Entre el espectáculo y la subversión
Entre 1957 y 1958, circuló entre los quioscos porteños una revista titulada Los Amorales. Pretendidamente científica, la publicación hacía foco en las “perversiones sexuales” reproduciendo la mirada condenatoria de la Medicina y la Ley, pero fascinada al mismo tiempo con aquellos cuerpos y experiencias que escapaban del orden sexo-génerico dominante.
Por Jorge Luis Peralta*
En Argentina, a mediados del siglo XX, el término “amorales” circulaba entre las autoridades policiales y la prensa en referencia a un conjunto amplio de sujetos indeseables: homosexuales, en primer lugar, pero también, como explica Omar Acha, “proxenetas, patoteros, violadores y acosadores, entre muchas otras figuras de un bestiario incompatible con el prototipo familiar heterosexista”. No debe sorprender que, en el afán de atraer a potenciales lectorxs, el editor de Los Amorales haya elegido esta palabra para titular la publicación. Las crónicas amarillistas de periódicos como Ahora o de la revista Así habían familiarizado al público con esa jerga estigmatizante, situada a medio camino entre el tecnicismo de la literatura científica especializada y el lenguaje popular. En efecto, aunque la revista se presentaba como “publicación periódica de temas científicos, literarios e históricos”, el vaivén entre la aspiración a la seriedad y la explotación sensacionalista de temas tabú resulta manifiesto en cada uno de los números. Ese mismo ir y venir entre la “ciencia” y el “espectáculo” favorece cierta ambigüedad en el tratamiento de las disidencias sexo-genéricas –el tema estrella de la revista– de modo tal que en sus páginas coexisten discursos patologizantes con otros mucho más flexibles e incluso potencialmente subversivos. Así se explicaría, también, que Los Amorales dejara de publicarse de forma abrupta en 1958, después de 9 números: por muy científica que se reivindicara, y aunque muchos de sus artículos fuesen nítidamente homofóbicos, el despliegue espectacular de las perversiones podía llegar a ser inquietante, como vio con claridad el ojo censor de la época.
Se sabe muy poco acerca de esta revista y sus responsables. El rastreo en diferentes repertorios bibliográficos permite saber que la persona que figura como director y responde a las cartas de lxs lectorxs a partir del n° 4, Rodolfo Alberto Seijas, publicó libros de filosofía, como Objetivismo teórico (1959) y Carta a Sartre y otros ensayos (1962), y estuvo al frente de varios sellos editoriales, entre ellos Tiempos Modernos, Seijas y Goyanarte y Tilco Editor, en el que apareció Los Amorales. Muy posiblemente, los nombres de lxs colaboradorxs estables que se mencionan a partir del segundo número fuesen seudónimos, ya que no hay rastros de “Estela Blood”, “Janos Zudeski”, “Saúl Nervo”, “Jean Paul”, “Martha Stendhal” o el “profesor Alberto Boquini” en la literatura posterior relacionada con estas temáticas. En rigor, las colaboraciones debían consistir, sobre todo, en traducir textos de otras lenguas, porque si bien hay artículos firmados por Zudeski y Stendhal, el grueso de los materiales difundidos por la revista pertenece a autorxs extranjerxs.
Conviene tener en cuenta que Los Amorales apareció en un momento en el que estaban en auge las publicaciones relacionadas con la sexualidad en general y las “desviaciones sexuales” en particular. Este interés puede explicarse, en parte, como eco local de un fenómeno transnacional, pero también como respuesta concreta a la cristalización de la identidad y la subcultura homosexuales en la ciudad de Buenos Aires entre los años 40 y 50. Ya en 1944, en el libro Freud y las degeneraciones, el “Dr. J. Gómez Nerea” (seudónimo de Alberto Hidalgo), alertaba “de que el porcentaje de la inversión sexual entre nosotros alcanza cifras elevadas, quizá astronómicas”. En una línea similar, el escritor y crítico H. A. Murena se mostró horrorizado, en 1959, por las “multitudes” que, según aseguraba, se paseaban por la ciudad exhibiendo bajo el brazo los libros de una editorial “especializada en sodomía”. Aunque no la nombraba explícitamente, la editorial aludida era Tirso, dirigida por los escritores Abelardo Arias y Renato Pellegrini, que entre 1956 y 1965 difundió literatura de temática homoerótica extranjera (sobre todo francesa) y argentina. Nerea y Murena exageraban, por supuesto, pero lo cierto es que la “homosexualidad” formaba parte indiscutible del paisaje social de la ciudad de Buenos Aires a mediados del siglo. Así se explica la proliferación de literatura, tanto aquella con pretensiones (pseudo)científicas como la estrictamente ficcional.
Si a principios del siglo, el conocimiento de temas sexuales estaba circunscripto a las élites –con los célebres Archivos de Psiquiatría y Criminología Aplicadas a las Ciencias Afines como órgano fundamental- con el paso de las décadas la literatura sexológica se volvió cada vez más asequible al gran público: editoriales como Tor y Partenón dieron a conocer ediciones económicas de numerosos títulos, incluyendo algunos de célebres
defensores del amor entre varones como el alemán Magnus Hirshfeld o el inglés Edward Carpenter. Los Amorales se inscribe en esta línea de publicaciones de fácil acceso: se conseguía en kioscos y también existía la posibilidad de suscribirse. A juzgar por la información incluida en la sección de “Suscripciones” y en la correspondencia, eran numerosxs lxs lectorxs interesadxs en conseguir números atrasados de la revista (el primero se publicó en febrero de 1957 y el último en julio de 1958). Este interés bien podía ser una estrategia publicitaria del propio Seijas, pero no resulta del todo increíble que hubiese un público genuinamente atraído por los contenidos de su publicación. El énfasis en las “desviaciones sexuales” distingue, de hecho, a Los Amorales de otras revistas extranjeras, como Sexología y Luz, que también se distribuían en Buenos Aires pero estaban dedicadas a las problemáticas sexuales en un sentido amplio.
Osvaldo Bazán, que dedica un capítulo a la revista en su Historia de la homosexualidad en la Argentina, cita algunas cartas remitidas por lxs lectorxs y señala que las respuestas ofrecidas por Seijas “son un claro muestrario de los prejuicios de la época”. Es verdad, como destaca el periodista, que no podemos saber a ciencia cierta si esa correspondencia era auténtica o “una coartada de la revista para tocar temas que le interesaban”. En todo caso, los atormentados testimonios de “homosexuales” y “lesbianas” que escribían a Seijas en busca de una explicación científica a sus problemas resultan plausibles en el contexto. Y aunque se puede estar de acuerdo con Bazán en que las devoluciones tendían a la patologización de identidades disidentes, la lectura atenta de la sección de “Correspondencia” muestra que el director de la revista adoptaba en ocasiones una actitud más tolerante, por ejemplo cuando la “homosexualidad” se vinculaba con un excepcional talento artístico; esa tendencia, que denominaba “pederastia platónica”, no constituía, a su juicio, una enfermedad.
Así como no se puede generalizar sobre las posiciones de Seijas con respecto al tratamiento de la “homosexualidad”, tampoco se puede argumentar que Los Amorales condenara categóricamente las “desviaciones sexuales”. La explotación de temas atractivos, por morbosos, a través de títulos tan extravagantes como “Los comechicos”, “Las machonas” o “Sobre la flagelación”, convive en las páginas de la revista con retratos elogiosos de artistas homosexuales, como André Gide y Jean Cocteau, o bien con ilustraciones, como las de Jean Boullet, que ensalzaban la belleza masculina, con el claro objetivo de deleitar a lectores “uranistas”. También debe destacarse que el tercer número consistió en la traducción íntegra del relato anónimo La confesión de un invertido, publicado originalmente en Francia en 1894, que se caracterizaba por su impronta culposa y trágica, pero incluía también pasajes eróticos, algunos tan audaces que, ya en la versión original en francés, habían sido traducidos al latín:
“Él estaba casi desnudo, mis nervios me hacían temblar al verlo tan hermoso. Le hablaba cada vez más tiernamente, ebrio de pasión, con una ardiente fiebre que poco a poco ganaba mi ser. De pronto, él me abrazó fuertemente. Me sentía morir y una alegría inmensa me invadió. Ita parvum momentum haesimus, capite in caput innixo, genis ardentibus, ore meo in os ejus applicator, in dulci pulvino. Nunca fui tan feliz”.
Por mucho que el marco de este relato sea un estudio médico patologizante de “Dr. Laupts” (seud. de Georges Saint Paul), la articulación de una primera persona homosexual que manifiesta su deseo y afirma los placeres del sexo entre varones constituye una instancia subversiva que no debió pasar inadvertida para lxs lectores disidentes de Los Amorales. En un momento en el que las representaciones culturales del homoerotismo eran escasas –y en su mayoría negativas– la revista dirigida por Seijas ofreció a su público la posibilidad de atisbar, aquí y allá, un universo tan sórdido como, al fin y al cabo, fascinante. Su objetivo bien pudo ser multiplicar las suscripciones con la promesa de explorar tópicos prohibidos, pero el hecho mismo de convertir las “anormalidades sexuales” en espectáculo dejó abierto un margen para la subversión. Las páginas de Los Amorales pueden deparar, en definitiva, más de una sorpresa para aquellxs lectorxs contemporánexs que imaginan que en el pasado “todo fue peor”, sin tener en cuenta que hubo intentos, así fuesen tímidos o contradictorios, de poner en circulación discursos e imágenes proscritas por la moral dominante. Esta revista es un buen ejemplo de esa curiosa empresa.
*Centro de Investigación ADHUC (Barcelona).
Contenidos por ejemplar
Revista Los Amorales (Buenos Aires, 1957-1958, Tilco Editor)
Director: Rodolfo Alberto Seijas[1]
Colaboradores: Janos Zudeski, Saúl Nervo, Adolfo Boquini, Marta Sthen, Estela Blood, Jean Paul.
1957
-La homosexualidad y la ciencia, por el Dr. H. L. P
-La justicia inglesa y la homosexualidad, por Janos Zudeski.
-Gide, quema sus naves (sin indicación de autor).
-La homosexualidad en los campos de concentración españoles, por Dr. Keller.
-Amor griego, por Dr. Adolfo Boquini.
-Historia de la homosexualidad, por Lucien Farnoux-Reynaud[2].
-Homosexualidad por todas partes, por Dr. Neuf.
-El psicoanálisis y la homosexualidad, por Otto Hundt.
-El público cultivado y la pederastia, por Ejgar Tourbille.
-Cómo actúa la crápula (sin indicación de autor).
-La homosexualidad y la iglesia, por Charles Blanchard.
-Misticismo y sexualidad, por Pierre Dominique.
-Jean Boullet, pintor de tipos masculinos (sin indicación de autor)
-La iglesia y la natalidad, por Nicolás Dupré.
-Jean Cocteau, por Renee Willy.
-Perversiones sexuales, por el Dr. G. de Saint Paul Laupts.
-Renoir (imágenes)
-La iglesia y la prostitución.
-Traducción de “Le roman d’un inverti-né”, texto entregado por un autor anónimo italiano a Émile zola y presentado por el Dr. Laupts (seudónimo de Georges Saint-Paul, 1870-1937),[1] publicado originalmente en Francia en 1894.
El número consiste solo en la traducción de este texto. No contiene correspondencia.
-El problema sexual en Estados Unidos (sin indicación de autor).
-El amor en Tahití, por Martha Sthendal.
-Confesión de un pederasta, por Ambroise Tardien (sic).
-La prostitución masculina en Paris, por F. Carlier.
-Cómo actúa la crápula (sin inidicación de autor).
-Los amores Verlaine-Rimbaud, por Daniel Leroux.
-Francmasonería homosexual, por Jean Paul Dupont.
-El vicio en París, por Pierre Delcourt.[4]
-Breve nota (con ilustración) sobre el escándalo Fersen (sin título ni indicación de autor).
-Correspondencia
-A los lectores.
-Una página de la historia de la homosexualidad (sin indicación de autor).
-Las machonas, de Sadie Blackeyes (seudónimo de Pierre Dumarchey, también conocido como Pierre McOrlan).
-La función social del onanismo, de Wilhelm Stekel, extraido del libro Onanismo y homosexualidad. La neurosis homosexual, editado en Argentina por Ediciones Imán en 1952.
-André Gide. Teórico de la pederastia (1ª parte) (sin indicación de autor)
-Correspondencia
-Estudiantes de Córdoba colaboran con nuestra publicación.
-A los lectores.
-Sensacional documento sobre la prostitución masculina en París (sin indicación de autor, varias fotografías e ilustraciones).
-La virginidad y sus anécdotas (sin indicación de autor).
-Sobre la flagelación (viene del número anterior).
-Del fichero del Dr. Stekel: “Onanismo y neurosis”.
-Las bellas maneras (continuación). F. Carlier.[5]
-André Gide. Teórico de la pederastia (segunda parte y conclusión).
-Correspondencia
-“Periodista inicia cruzada moralizadora” (transcripción de una nota publicada por un lector de Ciudadela, Jorge Grande, quien desde un diario de la zona, “La información”, denuncia la visibilidad de los homosexuales y sus actividades en baños públicos).
-La amistad de las muchachas en la escuela, por Havellock Ellis.
1958
-A los lectores.
-Las malcasadas, por Henri D’Almeras.[6]
-La jerarquía de las “cocus”, por Charles Fourier.
-Del fichero del Dr. Stekel.
-Correspondencia.
-A los lectores.
-Gilles de Rays, el comechicos, por Roland Villeneuve.[7]
-La matanza de los inocentes (sin indicación de autor).
-“Soy un homosexual” dice un médico a la televisión (sin indicación de autor).
-Del fichero del Dr. Stekel: “Onanismo larvado”.
-Cartas sobre la flagelación.
-Correspondencia.
-A los lectores.
-Correspondencia.
-Cartas de archivos (de la revista Arcadie).
-Sodomitas en prisión, por Gustave Macé (jefe de seguridad de París).
-La prostitución en París. Un estudio (sin indicación de autor).
-Historias de amor, por Guy Breton.
-El diablo sagrado. Rasputín, por Jean Galtier-Boissiere.
Índices elaborados por Jorge Luis Peralta.
[1] Autor, además, de Whitehead y la filosofía del organismo (Tiempos modernos, 1957), Objetivismo teórico (Tiempos modernos, 1959) y Carta a Sartre y otros ensayos (Goyanarte, 1962). Fue también editor de historietas, como Tabú, el pibe cowboy, y responsable de Ediciones Tilco, de Editorial Tiempos Modernos y de Seijas y Goyanarte, que editó la antología policial Tiempo de puñales (1964). [2] Periodista francés (1894-1962). Colaborador habitual de la revista satírica Le Crapouillot (1915-1996), que publicó dossiers sobre la homosexualidad. [3] Autor, bajo el seudónimo de Dr. Laupts, de Tares et poisons. Perversion y perversité sexuelle. Une enquête sur l’inversion. Le roman d’un inverti-né. Le procès Wilde. La guérison et la prophylaxie de l’inversión. Préface de Émile Zola, 1896, y de L’homosexualité et les types homosexuels, préface de Émile zola, 1910.
[4] Escritor francés (1852-1931). Su libro El vicio en París fue publicado en 1888. [5] F. Carlier, jefe del servicio de moralidad de la prefectura de la policía de Paris entre 1860 y 1870. Autor de Etudes de Pathologie Social: les deux prostitutions (1887) y Mémoires (1889).
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Cómo citar este trabajo
Perlata, Jorge Luis. La revista Los Amorales. Entre el espectáculo y la subversión.
Moléculas Malucas, abril de 2020.
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