En su nuevo artículo para Moléculas Malucas, Peter Pank relata la historia del mítico Bela Lugosi Club, un cineclub fuera del margen fundado por Moira Soto y un grupo de periodistas en 1971 para deleite de fanáticos de las películas de terror, monstruos y vampiros. A lo largo del texto compartimos documentación y materiales de archivo sobre la vida del Bela Lugosi donados a Peter Pank por su socia fundadora.
Por Peter Pank*
Una tarde de 2019 fui invitado a la presentación del libro de una amiga en una divina librería de Palermo. El lugar tenía unas mesitas muy paquetas para que lxs invitadxs tomaran algo mientras escuchaban las lecturas. Al entrar, me ubicaron junto a dos elegantes señoras que estaban bebiendo en enormes copas de cristal un vino tinto, rojo como la sangre. Cuando me senté, una de ellas miró fijamente mi remera de Frankenstein y me increpó:
-Supongo que sabrás a quién tenés estampado en tu remera.
-Sí. Es Boris Karloff personificando al monstruo de Frankenstein.
-Muy acertada tu respuesta. Veo que entendés del tema.
-Sí. Me gusta mucho el cine de terror clásico. Durante varios años tuve con unos amigos un cineclub especializado en el género al que llamamos “La Cripta”.
-Qué interesante. Pero los cineclubes dedicados al terror en Buenos Aires, no son una historia nueva.
-Claro que no. El primero creo que fue el Bela Lugosi Club. Yo fui en la última etapa, a fines de los 80.
La mujer se iluminó en una carcajada y me dijo:
-A ver si mi nombre te dice algo. Soy Moira Soto.
- ¡No lo puedo creer! ¡Sos la fundadora del Bela Lugosi Club!
-Exacto. Esta es mi tarjeta. Escribime y hablamos de vampiros. No uso celular, solamente mail.
Me entregó su tarjeta que decía: “Carmilla666@...”
Después de intercambiar unos mails, donde nos enviamos fotos de oscuras pinturas clásicas, como las que inspiraron a Tod Browning para la escenografía de la primera Drácula, y otros temas en común, como el feminismo, Moira me invitó a un almuerzo en su departamento, ubicado en un edificio antiguo de un pasaje de Buenos Aires. Al entrar me encontré con una casa repleta de bibliotecas colmadas de libros donde la luz del mediodía se filtraba a través de unos viejos vitrales. Sobre una mesa, Moira tenía preparados para mí unos regalos, entre ellos, una biografía de Vlad Tepes sobre el sanguinario príncipe de Valaquia del siglo XV y una carpeta repleta de fotocopias y viejos artículos de prensa, sin firma de autorxs ni información sobre los medios en las que fueron publicadas, sobre el mítico Bela Lugosi Club, inaugurado a principios de la década del 70. Hoy Moira prefiere no hablar del tema y mantenerse en las sombras. Espero entonces poder hacer justicia a ese “legado” mientras les comparto extractos de ese archivo valiosísimo, que yo desconocía, y que utilizaré ahora para relatarles la leyenda de este cineclub iniciático.
Nace el Bela Lugosi Club
Según cuentan las crónicas y los testimonios, entre 1971 y 1972, cada vez que se estrenaba en los cines una película de terror, se colocaba en los afiches del film en cuestión, ubicados en las carteleras, un pequeño cartel con dos colmillos vampíricos y puntiagudos con la frase: “Auspiciada por el Bela Lugosi Club”. Probablemente los espectadores desprevenidos se preguntarían qué significaría eso, qué fines tendría y quiénes integrarían ese misterioso club. Hay que tener en cuenta que durante esos años, y hasta en la actualidad, el Terror era un género menospreciado, considerado como menor y hundido en los sótanos de la Clase B. Prácticamente ningún intelectual o estudioso del séptimo arte adscribía a rescatar los valores artísticos de las películas de terror y sus intérpretes sino todo lo contrario, era vapuleado y considerado vulgar. Ningún film terrorífico era tenido en cuenta como candidato a los premios Oscar, la Palma de Oro, la Concha de Plata o cualquier otro prestigioso premio o festival que engalanase la alfombra roja con rutilantes estrellas. Entonces, ¿quiénes eran los integrantes de este selecto club que se animaban a recomendar y auspiciar un tipo de cine despreciado por los críticos y los medios de comunicación?
En la carpeta que me entregó Moira pude encontrar una vieja fotocopia, casi ilegible por el paso del tiempo, con una nota extraída de algún periódico, sin fecha ni autor, donde se puede adivinar en su borroneado título: “A los vampiros los tenemos prohibidos por resolución (a pesar de ello el Bela Lugosi Club sigue funcionando)”. Le sigue un breve reportaje a una de las fundadoras del misterioso Club (probablemente se trate de Moira Soto), quien comienza con una sentencia: “No des mi nombre ni tampoco el del resto de los integrantes del club. No es importante. Soy una más entre todos ellos”. Cuando se le pregunta por qué y cómo se formó el Bela, responde:
Se formó porque hubo un grupo de personas con ideas afines, gustos comunes y una pasión igual: La de las películas que dan miedo. Pero ese gusto no está circunscripto a los films, sino que va más allá: la literatura, los estudios sobre lo misterioso, lo desconocido, eso que de alguna manera nos llega y no sabemos explicárnoslo. Se dice que somos un grupo de snobs exclusivistas y no es así. Es cierto que no somos más de treinta o treinta y cinco personas, pero eso se debe a que las salas donde las películas se dan en privado no tienen mayor espacio. El club está formado por periodistas, médicos, abogados, psicólogos, artistas plásticos, escritores y críticos de cine, unidos por nuestra afición a las manifestaciones terroríficas y monstruosas, confundidas entre la ciencia-ficción y la realidad.
La entrevistada luego cuenta en qué condiciones arribó a esa función inaugural para respaldar al vampírico film el día de su estreno:
-Es cierto que la noche de inauguración del club entraste a la sala en penumbras en los brazos de "Drácula", con dos heridas sangrantes en el cuello?
-Sí. Yo iba toda laxa en los brazos de mi vampiro y es cierto que todos nos reímos un poco de la cosa para no profundizar y asustarnos en serio, pero la gente no se esperaba eso, y quien más, quién menos, dio un respingo de sorpresa. Sólo que yo me tenté y me eché a reír y el efecto se fue al demonio.
La carpeta también contiene un ejemplar de la revista Panorama, del 30 de marzo de 1971, que en su sección “Personajes” cuenta brevemente el reciente golpe de estado de Agustín Alejandro Lanusse. A la izquierda se puede ver una foto del actor Bela Lugosi en su película Drácula, de 1931, a punto de morder el cuello de su amada mortal. La acompaña el siguiente texto:
Poco antes de morir en 1956, Bela Lugosi llegó a creer en el papel que, con variaciones ligeras, había interpretado a lo largo de una extensa filmografía; se dice en Hollywood que rehuía el sol, que solo de noche salía a respirar el aire libre, y que había cultivado una predilección por las capas negras y los dentífricos potentes. El martes pasado un público escaso pero fiel se reunió en la salita de Alex Centro para ver en privado “The vampire lovers”, nueva versión de "Carmilla", de Sheridan Le Fanu, producida por los infatigables estudios Hammer. Pero la ocasión significó la obertura solemne del Bela Lugosi Club, los asistentes fueron declarados “miembros de la orden de la doble incisión” y, aunque al momento su identidad permanece tácita (a la espera de lanzar una campaña proselitista, por lo tanto pública), se reconoce a los miembros de Ho(n)(rr)or: Tod Browning, magnífico mayor; Barbara Steele, suprema sacerdotisa; Boris Karloff, Peter Cushing, Christopher Lee, Vincent Price, sacerdotes; y Michael Reeves, Gordon Hessler, Edgar Poe, Le Fanu, Mary Shelley, Antonin Artaud “y tantos otros que ni usted ni yo nos animamos a nombrar”, como espíritus protectores. La inauguración, desde luego, se roció con vino color sangre.
Dentro de la misma carpeta, en otra hoja amarillenta escrita a máquina y con subrayados, se incluyen las 41 películas proyectadas en las funciones privadas que se iniciaron el 23 de marzo de 1971 con el preestreno exclusivo de “The vampire lovers” (“Amores de vampiros”, Roy Ward Baker, 1970) de la Hammer Films, la colorida y erótica versión de la novela Carmilla de Sheridan Le Fanu, con una voluptuosa Ingrid Pitt interpretando a una inmortal vampira lesbiana y su sed insaciable de sangre de doncellas jóvenes y hermosas.
Una logia inaccesible secreta y oculta
El Bela Lugosi Club tuvo sus inicios como una suerte de logia oculta y hermética, solo accesible a unos pocos. Según cuenta el periodista y fotógrafo Hugo L. A. Palamara en una investigación realizada para la revista “Bancarios del Provincia” (sin fecha en la fotocopia que me dejó Moira), él tuvo su encuentro con los miembros del club a través de una misteriosa llamada telefónica que lo citó en la esquina de Rivadavia y Callao. Esa noche llovía torrencialmente y, alrededor de las 22:10 hs, un gran auto negro (similar a los usados en las bodas y… sepelios) lo recogió. En el interior se encontró con un hombre pálido y con barba que le vendó los ojos. Anduvieron unos veinte minutos en silencio hasta que al llegar al lugar de destino le hicieron jurar que todo lo que viera y pudiese servir posteriormente para identificar personas, lugares y objetos, debería quedar en el anonimato. No le retiraron la venda de los ojos hasta estar en el interior de una mansión, no muy grande pero bastante lúgubre. Allí lo recibió otro personaje con la cabeza cubierta con una capucha blanca que se presentó como “El Sátrapa de Turno”. Dentro de la PATAFÍSICA (ciencia situada por encima de la metafísica), el título de Sátrapa se le otorgaba al predilecto de ese culto hermético. Boris Vian y Alfred Jarry han sido conocidos Sátrapas de la Patafísica. El Sátrapa de Turno le explicó al periodista que la función de ellos como críticos de cine era advertir a los espectadores que existían muchas películas de Terror o Fantásticas, pertenecientes a la Clase B, que poseían grandes valores cinematográficos.
Los miembros del Bela Lugosi Club, por sus contactos, tenían acceso al material antes de su estreno en salas, se visionaban la películas en privado, se discutían sus méritos y alcances, y se votaban. En caso de que resultaran importantes, se les daba la aprobación para su posterior auspicio. “De tal forma los espectadores verán buen cine cuando medie el auspicio del Bela”. En muchos casos este mismo proceso se aplicaba a películas clásicas ya estrenadas en el pasado. El periodista quería saber por qué no se producía cine de terror en Argentina, a lo que el Sátrapa respondió: “Todos los films fantásticos tienen un trasfondo político”. También preguntó qué debía hacer para asociarse, y la respuesta fue tajante y premonitoria: “No se permite el ingreso a ningún otro miembro. Eso sí, pensamos abrir una sala dedicada exclusivamente al cine fantástico, donde podrá concurrir quien quiera. De esta manera perdurarán una serie de géneros que estaban siendo dejados de lado permanentemente”.
A las 24 hs (la hora de las brujas), el cronista fue llevado a una pequeña sala de cine (donde se le permitió tomar fotografías) en cuyas paredes había fotos y afiches relacionados con el tema. El film proyectado esa noche fue La tarántula del vientre negro (Paolo Cavara, Italia-Francia, 1971). Ante el asombro del periodista, fueron apareciendo con aire enigmático y los rostros cubiertos con capuchas blancas varias personas de ambos sexos que se ubicaron en distintas filas de butacas. El Sátrapa le entregó a cada uno una planilla donde luego emitieron su voto y los fundamentos del mismo. Todo fue realizado en un hálito de suspenso y misterio. La votación también fue secreta. Cuando llegó el momento del The End en la pantalla, volvieron a pedirle que jure discreción y, con los ojos vendados, lo condujeron al punto de encuentro inicial. Así, el cronista perdió contacto con aquella gente extraña que mezclaba el humor, la realidad, la truculencia y la fantasía.
En la mencionada entrevista titulada “A los vampiros los tenemos prohibidos por resolución” se formula la siguiente pregunta:
-¿Qué se consiguió con la creación del club?
-Revitalizar un género. Hacer que se lo tome en serio, porque es serio. Se habla de vampiros y otro tipo de monstruos, sin ponerse a pensar que detrás de todo eso hay un trasfondo de estudio. Hay juegos de violación, incesto, erotismo, moral y hasta política. Fijate que en "Drácula" se está enjuiciando a una determinada clase social. El sadismo y el masoquismo están de alguna manera, en cada uno de nosotros. Por eso ese deseo de tener miedo, no es más que una forma de liberar tensiones y angustias que nos son propias, y las que de pronto, se expresan a través de un film.
Pero esta primera etapa del Bela Lugosi Club fue muy breve. En menos de dos años, entre el 23 de marzo de 1971 y julio de 1972, se vieron y analizaron 41 películas, la mayoría de ellas, estadounidenses e inglesas. Las excepciones fueron la española Drácula contra Frankenstein (Tulio Demicheli, 1969), las mexicanas Santo contra las mujeres vampiro (Alfonso Corona Blake, 1963) y La endemoniada (Emilio Gómez Muriel, 1966), la checoslovaca Valeria, o la semana de las maravillas (Jaromil Jireš, 1970), la francesa Piel de asno (Jacques Demy, 1970), y la italiana El extraño vicio de la Señora Warth (Sergio Martino, 1970). El lugar de honor lo tuvo la única película argentina que fue proyectada, analizada y estudiada por los selectos miembros del Bela Lugosi Club: Sangre de vírgenes (Emilio Vieyra, 1967), a la que consideraron como nuestra Plan 9 del espacio sideral (Ed Wood Jr., 1959, con Bela Lugosi), ya que este maldito film de culto de vampiros eróticos en Bariloche, había sufrido más de 20 cortes por la censura local y no lograba su estreno nacional, a pesar de ya haber pasado por las salas norteamericanas y europeas con el título Blood of the virgin y con los nombres del director y los intérpretes, anglicanizados para disimular su origen. Así, Emilo Vieyra pasó a ser Emily Vieyr, Ricardo Bauleo fue Richard Baulex, Susana Beltrán fue Susan Beltram y Rolo Puente fue Rony Puen. Gloria Pratt y Walter Kliche conservaron sus nombres. La película recién logró un mediocre, breve y oscuro estreno en 1974, pero el Bela Lugosi Club volvió a rescatarla, proyectando una copia original en 35 mm en el cine Arte, en su renovada y vampirizada etapa de 1987.
En julio de 1972, después de la proyección y posterior auspicio de Las manos del estrangulador (Peter Sasdy, 1971), el Bela Lugosi Club se desvaneció en las sombras. Tal vez no era el momento político y social en la Argentina para que su propuesta floreciera y fuera ampliamente aceptada o, quizás, se debió a factores internos que realmente desconozco. Lo que sí es cierto es que el Bela volvió a su tumba. Pero, como buen vampiro, no por mucho tiempo.
El regreso del Bela Lugosi Club
Quince años después de su cierre, dictadura cívico militar de por medio, el club renació en 1987 tras el regreso de la democracia. Lo anunciaron con la siguiente gacetilla de prensa escrita a máquina:
SANGRE NUEVA EN EL BELA LUGOSI CLUB
Algunos pensaron que el BELA LUGOSI CLUB había desaparecido para siempre… Ingenuos, los vampiros nunca mueren. En verdad, tristes circunstancias que son del dominio público nos habían mantenido en estado de latencia. Pero, para regocijo de los aficionados, sonó La Hora del Espanto. El BELA LUGOSI CLUB vuelve de la tumba, con algunas cicatrices, pero enterito y con muchas ganas de vivir, como la criatura de Frankenstein. A partir de mayo florecerán homenajes, pre-estrenos, proyecciones de cine y video, presentaciones de libros, funciones de teatro, sombras en la oscuridad, sangrías, exposiciones, visitas crípticas, profanaciones, aquelarres…
Todas nuestras incursiones serán los viernes, por supuesto alrededor de la medianoche, en la sala D (de Drácula?) del Centro Cultural General San Martín, Sarmiento 1551.
No se olvide de mandar la capa a la tintorería y vaya limando los colmillos.
Esta fue la etapa del Bela Lugosi Club que me tocó vivir, gracias a mi amiga Marisa quien se enteró de este regreso y me acompañó las primeras noches. Recuerdo que la sala D del San Martín se colmó de gente de todas las edades, al punto que después las funciones terminaron siendo en la sala A-B, mucho más espaciosa. El primer preestreno que recuerdo (y del que conservo el programa que entregaban) fue La tiendita del horror (Frank Oz, 1986), la remake musical del clásico de Roger Corman de 1960. Por lo general antes de las proyecciones actuaba el grupo de teatro “Horror Nasogeniano en la noche” dirigido por la "Loca Como tu Madre", Diana Baxter. Las performances ocurrían entre el público con los actores caracterizados de monstruos, generando situaciones de shock. Como se puede ver, las ideas que lxs socixs tenían en los años 70, recién pudieron llevarse a cabo en los 80, cuando se ampliaron las actividades del Club y para que el público pudiera acceder a ellas. Las funciones en el San Martín permanecieron hasta fines de julio de 1987 y, entre otras, se proyectaron el preestreno de Vamp (Richard Wenk, 1986) con Grace Jones como una sexy y despiadada vampira, y algunos clásicos como King Kong (Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, 1933) y El monstruo de la Laguna Negra (Jack Arnold, 1954).
Por el desborde de público multitudinario que asistía a estas funciones gratuitas, el Bela Lugosi Club se mudó en agosto de 1987 a la sala del Cine Arte (ubicado en el sótano de la galería que une la avenida Corrientes con Roque Saenz Peña), pero las funciones volvieron a ser “solo para socios”, con la salvedad de que ahora cualquiera podía asociarse como en cualquier club, pagando una cuota mensual de 7 australes. En la librería Prometeo o en la misma boletería del cine, completando una planilla (que no recuerdo lo que preguntaba) y abonando el arancel te convertías en socio. Todavía conservo mi carnet con el número 209 de asociado, en el que, además de mis datos, figuraba mi grupo sanguíneo. Ser socio te permitía no solo ver las películas sino también acceder a otras actividades como charlas, exposiciones, reportajes, muestras de FX y máscaras, etc. No siempre esas actividades ocurrían en el cine. Muchas se realizaban en la librería Prometeo o en otros espacios. Por otra parte tenías descuentos en tus compras en aquella librería y te asociaban al video club del Supermercado del Disco, una gran disquería sobre la avenida Carlos Pellegrini 479 (casi Lavalle), que tuvo uno de los primeros videoclubes de Buenos Aires.
La primera función del 7 de agosto de 1987 fue un doble programa clásico con Drácula (Tod Browning, 1931) con el único Bela Lugosi y Frankenstein (James Whale, 1931) con Karloff. El programa de mano era más grande, tamaño A4, y pasó a llamarse The Bela Lugosi Journal. Más que un programa era una especie de fanzine donde, por primera vez, las notas venían firmadas por el crítico de cine Alberto Farina y por Moira Soto. Con las funciones, la revistita fotocopiada empezó a incluir cómics de Richard Corben o Bernie Wrightson y notas diversas relacionadas con el terror. A partir de la función número 18 del 25 de septiembre de ese año, empezaron a colocar una faja en la portada del fanzine que decía: “VEA CINE EN EL CINE”, como parte de una campaña para lograr llevar espectadores a las salas, ante el inminente auge de los videoclubes.
Esta etapa del Cine Arte es la que más recuerdo, ya que al ser las funciones “solo para socios” se empezó a generar un grupo de habitués que nos veíamos todos los viernes y discutíamos acerca de las películas, intercambiábamos fanzines, fotos e información. También se siguieron dando preestrenos. El más memorable fue Pesadilla 2, la venganza de Freddy, la película más queer del cine de terror, donde, por primera vez, la Reina del Grito era un joven actor gay (Mark Patton), que tenía sueños sadomasoquistas con su profesor de gimnasia. Asimismo se proyectaron cortos nacionales de terror, dándole espacio a nuevos realizadores que con los años, tendrían mucho que ver con el género: Arden los juegos de Gustavo Mosquera, Placer sangriento de Fabio Manes y Sogoth de Diego Curubeto.
En el Bela Lugosi Journal número 25, del 20 de noviembre de 1987, el misterio quedaba develado al fin ya que incluía un recuadro con el Cuerpo Orgánico del Bela Lugosi Club conformado de la siguiente manera: Socia fundadora: Moira Soto; Comisión organizadora: José Tasinazzo (gran activista y organizador); Christian Aguirre; Gustavo Cabrera; Pablo Urquiza; Actividades administrativas: E. Zarlenga. Aunque no figuren en esa lista, recuerdo la presencia de la curadora de arte Graciela Taquini, los críticos Jorge Carnevale, Gustavo Castagna, Mario Ceretti, Claudio España, Pablo Scholz, Aníbal Vinelli y Alberto Farina, quien dictó un seminario sobre cine fantástico exclusivo para lxs socixs.
En enero de 1988 Octavio Fabiano creó el Club del Cine, y la leyenda “Vea cine en el cine”, nacida en el Bela, empezó a aparecer en las carteleras de todos los diarios. Ese verano ocurrió el último gran hito del Bela Lugosi Club: el preestreno de Cielo Líquido (Slava Tsukerman, 1982), que desbordó la capacidad de la sala, generando varios inconvenientes. La película pasó después a las trasnoches del Cine Lorca, donde se convirtió en un clásico de culto. Pero el final del Bela ya estaba anunciado. El programa del 26 de febrero de 1988 comunicaba con grandes letras: “Nos vamos, pero pronto volveremos”. En una editorial firmada por Urquiza y Tasinazzo, se explican las desavenencias tenidas con el Cine Arte en ese último tiempo. Se rumoreaba el cierre de la sala, cosa que efectivamente sucedió al poco tiempo, y se reabrió convertida en cine porno por varios años. Fabiano ofreció las instalaciones del flamante Club de Cine en el Teatro Actos de Once para que continuaran las proyecciones programadas, pero las funciones iban cualquier día a cualquier hora, intercaladas con cine clásico, muy bueno pero nada terrorífico. Finalmente, el Bela Lugosi Club terminó volviendo a su tumba.
Pero, como ya sabemos, la muerte de los vampiros es solo aparente. Como cantaba la banda gótica Bauhaus en el inicio del film El Ansia (Tony Scott, 1983), “Bela Lugosi está muerto (no-muerto, no-muerto)”. Porque el espíritu del Bela Lugosi Club, reencarnó en dos emblemáticos cineclubes posteriores: “Nocturna”, fundado por Christian Aguirre, antiguo miembro del Bela, en 1994, y “La Cripta”, fundado por Julio Alejandro Martínez, Boris Caligari y yo en 1999. Hasta el prestigioso festival internacional de cine fantástico Buenos Aires Rojo Sangre, iniciado en el año 2000, le debe mucho de su existencia a esa mordida original que fue el Bela Lugosi Club, cuando una cofradía secreta de seres anónimos, se animó a soñar con que el cine de terror algún día fuera un género respetado y con producción en el país.
Agradecimiento
Peter Pank agradece la colaboración de Moira Soto.
*Actor, performer, director, profesor de teatro, realizador cinematográfico, cantante y escritor. Fue uno de los fundadores del Cineclub La Cripta. Dirigió los cortometrajes “Naturaleza Muerta” (1989), “Qué hacés esta noche?” (1990), “Batato/14 pavos reales” (1992) y codirigió junto a Goyo Anchou el largometraje documental “La peli de Batato” (2011), sobre el icono underground Batato Barea. Dirigió las obras “Los poseídos entre lilas de Alejandra Pizarnik” (2000/2001), “La última nieve” sobre textos de Sylvia Plath (2002), “Kabaret Elektro Pank” sobre textos de Vera Váldor (2005 y 2019) y, junto a Gaby Berardi, “Las sangrientas hijas del Dr. Lecter” (1996/1997) y “¡Muere, perra, muere! (1998). Sus últimos trabajos como director fueron los unipersonales “Gracias por el después” (2013), “1990 Noches” (2014-2019) y “Cristal (Estallado)” (2019). Vuelve a actuar en 2016 en “Plagamante” de Charlee Espinosa.
En 2011 publicó su primer libro “Está en la sangre (crónicas de Richard Trenton Chase, el vampiro de Sacramento)” por Tocadesata Ediciones. En 2017 edita su primera novela “Tarzán Boy” por la editorial Milena Caserola, y en 2019 la novela corta “Por favor, no escuches el CD” (Editorial Saraza).
Al frente de su banda electro-teatral “Peter Pank & los chicos perdidos” grabó cuatro E.P.: “Electro-Pank” (2008), “No soy tu novio” (2012), “Androginia Perfecta” (2017) y, el último, "Nocturno" (2021). Editaron dos álbumes: “Demolición” (2014) y “Neverland Bizarro” (2016). Durante los meses de cuarentena del 2020, escribió la letra de la canción "En busca del tiempo perdido" con música y producción de Juampi Malvasio, un tema que captura las sensaciones de estos momentos pandémicos, con un sonido post-punk electrónico, entre la nostalgia del pasado y un presente incierto.
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Cómo citar este trabajo
Pank, Peter. El Bela Lugosi Club
Moléculas Malucas, julio de 2021.
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