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Nosotras, las homosexuales

Las primeras mujeres de la CHA



Por Mabel Bellucci y Juan Queiroz



En marzo de 1985 se conformó dentro de la Comunidad Homosexual Argentina el grupo Mujeres de la CHA, una iniciativa de tres militantes pertenecientes a otros sectores, entre ellos, el feminismo. Apenas creado, se incorporaron nuevas integrantes al espacio : Marta Paz, Patricia Parodi, Fabiana T., Silvia A., Cristina J., Alejandra C, María del Carmen N., Graciela B., Graciela P. y Julia S. Debido a que la CHA contaba con un local pequeño, el grupo de mujeres comenzó a organizar reuniones y charlas de reflexión semanales en casas particulares o en distintos bares de Buenos Aires. En un marco informal, relataban sus testimonios de vida, discutían estrategias de acción militante y repartían materiales de lectura para su posterior debate. Hacia septiembre de ese año, ya sumaban trece las integrantes.


Mujeres de la CHA contemplaba la idea de unir a mujeres y varones homosexuales en una misma batalla, es decir, sostenía una posición de no adherir a la política separatista que impugnaba la militancia mixta. Cuando la CHA se presentaba en público declaraba ser “una referencia para todo individuo gay que con un discurso claro y transmisible llegue a los homosexuales de nuestro país”. De esta manera, las mujeres quedaban cercadas por la clasificación homosexual. Sobre esta cuestión, Patricia Parodi recuerda: "nos autodenominábamos homosexuales, o inclusive gays. El término lesbiana generaba rechazo en la sociedad, que lo usaba despectivamente, de forma insultante. De todas formas, a nivel personal, esas ofensas nunca me fueron ni me vinieron. Yo siempre usé y sigo usando la palabra gay, que es alegre, aunque prefiero vivir la vida de la manera que me gusta y que quiero, sin rotular" [1]. No obstante, aunque gran parte de las integrantes de Mujeres de la CHA centraba su interés en debatir temas vinculados con la “mujer homosexual”, primero en su condición de mujer y luego en su orientación sexual, unas pocas dentro del grupo se autodenominaban lesbianas.


La CHA constituía un territorio de mayoría masculina, una fuerza desigual que, pese a los esfuerzos de algunas militantes mujeres para equilibrar esta diferencia, resultaba difícil modificar debido a la falta de continuidad por parte de la mayoría de sus compañeras. “Acá, traer mujeres a participar es una tarea tremenda”, señalaba Marita, una de las integrantes, en una entrevista realizada al grupo por el Boletín de la CHA [2]. En cambio, la conducción masculina de la agrupación y sus allegados contribuía de lleno con su participación justamente por ser hegemonía. Aun así, la CHA planteaba una lucha compartida con el feminismo sin ahondar en las diferencias, divisiones y vertientes opuestas existentes en el interior de tal movimiento.


Anuncio del grupo de mujeres en el Boletín Informativo de la CHA nº2. Julio 1985. Original en el Fondo Marcelo Ferreyra. Programa de Memorias Políticas Feministas y Sexogenéricas, CeDInCI.

Si bien en Mujeres de la CHA vivían con tensiones su propia identidad en una asociación mixta, el discurso feminista de la década de 1980 tampoco integró al lesbianismo ni reivindicó sus demandas específicas. De algún modo, la estrategia de lucha para la conquista de los derechos formales de las mujeres llevó a que la perspectiva del lesbianismo fuese omitida. Hacía falta un debate profundo en cuanto a la relevancia de la heterosexualidad como régimen político que preserva y reproduce no sólo la dominación masculina sino también la de unas mujeres sobre otras. Así, dentro de los primeros grupos feministas, la heterosexualidad encarnaba el modo primordial que disponían ellas para su presentación en sociedad, sin poner en duda la imposición que este régimen significaba. Por consiguiente, la táctica fue cerrar la identidad mujer en un sujeto único y estable que encarnaba los intereses de todas las otras mujeres.


En este trazado descriptivo intentamos contextualizar los aportes que brindan tanto el testimonio que surge de una entrevista inédita a Marta Paz, integrante del grupo Grupo Oscar Wilde (que formó parte de la Coordinadora de Grupos Gays en 1983 y 1984), como la entrevista titulada “Para un gay nada mejor que otro gay”, realizada en enero de 1985 por María No, seudónimo de María Felicitas Jaime, para Diferentes [3], una revista dirigida al público homosexual masculino. María No cuenta ahí que después de una intensa búsqueda logró reunir a "cuatro chicas homosexuales" para charlar sobre sus cuestiones específicas dentro de una organización mixta como la CHA, que básicamente estaba protagonizada por varones. Bien podrían esta entrevista y este testimonio representar un llamado a sus pares a organizarse para debatir acerca de la autoexclusión que les pesaba y sobre el silencio del feminismo heterosexual.



Es ahora o nunca. Testimonio de Marta Paz

Entrevista de Juan Queiroz [4]



Marta Paz a mediados de los años 80. Archivo Marta Paz.

Yo nací en la provincia de Santiago del Estero en 1955 pero viví toda mi vida en Buenos Aires, vine a los tres años. Nací en la época en que nací, difícil, pero desde que tengo memoria siento lo que siento ahora. Mi madre trabajaba en el servicio doméstico y la dueña de la casa era muy religiosa. Me eduqué en el Sagrado Corazón, un colegio paquete de Callao y Juncal, en Capital Federal, donde nunca me hicieron sentir diferente.


Fui creciendo y mi adolescencia fue una porquería justamente por el tema de mi sexualidad. Éramos todas chicas. Me enamoraba de mis compañeras y ellas tenían novio. En esa época una persona homosexual era un enfermo psiquiátrico. Me sentía muy mal, seguía pensando que yo era la única persona que sentía así. No tenía amigas como yo, hablaba solo conmigo misma. Me sentía un E.T.


Terminé la secundaria en 1973. Cada tanto aparecía “uno medio rarito” en la televisión, pero nadie hablaba de nada de todo esto. Pensaba que era la única en el mundo que sentía como yo, que no había otra. De repente, allá por 1982, durante la guerra de las Malvinas, descubro la revista Humor. Yo me super enganché, amaba esa revista. Hasta que un día apareció un articulito donde hablaba de “personas no normales” y que un pequeño grupo se estaba empezando a organizar, y si alguien quería contactarse. En ese momento la comunicación era por carta, era lo único, y tenías que dejar un teléfono. Enseguida la mandé y me llamó un hombre gay que ahora no recuerdo el nombre. Quedamos en juntarnos a la salida de mi trabajo en un café justo en la esquina de Corrientes y Uruguay. Yo trabajaba en una librería y papelería comercial y vivía en la avenida Las Heras y Callao. El código para reconocernos era que yo tenía que ir con la revista en la mano. Di vueltas y vueltas antes de entrar, sin animarme. Pegué una vuelta a la manzana y me dije “Bueno Marta, es ahora o nunca, o te defendés vos o no te va a defender nadie”. Entré y este muchacho estaba sentado en una mesa esperándome. Después de charlar un rato me citó a una reunión para el próximo domingo a la tarde en un departamentito de unas chicas en el barrio de Belgrano. Todavía no existía ningún grupo, no existía nada. Cuando llegué a la reunión había una pareja de chicas, una de ellas joven, que andaba con bastones y su compañera, una rubiecita. Ahí empezaron a hablar de cómo se estaban organizando para armar algo. Estaban también Daniel Vega y su pareja Jorge Braillard. Empezamos a hablar de cada uno, y comenzamos a juntarnos más seguido en el departamento de Jorge y Daniel, en la calle Jean Jaures y Lavalle. Es ahí como en 1983 nació el grupo Oscar Wilde, un grupo chiquito que funcionaba también como espacio de contención, para compartir historias comunes. María Felicitas Jaime se sumó un poco después que yo. Hablábamos de todo un poco. Con el grupo hicimos algunos textos sobre la derogación de los edictos policiales. Incluso, en 1983, yo firmé la planilla para la derogación de esos edictos en la casa de Gladys Croxatto, en la avenida Paseo Colón, donde se organizó esa campaña. Al año siguiente, se formó la CHA, y el Oscar Wilde se sumó con otros grupos.


A María Felicitas Jaime, que colaboraba en Humor y en otras revistas con el seudónimo María No, le escribían chicas y me las mandaba a mí para que las entrevistara. Una de ellas fue una mendocina que cuando vino a Buenos Aires nos hicimos muy amigas. Pasado el tiempo, en 1985, cuando se fueron sumando más mujeres, nos integramos a "Mujeres de la CHA". Para ese entonces el grupo Oscar Wilde ya se había disuelto. Alejandra C. trabajaba en la oficinita de Diagonal Norte de la CHA y juntas convocábamos a encuentros con mujeres. Luego con Cristina J. una chilena, hacíamos calcomanías con el logo de la CHA con un número de contacto y las pegábamos por todos lados, en los respaldos de asientos de colectivos, en los baños públicos, etc. Desde el principio no reunimos alternativamente, un sábado en el departamento de Patricia Parodi, un monoambiente en Paraguay entre Coronel Díaz y Guise y otro sábado en lo de Alejandra C., en Coronel Díaz y Charcas. Fueron muchas las reuniones, pero muchas. Ya en esa época, estaban Cristina J., Silvia A., María del Carmen N., y Graciela B., que era la más joven.


Marta Paz junto a Rafael Tenebaum en la primera asamblea de la CHA en el boliche Contramano, el 16 de abril de 1984.

Tengo que decir que yo nunca fui muy amiga de Carlos Jáuregui. No estábamos de acuerdo con sus políticas. En cambio, sí de Alejandro Salazar, que nadie nombra. Yo lo amaba, lo amaba mucho. Siempre tuve una afinidad tan grande con los hombres y me llevaba bien con los gays. Yo militaba mucho en difundir información sobre el sida para que la gente se cuidara en sus relaciones sexuales. Después de la revolucionaria tapa de la revista Siete Dias, donde salieron Carlos con su novio abrazados, fuimos a la radio con Alejandro. Con él siempre salíamos juntos. Por ejemplo, íbamos con los chicos al boliche Contramano. Tengo presente una noche que estábamos en un boliche cerca de Suipacha y Corrientes. Y cuando entré con él me encuentro con un grupo de chicos que me conocían. Justo cuando estaba por hablarles sobre el sida cayó una razia. Entre el dueño y Alejandro me metieron debajo de un escritorio en una oficinita y me dijeron “Vos quédate acá y no salgas por nada”. Alejandro salió a dar la cara, pero la policía igual levantó a varios mientras un chico gritaba desesperado “Decile a Marta que por favor me llame un abogado”. Cosa que hice en cuanto se fue la policía. Esto debe haber sido ya a mediados de los 80.


Una vez, en una casita que estaba en una paralela a Scalabrini Ortiz, había un bolichito, que era un lugar lindísimo. Al salir, nos detuvieron en la calle a una chica y a mí. La policía se metió con el patrullero en contramano y en Scalabrini y Córdoba nos pusieron separadas a las dos contra la pared, le preguntaron a ella de dónde me conocía y a mí de dónde conocía a ella. Fue un momento terrible, y no volvimos más al boliche por el miedo que nos quedó. Mucho más tarde frecuentaba Enigma, un boliche de chicas que estaba en Suipacha y Paraguay. O Bach, en la calle Cabrera.


Nunca estuve ni quise estar en el feminismo, nunca me voy a sentir representada por ellas, no creo en esa diferencia hombre/mujer, creo que uno nace con un sexo biológico y luego, (o desde que nace), ejerce su sexualidad como más la disfruta. Yo siempre voy a decir la misma estupidez: “Soy homosexual, no nací en la isla de Lesbos. Somos mujeres homosexuales. ¿Qué somos si no?” La Comunidad Homosexual Argentina era un nombre perfecto ¿Por qué todo lo demás? Con las travestis sí, perfecto, para mí no son varones homosexuales. ¡Pero esas chicas que ahora hablan con la E, pero por favor! Yo para los años 90 ya no estaba en la militancia. Mamá murió sabiendo mi homosexualidad y la aceptó. Sufrí demasiado, no quise nunca más volver a eso. No aguantaba la mentira, con mis amigas del colegio, sí hablaba de mí, no podía seguir escondiéndome. Con algunas la relación no fue la misma, y eso me dolió mucho.


Hoy veo a toda esta juventud que va a las marchas y que desconoce nuestra historia de lucha y no puedo dejar de sentir algo de bronca. Cuando veo esos besos provocativos de chicas en las calles, siento algo raro, como envidia, porque yo no lo pude hacer, pero, a la vez, siento algo que me dice “Esto lo estás haciendo por mí”. Una vez, me crucé con dos chicas en Plaza Francia, que iban de la mano, y dije “Qué lindo, qué suerte que lo pueden hacer. Algo hicimos bien, me siento un prócer”.




Para un gay nada mejor que otro gay


Entrevista realizada en enero de 1985, por María No, seudónimo de María Felicitas Jaime, en la revista Diferentes.


Tapa de la revista Diferentes año 2, nº7. Enero de 1985. Fuente: Archivos Desviados.




Notas al pie


[1] Entrevista inédita de Juan Queiroz a Patricia Parodi realizada el 11 y 12 de mayo de 2020.

[2] Esposito, Hugo. “Entrevista al Grupo de Mujeres”. Boletín de la Comunidad Homosexual Argentina, nro. 8. Septiembre de 1985.

[3] Diferentes (1984-1986) surgió en plena etapa del llamado "destape". A lo largo de sus 40 números, sus tapas siempre incluyeron retratos de hombres viriles con una marcada estética erótica para la época. Entre sus colaboradores se encontraban, Jorge Gumier Maier, Marcelo Benitez, Alfredo Cernadas, Alberto Aller y otros tantos varones. No obstante, cada tanto, también se incluían artículos firmados por María No, que insistía dentro de la redacción editar Diferentes Mujer. En los últimos 10 números de Diferentes, María No fue la encargada de firmar los editoriales publicados en la primera página.

[4] Entrevista realizada el 31 de julio de 2018.




Agradecemos a Marta Paz, Patricia Parodi y Daniel Vega.



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Cómo citar este artículo:

Bellucci, Mabel y Queiroz, Juan, Nosotras las Homosexuales. Las Primeras Mujeres de la CHA. Mayo de 2020.

Queiroz, Juan. Entrevista a Marta Paz.

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