familiares. Para algunxs aún era necesario ocultarse para visibilizarse políticamente. Como recuerda Mónica Santino, “esas máscaras eran las que nos habían impuesto. Esa actividad tenía como objetivo entender o tomar conciencia cabal de la herramienta fundamental que era y es la visibilidad en términos políticos”. A la vez, las fotografías invocan algo de lo fantasmal, de lo espectral, del anudamiento entre duelo y política que marca la militancia LGTB.
Al leer las actas de la reunión, queda claro que antes que la lucha por derechos civiles como el matrimonio que marcarían más tarde la agenda, antes que las políticas en torno al VIH-sida que resultaban álgidas en ese momento, el foco de las discusiones fue cómo enfrentar la represión y cómo accionar políticas de visibilidad que permitieran desclandestinizar la vida. La palabra que más se reitera en las actas, es sin duda la palabra violencia. En efecto, los relatos orales coinciden en remarcar el impacto que significó escuchar de primera mano, en cuerpo presente, las formas de daño hacia las vidas lgtb que se expandían en los distintos países del continente. El impacto de darse cuenta que lo que ocurre en otro territorio, afecta, remece, un pasado y un futuro común. En un tiempo de circulación restringida de la información, encontrarse permitió a los activistas tener una mirada panorámica que no habían tenido con tanta claridad antes, permitiéndoles reencuadrar las experiencias locales en un diagrama mucho mayor de violencia y criminalización. Las actas ya consignaban un tiempo neoliberal de “banalización de la vida” y señalaban que “en un contexto en que la vida vale poco, la vida de homosexuales y lesbianas vale mucho menos” [12]. Hablar de políticas de visibilidad era hablar también de políticas de enunciación, de la necesidad de pronunciar y no silenciar esas muertes, en tanto “callar un cuerpo asesinado de alguna forma es hacerlo desaparecer” [13].
Los países de la región estaban saliendo de procesos represivos, ya fuera por dictaduras o procesos de guerra interna, que convivieron o fueron la antesala para la implementación del neoliberalismo como modo de gobierno. Como señala Santino, quienes se encontraron en el Canelo de Nos, “habían conformado sus agrupaciones en un recorrido que había implicado estar en pie de lucha por largo tiempo, enfrentando poderes y peligros que tenían que ver con la policía, con las detenciones arbitrarias, con ataques de grupos civiles”. Ese “largo tiempo” marca la espectralidad y el duelo por un daño histórico de más largo alcance, pues más allá de un período dictatorial-represivo o de la posterior violencia de las democracias neoliberales, durante toda la historia del Estado Nación, las disidencias sexo-genéricas habían (y han) sido parte de esa comunidad indeseada sobre la que una violencia estatal dosificada, pero continua, puede ejercitarse en nombre de la preservación de una humanidad con mayúscula.
Lo que muestran claramente las discusiones y conclusiones de la Reunión, es la agenda que comenzaba a delinearse: la despenalización de la homosexualidad en los países donde seguía siendo criminalizada y la necesidad de dotarse de herramientas legales a nivel nacional e internacional que permitieran desclandestinizar la vida y luchar contra la violencia policial y parapolicial.
Esta agenda se trasluce en los acuerdos finales de la Reunión: la redacción del Manifiesto del Canelo de Nos, que planteaba la derogación de las leyes que penalizaban la homosexualidad en Ecuador y en Chile, el diseño de una campaña continental contra la lesbo-homofobia Felipa de Souza (en honor a una mujer lesbiana víctima de la inquisición en el Brasil colonial) que fue programada para el 30 de septiembre de 1993 y el apoyo regional a la solicitud para incluir la orientación sexual como uno de los puntos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de Naciones Unidas (que iba a ser revisada en Viena durante 1993) como una forma de exigir a los países miembros que protejan los derechos de homosexuales y lesbianas. El terreno de lo jurídico y la apertura de la vía macropolítica del activismo internacional de derechos humanos (antes que la acción directa o las batallas culturales) comenzaban a aparecer como territorios privilegiados de lucha. Se trataba de una agenda a la que todavía había que darle forma y para ello se esbozaron algunas estrategias como las alianzas con otros movimientos y “capitalizar los espacios internacionales para dar curso a las agendas que se han ido acordando en el presente encuentro” [14].
Aunque la idea de interseccionalidad política no era todavía nombrada en esos términos, los plenarios de la Reunión planteaban la necesidad de establecer formas de solidaridad con otros movimientos de minorías y “constituir alianza con organizaciones de derechos humanos y ONGs, sin perder la especificidad como movimiento de liberación” [15]. Sin embargo el territorio de articulación no estaba dado, era un proceso en construcción. Como señala una de las notas de prensa que cubrió la reunión, se trataba de un momento de hostilidad política en el que “incluso los organismos de derechos humanos evitan abordar la defensa de los derechos civiles de homosexuales y lesbianas” [16].
A comienzos de los años 90, decir derechos humanos en el Cono Sur, era hablar de agrupaciones de familiares de detenidos desaparecidos o expresos políticos, que apelaron a los derechos humanos y a compromisos internacionales para exigir justicia frente formas sistemáticas de asesinatos, desapariciones forzadas y delitos económicos perpetrados con la complicidad del Estado. Abrir un terreno común de lucha entre estas agrupaciones de derechos humanos y los primeros colectivos lésbicos y homosexuales no fue fácil ni rápido. Muchas de las agrupaciones lésbico-homosexuales apoyaban a los movimientos antidictatoriales, sin embargo, éstos estaban fuertemente atravesados, como el resto de la sociedad mayoritaria, por una matriz cis-heterosexual que tomó tiempo desarmar. Lo cierto es que el punto de intersección y de transversalidad con las organizaciones de derechos humanos vino a través de la lucha antirrepresiva, antes que por la demanda de derechos civiles.
En relación con la internacionalización del movimiento lésbico-homosexual y su representación en eventos regionales o multilaterales, es posible plantear que la Reunión en el Canelo de Nos preparó el terreno para el ingreso masivo de los grupos de la región a la ILGA. Las actas de las plenarias conclusivas planteaban “preparar un paquete continental de afiliación a diversos organismos, en particular a la ILGA" [17]. Seguramente la presencia de la activista lesbiana del MOHL peruano, Rebeca Sevilla, fue clave en este punto. Si a fines de 1992 casi ninguno de los grupos que se encontraron en el Canelo de Nos se había incorporado aún a la ILGA, para 1994 cuando ésta celebró su XVI reunión en Nueva York en simultáneo a los 25 años de Stonewall, se habían afiliado gran parte de las agrupaciones de la región.
La internacionalización estaba también estrechamente ligada a las formas de comunicación y financiamiento, que de alguna manera eran condición para el salto de escala macropolítico del movimiento. Sostener la comunicación entre las agrupaciones tenía un valor político, pero también económico, que no todas podían garantizar. Fue en el Canelo de Nos que apareció por primera vez -al menos en el recuerdo de varixs de los activistas- la posibilidad enviar “cartas por computadora” y de “establecer redes de comunicación electrónicas” [18] como canal alternativo y estratégico para la conformación de un movimiento regional. Varios relatos recuerdan que, en tiempos en que tener un computador personal parecía una imagen futurista, fue la activista lesbiana ecuatoriana Irene León la que planteó la necesidad de introducirse rápidamente y sin miedo en las tecnologías informáticas como condición de accesibilidad, circulación de información y articulación internacional. Por otra parte, en el Canelo de Nos comenzaron a socializarse fuentes de financiamiento políticamente aceptables para los grupos, que era un tipo de saber que circulaba de manera muy desigual en los diferentes contextos. Como cuenta Alejandra Sarda, fue ahí que escucharon por primera vez de la existencia de los fondos de mujeres como Mama Cash o la Global found for women, que eran fondos feministas que empezaron apoyar reuniones, encuentros, o la compra de equipamiento, como computadores. Comenzó a aparecer la idea de elaborar un directorio de agencias o fundaciones dispuestas a colaborar con la lucha de las minorías sexuales y presentar propuestas articuladas a nivel regional.
Junto a la agenda que se dirigía hacia la política internacional de derechos humanos, terreno estratégico que, sin embargo, continúa siendo parte de ordenamiento hegemónico-imperial, es posible también identificar algunas voces menores que se deslizan entre líneas en las actas del encuentro. Pronunciamientos que obligan a la macropolítica a hundir los pies en el barro, en las formas de daño que infiltran en la experiencia y los vínculos cotidianos, ahí donde “la promulgación de una ley no resuelve el problema” [19]. Algunas voces plantearon que “faltó profundizar ideas para contrarrestar el discurso dominante” [20] que es también apuntar de alguna manera al fuera de marco, a explorar formas políticas ahí donde las estructuras comienzan a deshacerse. Otras voces también interrumpieron las proyecciones lineales hacia el futuro, apelando a los deseos de “recuperar la memoria homosexual y lésbica de América Latina” [21] o quebraron la autoreferencialidad de homosexuales y lesbianas pronunciándose sobre las ausencias y exclusiones, manifestando la necesidad de “incluir dentro de las organizaciones la presencia activa de sectores que sufren doble o triple discriminación, específicamente transexuales, travestis, negros e indígenas” [22].
En efecto, al volver a leer el repertorio de los hechos de violencia denunciados por los distintos grupos en la Reunión, es posible notar reiteraciones -las agresiones contra travestis, aparece una y otra vez aunque las voces travestis no estuvieron presentes en los discursos y registros del encuentro-. También se sostenían ciertos silencios, por ejemplo, sobre las formas de daño que afectaban a lesbianas, o bisexuales [23], lo que obligaba a remirar el límite entre el adentro y el afuera, a reconocer que la violencia nunca es sólo aquella infligida desde el exterior.
Fueron las lesbianas las que comenzaban a desgranar una violencia que se introduce y puede activarse en cualquier momento en los lazos íntimos, en el roce social anónimo, en los engranajes institucionales. Varios de los colectivos de lesbianas que se encontraron en el Canelo de Nos pusieron en común debates que venían desarrollando desde su trabajo de apoyo de pares, sobre “formas de autocuidado” y “cuestionamiento de los modelos de sexualidad socialmente impuestos”. Había también una avidez enorme por saber e intercambiar referencias, lecturas [24] y traducciones, discusiones sobre monogamia y la “adicción afectiva”' [25] que producían los vínculos sexo-afectivos exclusivos, sobre la experimentación con formas no monogámicas, las prácticas sexuales y los debates no resueltos en torno al uso de juguetes sexuales [26]. En esos años algunos grupos habían empezado a abordar la cuestión de la violencia entre parejas de lesbianas, que muchas veces tenía efectos directos en las dinámicas grupales. Un tema que hacía mucho ruido en esa época, porque en algunos espacios todavía predominaba el axioma de que si la violencia es patriarcal no podía circular entre lesbianas. Por eso se hacía necesario hablar del modo en que “roles opresora/ oprimida” reingresaban al interior de los vínculos sexoafectivos y de las agrupaciones para combatir “relaciones autoritarias, buscando modelos alternativos, sin intentar imponer roles rígidos” [27].
Lo que estas discusiones permitían empezar a plantear es que las formas de daño también se infiltraban y resentían como violencia interpersonal, como estereotipos que creaban distancia o desconfianza, como silenciamiento de ciertas subjetividades. Así, la forma diferencial de visibilizar la violencia sobre algunos cuerpos, de aparecer en el discurso y tomar la voz pública, fue una de las puertas de entrada a las tensiones que se dieron entre lesbianas y homosexuales a lo largo del encuentro, en un momento en que, fuera de los grupos mixtos, las relaciones entre homosexuales y lesbianas, se habían enfriado al punto que eran “prácticamente inexistentes” [28]. En la Reunión las tensiones entre gays y lesbianas pasaron por diferentes puntos de conflicto: desde denunciar el uso sexista del lenguaje, la necesidad de nombrar a la identidad lésbica y no subsumirla en “homosexual”, el reforzamiento de estereotipos, la señalización de estructuras políticas patriarcales o el “caudillismo masculino” en algunos grupos, homosexuales planteando que las lesbianas se mantenían en el closet, lesbianas señalizando el lugar de privilegio de homosexuales.
Yeguas
Las Yeguas como eran bien estratégicas y locas, le dijeron al MOVILH que no iban a participar del encuentro en el Canelo de Nos y luego fueron igual, algo que puede ser leído como una estética travesti de la traición a la organización gay militante más formal, masculina y con un discurso de la verdad más estable.
Entrevista a Juan Pablo Sutherland
Y es que traicionar es difícil, traicionar es crear. Hay que perder la propia identidad, el rostro. Hay que desaparecer, devenir desconocido.
Gilles Deleuze
Como recuerda Juan Pablo Sutherland en la cita del epígrafe, hacia el interior del movimiento local, la Primera Reunión de lesbianas y homosexuales de América del Sur fue también el escenario de una treta que las Yeguas del Apocalipsis y Ayuquelén le jugaron al MOVILH (Movimiento de Integración y Liberación Homosexual, conformado en 1991). El MOVILH, que tenía a varios ex militantes del PC-chileno entre sus filas, veían con suspicacia la organización cuáquera del evento, pues les parecía “demasiado liberal y yankee” [29]. Y aunque habían contestado el cuestionario y habían participado de las discusiones previas, los integrantes del MOVILH se reunieron con las Yeguas del Apocalipsis y Ayuquelén en un bar para pactar que se bajarían del encuentro. Algunos señalan que la razón de peso era el énfasis que se había puesto en el VIH durante las discusiones de preparación de la reunión, ya que en sus inicios el MOVILH no quería mezclar sida y política porque consideraba que su conexión con la homosexualidad reforzaba un estigma (aunque el VIH finalmente resultó no ser un tema central de la Reunión). Lo cierto es que, inorgánicas, las Yeguas y Ayuquelén arruinaron la pequeña conspiración y se sumaron a las otras agrupaciones locales que fueron al Canelo de Nos dejando solo al MOVILH. No siempre es fácil traicionar para crear otra cosa, algo distinto de las fuerzas fijas que quieren retener o adherirse a lo establecido, algo diferente de las armaduras rígidas y de las heridas que esas armaduras buscan proteger. Lo cierto es que las Yeguas no habían sido convocadas por los cuáqueros, de modo que no sólo no le siguieron el juego al MOVILH, sino que llegaron sin haber sido invitadas. Como cuenta Andres Febbraio irrumpieron con esta cosa de “no estábamos convocados, pero nosotras insistimos y somos dos” [30].
Quisiera traer aquí una imagen, la del intruso- anfitrión, la del que no fue invitado pero da la bienvenida: Francisco Casas, uno de los integrantes del colectivo chileno Yeguas del Apocalipsis, con un turbante en la cabeza, sentado en el pasto con las piernas cruzadas con tres personas alrededor, pregunta en voz alta: “¿de dónde viene el deseo?”. La activista lesbiana argentina Mónica Santino cuenta que esa pregunta los recibió cuando llegaron al Canelo de Nos y recuerda “el tono de la pregunta, cómo la hacía, cómo lo escuchaban los demás”. Un tono provocador, algo escandaloso. Un tono, una pregunta, que cómo sucede cada vez que el deseo toca algo, buscaba incitar a la desestructuración. Quisiera retener este gesto, como un modo de ocupar un lugar de habla y a la vez, de hablar desde otro lugar, incluso ahí, en ese momento iniciático que constituyó la Reunión Lésbico Homosexual de América del Sur, en noviembre de 1992 en Chile.
Imagino también esa pregunta como una figura de hospitalidad/hostilidad: estar abiertx a la llegada del deseo como se puede estar abiertx a la llegada del otro. Tal vez hay un vínculo trágico y productivo entre intimidad y extrañamiento, entre cercanía y lejanía, que muestra la fragilidad de todo encuentro; que hace que, en cualquier momento un encuentro pueda pasar de la hospitalidad a la hostilidad.
La presencia de las Yeguas del Apocalipsis en la Reunión del Canelo de Nos, produce un movimiento de desidentificación, que deja ver que sus intervenciones no se circunscribieron sólo a las acciones artístico-culturales y que entablaron, a su modo, una relación con el movimiento homosexual local (y regional) de esos años. Los relatos cuentan que en las discusiones y talleres, Pedro Lemebel y Pancho Casas cuestionaban la visión y análisis que venían de algunas voces más oficiales, por ejemplo, algunxs militantes que eran miembros de ILGA o que integraban o habían integrado agrupaciones de la primera generación, como las GALF (Grupo de Acción Lésbica-Feminista) o el Grupo Gay da Bahia [31]. Andrés Febbraio recuerda: “ellos vinieron como para decir ‘aún hay que romper algo dentro de lo que vamos armando’ porque si no vamos a terminar replicando un discurso cerrado que excluye”.
Las fotografías del encuentro también muestran a Pedro Lemebel vestido de negro con su collar de gilettes y Francisco Casas con un vestido negro con un estampado de telas de araña blancas, junto a un monitor de televisión (donde posiblemente mostraron registros videográficos de algunas de sus acciones artísticas). Durante la entrevista con Susana Peña de Ayuquelén, al preguntarle si recordaba alguna anécdota de las Yeguas en el Canelo de Nos, contó: “la última noche los gays habían organizado una premiación y Pedro Lemebel en nombre de las Yeguas premió a una trans argentina por ‘el cuerpo más político’, regalándole su collar de afeitadoras desechables” [32]. Según los relatos, la participación de activistas en la reunión se había restringido a homosexuales y lesbianas. Mónica Santino, por ejemplo, nos había dicho: “por una cuestión medio careta y todavía no asumida por las lesbianas y gays que estábamos ahí, lo travesti era algo extraño de lo que no nos hacíamos cargo, y no lo podíamos incorporar; era algo que lo trajeron las Yeguas pero en clave de arte o de humor, pero no realmente dicho o puesto sobre la mesa” [33]. Al preguntarle por la anécdota de la coronación, Mónica recordó a Emanuelle. Emanuelle era militante de la CHA, tenía hijxs, trabajaba en la construcción y poco tiempo atrás, había iniciado su proceso de transición de género. No aparece en las fotos del avión donde se ve al grupo de activistas argentinxs que viajaron, porque llegó al encuentro unos días después. Viajó por su propio impulso, por sus propios medios a Chile. Un rastro del cruce entre Emanuelle y las Yeguas, quedó en una carta que posteriormente Lemebel y Casas le escribieron a Mónica, donde mandan saludos y reclaman no haber aparecido nombradas en el reportaje de la revista Confidencial: “También a Manuel (sic) dale cariños y que no trabaje tanto. Besos a la ‘Valquiria del Plata’, a las otras apenas un saludo, a la Jaúregui que siga viviendo a costa del judas trolo (…). Chica, dile a los que hacen la revista Confidencial que al menos nos nombren. Pareciera que no existiéramos. Hacenos justicia querida”.
Por un lado, esta historia muestra que las Yeguas tenían una posición de enunciación diferencial respecto a travestis y transexuales, que permanecieron silenciadxs, sin un lugar de habla en este episodio. A la vez, la desaparición de estas anécdotas “menores”, exhiben de qué modo “lesbiana” y “homosexual” marcaban los límites de lo visible y lo enunciable en ese momento. Podría pensarse la presencia trans desde la figura de la llegada, de quien llega sin previo aviso (arruinando todo cálculo), que estuvo presente aunque esa presencia haya permanecido en cierta forma tachada, omitida en las notas de prensa, el libro, las fotografías, en las rememoraciones de ese encuentro. Esa llegada muestra también como el afuera estaba finalmente adentro. Y cómo lo negado no desaparece, más bien es aplazado y en algún momento, regresa desde adentro.
Pero los movimientos de desestructuración suelen no ser lineales ni heroicos, no tienen una sola cara. Las Yeguas aparecen en los relatos protagonizando otro momento de esa misma noche, algunas horas tarde cuando la atmósfera estaba más intoxicada de alcohol y otras sustancias, y se produjo un episodio excesivo, de descontrol, un episodio violento. Alejandra Sarda recuerda que los enfrentamientos verbales entre lesbianas y homosexuales de los días anteriores, regresaron la última noche como amenaza física. En su relato, algunos gays y las Yeguas, intentaron escarmentar a un grupo de lesbianas. El exabrupto muestra cómo sólo el tiempo pudo iniciar al movimiento en los saberes que permiten conjurar o macerar aversiones y hostilidades instintivas desde la gimnasia de la discusión. No es algo dado. Si bien el hecho no pasó a mayores, mostró el filo de las tensiones de los inicios, cuando el roce en lugar de avivar el fuego llega a quemar. Es parte de la historia nocturna, de la leyenda urbana de las Yeguas, el efecto inflamante que podía tener su entrega disipada al alcohol y las drogas. Formas de exceso que rompen con la contención de una subjetividad responsable, con una idea de productividad, que en ocasiones se manifestaba como escándalo, descarga o agresividad. Que las Yeguas ocuparan en ese momento un lugar de habla y a la vez, lograran hablar desde otro lugar, tenía que ver con su habilidad para seducir y horadar el falocentrismo masculino y a la vez producir alianzas misógino-feministas con mujeres y lesbianas. Ese movimiento a veces transversalizaba conexiones y en otros momentos tenía la fuerza de la interrupción y la negatividad. Los efectos podían ser, cada vez, tan reveladores como erráticos.
El hilo de la presencia de las Yeguas también puede rastrearse en una de las acciones de cierre del encuentro. La Reunión en el Canelo de Nos se retiró del espacio urbano y por lo tanto no se la politizó como acontecimiento público, como sucede en muchos encuentros activistas internacionales que terminan con una marcha o manifestación callejera. Su gesto de despedida fue más indirecto y soslayado, pero tuvo su propio filo. Se redactó un reportaje del encuentro que fue publicado en la revista Punto Final del Partido Comunista Chileno, donde se incluyó el mencionado Manifiesto de Nos y una Carta a Correa, firmada por representantes de las diferentes agrupaciones lésbico-homosexuales de la región (y que es el único lugar donde quedaron registrados los nombres propios de algunos de los participantes del encuentro), en protesta por el asesinato de dos travestis ocurrido en Santiago durante los días del encuentro. Según los relatos fueron las Yeguas las que propusieron que la carta fuera dirigida al Ministro Secretario General de la Presidencia Enrique Correa, pidiendo justicia y reparación. Como señala Víctor Hugo Robles “la carta a Correa no fue un gesto ingenuo, más bien atrevido, pensando en la homosexualidad reservada del ministro” [34].
Cierre
Me acuerdo que una noche hubo un temblor, y de la no cultura de terremoto,
todas corrían para todos lados.
Entrevista a Mónica Santino
Porque en estas cosas hay varias semillas, nunca es una sola
Entrevista a Alejandra Sarda
El encuentro del Canelo de Nos, no fue un germen que se plantó de una vez para conducirlo por el buen camino y prosperar. Aunque las actas señalan una proyección bianual del encuentro, lo cierto es que no hubo una segunda versión. Los cuáqueros continuaron brindando apoyos a algunas agrupaciones locales (fue con una beca otorgada por ellos que las Yeguas viajaron en 1994 al aniversario de Stonewall), pero esta Reunión quedó como un hito extraviado, en el sentido de olvidado pero también de lo que parece haberse descarrilado del camino recto. Un hito suelto, sin continuidad, en un tiempo extraño que lo sustrae de las narrativas de la herencia y la sucesión, la acumulación y la transmisión.
Como hito excéntrico dentro de la historia de las articulaciones regionales trazada desde de los Encuentros Lésbico-Feministas de América Latina y el Caribe y las reuniones de la ILGA, el archivo de la Primera Reunión Lésbico Homosexual de América del Sur permite advertir algunos de dobleces que habitan esa historia internacionalista. Decíamos al comienzo que la Reunión transcurrió en un tiempo de frontera previo a la burocratización de las agrupaciones lgtb y al surgimiento de las instancias supra-nacionales. Eso implicó que pudo estar atravesado por una cierta experimentalidad e informalidad, por cierta intimidad y por llegadas inesperadas. Al mismo tiempo, al verla en una serie más amplia de acontecimientos, la Reunión del Canelo de Nos muestra cómo los encuentros regionales no sólo producen alianzas y solidaridades, sino que también, de maneras más o menos indirectas, modelan formas de institucionalización, encausan la política por vías formales, comienzan instalar formas de representación que más tarde reforzaron liderazgos personalistas, reiteran separatismos y exclusiones, rupturas y malos entendidos.
Este texto se enmarca también en un interés más general por contribuir a trazar genealogías diferenciales. Esto es, intentar que la militancia LGTB de los países del norte, no aparezcan como único modelo interpretativo-normativo que codifica retroactivamente las experiencias del sur. Trazar una mirada regional implica a la vez descentrar una y otra vez la función centro, que se reintroduce continentalmente subrayando algunas trayectorias y difuminando otras, especialmente cuando lo que se rastrea es el hilo de relaciones que ocurren entre las fronteras. Lo cierto es que este texto está marcado por el sesgo chileno-argentino de los materiales que componen el relato: las conversaciones con activistas a un lado y otro de la cordillera, las notas de prensa publicadas en las revistas Punto Final del PC-Ch y Confidencial de Gays DC de Buenos Aires, el libro que recogió las actas del encuentro, las fotografías tomadas por Carlos Jaúregui y guardadas por Marcelo Ernesto Ferreyra [35]. Documentos, relatos, imágenes, que permiten acceder a distintos registros o capas de lo que acontece en un encuentro, desde las líneas programáticas, hasta las frecuencias más leves y atmosféricas de complicidades y tensiones, que no quedaron inscritas en el papel, pero que permanecieron en el espacio “sin papeles” de la oralidad y el recuerdo.
Este texto está atravesado también por preguntas o deseos que, si bien no se responden directamente en estas líneas, movilizaron su escritura: la avidez por encontrar huellas, indicios, formas de conexión y complicidad que puedan perforar la imagen globalizada de la macropolítica LGTB, y la pregunta por otros imaginarios y modos de conspiración que puedan inspirar a algo así como cosmopolitismo sexo-político salvaje y desde abajo.
Queda así abierta la pregunta por las voces bajas, esas texturas que no son las de la gran política, por otros deseos políticos que pudieron haber circulado en las conversaciones del encuentro en el Canelo de Nos y que tal vez no dejaron registro en ningún papel. Tal vez encontrarse y visualizar simultáneamente la represión que persistía en cada país, permitió sentir un daño que daña, pero al mismo tiempo, ramificó conexiones en múltiples direcciones, hacia atrás -en el duelo común por aquellas sexualidades minoritarias históricamente arrasadas por la necropolítica estatal- y hacia los lados -con las comunidades sexuales indeseadas de otros territorios-. Tal vez, quienes se encontraron no sólo recibieron el impacto de un cambio de escala, sino también el de la posibilidad de otro espacio, un espacio capaz de perforar el cercamiento de la unidad-nación, y acceder por un momento, al espacio de los “sin Estado”. Divisar por un momento, el temblor de esa posibilidad, la que se abre ahí donde una frontera no puede dar coherencia. No para producir otra unidad fusionada, cerrada. Sino un modo de estar juntxs en el temblor, los indeseadxs de cada nación. Avizorarlo para después dispersarse.
*Fernanda Carvajal es investigadora posdoctoral de Conicet. Es integrante de la Red Conceptualismos del Sur y junto a Alejandro de la Fuente ha recopilado documentos y relatos orales para el Archivo Yeguas del Apocalipsis.
Agradecimientos: A Mónica Santino, Susana Peña, Alejandra Sarda, Juan Pablo Sutherland, Marcos Ruiz, Víctor Hugo Robles, Andrés Febbraio, Alejandro de la Fuente, Archivo Yeguas del Apocalipsis, Marcelo Ernesto Ferreyra, Nicolás Cuello, Lucas Disalvo, Javiera Manzi.
[1] Las Yeguas intervinieron en el Primer Encuentro [Nacional] de Lesbianas y Homosexuales de Coronel (1991), colaboraron en actividades para la prevención del VIH organizadas por el CEPPS de Concepción (1991), se sumaron a la primera marcha pública del Movimiento homosexual local en marzo de 1993, a las acciones de visibilización y denuncia del atentado homofóbico que provocó el incendio de la discoteque Divine en septiembre de 1993, e integraron también la delegación chilena que viajó a la conmemoración de los 25 años de Stonewall y la XVI Reunión de la ILGA, en 1994. [2] Norma Mogrovejo, Un amor que se atrevió a decir su nombre. La lucha de las lesbianas y su relación con los movimientos homosexual y feminista en América Latina. (Ciudad de México: CDHAL - Plaza y Valdés Editores, 2000), 273.
[3] En 1995 se realizó la ILGA regional en Rio de Janeiro, y el primer encuentro de la ILGA regional en Lima en diciembre de 1997. Otros espacios de encuentro del movimiento LGTB fueron los encuentros de Argentina del 96 en Rosario, 97 en Salta y 98 en Cordoba que aunque eran nacionales participaban activistas de Chile y Uruguay. [4] Meses antes del encuentro en junio de 1992, los grupos argentinos habían organizado el Día dé la Dignidad Lésbico-Homosexual, la primera versión de la Marcha del Orgullo en Argentina, que tuvo una impronta contestaria como espacio de visibilización y confluencia política. En marzo de 1992, doce militantes del MOVILH chileno enmascarados, hicieron su primera aparición pública en la Marcha del Informe Rettig. Pero las marchas del orgullo tal como las conocemos hoy, aun no se tomaban las calles. [5] Habría mucho que decir sobre Robert Martin, conocido también como Stephen Donaldson y más tarde como Donny The Punk, aquí tan sólo quisiera remitirme a agradecer a Lucas Disalvo, haberme introducido en su devenir político. [6] Jack Sutters, “AFSC support of lesbian, gay, bisexual, and transgender (LGBT) people”, American Friends Service Committee (blog), 30 de marzo de 2010, https://www.afsc.org/. [7] Manuel Rubio, “Se efectuó en Chile Congreso lésbico-homosexual.”, Punto Final, diciembre de 1992, 6. [8] Manuel Rubio, Kathleen Neidhart, y Álvaro Fernández, eds., Abriendo Puertas. Una aproximación a la realidad Lésbico Homosexual del Cono Sur. (Santiago de Chile: Comité de Servicio Chileno Cuáquero, 1993), 5. [9] Álvaro Fernández, “Carta de Álvaro Fernández Pagliano a Homosexuales Unidos”, American Friends Service Committee, septiembre de 1992, 1. [10] A continuación, el listado de grupos que asistieron por país Argentina: CHA - Comunidad Homosexual Argentina, GDC- Gays por los Derechos Civiles, Grupo de Investigación en Sexualidad e Interacción Social ISIS, Las Lunas y las Otras. Brasil: ATOBÁ Movimento de Emancipação Homossexual, Associação de Gays e Amigos de Nova Iguaçu, Grupo Gay da Bahia, Grupo Gay do Amazonas, Nuances, Um Outro Olhar. Chile: Colectiva Lésbica Feminista Ayuquelén, Colectiva Lesbianas en Acción- LEA, Taller Dyos, Consuhomo, Liberho, Yeguas del Apocalipsis, Corporación Chiena de Prevención del Sida. Ecuador: En Directo, Tal Para cual. Peru: MHOL- Movimiento Homosexual de Lima. Uruguay: Homosexuales Unidos, Movimiento de Interacción Homosexual. Venezuela: Grupo Entendido. [11] Rubio, Neidhart, y Fernández, Abriendo Puertas. Una aproximación a la realidad Lésbico Homosexual del Cono Sur., 5. [12] Rubio, Neidhart, y Fernández, 80. [13] Rubio, Neidhart, y Fernández, 80. [14] Rubio, Neidhart, y Fernández, 85. [15] Rubio, Neidhart, y Fernández, 82. [16] Rubio, “Se efectuó en Chile Congreso lésbico-homosexual.”, 73. [17] Manuel Rubio, Kathleen Neidhart, y Álvaro Fernández, eds., Abriendo Puertas. Una aproximación a la realidad Lésbico Homosexual del Cono Sur. (Santiago de Chile: Comité de Servicio Chileno Cuáquero, 1993), 84.
[18] Rubio, Neidhart, y Fernández, Abriendo Puertas. Una aproximación a la realidad Lésbico Homosexual del Cono Sur., 84. [19] Rubio, Neidhart, y Fernández, 79. [20] Rubio, Neidhart, y Fernández, 83. [21] Rubio, Neidhart, y Fernández, 59. [22] Rubio, Neidhart, y Fernández, 85. [23] Alejandra Sardá señala: “fue un shock ver la diferencia abrumadora de información sobre la situación de las lesbianas en aquellos países donde estaban las mujeres ahí, y la de los países donde no estaban. Había muchas formas de violencia comunes a toda la región, pero también nos dimos cuenta que el rasgo común, era este de negar la situación de las lesbianas”. [24] Como cuenta Alejandra Sardá, “una lectura compartida en esa época era Nuestros cuerpos nosotras mismas, un libro pionero de sexualidad y en general del cuerpo de las mujeres que hicieron mujeres de Estados Unidos en los ochenta, que en su primera edición era completamente heterosexual, aunque hablaban por primera vez desde un punto de visa médico, pero feminista, del cuerpo de las mujeres, desde un lugar que en ese época no lo encontrabas en ningún lugar, de parto, de embarazo, menopausia, de la sexualidad de las personas mayores, de la sexualidad en discapacitadas, de cosas que no encontrabas en ese momento en ningún lugar y la segunda edición, venía revisada con la cuestión lésbica y tenía todo como un capítulo de sexualidad lésbica que era super interesante. Y esas eran cosas que no existían, no había nada en toda América Latina, salvo lo que los grupos empezaban a producir, no había nada”. [25] Rubio, Neidhart, y Fernández, Abriendo Puertas. Una aproximación a la realidad Lésbico Homosexual del Cono Sur., 73. [26] Entrevista a Alejandra Sarda, mayo 2020. [27] Rubio, Neidhart, y Fernández, Abriendo Puertas. Una aproximación a la realidad Lésbico Homosexual del Cono Sur., 73. [28] Rubio, Neidhart, y Fernández, 65. [29] Entrevista a Marcos Ruiz realizada junto a Alejandro de la Fuente en julio 2017. [30] Entrevista a Andrés Febbraio, 26 de mayo de 2017. [31] Entrevista por correo electrónico a Susana Peña, julio 2017. [32] Entrevista por correo electrónico a Susana Peña, julio 2017. [33] Entrevista a Mónica Santino, 19 de mayo de 2017. [34] Entrevista a Victor Hugo Robles junto a Alejandro de la Fuente 20 de abril de 2017.
[35] Agradezco a Nicolás Cuello quien me hizo saber de esas fotografías y me contactó con Marcelo Ernesto Ferreyra. Y agradezco a Marcelo Ernesto Ferreyra quien nos facilitó una copia de las fotografías tomadas por Carlos Jáuregui, que ahora forman parte del Archivo Yeguas del Apocalipsis, que actualmente puede consultarse en el Archivo Mujeres y Géneros del Archivo Nacional de Chile.
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Cómo citar este texto
Carvajal, Fernanda. Extravíos Internaciolistas. La Primera Reunión Lésbico Homosexual de América del Sur. Moléculas Malucas, Agosto 2020.
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