La primera mitad de los años 90 fueron decisivos para los activismos de travestis y transexuales en Argentina. Entre el inicio y mediados de esa década se conformaron las principales organizaciones, se discutieron consignas y estrategias y se perfilaron sus líderes y referencias políticas. Este artículo reconstruye la biografía política de Karina Urbina, la primera activista transexual argentina y una figura clave en la lucha por el derecho a la identidad.
Por Marce Butierrez*
Los ojos negros profundos de Karina Urbina se ponen diáfanos y brillosos en el primer plano de la televisión. Casi al borde de las lágrimas, Karina le cuenta a miles de espectadores de un talk show los detalles íntimos de su sexualidad. Con la voz temblorosa y la mirada cristalina y rota, Karina logra pronunciar con total claridad: “Soy una mujer, siento que lo soy. Pero lamentablemente tengo genitales masculinos”. La conversación oscila entre el nerviosismo de Karina y la prepotencia de una conductora ávida de morbo y rating. La tele de los años noventa se regodeó en las historias de transexuales y travestis. Los programas de chimentos, los talk-shows, los almuerzos de Mirtha [1], los informativos presentaron en sus programas a muchísimas personas travestis y transexuales que exhibían con diferentes estrategias sus demandas por reconocimiento y derechos. Mientras las travestis actuaban desenfadadas y picantes impregnando la pantalla de escándalo, las transexuales rompían en lágrimas y mostraban compungidas ante los televidentes la fragilidad esperada de lo femenino. No sólo se trataba de una performance convincente para las cámaras, las transexuales exigieron en diferentes espacios y de diversas maneras ser reconocidas como mujeres. Y entre todas ellas Karina Urbina fue una pionera y la portadora de una potente voz que logró construir alianzas y poner en conocimiento público las dificultades vividas por aquellas identidades fantasmas, sometidas al apartheid del reconocimiento estatal.
La primera mitad de los años 90 fue decisiva para los activismos de travestis y transexuales en Argentina. Entre el inicio y mediados de esa década se conformaron las principales organizaciones, se discutieron consignas y estrategias y se perfilaron sus líderes y referencias políticas. Los intentos por reconstruir estos procesos han estado fundamentalmente centrados en las acciones de protesta llevadas adelante por los grupos militantes y han dejado de lado otras formas de agenciamiento político sostenidas por personas individuales en contextos muy distintos a los tradicionalmente pensados como “políticos”. La presencia mediática de algunas travestis en las pantallas de la TV fue presentada por la propia Lohana Berkins (Berkins: 2003) como “una curva en el ocultamiento que hasta entonces había de las travestis como sujetos" pero señalando que aquella presencia no tenía “el carácter impugnador que luego comenzará a concedérsele”. Los discursos producidos en el cruce entre activismos y academia han privilegiado el hacer de las organizaciones y han adoptado como sujeto central de sus narrativas a las identidades trans* [2], es decir al conjunto indiferenciado de expresiones de “lo trans” que caben dentro de este concepto paraguas acuñado por la teoría queer.
En Second Skins (1998) Jay Prosser realiza una crítica al modo en que la categoría “trans” unifica una diversidad de experiencias y normativiza un deber ser subversivo y disidente a quienes encarnan estas identidades. La apuesta política de la teoría queer por desprenderse de aquellas categorías emergidas de los discursos médicos y por construir un sentido para “lo trans” como evidentemente disruptivo del modelo binario de género, invisibiliza las experiencias de quienes se reconocen en la transexualidad y optan por performar su vida de acuerdo a las pautas socialmente disponibles sobre la feminidad/masculinidad. Esta perspectiva resulta útil para abordar el estudio de los activismos desarrollados en Argentina durante los años 90, en donde claramente existían diferencias entre las demandas y reivindicaciones de dos grupos identificados con diferentes categorías: transexuales y travestis. Aunque más adelante en el tiempo estas categorías confluyen en estrategias políticas comunes, a principios de los años 90 se presentan de modo muy distinto y de hecho debaten abiertamente sus posicionamientos en distintos foros públicos. A los efectos de este trabajo consideramos sumamente importante respetar las categorías y formas de nominar la propia experiencia expresadas en los documentos que constatan el hacer político de las personas y organizaciones transexuales. Del mismo modo, no pretendemos analizar su accionar y sus estrategias con la vara de los cánones políticos actuales, sino entendiéndolos en el contexto en que se produjeron y ante los discursos socialmente habilitados para su época.
Karina Urbina fue la primera de una generación de activistas transexuales, que motivadas por distintas razones disputaron en la justicia, las calles y los medios de comunicación su derecho a ser reconocidas como mujeres plenas. Estos tres espacios fueron atravesados por sus demandas y sufrieron transformaciones que, a largo plazo, significarán el piso de conquistas para otras propuestas significativas del activismo trans* como la Ley de Identidad de Género sancionada en 2012.
Subsanar esta situación de verdad injusta
El 25 de marzo de 1982, Karina Urbina realizó una presentación judicial solicitando que se le reconozca su identidad femenina en el Documento Nacional de Identidad (DNI). Esta demanda no fue la primera de este estilo en Argentina, pero algunos de los argumentos expresados en aquel fallo tienen una importancia significativa y trascendental en la lucha de la comunidad de travestis y transexuales por el derecho a la identidad y la autodeterminación corporal. En medio de la dictadura militar más sangrienta de nuestro país y apenas unos días antes de la escalada bélica en las Islas Malvinas, la transexual oriunda de la ciudad de General Rodríguez (una localidad de la provincia de Buenos Aires a 60 km de la Ciudad de Buenos Aires) interponía ante la justicia su voz: demandaba ser reconocida como mujer por el Estado Argentino. Aquel expediente transitó distintas cámaras hasta llegar en diciembre de 1989 a la Corte Suprema de Justicia. Aunque los plazos judiciales para la presentación de la queja estaban perimidos, los camaristas consideraron que “era una buena oportunidad para sentar precedente” al respecto [3]. La demanda interpuesta por Karina Urbina suscitó debate entre los camaristas.
Aunque la Corte Suprema no se expidió sobre la cuestión de fondo por considerar que los plazos judiciales para la presentación estaban vencidos, algunas de las expresiones vertidas por los camaristas fueron significativas. El Dr. Carlos Fayt en un extenso escrito donde manifestaba su voto en contra de lo solicitado, se refiere a la peticionante siempre en femenino y considera que la demanda de Karina no se encuadra en una disputa de intereses entre partes donde las falencias generen derechos a favor de una y en detrimento de la otra. “Si queremos aquí buscar una contraparte, esta no sería sino la sociedad toda, cuyo solo interés no es sino el de la ley” sentencia Fayt. Por su parte el Dr. Mario Calatayud quien votó a favor del pedido de la demandante señala:
“No dejo de advertir la sorpresa que puede causar una decisión de este tipo a la moral media de nuestra sociedad, no obstante lo cual creo justo brindar protección jurisdiccional a aquel grupo de individuos a los que se denominan transexuales. Es decir, a aquellos que han logrado, operación quirúrgica mediante, adecuar su sexo morfológico con el psíquico, asumiendo voluntariamente los riesgos de aquella, y sabiendo que se colocan en una situación irreversible y permanente” [4].
En su posicionamiento Calatayud insiste en la libre y voluntaria elección de este nuevo “status” de las transexuales y la necesidad de reconocimiento legal y asistencia para lograr insertarlas en la sociedad. Señala que de no expedirse de modo favorable al respecto se las estaría marginando de la sociedad, de los espacios laborales e impidiendoles la realización de los variados trámites burocráticos que exigen la presentación del documento de identidad. “Compete a los jueces subsanar esta situación de verdad injusta, ante la inexistencia de norma legal alguna que contemple el caso” subrayó el camarista.
El debate judicial respecto a la cuestión transexual tiene antecedentes en Argentina que se remontan a los años 60 cuando el caso del Dr. Francisco Defazio toma notoriedad pública en diversos medios de comunicación tras haber realizado operaciones de “cambio de sexo” a diversas pacientes. Una de ellas, Maria Vega, acudió a la justicia para solicitar la rectificación de sus documentos y contrariamente a lo esperado fue detenida y se abrió contra Defazio y su equipo médico un proceso por “el delito de lesiones gravísimas, emascular a un individuo homosexual, aunque se haya solicitado su intervención quirúrgica, sino existe una enfermedad que obligue a dicha operación” [5]. Este antecedente contra Defazio significó que en 1967 durante el gobierno de Juan Carlos Onganía se rectifique la ley N° 17.132 que reglamenta el ejercicio de la medicina a fin de prohibir la intervención quirúrgica de los genitales y órganos sexuales sin previa autorización judicial. Estas modificaciones sumadas a lo dispuesto por el artículo 89 del Código Penal y el artículo 19 inciso 4° del Código de Ética de la Confederación Médica Argentina fueron utilizadas para denegar durante varias décadas a las personas transexuales el acceso a intervenciones quirúrgicas.
Finalmente en 1969 el Dr. Defazio es eximido de los cargos en un fallo donde se señala el derecho del paciente a la libre disponibilidad del cuerpo y la preeminencia de los saberes médicos:
La extirpación de órganos sexuales masculinos y la implantación de una neovagina a un individuo que presenta una psicología íntima de índole femenina y cuyo cuerpo ha sido tratado con hormonas para afianzar esta sexualidad no configura el delito de lesiones cuando existe duda para el juez de la posibilidad de otra solución más satisfactoria. El hecho de que después de la operación el individuo intervenido regularizó su sistema nervioso y de que hayan desaparecido todas sus molestias, angustias y frustraciones dan apoyo a la conveniencia de la intervención quirúrgica. El mantenimiento y restablecimiento de la salud física o mental del paciente demanda en oportunidades operaciones quirúrgicas que ocasionan un daño en el cuerpo o en la salud del paciente, de carácter permanente o transitorio y ello por sí sólo no implica la comisión del delito de lesiones por parte del médico interviniente. El consentimiento de las operaciones mutilantes tiene fundamento legal, de modo que el principio de la indisponibilidad de la integridad física cede en beneficio de la salud y la punición queda reservada exclusivamente para los supuestos en que se persigue una finalidad dolosa. Los jueces no deben entrar en el análisis de cuestiones médicas discutidas y deben extremar su prudencia eludiendo todo pronunciamiento que importe adoptar una posición científica [6].
Estos y otros antecedentes judiciales permearon la posición de los juristas respecto a la cuestión transexual. En diversas comunicaciones, congresos y publicaciones la discusión respecto a si un individuo transexual sometido a operaciones debe ser reconocido como varón o mujer por la justicia y el Estado se hará presente dando cada vez más lugar a aquellas posiciones que habiendo estado en disidencia daban cuenta de perspectivas de avanzada para su época. En 1996 el reconocimiento de la identidad femenina de la activista transexual Mariela Muñoz abrirá la posibilidad a que muchas personas travestis y transexuales accedan a documentos que dejen constancia de su género autopercibido. En 1997 incluso se permitirá en Argentina la primera cirugía de “adecuación” genital a Juana Luffi, una paciente con diagnóstico de “pseudohermafroditismo femenino masculinizante”.
Transexuales por el derecho a la vida y la identidad
La tarde del 7 de mayo de 1991, Karina Urbina encaró lo que sería la primera manifestación pública en defensa de los derechos de las personas transexuales. Con ese primer acto, surge también TRANSDEVI (Transexuales por el Derecho a la Vida y la Identidad) la primera organización de transexuales de Argentina. Karina, munida de carteles se manifestó frente al Congreso Nacional ante la miradas de los empleados y transeúntes que por allí pasaban. Aquella manifestación fue la primera de casi un centenar de protestas de las que Karina fue protagonista. A veces encadenada en las puertas del Congreso o con sus características pancartas donde denunciaba en detalle la problemática vivida por ella y sus compañeras y compañeros transexuales. A veces en solitario, otras acompañada de su madre, de amigas y compañeros de lucha como Carlos Jáuregui. Las fotos que registran aquellas manifestaciones la muestran estoica y llena de convicción frente a un Estado ciego, sordo y mudo, ante el que ya se habían agotado todas las instancias posibles de diálogo. Estas protestas ocurrieron tiempo después de que la demanda judicial interpuesta por Karina llegara a la máxima instancia judicial sin ninguna respuesta favorable. Agotadas las vías judiciales Karina paso a la acción para conseguir sus derechos.
Aquellas manifestaciones estuvieron acompañadas de otros actos de importancia como la presentación de proyectos de modificación de las leyes que impedían las intervenciones de los órganos sexuales y la rectificación de los documentos. Karina Urbina buscó reunirse con los legisladores, plenamente consciente de que la única salida a sus demandas era conseguir que la intervención de los políticos dispusiera, en general, aquellos cambios que la justicia había rechazado en sus casos particulares. La tarea fue titánica, pero Karina nunca bajó la guardia: en 1989 presentó un proyecto de modificación de las leyes al jefe de la bancada peronista Alberto Pierri, sobre el que jamás recibió respuesta. En 1991 elaboró un proyecto de ley que permitiera las modificaciones corporales y el reconocimiento de la identidad y se lo presentó al por entonces presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Duhalde, junto al apoyo de 62 parlamentarios. Este proyecto tampoco prosperó debido al escaso interés de los legisladores por abordar la temática.
Consultada en una entrevista en Revista Ka-buum sobre los motivos que la llevaron a manifestarse frente al Congreso, Karina expone una historia que guarda puntos en común con las experiencias de las travestis, pero que a su vez tiene particularidades:
Bueno, en realidad la cosa está así. A mí me detuvo la policía en la vía pública por el hecho de ser diferente, o sea me pidieron los documentos. Al dar los documentos pues me llevaron a la comisaría. Es decir, al detenerme se violó la Constitución, el artículo 14 dice que todas las personas tenemos el derecho a trabajar y aprender. Es decir, al detenerme en la vía pública, yo esos derechos ya no los tengo, porque si voy hacia mi trabajo y la policía me puede detener hasta 30 días con estos edictos policiales, entonces pierdo mis libertades. A partir de ahí yo me empecé a conectar con abogados, con jueces y el 7 de mayo me paré yo sola en frente al Congreso. Con carteles alusivos al cambio de sexo. A partir de esa fecha me empecé a conectar con otras personas operadas o no todavía en el exterior y con otras agrupaciones de gays, lesbianas, de feministas y de derechos humanos en general [7].
Aunque las transexuales y travestis eran igualmente afectadas por los códigos contravencionales que penalizaban el uso de prendas de vestir del “sexo opuesto” en la vía pública y la oferta de sexo, ambas escogieron caminos diferentes para lidiar contra esta vulneración de derechos. Mientras las travestis combatían contra los códigos y exigían su anulación, las transexuales buscaban ser reconocidas como mujeres y ser registradas como tales en sus documentos. Para muchas de las transexuales de aquella época la experiencia del comercio sexual resultaba distante o al menos evitaban referirse a ello como su modo de vida. Sus demandas estaban enfocadas en acceder al status social de lo femenino, poder criar hijos, poder trabajar, estudiar e intervenir en la vida pública sin que se les cuestione su género. No buscaban reafirmarse en una categoría identitaria propia como harían las travestis, ni afirmar su identidad desde una categoría distintiva y cuestionadora de lo binario, sino que esperaban poder vivir como las demás mujeres de la sociedad y acceder a los mismos derechos. Estas disputas se manifestaban en diversos foros y se acrecentaban cuando se trataba el tema de las intervenciones quirúrgicas (un tema por el que los medios tenían morboso interés): mientras algunas travestis escogían no operarse y habitaban su identidad más allá de su corporalidad y genitales, las transexuales presentaron ante los medios, los jueces y la sociedad un discurso claro: ellas nacieron mujeres y se sienten y vivencian su género cómo tales. Vivir en cuerpos que no les pertenecen es una situación traumática que desean modificar a través de cirugías y disposiciones legales que les devuelvan su lugar en la ciudadanía.
Sin embargo el activismo transexual no tuvo una perspectiva segregacionista, sino que por el contrario fue también pionero al establecer conexiones con diversas organizaciones feministas, de derechos humanos y de gays y lesbianas. Las manifestaciones de Karina Urbina frente al Congreso fueron avaladas y celebradas por organizaciones como Gays por los Derechos Civiles (GaysDC.), la Comunidad Homosexual de Argentina (CHA), Abuelas de Plaza de Mayo, la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), la Delegación de Asociaciones Israelitas de Argentina (DAIA) y la Fundación Servicio, Paz y Justicia (SERPAJ) presidida por el premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel. Esta estrategia de creación de alianzas entre distintos movimientos sociales y políticos marca un precedente notable para lo que serán los activismos de personas travestis y transexuales en Argentina. Otro hecho central del activismo de Karina Urbina fue la activa participación de TRANSDEVI en la organización de la 1° Marcha del Orgullo Gay-Lésbico de Buenos Aires, en el año 1992.
De las siete organizaciones participantes de aquella primera marcha fue TRANSDEVI la única no identificada con el colectivo de gays y lesbianas. La participación de Karina no sólo agregaba aquella famosa “tercera pata” de movimiento que Carlos Jáuregui acostumbraba celebrar, sino que acercaba nuevas perspectivas al pliego de demandas del prematuro movimiento LGBT. Su participación además estaba impregnada de simpatía y humor, lo que quedó retratado en un cuaderno casero de anotaciones que Karina llenó con viñetas e ingeniosas bromas sobre aquella histórica protesta, las personas que participaron en ella y el contexto político nacional.
Karina participó de las marchas y protestas en contra de los dichos de Monseñor Quarracino, durante la que fue atacada a huevazos. Su vínculo con el movimiento de gays y lesbianas en aquellos primeros años de activismo no sólo contenía una estrategia política, sino también un entrañable vínculo de amistad y complicidad. Karina era asidua participante de las reuniones y celebraciones en la casa de Paraná 157 donde Carlos vivió sus últimos años de vida. Esa casa era el punto de partida y reunión para las acciones que Karina realizaba cada semana frente al Congreso. Allí se tejieron vínculos y afectos que sostenían aquellas acciones conjuntas cuando el movimiento era aún un germen. También fue el epicentro de disputas y conflictos que llevaron en algún momento al distanciamiento de Karina.
Para la segunda marcha en 1993, TRANSDEVI ya no figura entre las organizaciones convocantes, mientras sí lo hacen organizaciones como Travestis Unidas, liderada por Kenny de Michelli, Sandy Gonzalez y Gabriela Carrizo. Aunque la alianza entre las demandas del movimiento de gays y lesbianas y el activismo transexual aparece con mucha fuerza al principio, las diferencias estratégicas de ambos sectores irán produciendo grietas, en especial desde la aparición y visibilidad de las travestis. Es difícil comprender el distanciamiento de Karina Urbina de la escena pública y el activismo, pero sí entender por qué gays y lesbianas se sintieron más cerca de las travestis y sus demandas: los códigos de contravenciones que penalizaban a las travestis en su estilo de vida y en el ejercicio del comercio sexual, también sometían a los gays y lesbianas a detenciones arbitrarias y razzias. La lucha contra la policía y los códigos fueron el vínculo fuerte entre travestis, gays y lesbianas y la plataforma sobre la que Jáuregui construyó su activismo contra las acciones discriminatorias ocurridas en la Ciudad de Buenos Aires a mediados de la década del 90. Karina señala que el rompimiento con GaysDC se produjo tras la decisión de la organización de vincularse formalmente con el Partido de Frente por la Democracia Avanzada que llevaba a Jose Luis Pizzi como candidato a Diputado Nacional y a Carlos Jáuregui como candidato a constituyente por la ciudad [8]. El 22 de mayo de 1993 Karina renuncia a su rol como socia honoraria de GaysDC, debido a estas diferencias políticas.
Aunque en los años posteriores el activismo de Karina seguirá vinculado a la participación en jornadas, congresos, manifestaciones y entrevistas su participación con el resto del movimiento LGBT se reducirá considerablemente. Tras ella aparecerán nuevas figuras dentro del movimiento transexual: Patricia Gauna, al frente de Mujeres Operadas y Transexuales de Argentina (MOTA), Yanina Moreno al frente de Transexuales Argentina (TransAr), Alejandra Costa y Mariela Muñoz. Todas ellas continuarán disputando su reconocimiento como mujeres y la posibilidad de acceder a intervenciones quirúrgicas en Argentina. Sus participaciones públicas buscarán separarse lo más posible del de las travestis, incluso disputando abiertamente frente a las cámaras. Las transexuales buscaban permanentemente separarse de quienes las veían como “hombres vestidos de mujer” y reafirmaban su identidad performando un rol de ciudadanas honradas, madres abnegadas, profesionales decentes y seres sensibles y delicados. Contrariamente a las -a veces- desbocadas y escandalosas manifestaciones que las travestis tenían en la televisión, las transexuales exhiben sus sentimientos de frustración y dolor por ser privadas del derecho a vivir como “verdaderas” mujeres. A su manera, con su propia estrategia las transexuales ensayaron una política con voz propia.
Una voz transexual
Aunque los activismos de las transexuales puedan parecer a la luz de un análisis actual un tanto conservadores, biologicistas y medicalizantes es necesario insistir en la eficacia que esos discursos tenían en términos de comunicación en el contexto de los años 90. Estas demandas se valieron de los conocimientos clínicos sobre la sexualidad para producir sentidos y buscar aceptación entre la sociedad. Utilizaron el imaginario de representaciones sobre lo masculino y lo femenino para componer una performance convincente y sólida ante el público. Pocas escenas son más significativas que la de Mariela Muñoz sentada en los almuerzos de Mirtha presentando ante todo el país el DNI que la reconocía como mujer y recibiéndolo de las manos de la diva máxima de la televisión quien reafirma su status de auténtica “señora”. Al tiempo que las travestis sufrían persecuciones callejeras y agresiones públicas ante las cámaras, las transexuales compusieron una imagen amigable amparada en el diagnóstico de transexualismo.
Sin embargo, el activismo transexual y en particular el de Karina Urbina estuvo a la picota de múltiples discusiones y cuestiones que mucho tiempo después serían adoptadas por los activismos de las travestis. En el discurso de Karina se nota con frecuencia una reflexión y análisis profundamente crítico sobre la sociedad. El uso de términos como el de “apartheid” para describir la situación de las transexuales en el país, revela la conexión que Karina era capaz de realizar entre cuestiones raciales, de clase y género: una perspectiva interseccional que mucho tiempo después será celebrado en activismos travestis como el de Lohana Berkins. Sin ánimos de comparar experiencias claramente distintas, Karina fue muy perspicaz en sus reflexiones y pudo producir cruces y alianzas sumamente necesarias para los movimientos de travestis y transexuales. Mucho de eso quedó plasmado en el boletín de TRANSDEVI titulado La Voz Transexual.
Es difícil estimar cuántos números de La Voz Transexual fueron editados y el alcance y repercusión que tuvieron. En esta nota podemos presentar sólo algunos de ellos y encontrar en sus páginas algunas reflexiones fundamentales. Su primer número abre con la siguiente frase “El que lucha contra nosotros nos refuerza los nervios y perfecciona nuestra habilidad. Nuestro adversario no hace sino ayudarnos” [9] que encierra un espíritu de batalla y perseverancia muy propio del accionar de Karina. En este primer número se presentará a las personas que constituyen TRANSDEVI y que acompañan su accionar (antropólogas, abogadxs, etc.), una breve genealogía de sus tres años de militancia y los ejes de su propuesta política. Los números posteriores presentan notas con posicionamientos anticlericales, antifascistas, reflexivos respecto a las discapacidades, el VIH, la transexualidad masculina y los feminismos. La revista contiene notas sobre aborto, críticas a Quarracino y el poder de la iglesia católica, notas sobre grupos neonazis y muchísimos pasajes donde desliza reflexiones de mucho más largo alcance que la cuestión estrictamente transexual. Incluso presenta en uno de los ejemplares un proyecto de ley confeccionado por algunos diputados para exigir modificaciones a la ley antidiscriminatoria. Este proyecto cuenta con el apoyo de TRANSDEVI y se anexa a la misma una nota redactada para la revista “El Parlamentario” titulada “La ley del deseo”. Esta ley es apoyada ya que considera que “hará posible la integración de mujeres y hombres transexuales a una sociedad que lucha por despojarse de conceptos arcaicos y oscurantistas” agregando luego “que las personas transexuales somos seres humanos indocumentados, por ello pedimos a los Diputados y Senadores, que aprueben con prontitud el proyecto (...) para que nos incluya en su protección como personas con sus legítimos Derechos Humanos, Civiles y Sociales”. Una terminología y claridad conceptual que no deja de sorprender para una publicación de 1994. Es también importante notar la incorporación de las experiencias de transexualidad masculina en la composición de TRANSDEVI, ya que no sólo existía una reflexión al respecto, sino que uno de sus activos integrantes fue un varón transexual.
El activismo de Karina Urbina y las transexuales de los años 90 revela permanentemente aristas y texturas porosas que permiten comprender otro tipo de trayectorias y narrativas injustamente olvidadas. El afán actual de ciertos modos de pensar la historia nos lleva a trazar trayectorias lineales y teleológicas que van in crescendo hasta las conquistas actuales del movimiento trans*. Hablamos de los procesos como si fueran pasos escalonados y rectos que van desde lo incipiente a lo glorioso, como una máquina de producir hechos políticos en una sola dirección. ¿Pero de qué manera entendemos lo político? ¿Dónde trazamos la línea entre la performance, lo mediático y la protesta? ¿Cuándo valoramos como activismo o militancia determinadas acciones y por qué dejamos a otras en una antigua génesis prehistórica? Esta nota presenta sólo algunos fragmentos de este laberinto de historias sobre las transexuales y sobre Karina Urbina y aún así nos permite ver cuán necesario es afinar nuestros discursos sobre cuándo, dónde y cómo empezaron los movimientos de travestis y transexuales a tener la potencia de discutirlo todo. Es necesario retroceder estos caminos y correr nuestros velos para ver cuán deudor es nuestro presente de aquellas compañeras que ya se movilizaban cuando apenas había un movimiento.
*Marce Butierrez es activista travesti, antropóloga e investigadora feminista queer. Becaria de investigación de la Universidad Nacional de Salta e integrante de la Cátedra Optativa sobre Aborto de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Actualmente integra la Red Universitaria por el Derecho al Aborto (RUDA) de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Sus investigaciones giran en torno a las experiencias de las personas trans y travestis de regiones no metropolitanas, desde una perspectiva sobre las movilidades, las prácticas espaciales y el cruce entre geografía y sexualidad.
Ejemplares del boletín La Voz Transexual
Fuente: Archivos Desviados para Moléculas Malucas.
Video de Karina Urbina y Carlos Jáuregui en el programa Hora Clave, de Mariano Grondona, el 21 de mayo de 1992
Fuente: Fondo Marcelo Ernesto Ferreyra. Programa de Memorias Políticas Feministas y Sexogenéricas CeDInCI para Moléculas Malucas.
Notas al pie
[1] Mirtha Legrand es una popular actriz y estrella televisiva que conducía un programa donde almorzaba con famosos, políticos y figuras notorias de la vida social y cultural Argentina.
[2] Utilizaré la expresión trans* para referir en particular a las experiencias activistas posteriores al año 2000 y que reúnen discursivamente a personas transexuales, transgénero y travestis.
[3] Página/12, 15 de mayo de 1992. Fondo Marcelo Ernesto Ferreyra. Programa de Memorias Políticas Feministas y Sexogenéricas - CeDInCI.
[4] El Cronista Comercial, 14 de Mayo de 1992. Fondo Marcelo Ernesto Ferreyra. Programa de Memorias Políticas Feministas y Sexogenéricas - CeDInCI.
[5] Cámara Nacional Criminal y Correccional. Sala de Cámara. Julio 29-966. L.L. T. 123, p. 603.
[6] Cámara Nacional Criminal y Correccional. Sala de Cámara, Diciembre 23-699. "D.F.". La ley T. 138. p. 593.
[7] Revista Ka-buum N° 5 - Julio de 1994 - Fondo Sam Larson. Programa de Memorias Políticas Feministas y Sexogenéricas - CeDInCI.
[8] La lista de candidatos a diputados por la Ciudad de Buenos Aires se componía por Atilio Borón, Noé Jitrik, Inés Izaguirre, Tununa Mercado, José G. Vazeilles, Marcelo Matellanes, Perla Wasserman, Mirta Mántaras, Ernesto Goldar, Alexis Latendorf, entre otras tantas figuras. El quinto lugar fue ocupado por José Luis Pizzi, el asesor jurídico de GaysDC. Así quedó registrado en el libro de actas del partido naciente. El FDA sostenía entre sus demandas la demanda por “rectificar en la partida de nacimiento el nombre y el sexo para el pleno ejercicio de sus derechos civiles, de las personas transexuales y de aquellas que adoptaron quirúrgicamente su sexo”. Extraído de “Orgullo. Carlos Jáuregui, una biografía política” (2020) de Mabel Bellucci.
[9] La frase pertenece originalmente a Edmund Burke, escritor, filósofo y político, considerado el padre del liberalismo conservador británico
AVISO SOBRE REPRODUCCIÓN
Los trabajos publicados en Moléculas Malucas, así como las imágenes que los acompañan, solo pueden reproducirse con nuestra previa autorización y la de sus autor*s, personas entrevistadas, titulares de derechos de autor, traductor*s o archivos que custodian los materiales reproducidos junto a los artículos. En caso de precisar mayor información pueden escribir a archivomoleculasmalucas@gmail.com
Cómo citar este trabajo:
Butierrez, Marce. Mujer se nace: Karina Urbina y el activismo transexual de los años 90.
Moléculas Malucas, abril de 2021.
https://www.moleculasmalucas.com/post/mujer-se-nace