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El Frente de Liberación Homosexual argentino versus "Los chicos de la banda"

  • MolĆ©culas Malucas
  • 2 oct 2020
  • 19 Min. de lectura

Actualizado: 22 ene


Moléculas Malucas saca a la luz un documento histórico que el Grupo Eros, del Frente de Liberación Homosexual de Argentina, repartió a finales de 1973 cuando se estrenó en Buenos Aires Los muchachos de la banda (The Boys in the Band), el clÔsico film de William Friedkin basado en la obra de Mart Crowley.

Por Jorge Luis Peralta*



Afiche argentino de la pelĆ­cula de Friedkin estrenada en el Cine Ideal de Buenos Aires a finales de noviembre de 1973. Fuente: Archivos Desviados.
Afiche argentino de la pelĆ­cula de Friedkin estrenada en el Cine Ideal de Buenos Aires a finales de noviembre de 1973. Fuente: Archivos Desviados.

Se acaba de estrenar en la plataforma de streaming Netflix, producida por Ryan Murphy [1], una nueva versión de The Boys in the Band, la obra teatral de Mart Crowley (1935-2020) que constituyó un hito de visibilidad marica a finales de los aƱos 60 [2], y que luego se popularizó gracias a la adaptación cinematogrĆ”fica realizada por William Friedkin en 1970 [3]. En Buenos Aires, la obra se representó ese mismo aƱo en el teatro Odeón con el tĆ­tulo de ExtraƱo clan, bajo la dirección de RomĆ”n ViƱoly Barreto, pero fue prohibida por decreto municipal (episodio del cual se hizo eco dĆ­as despuĆ©s la revista Gente) [4]. TambiĆ©n se prohibió la exhibición, en 1972, de la pelĆ­cula de Friedkin [5]. Sin embargo, y tal como el documento del Grupo Eros ha permitido confirmar, el film pudo estrenarse, rebautizado como Los muchachos de la banda, a finales de 1973, durante la tercera presidencia de Juan Domingo Perón. Recuperado gracias a la labor que realiza Archivos Desviados [6] y saca a la luz por primera vez MolĆ©culas Malucas, el texto es ilustrativo tanto del tipo de acciones callejeras que llevaba a cabo el Grupo Eros como de su ideologĆ­a combativa [7]. Las dos pĆ”ginas que lo conforman, tipeadas por NĆ©stor Latrónico, fueron escritas especialmente para esta arriesgada actividad de militancia callejera. El documento se distribuyó pocos dĆ­as despuĆ©s del estreno de la pelĆ­cula a la salida del cine Ideal (ubicado en Suipacha y Corrientes), una zona clave, ademĆ”s, del ā€œyiroā€ gay y la prostitución masculina de la Ć©poca. En sintonĆ­a con la recepción que, en otras latitudes, tuvieron tanto la obra teatral como su traslación fĆ­lmica, la crĆ­tica de Eros denuncia el retrato ā€œestereotipadoā€ de los homosexuales que propone Crowley.


A continuación, reproducimos en su totalidad el texto del documento:


Primera carilla del texto redactado por el Grupo Eros del Frente de Liberación Homosexual en diciembre de 1973. El documento fue repartido a la salida del cine Ideal pocos días después del estreno de "Los muchachos de la banda". Fuente: Archivos Desviados.
Primera carilla del texto redactado por el Grupo Eros del Frente de Liberación Homosexual en diciembre de 1973. El documento fue repartido a la salida del cine Ideal pocos días después del estreno de "Los muchachos de la banda". Fuente: Archivos Desviados.


ā€œLOS MUCHACHOS DE LA BANDAā€: CUIDADO CON EL PERRO!

Cuando un espectador sale del cine, después de haber visto Los Muchachos de la Banda, puede tener la impresión de que el film, con su honesto realismo, ha pronunciado algo así como un juicio inapelable sobre los homosexuales. Una cÔmara en apariencia libre de prejuicios se interna en uno de los departamentos a cuyo abrigo se reúnen, y en los que muestran su verdadera cara. El espectador tiene de pronto la oportunidad de explorar uno de los submundos cotidianamente velados, y de formarse un juicio sobre lo que ve. Y qué es lo que ve?

Un cumpleaños en el que uno de los regalos es un ser humano; una celebración utilizada por el dueño de casa para someter a sus invitados a un cruel suplicio psicológico; un grupo humano compuesto por un negro que no puede olvidar su amor por un muchacho blanco; un empleado de un comercio de antigüedades enamorado de su ex-dentista; una pareja homosexual torturada; un lavaplatos que sufre de una irresistible vocación de fracaso; un misterioso señor que tiene algún drama, que ha venido a buscar consejo de su amigo, para encontrarse con el estridente espectÔculo de la fiesta. Y el homenajeado, único personaje capaz de competir con el anfitrión, pero que sólo se mantiene en pie gracias a la ingestión de barbitúricos y marihuana. Todos ellos tienen listas sus vías de escape: el lavaplatos se psicoanaliza; el dueño de casa, a pesar de su crueldad, es un ferviente católico. Sus intolerables vidas los arrojan a esas fugas. Y cuando no estÔn haciendo esas cosas, parece, se reúnen en estas dramÔticas celebraciones, en las que ni siquiera falta una tormenta, como si Dios mismo se indignara.


DespuĆ©s de haber visto este espectĆ”culo, quiĆ©n puede dudar de que los homosexuales son una caterva de enfermos? Nadie… ni siquiera los mismos homosexuales. Sin embargo, es necesario denunciar de la manera mĆ”s clara que, para ofrecer este cuadro, el film apela a los mĆ”s viciosos trucos de la narración cinematogrĆ”fica. Porque, desde el comienzo, el film se divorcia de las condiciones sociales en que viven los protagonistas. En efecto, todo contacto con el mundo queda suspendido despuĆ©s de los tĆ­tulos. Se evita de esta manera plantear la pregunta de si no es perfectamente explicable que un grupo social que, como el nuestro, es sistemĆ”ticamente perseguido, humillado y expulsado de todos los niveles de la sociedad, se enferme. Se evita sindicar a la sociedad en que vivimos como responsable de esa enfermedad, y por lo tanto, de la manera mĆ”s hipócrita, se insinĆŗa que los homosexuales somos asĆ­ porque somos homosexuales. Entonces, los homosexualidad es una enfermedad, y la sociedad que nos reprime tiene razón…

Pero es la sociedad heterosexual compulsiva la que enferma a los homosexuales, haciendo caer sobre nosotros todo el peso de una marginación inmerecida, injustificada y vergonzosa.


Esto no es todo. En el film, hay un personaje que, si bien se nos oculta si es homo o heterosexual, elige volver junto a su mujer. El film jamĆ”s revelarĆ” cuĆ”l es su problema, pero explicitarĆ” prolijamente los que aquejan a los demĆ”s, a los homosexuales declarados. En contraste, Ć©l permanece intachable: es el hombre ā€œnormalā€, el hombre que le pega a las maricas… Pero el personaje se estructura necesariamente sobre el gran vacĆ­o que supone la ocultación de su drama. Porque si la pelĆ­cula lo hubiera mostrado, habrĆ­amos descubierto una historia tan dolorosa y lamentable como cualquiera de las otras.

Es sólo sobre la base de la ocultación, de la represión y de la hipocresía que los heterosexuales pueden arrogarse alguna superioridad sobre los homosexuales. Cuando el film le otorgue las palmas al heterosexual, cae uno de sus manejos mÔs tendenciosos: gana precisamente aquel personaje al que coloca en la situación mÔs ventajosa, pues se niega a sacarle los trapos al sol.

Los homosexuales se agreden entre sĆ­, se ridiculizan y se inferiorizan. No es difĆ­cil imaginar dónde aprendieron a hacerlo: la sociedad heterosexual compulsiva, brutalmente competitiva, es su mejor escuela. Pero los homosexuales tambiĆ©n nos ayudamos, nos defendemos y nos jugamos por nuestros amigos. Nada de esto estĆ” presente en el film, que ha seleccionado de manera intencionada lo peor de una comunidad oprimida para exhibirlo como propio de ella. Y aquĆ­ subrayemos una ā€œpioladaā€ de la pelĆ­cula: esos horrendos seres atacan gratuitamente, desde el comienzo, al heterosexual, hasta que Ć©ste golpea al mĆ”s marica de ellos. Se omite otra vez decir que, en la vida real, el homosexual es constantemente agredido por los heterosexuales, por su policĆ­a, sus leyes, sus instituciones sociales y su farisaica moral, y que estas agresiones van desde el castigo fĆ­sico (que de todos modos se ve claro en la pelĆ­cula) hasta el chantaje, la presión laboral, la marginación social y el socavamiento psicológico. Se omite aclarar que ningĆŗn ser humano sometido a esta gigantesca presión es capaz de sobrevivir tan fresco, y que quien es responsable de las ā€œenfermedadesā€ asĆ­ provocadas es la misma sociedad que utiliza esas armas. Una persona obligada a mantener en secreto la parte mĆ”s importante de su vida, su vida amorosa, encuentra su existencia arruinada o seriamente amenazada de antemano. QuĆ© milagro que este hombre se torne agresivo, resentido y malicioso! QuĆ© milagro que quienes han sido entrenados para odiarse a sĆ­ mismos se odien entre sĆ­!


Todo este odio reconoce un solo origen: el odio al amor y a la inalienable variedad del amor, que caracteriza a nuestra famosa civilización ā€œoccidental y cristianaā€, buscando los mĆ”s mezquinos intereses económicos. Los disconformes, los que se niegan a obedecer ciegamente, son ā€œenfermosā€, ā€œdegeneradosā€, o ā€œlocosā€: Ć©sta es la tesis del sistema.

En la marejada de odio en que vivimos, los chivos emisarios son imprescindibles, y se los selecciona entre los mÔs débiles, como nosotros. A causa de nuestra desunión, hemos sido las víctimas propiciatorias favoritas. Hoy en día ya no nos queman vivos: nos ridiculizan utilizando los argumentos mÔs falaces, a fin de desacreditarnos ante nosotros mismos y ante los demÔs. De este modo, se falsea la verdad, se la distorsiona; se miente sistemÔticamente, para separar a los hombres, para confundirlos, a fin de someterlos mejor.


Los homosexuales organizados denunciamos este nuevo intento de arrojar piedra sobre piedra, y de desalentarnos en nuestra vida amorosa y de relación, y de hacernos sentir indeseables o enfermos incurables. Nos negamos a ser idiotas Ćŗtiles, cómplices de la destrucción de nuestras propias vidas. AFIRMAMOS ANTE NOSOTROS MISMOS Y ANTE TODOS LOS DEMƁS QUE LOS HOMOSEXUALES SOMOS INTRƍNSECAMENTE SANOS, Y QUE QUIEN NOS ENFERMA ES LA SOCIEDAD OPRESIVA EN QUE NOS HA TOCADO VIVIR. Afirmamos nuestra voluntad de luchar juntos, y en la medida de las posibilidades de cada uno, contra la represión, el odio y la injusticia que son en realidad la base de nuestra sociedad. Vamos a recuperarnos a nosotros mismos para una vida feliz, productiva y hermosa. Sabemos muy bien que todos los marginados, los oprimidos y los desposeĆ­dos como nosotros, son ejĆ©rcitos comprometidos en la misma batalla, a la que debemos sumarnos de muchas maneras, PORQUE SABEMOS QUE, HOY POR HOY, Y CON LOS OJOS PUESTOS EN EL MAƑANA, ESTA ES LA ÚNICA MANERA QUE LOS HOMOSEXUALES TENEMOS DE DARLE POR FIN UN SENTIDO FRUCTƍFERO Y VERDADERO A NUESTRAS VIDAS.

FRENTE DE LIBERACIƓN HOMOSEXUAL

Grupo Eros


La crítica del Grupo Eros coincide con algunas valoraciones negativas que tanto la obra teatral como su versión cinematogrÔfica suscitaron desde el momento de su aparición. Conviene tener en cuenta, sin embargo, que Los chicos de la banda constituyó un auténtico parteaguas en la historia de la representación de la homosexualidad tanto en el teatro como en el cine, circunstancia que explica la repercusión que logró, dentro y fuera de Estados Unidos. Al estreno de la obra teatral en Buenos Aires en 1970 se pueden también añadir las representaciones en México en 1974 (bajo la dirección de la activista lesbiana Nancy CÔrdenas) [8] o en Madrid en 1975 [9]. La versión madrileña, ademÔs, se publicó ese mismo año en forma de libro, en la que sigue siendo la única traducción castellana de la obra impresa hasta la fecha [10]. Making the Boys (2011), excelente documental sobre la gestación tanto de la pieza teatral como de la película, corrobora ademÔs su impacto en muy diversas latitudes, desde Francia a Japón.


Tapa de la edición española de "Los chicos de la banda", publicada por Ediciones MK, Madrid, 1975. Fuente: Biblioteca personal de Jorge Luis Peralta.
Tapa de la edición española de "Los chicos de la banda", publicada por Ediciones MK, Madrid, 1975. Fuente: Biblioteca personal de Jorge Luis Peralta.

ĀæPor quĆ© caló tan hondo una obra que ya en el momento de su estreno habĆ­a generado controversias y desagrado entre algunos espectadores y crĆ­ticos gais? Hay que tener en cuenta, para empezar, que se trató de la primera obra/pelĆ­cula en retratar abiertamente una galerĆ­a de personajes homosexuales ā€œcomunes y corrientesā€, en un contexto en el que las imĆ”genes dominantes en torno a la homosexualidad estaban asociadas con la patologĆ­a, la criminalidad y/o el sufrimiento. Lo gay no era bueno [11]. Crowley, abiertamente gay, decidió hacer lo que los grandes dramaturgos estadounidenses (y maricas) de la Ć©poca –Tennessee Williams, Edward Albee y William Inge– no se atrevĆ­an: afrontar el tema de manera directa, sin subterfugios ni ambigüedades, incorporando su propia experiencia y la de sus amigos. Decidió que el marco mĆ”s adecuado para esa puesta en escena serĆ­a una fiesta, en el curso de la cual humor y tragedia se entrecruzarĆ­an a travĆ©s de un coro de voces diversas: desde la loca exagerada y con pluma –Emory– a la loca ā€œmalaā€ de lengua punzante siempre dispuesta a soltar una ironĆ­a devastadora –Harold–, pasando por la pareja conflictiva (pero que se quiere) –Hank y Larry–, hasta llegar a la histĆ©rica drama queen que, incapaz de aceptarse a sĆ­ misma, dispara veneno a diestra y siniestra y busca refugio en el alcohol, las drogas y Dios –Michael–. El cuadro de las principales figuras se completa con Alan, un heterosexual sospechoso de no serlo, que irrumpe de manera inesperada en la celebración y la enreda todavĆ­a mĆ”s, y ā€œCowboyā€, un hermoso (pero mĆ”s bien tonto) taxiboy, el ā€œregaloā€ de Emory para Harold. Un juego perverso ideado por Michael –llamar por telĆ©fono a la persona que mĆ”s has querido en tu vida y decĆ­rselo– desata la tormenta emocional que, como bien subraya el Grupo Eros en el documento, se refuerza con una tormenta verdadera, ā€œcomo si Dios mismo se indignaraā€.


Considerando el pĆ”ramo de representaciones gais de finales de los aƱos 60, que el Ćŗnico texto capaz de lograr una visibilidad masiva fuera uno que mostraba sentimientos negativos –culpabilidad, auto-odio, envidia, crueldad– tuvo, por fuerza, que generar sensaciones encontradas. Algo similar ocurrió en 2005 cuando, ya en una era totalmente diferente, Brokeback Mountain, de Ang Lee, contó el romance intenso, pero finalmente condenado a la tragedia, entre dos vaqueros en la AmĆ©rica profunda. Y sin embargo, tanto el cumpleaƱos devenido guerra de egos de Los chicos de la banda, como la frustrada historia de amor de los cowboys de Lee, son sintomĆ”ticos del periodo anterior a la liberación. Expresan la angustia contenida, las contradicciones insalvables, los temores bien fundados de toda una generación que habĆ­a sido educada en la idea de que la homosexualidad era, en el mejor de los casos, un pecado, en el peor, una enfermedad o un delito. ĀæPor quĆ© llenar el vacĆ­o de imĆ”genes gais justamente con ese tipo de personajes y comportamientos? El Grupo Eros parece llevar la razón cuando protesta porque las criaturas de Crowley se agreden, ridiculizan e inferiorizan unas a otras. Se ha seƱalado la deuda de Los chicos de la banda con ĀæQuiĆ©n le teme a Virginia Woolf? (1962) de Albee, otra inmersión en el ā€œinfierno son los demĆ”sā€ que lleva el vĆ­nculo amor/odio hasta el lĆ­mite. Pero en aquel momento, solo los heterosexuales podĆ­an darse el lujo de dar un espectĆ”culo de semejante patetismo. Seleccionar, segĆŗn el Grupo Eros, a ā€œlo peor de una comunidad oprimidaā€ implicaba hacerle el juego a la misma sociedad machista y homofóbica responsable de esa opresión [12].


Pero, Āærealmente muestra ā€œlo peorā€ Los chicos de la banda? QuizĆ”s, a finales de los aƱos 60 y justo antes de que estallaran los movimientos liberacionistas, resultaba difĆ­cil ver en la obra otra cosa que un atajo de locas ā€œal borde de un ataque de nerviosā€, lanzĆ”ndose dardos envenenados, sin apenas un asomo de felicidad o bienestar [13]. Hay, sin embargo, muchos momentos que contradicen la tesis de un drama asfixiante protagonizado por ā€œuna caterva de enfermosā€. El humor camp pone su sello, sobre todo en la primera parte de la obra, en diĆ”logos afiladĆ­simos, rematados muchas veces con rĆ©plicas que son obras maestras de malicia marica:

MICHAEL: Aunque no lo creas, hubo una Ʃpoca de mi vida en la que no iba por ahƭ, anunciado a todo el mundo que yo era mariquita.

DONALD: Eso debió ser cuando no habías aprendido a hablar. (Crowley, 1975: 33)

*

EMORY: Desde que soy un decorador bastante solicitado, no me queda tiempo ni para leer.

MICHAEL: Pero sƭ tienes tiempo para ir a los baƱos turcos. (47)

TambiĆ©n hay genuina diversión en el baile improvisado que sĆŗbitamente interrumpe la aparición de Alan: es una escena de camaraderĆ­a maricona que todavĆ­a, medio siglo despuĆ©s, nos sigue resultando familiar. Los chicos de la banda triunfa, asimismo, cuando le da espesor a la figura de la loca, Emory, pues no es solo la tĆ­pica ā€œplumĆ­feraā€ que alegra la fiesta con sus salidas extravagantes; en el juego del telĆ©fono se revela tambiĆ©n al personaje mĆ”s profundo detrĆ”s de las frases ingeniosas y los gestos exagerados. No hace falta insistir en que la loca ha sido siempre ā€œcarne de comediaā€, objeto de mofa y humillación. Crowley incluye esa dimensión, claro, pero le agrega un fondo mĆ”s complejo. Emory tambiĆ©n tiene sentimientos, no importa que se trate de un amor no correspondido y (tal vez) nunca superado. Es al menos curioso que el Grupo Eros, acĆ©rrimo defensor de la loca (en la que veĆ­an a una revolucionaria), solo haya encontrado en este personaje los trazos de un estereotipo. Porque sĆ­, recibe una golpiza por parte del heterosexual Alan, pero despuĆ©s hay tambiĆ©n un gesto de reconciliación. Y las mutuas crueldades que se dirige con Bernard no ocultan que, a fin de cuentas, amigas son las amigas. De allĆ­ que abandonen juntas la fiesta con la promesa de Emory de prepararle al otro una manzanilla: ā€œy ya verĆ”s como todo se arreglaā€. Tampoco es un dato menor el hecho de que mĆ”s allĆ” de sus desavenencias, la pareja formada por Hank y Larry gane el juego propuesto con Harold al confesarse mutuamente que se aman. No era habitual –y no lo serĆ­a durante mucho tiempo– que el amor entre dos hombres llegara a buen puerto en el cine. Larry plantea, de hecho, un tipo de relación abierta, sin mentiras ni ocultaciones, que constituye una alternativa al modelo de fidelidad instituido por la pareja heterosexual, y acrĆ­ticamente reproducido entre las gais.


Afiche original de la pelĆ­cula "The Boys in the Band" estrenada en Estados Unidos en 1970.
Afiche original de la pelĆ­cula "The Boys in the Band" estrenada en Estados Unidos en 1970.

Eros no estuvo solo en su condena de la obra de Crowley. La mĆ­tica Mattachine Society, la asociación homófila creada en Estados Unidos en los aƱos 50, protestó cuando la pelĆ­cula fue estrenada. En Making the Boys puede verse una imagen de la manifestación y una pancarta que reza: ā€œLos homosexuales quieren su derechos a hacer su mĆ”xima contribución a la sociedadā€. Es, con otras palabras, el mismo reclamo que formula el documento de Eros: ā€œLos homosexuales organizados denunciamos este nuevo intento de arrojar piedra sobre piedra, y de desalentarnos en nuestra vida amorosa y de relación, y de hacernos sentir indeseables o enfermos incurablesā€. La idea de que habĆ­a que desterrar el imaginario negativo consolidado a lo largo del tiempo mediante mĆŗltiples discursos e instituciones hacĆ­a imposible ver con buenos ojos una obra que desplegaba una visión poliĆ©drica de la homosexualidad, con sus mĆ”s y sus (muchos) menos. Sin embargo, como el activista y crĆ­tico Vito Russo (1987: 176-177) destacó en su cĆ©lebre estudio sobre las representaciones de la homosexualidad en el cine, El celuloide oculto:

Los chicos de la banda movilizó a los homosexuales a lo largo del país. La culpa internalizada y el auto-odio de ocho hombres gais en una fiesta de cumpleaños de Manhattan formaron la mejor y mÔs potente argumentación para la liberación gay ofrecida alguna vez en una forma artística. Suministró ejemplos concretos y personalizados de los efectos negativos de lo que los homosexuales aprendían sobre sí mismos a partir de las distorsiones de los medios. Y el film causó la primera reacción pública de un floreciente movimiento por los derechos gais a los estereotipos aceptados en la obra de Crowley [14].

Efectivamente, y tal como se seƱala tambiĆ©n en el ya citado documental, Los chicos de la banda apareció justo un aƱo antes de que, con los eventos de Stonewall, el activismo gay tomara impulso y se organizara. En cierto sentido, apuntaba a lo que estaba por venir, y a las actitudes y traumas que habĆ­a que dejar atrĆ”s. SegĆŗn Alberto Mira en Miradas insumisas. Gays y lesbianas en el cine (2008: 350), la pelĆ­cula ā€œiba en contra del nuevo espĆ­ritu de Stonewallā€. Para este crĆ­tico, sin embargo, la situación es mĆ”s compleja: ā€œhay amargura, pero tambiĆ©n un elemento cómico bastante inusual por aquel entonces. No predomina la burla ā€˜de’ los homosexuales sino el humor gayā€. Ubicada, en definitiva, entre dos paradigmas opuestos, la pelĆ­cula parece haber contribuido a visibilizar la homosexualidad y a motivar actitudes que ayudaron a superar las limitaciones de antaƱo: ā€œ[sus personajes] eran perdedores […] pero asfaltaron el camino para los ganadoresā€ (Russo, 1987: 175). Sin embargo, una vez iniciada la ā€œrevoluciónā€, Los chicos de la banda quedó rĆ”pidamente anticuada, un ejemplo de lo que eran (cierto tipo de) homosexuales antes del Orgullo.


La lectura del Grupo Eros responde, en este sentido, al clima de la Ć©poca. Su reclamo de imĆ”genes positivas, que fomenten la idea de que los homosexuales pueden vivir ā€œuna vida feliz, productiva y hermosaā€, se alinea con un programa polĆ­tico que luchaba contra circunstancias históricas muy concretas y muy adversas. El testimonio de Ernesto Hollmann, que formó parte de Eros y participó en sus acciones callejeras, muestra sin embargo que la recepción de la pelĆ­cula no fue unĆ­voca dentro del grupo. Tal como evoca en una entrevista con Juan Queiroz [15]:

Ese documento es autoría de Perlongher, se discutió bastante en Eros, yo no quise participar de la volanteada porque no estaba de acuerdo con lo que planteaba el texto. Había visto la obra en su momento y luego la película y me gustó por mÔs que trate partes negativas de la homosexualidad. Me pareció muy buena, consideraba que tenía muy buenas actuaciones y que trataba temas que eran parte de una realidad que también hoy sigue siéndolo. Esa temÔtica estaba dentro de las casas y dentro de las personas. Pero Perlongher la odió, y la razón de mi ausencia en esa volanteada específica fue mi desacuerdo con el texto del documento.

El testimonio de Hollmann confirma las interpretaciones antitĆ©ticas que propició Los chicos de la banda desde el momento de su estreno. La recuperación de este documento histórico, junto con la posibilidad de ver la versión cinematogrĆ”fica recientemente estrenada, permitirĆ” reavivar el debate y confirmar –o no– las protestas de Eros. Algunas, tal vez, nos parezcan demasiado severas e hijas de su tiempo; otras conservarĆ”n su vigencia. En todo caso, estas dos hojas mecanografiadas que la labor de archivo ha logrado conservar, constituyen una pieza invaluable de nuestra memoria marica, un recordatorio de las muchas batallas que se libraron: en los cines, en las calles, en los cuerpos.


*Jorge Luis Peralta, Centro de Investigación ADHUC (Barcelona) [16]

Referencias bibliogrƔficas


Anónimo (1973), ā€œLos muchachos de la bandaā€, en Noticias. Sobre todo lo que pasa en el mundo, nĀŗ 10, 30 de noviembre de 1973. p. 15.


Crowley, Mart (1975 [1968]), Los chicos de la banda, trad. de Ignacio Artime y Jaime Azpilicueta, Madrid, M K.


Espejo Romero, Ramón (2020), ā€œLos otros chicos de la banda. Homosexualidad y teatro norteamericano en EspaƱa, 1956-1975ā€, en Bulletin of Hispanic Studies, vol. 97, nĀŗ 6, pp. 951-982.


Fawaz, Ramzi (2016), ā€œBeware the Hostile Fag. Acidic Intimacies and Gay Male Consciousness-Raising in The Boys in the Bandā€, en Matt Bell (ed.), The Boys in the Band: Flashpoints of Cinema, History and Queer Politics, Detroit, Wayne State University.


Lozano, Ezequiel (2013), Sexualidades disidentes en el teatro en Buenos Aires durante los aƱos sesenta, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires. Tesis doctoral.


Mira, Alberto (2008), Miradas insumisas. Gays y lesbianas en el cine, Barcelona y Madrid, Egales.


Russo, Vitto (1987), The Celluloid Closet. Homosexuality in the Movies, New York, Harper & Row.


Shelley, Marta (2009 [1970]), ā€œLo gay es buenoā€, en Rafael M. MĆ©rida JimĆ©nez (ed.), Manifiestos gays, lesbianos y queer. Testimonios de una lucha (1969-1994), Barcelona, Icaria, pp. 69-74.


Zapata, Luis (2010), ā€œPrólogo. Highlights de mi vida como gayā€, en Michael K. Schuessler y Miguel CapistrĆ”n (eds.), MĆ©xico se escribe con J. Una historia de la cultura gay, MĆ©xico D.F., Temas de hoy.


PelĆ­culas citadas


The Boys in the Band (1970). Dir William Friedkin.


Cruising (1980). Dir. William Friedkin.


Love! Valour! Compassion! (1997). Dir. Joe Mantello.


Brokeback Mountain (2005). Dir. Ang Lee.


Making the Boys (2011). Dir. Crayton Robey.


The Boys in the Band (2020). Dir. Joe Mantello.



Notas al pie

[1] La película parte de la versión teatral estrenada en Broadway en 2018, cuando se conmemoraron los 50 años del estreno original. El elenco incluye a los reconocidos actores, abiertamente gais, Jim Parsons, Matt Bomer, Zachary Quinto, Andrew Rannells, Charlie Carver, Robin de Jesus, Brian Hutchison, Michael Benjamin Washington y Tuc Watkins. El film fue dirigido por Joe Mantello, realizador de otra notable película de temÔtica gay, ”Amor! ”Valor! ”Compasión! (1997), basada en la obra homónima de Terrence McNally de 1994. [2] La obra se estrenó en el off-Broadway en enero de 1968 y se convirtió en un éxito inesperado. La película se rodó con el mismo elenco que había interpretado la versión teatral, en su mayoría actores gais. Como muestra el documental Making the Boys (2011), de Crayton Robey, el film supuso un obstÔculo para el desarrollo de las carreras de la mayoría de ellos. Varios, ademÔs, fallecieron de VIH/sida a lo largo de la década de los 80. [3] Friedkin volvería a crear controversia años después con su película Cruising (1980), protagonizada por Al Pacino, que fue boicoteada por la comunidad gay debido a la imagen negativa que ofrecía de la subcultura homosexual. [4] De acuerdo con la investigación de Ezequiel Lozano (2013: 237), la obra teatral se estrenó el viernes 24 de abril de 1970 y fue prohibida el domingo 26, apenas dos días después. La versión castellana fue realizada por Manuel BarberÔ e integraban el elenco, entre otros, Alberto Argibay, Gianni Lunadei, Oscar Ferrigno, Enrique Fava y José María Langlais. El artículo de la revista Gente fue publicado en su edición No.249 del 30 de abril de 1976. [5] Lozano (2013: 237) cita un libro de Homero Alsina Thevenet, Censura y otras presiones sobre el cine (1972), en el que Los muchachos de la banda aparece en la lista de películas censuradas de 1972. En España, el film también estuvo prohibido y recién se estrenó, sorprendentemente, en 1979, aunque la censura había desaparecido tras la muerte de Francisco Franco en 1975.

[6] Archivos Desviados es un nuevo proyecto de archivos y memorias sexodisidentes.

[7] Eros estaba liderado por NĆ©stor Perlongher y entre sus miembros se contaban Marcelo BenĆ­tez, Eduardo Todesca, Fuad Zahra, Ernesto Hollmann, NĆ©stor Latrónico. Ruben Mettini y Jorge Luis Giacosa. [8] De acuerdo con el testimonio de la actriz Carmen Salinas en su canal de YouTube, la obra fue objeto de censura (https://bit.ly/2GitsAx). El escritor Luis Zapata (2010: 18), por su parte, recuerda la repercusión que tuvo la obra y el hecho de ā€œel reparto estaba constituido por actores de sólido prestigioā€. [9] La obra se estrenó en el teatro Barceló el 3 de septiembre de 1975. Ramón Espejo Romero (2020) revisa algunos ejemplos de la presencia del homosexual en piezas teatrales estrenadas previamente en EspaƱa, pero destaca que fue la obra de Crowley la que sentó un precedente para ā€œla irrupción de gays y lesbianas en la vida pĆŗblica que solemos asociar con los aƱos de la Movidaā€ (952). El crĆ­tico ofrece tambiĆ©n un completo anĆ”lisis de la traducción, la puesta en escena y la recepción de esta versión madrileƱa de la obra. [10] Los traductores fueron Ignacio Artime y Jaime Azpilicueta. El volumen incluye reseƱas aparecidas en la prensa de la Ć©poca y fotografĆ­as del montaje. [11] A partir de Stonewall, se popularizarĆ­a el lema ā€œLo gay es buenoā€, tĆ­tulo de un cĆ©lebre manifiesto de Marta Shelley de 1970. AllĆ­ la activista declara que ā€œla peor parte de ser homosexual es tener que mantenerlo en secretoā€ (Shelley, 2009: 71), el mismo argumento que presenta el Grupo Eros en su documento: ā€œUna persona obligada a mantener en secreto la parte mĆ”s importante de su vida, su vida amorosa, encuentra su existencia arruinada o seriamente amenazada de antemanoā€. [12] Hay que destacar, ademĆ”s, que el estreno de Los muchachos de la banda fue referido en las pĆ”ginas de Noticias, un periódico vinculado a la agrupación Montoneros. Como se recordarĆ”, el Frente de Liberación Homosexual procuró –infructuosamente– establecer una alianza con dicha agrupación. La noticia del estreno de film de Friedkin refrenda, sin embargo, la visión que propone el Grupo Eros en su volante: ā€œ[el film es] una catarata de los peores lugares comunes sobre el tema. […] Pero no hay que asustarse: la pelĆ­cula estĆ” concebida para que nadie se plantee nada sobre los homosexuales. Se saldrĆ” pensando que son seres tristes, egoĆ­stas y perversos, lo que siempre se ha pretendido hacer creerā€. [13] En su artĆ­culo ā€œCuidado con la loca hostil. Intimidades mordaces y emergencia de la conciencia gay masculina en Los chicos de la bandaā€ (2010) Ramzi Fawaz ofrece una interesante reinterpretación de la obra. A su juicio, ā€œcasi medio siglo desde su estreno, The Boys in the Band continĆŗa proveyendo una persuasiva alternativa a la cultura de al afirmación gay masculina; es, en un sentido, una narrativa radicalmente ā€˜nueva’ en el contexto las polĆ­ticas de la identidad gay contemporĆ”neas, porque valida aquellas visiones de mundo y estados sentimentales mĆ”s comĆŗnmente vistos como opuestos a la movilidad ascendente gay, el avance social y la afirmación, tales como la negatividad, la amargura, la ira, la depresión, la autocompasión, la confusión, la ambivalencia y la frustración. Al hacer eso, replantea el marco retórico dentro del cual las crĆ­ticas de la cultura gay afirmativa y sus supuestos heteronormativos solo pueden ser leĆ­das en el idioma del resentimiento o el fracaso para estar a la altura de la promesa de una vida gay completamente asimilada. El film abarca los aspectos generativos de la amargura, su habilidad para exponer emociones anteriormente suprimidas y la injusticia de la vida gay. TambiĆ©n sugiere que otras emociones e inversiones afectivas podrĆ­an involucrarse en una crĆ­tica de la cultura gay masculina, incluyendo una demanda de responsabilidad, estĆ”ndares Ć©ticos de conducta y cuidado colectivo. […] [The Boys in the Band] exige que sigamos hablando uno al otro, volviĆ©ndonos hacia el otro, hasta que nuestra revolución estĆ© completaā€ (Fawaz, 2016: 244). [14] Las traducciones de textos originales en inglĆ©s pertenecen a Jorge Luis Peralta. [15] Entrevista inĆ©dita realizada en 2018. [16] Este trabajo forma parte del proyecto ā€œMemorias de las masculinidades disidentes en EspaƱa e HispanoamĆ©ricaā€ (PID2019-106083GB-I00) del Ministerio de Ciencia e Innovación de EspaƱa.

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Cómo citar este trabajo:

Peralta, Jorge Luis

"El Frente de Liberación Homosexual argentino versus "Los chicos de la banda".

MolƩculas Malucas - Septiembre de 2020.

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