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Taconeando los noventa


En este artículo Pablx Costa Wegsman relata sus experiencias en algunos de los espacios icónicos del mundo del under porteño de los años 90, lugares a los que hoy en día probablemente llamaríamos queer, habitados por personas que dejaron su huella en aquella década de efervescencia creativa.



Por Pablx Costa Wegsman*


Pablx Costa Wegsman, Mosquito Sancineto y Peter Pank en el bar Kebilí. Fuente: Archivo personal Pablx Costa Wegsman

Todo comenzó en el Rojas


A finales de la década de los años 80 y principios de los 90, para mí, cada salida era un aprendizaje, un descubrimiento de los medios disponibles para ganarme el mango necesario para la subsistencia en circuitos alternativos bastante alejados de los llamados trabajos tradicionales a los que, por mi aspecto, amaneramiento y, sobre todo, falta de interés, me costaba acceder.


Después de haber descubierto los espacios fundamentales de la cultura under de esa época, ahora considerados históricos, como Cemento, el Parakultural y Medio Mundo Varieté, no sé muy bien ni cómo, ni cuándo, ni por qué, aterricé un día en el Centro Cultural Ricardo Rojas. Me parece que es importante aclarar que el Rojas, como lo llamábamos todxs, en esa época no era nada parecido a lo que es hoy. Lo que ahora parece un centro cultural del primer mundo, con esa modernización de estilo y lavado de cara que fue experimentando a través de las décadas y que lo asemejan a un centro comercial, a principios de los 90 no era mucho más que un sucucho. Pero, como sucedía en aquel tiempo, ese tipo de lugares eran los que generaban la inigualable e ilimitada movida que fue denominada: Under Porteño.


Pablx Costa en el camarín, caracterizadx para un número. Fuente: Archivo personal Pablx Costa Wegsman.

Como todo centro cultural que se precie, El Rojas era un espacio multidisciplinar en el que convergían escritorxs, actorxs, bailarinxs, coreógrafxs, artistas plásticxs, circenses, amantes de la capoeira o el taichi, y una infinidad de especímenes de la fauna porteña. Allí confluían todxs, en pleno corazón de la ciudad, para compartir su arte, sus gracias, sus cafés y sus cervezas, pero, por sobre todas las cosas, para intentar ganarse el mango que pudiera pagar la habitación de la pensión, un plato de comida y un cincuenta de faso. Creo recordar que la primera vez que caí ahí fue para un vernissage, para aprovechar unos vasos de vino, horrendos pero gratuitos y, rápidamente, me fui convirtiendo en parte del mobiliario. Allí conocí a personas y personajes como Batato Barea, a quien había visto trabajar (y no digo actuar porque Batato lo odiaría) en los ya mencionados Parakultural, Cemento y Medio Mundo, y Mosquito Sancineto, entre otrxs.



Y se materializó en la (H)Erótica


En 1992 me enteré, a través de una amiga bailarina y coreógrafa con la que estaba trabajando y viviendo en esa época, que Javier Margulis acababa de estrenar un espectáculo innovador que requería de un elenco bastante considerable. El espacio elegido para hacerlo había sido Babilonia, un teatro/bar/disco que llegó a convertirse en otro de los pilares del under de la ciudad, y que estaba ubicado en la calle Guardia Vieja, a pasos del Mercado de Abasto (donde todavía había un terreno baldío y el shopping era una ilusión capitalista de algunxs) y a la vuelta de casa, en lo que en ese momento se consideraba el Bronx porteño.



Pablx Costa preparándose para salir a escena en Fragmentos de una (H)Erótica, en el teatro Babilonia. Fuente: Archivo personal Pablx Costa Wegsman.

Fui una noche a ver el espectáculo y descubrí dos cosas que cambiarían mi carrera y, de alguna forma, mi vida. Por un lado, que Mosquito era el maestro de ceremonias, y no solo eso, sino que desarrollaba su arte de una forma impecable: su vestuario, su maquillaje, su voz estridente, su capacidad para la improvisación y su carisma provocativo, que lo convirtieron en una de las figuras esenciales del under porteño, ya estaban presentes en ese espectáculo que lo catapultó a la fama.


El otro descubrimiento, mucho más importante a nivel personal, fue que el show contaba con lo que llamaban anfitrionxs, personajes que guiaban al público a través de la experiencia teatral, y que yo podía ser unx de ellxs. Hablé con lxs productorxs, y el fin de semana siguiente ya estaba allí trabajando.


Además de ganarme unos pesos, no muchos realmente, trabajar en ese espectáculo fue una experiencia muy enriquecedora, y compartiendo camarines, comencé a desarrollar una amistad con Mosquito que, con el tiempo, llegó a ser bastante cercana. Si bien empecé como anfitrionx, al poco tiempo propuse hacer la primera cabina gay. Las cabinas eran el fuerte del espectáculo y consistían en unos espacios que tendrían dos metros por dos metros, con un cerramiento de madera dentro del cual lxs actorxs desarrollaban una mini obra con temáticas más o menos erótico/sexuales, de una duración aproximada a los cinco minutos, que lxs especxtadorxs miraban a través de unos agujeritos. Como necesitaba una persona que cumpliera con la tarea de asistencia, básicamente que encendiera y apagara la luz y la música, llamé a mi amigo Peter Pank quien, como todx compañerx artista, siempre estaba buscando trabajo.


Peter y Mosquito, quienes ya se habían conocido en el Rojas, por esa época comenzaron a trabajar juntxs creando una dupla desopilante y cautivadora. Para mediados de la temporada, muchxs estábamos cabreados porque cada vez había más público, pero nuestras ganancias no variaban: el dinero se iba a enriquecer los bolsillos de lxs productorxs y directorxs, que prefiero ni nombrar.


Una noche Mosquito me contó que estaba armando un proyecto independiente en formato fiesta, pero con una marcada apuesta por la parte artística, y me invitó a una reunión durante la semana...



Las Fiestas Mayas


Acudí a esa reunión, que tuvo lugar en la casa de Aníbal Kohan, quien participaría en el proyecto como productor, con muchas expectativas que no fueron decepcionadas. Fue muy grato encontrarme allí con artistas a quienes había visto actuar y admiraba, como Dalila Real, maravillosa actriz e inigualable cantante que encabezaba el grupo Los Cometabrass, junto a Leandro Rodríguez, su marido y director de la compañía, y el queridísimo Adolfo Bontempo, quien se convertiría en un amigo entrañable e inseparable, hasta que se nos lo llevó el VIH-SIDA. También estaba la incomparable Klaudia con K, pionera actriz trans que comenzó trabajando con Batato en Medio Mundo, donde hacía un streap tease con la canción Soy lo que soy, en el que dejaba al descubierto la desnudez de su cuerpo travesti.


Foto realizada para la promoción de la primera de las Fiestas Mayas. De izq. a der. Arriba: Analía Couceyro, Pancho Chamorro, Klaudia con K, Mosquito Sancineto. Abajo: Dalila Real y Pablx Costa Wegsman. Foto: Jorge Miño. Fuente: Archivo personal Pablx Costa Wegsman.

También estaban allí, además de mi querido Peter, la gran diva del under Fernando Noy, y la maravillosa cantante que se haría famosa interpretando tangos, Lidia Borda. Como Mosquito ya daba clases en el Rojas, se empecinaba en incluir en cada oportunidad posible a sus alumnxs, y creó para ellxs la figura de las Aves Perversas, que realizaban un trabajo parecido a lxs anfitrionxs de la (H)Erótica, entre lxs que contamos, por ejemplo, con Analía Couceyro, quien con los años se convertiría en una actriz muy reconocida. En esa reunión, además de dejar sentadas las ideas fundamentales del proyecto, se decidió que se llamarían Fiestas Mayas, haciendo un juego de palabras con las fiestas patrias que conmemoran la Revolución de Mayo, ya que la primera tendría lugar en mayo de 1993.

Fuente: Archivo personal Pablx Costa Wegsman

La idea era que estas fiestas se realizaran quincenalmente, y de forma itinerante, inspiradas en el modelo de la Fiestas Nómadas, o el Condon Clú, donde Peter y Mosquito ya venían trabajando y que eran muy exitosas. Para la inauguración se alquiló el salón de actos de la EMAD (Escuela Municipal de Arte Dramático), por lo que la mayor parte del público eran estudiantes de teatro y sus amigxs. Yo comencé creando coreografías que bailaba junto a las Aves Perversas, pero rápidamente me integré a la dupla conformada por Mosquito y Peter, con quienes comenzamos a crear números en los que siempre aparecíamos travestidas, pero que no eran como los del transformismo tradicional del playback y el modelazo, sino algo más under, más trash, más del estilo de Batato Barea, Alejandro Urdapilleta y Humberto Tortonese, de quienes habíamos aprendido mucho.


Después de un par de fiestas en la EMAD, como el espacio comenzó a quedar pequeño debido al éxito de la convocatoria, fuimos pasando por distintos lugares, como el Club Almagro, el Centro de Almaceneros y el Palacio de las Delicias. Algunos lugares no estaban mal, otros eran de los peores antros de la ciudad, y el público variaba mucho de acuerdo con eso. Así como los lugares se volvían cada vez más decadentes, más público había, más plata hacíamos, y más chongos nos comíamos. Algunas veces llegó a haber colas de muchachos ávidos de pasar unos minutos de placer con nosotrxs, por lo que llegamos a tener que atender a más de uno por vez... Recuerdo que una noche, cuando salimos a actuar, un grupo de pibes comenzaron a gritarnos putos, o trolos, no recuerdo exactamente cuál era el insulto, pero sí la intención. Como el ambiente se estaba poniendo bastante caldeado, Mosquito agarró el micrófono y, haciendo gala de sus artes improvisadoras, dijo: “¡Descubriste América!”. La gente empezó reírse y a aplaudir, y pudimos continuar sin problemas.


Fuente: Archivo personal Pablx Costa Wegsman.

Al principio los números que hacíamos estaban bastante bien elaborados, pero después empezamos a hacer cualquier cosa... Nos juntábamos los viernes por la tarde en El Rojas, porque como Mosquito trabajaba ahí, podía reservar una sala, y llevábamos alguna música cutre que nos gustara para armar algo. Un día, tras salir de "ensayar" una coreografía, caminábamos con Peter por la calle fumando un porro y nos paró la policía. Después del habitual verdugueo, el policía se llevó el otro porro que yo tenía para más tarde y el cassette que íbamos a usar para el show. Por más que lo buscamos por todas las disquerías de la calle Corrientes, no lo encontramos en ningún lado, así que tuvimos que usar otra versión de la canción, con un ritmo y compás distintos y, por supuesto, fue un desastre. En otra ocasión, hicimos una coreografía con "I'm going bananas" de Madonna, en la que bailábamos mientras pelábamos unas bananas que luego nos comíamos... La ensayamos con unas de plástico, pero la noche de la fiesta decidimos usar bananas de verdad... Como estaban muy verdes, nos resultaba imposible pelarlas, así que cuando finalmente conseguimos hacerlo, se había acabado la música...


Peter Pank, Mosquito Sancineto y Pablx Costa en Las Prostitutas de Once y la Evangelista, en El Circo. Fuente: Archivo personal Pablx Costa Wegsman.

Eventualmente dejamos de yirar de espacio en espacio porque Aníbal decidió alquilar otro lugar más grande que costaba muy poco y que podíamos usar todos los fines de semana. Estaba en Villa Crespo y lo bautizamos El Circo. Para la inauguración, como en la parte de adelante había una sala muy grande que usábamos como camarín, oficina, depósito, etc., y que tenía una vidriera, se me ocurrió levantar la persiana y armar una especie de dormitorio, con una cama, una lámpara y un telón de fondo, emulando los prostíbulos de Ámsterdam. Se puso Paola, una de las Aves Perversas, fumando un cigarrillo con lencería de lo más sexy, pero no duró mucho: no pasó media hora que llegó la policía y nos acusaron de ejercer la prostitución, por lo que tuvimos que bajar la persiana.


Cuando terminaba la fiesta, como a las seis o siete de la mañana, y después de sacarnos las toneladas de maquillaje y cambiarnos, nos íbamos con Mosquito, Peter y nuestro entourage a desayunar pizza en algún lugar de la avenida Corrientes y, de ahí, a la Feria del Parque Dorrego, a gastarnos parte de nuestra paga en bijouterie barata y estridente. Pero El Circo, además de reportarnos mayores ganancias, ocasionó grandes problemas...


De izq. a der: Peter Pank, Pablx Costa y Mosquito Sancineto. Fuente: Archivo personal Pablx Costa Wegsman.

El barrio era denso y tenía una barra brava. Muchos de sus integrantes venían a las fiestas y armaban la de San Quintín. Aníbal pensó que si contrataba como seguridad a algunos de ellos, controlarían al resto y se calmarían las cosas. Pero no fue así. Cada vez había más problemas, peleas, agresiones, y Mosquito, Peter y yo varias veces amenazamos con no salir a actuar. Lo que pasaba era que el DJ, un stone, nos boicoteaba: justo antes de que estuviéramos por salir a escena, ponía algún tema de Las Pelotas, Divididos o Los Redonditos de Ricota, las bandas preferidas del público y, cuando cortaba la música y salíamos los tres maricones, nos querían matar. Por suerte, después se calmaban y les dábamos su recompensa...


La última noche que trabajé allí fue la peor. Todo empezó, según me contaron, porque una chica le sacó de la boca la cerveza que estaba tomando un chico amigo mío, F, con el que en ese tiempo estábamos medio saliendo. La marica recuperó su cerveza y la piba lo empujó, a lo que mi amigo respondió con otro empujón. ¡Para qué! Los chongos que estaban con ella enseguida se le fueron al humo y empezó la gresca. Los de seguridad, amigos de los chongos y de la piba, también empezaron a pegarle a mi amigo. Para rematarla, Aníbal echó a todos a la calle, F incluido, y le estaban dando duro. Salí corriendo, producida, en tacos, a tratar de meterlo de nuevo en el local y me dieron una trompada que me tambaleó, pero por suerte no llegué a caerme al suelo. Corrí hacia adentro y me siguieron unos cuantos. Me metí en el camarín, apoyé la espalda contra la puerta, trabé el taco en una mesa que estaba en frente de mí y que se apoyaba en la pared opuesta y llamé a la policía. Cuando me atendieron, empecé a gritar: "¡Vengan al Circo! ¡Nos están matando!" Eso espantó a la banda, que se fue no sin antes golpear a Aníbal, y destruir a trompadas y patadas la puerta de hierro de entrada. Como yo había llamado a la policía, dijeron que si me veían por el barrio, me mataban.

Por supuesto, agarré mi make up, mis tacos, mis vestidos y mis pelucas, los metí en un bolso y nunca volví allí... ni a Villa Crespo, para el caso.



En el camarín, en el momento previo a la salida el número de La Prostitutas de Once y la Evangelista. De izquierda. a derecha: Mosquito Sancineto, Pablx Costa y Peter Pank. Fuente: Archivo personal Pablx Costa Wegsman.

Artículos de prensa sobre Las Fiestas Mayas en SexHumor y Página12



* Actorx, activista, escritorx y blogger.



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Cómo citar este trabajo


Costa Wegsman, Pablx. Taconeando los noventa


Moléculas Malucas, julio de 2021.


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